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El Amor Después por clumsykitty

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EL AMOR DESPUES.



Capítulo 16. Oscuridad.


El cansancio era mortal. Sus lágrimas evaporadas ante el cegador resplandor del fuego del futuro. Tenía el cuerpo completamente rígido y a un intento de moverse, sus huesos y músculos punzaban de dolor. No tenía ni la menor idea de cómo podían sangrar aún sus manos. Su cerebro estaba a punto de reventar. Era demasiado. Un sueño premonitorio llenos de miedo, ira, dolor, angustia y muerte en una ráfaga de eventos discontinuos y sin sentido.

Horribles espasmos arribaron y su alma se agitó. Bakura estaba atemorizado, su Ka estaba desprendiéndose, llamando a la muerte segura. Pero peor era la presencia de Ammut(i) frente a él para devorarlo. Ni siquiera tendría un juicio ante Anubis. El dios chacal ya había tomado una decisión.

Lo había conseguido aunque a un precio muy alto.

-¡Oh, Madre mía, Nut! Extiéndete sobre mí. Colócame entre las imperecederas estrellas que están en Ti, para que yo no muera otra vez!(ii)

Apretó aún más su sello protector. Ningún dios se llevaría su alma.

Le pertenecía a Ryou.

Varios chasquidos anunciaron sus huesos rotos. Su cuerpo cedía ante la magnificencia de los Dioses. La visión estaba viva y eso significaba la esperanza de cambiar el canto de Horus. Ahora todo tenía sentido pero su espíritu se quebraba, olvidando todo, incluso su propio nombre.

-Salve Ra, Tú que recorres el cielo… te suplico que no dejes que me alejen, ni que me arrojen al muro del fuego abrasador. (iii)

Una vibración sanadora le envolvió. Todo se detuvo como un silencio resplandeciente de quietud sepulcral. Maat(iv) extendía sus alas. Su alma se restauró y ya un hubo más heridas. La diosa había leído su corazón pero no iba a permitirle seguir ante ellos.

Océanos de tiempo corriendo frente a sus ojos, deteniéndose y avanzando al capricho de los Dioses. La Vida cambiando y mutando. El pensamiento de un dios era demasiado para su mente acostumbrada a los sentidos y a la razón.

Su protector y guía Set, lo empujó de vuelta al mundo mortal, a través de la misma travesía de Atemu cuando regresó a la vida, con el orden del caos, taladrando la conciencia de Bakura. Aún sin la tortura divina, su cuerpo se quejaba de la agonía. Para los inmortales el concepto de realidad y sueño no existen y se funden en uno solo.

Rodeado de truenos y relámpagos furiosos y asesinos, vio el portal que le llevaba a su propia existencia. Set no era un dios caritativo ni mucho menos considerado. Si sobrevivía al paso, tenía que lidiar con la temible necesidad de vivir con un cuerpo mortal lacerado por el toque divino.

Un frío cruel azotó su espalda. Temblando, se percató de un olor a incienso, mirra y arena seca. Su piel tocaba un suelo congelado y duro. Estaba dentro del sarcófago del Faraón en su cámara mortuoria. Todo estaba oscuro. No sabía si era de noche o de día. Por instinto, aspiró aire y fue atacado por una sensación de horrible ardor y asfixia.

Se aferraba a una visión como un niño se aferra a su único globo en una ventisca. No podía dejarla ir. Todo dependía de eso.

Tenía que llegar con Joey antes de que fuera demasiado tarde.

Hubiera reído de haber podido. Se había convertido en instrumento de Ra como pieza de ajedrez en su ridículo juego del Destino.

“Regresarás, ¿Verdad?”

El sabor de la sangre llenó su boca.

/Tengo que descansar, por favor Ryou, solo un poco./

Su cuerpo se desmayó muerto de dolor. Solo rogaba que Isis le hubiera dado un cuerpo fuerte capaz de continuar su jornada…


… aún tenía que matar al Faraón.


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-Señor Kaiba, llamada de Nueva York.
-La tomo, Misao. Línea privada.
-Sí, señor.

-Mi Tesoro, ¿Estás bien?
-Sí, Atemu ¿Por qué lo preguntas? –inquirió Seto recostándose en su silla mirando hacia la ventana detrás de él.
-¿Cómo que por qué? Te recuerdo que una noche te llamé y estabas llorando desconsolado.
-Te dije que se me pasaría. Era una tontería.
-¿Llorar por tu Faraón es una tontería? –preguntó un tanto herido con sus ojos violetas pegados a Seto- ¿Qué insinúas?

El ojiazul que no había querido mirarle por la pantalla, volteó su rostro al oír el cambio de voz en Atemu.

-Lo siento. No quise decir eso. No se que me pasó esa noche.
-Y te sigue ocurriendo, Mi Tesoro. Te noto distante.
Kaiba cruzó sus brazos en el escritorio, bajando la mirada.
-Estoy cansado.
-¿Por el nuevo proyecto?
-Sí.
-¿No será otra cosa? –preguntó el Faraón con un tono algo venenoso.
-No, por supuesto que no.
-No sabes mentirme, Mi Tesoro –dijo triunfal Atemu.
El corazón de Seto comenzó a latir con fuerza. Levantó su mirada a la pantalla.
-No entiendo…
-He estado pensando sobre lo que me pediste hace tiempo, a cerca de terminar tu carrera, y estoy de acuerdo con una condición…
-¿Cuál es?
-Que tengamos un hijo.
El ojiazul tragó saliva nervioso.
-¿Un hijo?
-Sí, podemos adoptar un pequeño o pequeña, como tú prefieras. Quiero que la Familia Kaiba crezca.
-Pero no podría…
-Vas a tener que relegar algunas tareas en la Corporación para cuidar a nuestro bebé y asistir a tus clases.
-Yo no…
-¿Sí? –el Faraón le miró enfadado y Seto conocía esa mirada.
-No es tan fácil. Un bebé demanda mucha atención. Yo lo sé por experiencia con Mokuba. No podría asistir a la universidad –dijo tratando de suavizar la conversación.
-Sabía que dirías algo así.
-Tienes que entenderlo. No puedo hacerlo -replicó Kaiba con desasosiego.
-Entonces podemos usar el plan B.
A Seto no le gustaba para nada como sonaba eso.
-¿Y es?
-Valerme del don de Geb(v) y Bastet(vi) para que tú tengas un hijo mío…

El ojiazul pudo haberse reído ante tal ridícula idea, pero sabía de antemano que Atemu gozaba de ciertos conocimientos milenarios que no tenían explicación científica ni lógica que pudiera explicarlos. Y eran aterradores.

-… así durante el embarazo, podrías ir a la universidad y terminar el semestre antes de que naciera nuestro hijo ¿Qué tal?
-Yo prefiero que adoptemos.
-Oh, no Mi Tesoro, una vez rechazada la oferta ya no la puedes volver a tener. Es una regla de negocios y la conoces bien. Una vez que regrese de esta exhibición lo haremos. No pongas esa cara. No va dolerte –Atemu sonrió despectivo- tanto.
-Exactamente ¿Cómo lo harías? –preguntó el otro, temeroso de escuchar lo que iba a decir el Faraón.
-Es algo muy sencillo en realidad. Primero, tendríamos que volver a Egipto donde Marik guarda unos papiros mágicos que me ayudaran a realizar un conjuro, el Caballo de Mar(vii); además de que necesito realizar la invocación allá. Una vez completa la ceremonia, estarás listo para recibirme.
Kaiba respiró profundamente antes de hablar.
-Pero todos se preguntarán –replicó con un gesto de la mano- como es que yo…
-Mi Tesoro, eso es irrelevante. La opinión de los demás no me interesa en lo absoluto. Parecerá que has engordado, nada más, y conseguir la asistencia médica será pan comido para mí.
Seto cerró los ojos. El Faraón le había llevado a propósito en esa dirección.
-¿Y si no quiero?
-Vaya, entonces adoptamos.
-No. Yo me refiero a que no quiero tener o adoptar un hijo.
-Esa rebeldía me recuerda a Joey, pareciera que fueran amigos íntimos.
El corazón del ojiazul aceleró su ritmo.
-Eso no es…
-¿Me estás desafiando? –preguntó Atemu con una voz amenazante.
-No.
-Tienes lo que resta de tiempo para decidir, Mi Tesoro. Cuando llegue quiero una respuesta firme y sin dudas. Aunque debo confesar que me inclino por la segunda opción. Hacerte el amor y saber que concebimos un hijo mío es sencillamente celestial.
Eso era todo. El Faraón ya le había dicho lo que quería que hiciera.
-Debo despedirme, Mi Tesoro. Volveremos a hablar después.
-… -Seto se quedó sin palabras para rebatir.
-Hasta mi llegada entonces –dijo sonriendo maliciosamente- No puedo esperar.

La pantalla se tornó negra dando fin a la conversación. El ojiazul se llevó las manos a la cara desesperado, apoyando sus codos en el escritorio. No pudo decirle por teléfono a Atemu que quería separarse de él y el Faraón no le hacía las cosas más fáciles. No podía retar abiertamente a Atemu sin arriesgar a Mokuba en el camino. No era una opción que su hermanito saliera lastimado por su culpa.

Volver a Egipto era algo que quería evitar a toda costa, pues su recuerdo del lugar distaba mucho de ser placentero. Atemu prácticamente lo había ultrajado sin compasión, diciéndole al día siguiente que así sería, si él no obedecía las reglas que, según el Faraón, eran para salir de la situación en que su depresión había arrastrado a su misma persona, Mokuba, la empresa, etc. Seto recordaba con repugnancia la sangre y semen secos entre sus muslos que tuvo que limpiar junto con las sábanas manchadas para que su pequeño hermano no sospechara nada.

Y ahora Atemu quería un hijo. Uno al que él le daría vida, con lo que probablemente sería una invocación y luego una cópula dolorosa para su cuerpo y muy satisfactoria para el Faraón que parecía gozar con sus lágrimas y gritos de dolor.

Tal vez dos años no era mucho tiempo pero para Seto había sido toda una vida. El Faraón le trataba cruelmente. Ahora se daba cuenta de eso. Su orgullo le había cegado, no quería aceptar el hecho de que su matrimonio era falso y sin amor. ¿Cómo podía ser amor los golpes, las humillaciones… las violaciones? Se tenía asco a sí mismo. La máscara que usaba todos los días frente a los demás ocultaba la real apariencia de Seto Kaiba. Un títere de Atemu, moviéndose al compás de sus caprichos.

¿Dónde había quedado aquél joven genio lleno de autonomía, determinación y valentía? ¿Cuándo perdió aquellos sueños de infancia brillantes de inocencia y alegría? ¿Acaso tenía amigos? Sin Mokuba, estaba completamente solo.

Pero, ¿quién podría quererle así? ¿Quién podría amar a un ser tan bajo que no le importaba prostituirse con tal de aparentar ser el más exitoso en el mundo? No tenía derecho a tal sentimiento. Su cuerpo llevaba las marcas del Faraón, su alma estaba encadenada a sus designios. Jamás nadie desearía a una persona como él. Nadie buscaría su amistad. Lo único que acaso les importaría sería su dinero. Lo que él sintiera, soñara o anhelara no tenía relevancia para nadie. Ni para el propio Atemu. No valía nada. Aquél hermano mayor que Mokuba admiraba estaba muerto por dentro. ¿Qué podría ofrecerle? Ni siquiera se respetaba él mismo. Tenía miedo a la soledad, al fracaso; por eso, como un adicto, recibía en silencio los ultrajes del Faraón a cambio de la certeza de que continuaría a su lado, que no lo dejaría caer en el abismo de la depresión como lo hiciera antes. Era su cómplice en la fachada del CEO de la multimillonaria Corporación Kaiba, aunque en su interior el fango de la vergüenza y el dolor ahogara su corazón.

¿No había llorado tantas noches por esa razón? Recordando con agonía las risas falsa, los aplausos fingidos que le daban por ganar un premio, recibir un galardón o ser nombrado miembro honorífico de alguna asociación; pero sintiéndose vacío al no ver ninguna mirada llena de orgullo y aprecio genuino. ¿De que servía vanagloriarse de su estatus social, su riqueza y su poder como dueño de Kaiba Corp., si por dentro moría por escuchar que alguien se preocupaba por él? Mokuba estaba ahí siempre apoyándolo, pero su hermanito tenía que salir adelante, necesitaba su propia vida, lejos del horror en el que vivían. No, Seto Kaiba no merecía ser amado. Era débil y cobarde, un niño pusilánime que se lamentaba como una chiquilla por no poder amar.

¿Qué no era eso lo que en primer lugar le llevó a la depresión? Quizá no lo recordaba, pero esa corazonada le decía que una sensación de desprecio ya la había experimentado. Quiso morirse para dar fin a tanta desesperación y abandono. Y su pobre hermano intentando de detenerlo. Era una abominación. Ríos de lágrimas había llorado Mokuba tratando de ayudarle y no le importaron. Atemu tenía razón. Su ego era enfermizo y malogrado. Hería a los que se le acercaban. Por eso estaba solo. Él era la única causa. Era un monstruo deforme lleno de defectos. Debía vivir en el olvido, lejos de la luz que los demás tenían.

Ahí tenía la razón. Joey no se equivocó al intentar abusar de él. Se lo merecía. De la escoria solo se puede esperar lo peor. El cachorro estaba mirando una ilusión, no existía nada bueno en él. No era que el anillo, que le recordaba a quien pertenecía, le trabara para decirle al rubio lo que sentía. No.

Es que no conoce ese sentimiento.

El Amor no existe para él.

Así ha sido siempre y lo será. No puede cambiarse. Joey pronto se dará cuenta de lo que realmente es y lo abandonará. Los finales felices están prohibidos para su persona. Por mucho que quiera experimentar una caricia tierna, un beso apasionado, una mirada llena de deseo; todo terminará en dolor y más dolor.

Joey jamás le haría el amor.

¿Cómo, siendo la ramera del Faraón? Hay algo mejor para él en otro sitio. Alguien que sea un ser humano de verdad, no un muñeco de papel que se hunde en el lodo. En poco tiempo, el cachorro se irá a buscar un cariño real. Porque él siempre será ka bestia inmunda que todos quieren ver en el suelo. El espartajo al que todos escupen. El corazón dispuesto a ser pisoteado.

Solo en las tinieblas.

Buscando a ciegas las cadenas que Atemu tiene para él.

Nauseabundo, despreciable, risible. Eso era él.


-Señor, la prensa está lista en la sala de conferencias.
-¿Dónde está Hayao?
-Viene para acá, Señor Kaiba.
-Dile que si no está aquí en un minuto puede pensar en lavar los pisos de los baños públicos porque será el único trabajo que conseguirá.
-Señor.

Seto miró su anillo nupcial repasándolo con su pulgar.

No. Joey nunca le amaría


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(i)Ammut, diosa devoradora de los corazones de pecadores difuntos.
(ii)Inscrito en un ataúd del rey Tut.
(iii)Himno del Libro de los Muertos.
(iv)Maat, hija de Ra, es la verdad y la justicia.
(v)Geb, padre de los dioses y principio creador.
(vi)Bastet, diosa felina protectora de los embarazos.
(vii)Como ya se sabe, en los hipocampos, es el macho quien se embaraza. Además por ahí me enteré que Kaiba significa Caballo de Mar –yo y mi pervertida mente- : P

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