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El Amor Después por clumsykitty

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EL AMOR DESPUES


Capítulo 1. La Caída


Las gotas de lluvia caían lenta y pausadamente en los cristales, recorriendo en silencio su camino vertical hacia el suelo en donde se unían a las miles encharcadas en el pasto y en las piedras del camino. El único sonido era el tic tac del reloj en la pared que marcaba casi las nueve en punto de la noche. Toda la cocina lucía impecable como si no hubiera nadie viviendo ahí, como si nada malo ocurriera ahí.

Incluso la silueta quieta y meditabunda de Mokuba parecía parte de ese cuadro de calma y soledad. Solo la charola en la mesa con la cena preparada atentaba contra la armonía de la escena. El adolescente de negro cabello levantó su mirada hacia las ventanas esperando algún sonido del exterior…

Nada.

/Es increíble, tanta lluvia sin ningún ruido/

A lo lejos las nubes parecieron iluminarse cuando un relámpago las tocó pero ningún sonido llegó a la cocina.

/La lluvia se ha vuelto tan densa que hasta ha empañado los vidrios/

De pronto sintió un toque frío en su mano que descansaba al borde de la mesa. Dirigiendo su mirada hacia abajo se dio cuenta de la razón.

Era una lágrima.

-No, los vidrios no están empañados. Son mis ojos…

Un sollozo escapó de su garganta anunciando un llanto desesperado que hizo cubrirse el rostro con las manos. ¿Cuánto más iba a estar él así? ¿Cuánto más faltaba para que perdiera la poca cordura que le quedaba?

/Por favor… que alguien ayude a Seto/

Eran casi ya tres años desde que su hermano mayor apareció una tarde en el portal de la mansión lleno de golpes y moretones, cubierto de sangre. Pero lo que había oprimido el corazón de Mokuba eran las lágrimas de dolor y desesperación que corrían de los ojos azules de su hermano.

Sí, el CEO de la Corporación Kaiba estaba reducido a una triste marioneta destrozada. Tan sólo habían bastado unos cuantos minutos para destruir a Seto Kaiba.

Y las lágrimas ya nunca lo abandonaron.

Mokuba recordaba la primera vez que Seto había intentado quitarse la vida con un cuchillo de la cocina. La segunda fue con una pistola del personal de seguridad. La tercera y cuarta trató de arrojarse desde el techo de la mansión.

El chico secó con furia sus lágrimas. No, no podía darse el lujo de perder ahora. Su hermano había soportado y hecho hasta lo imposible sólo por él. Sólo por él. Era su turno de devolverle el favor.

-Me voy a volver loco –murmuró el chico enterrando sus dedos en su largo cabello negro.

La Corporación Kaiba ahora se sostenía de milagro. La Mesa Directiva llenaba de problemas a los hermanos. La famosa y multimillonaria empresa comenzaba a tambalearse sin el genio que solía dirigirla. Mokuba ya no podía lidiar con semejante carga además de la escuela, que lo había expulsado por ausencias aunque él mismo ya no sentía deseos de continuar.

Dejaron la mansión para alejarse de la prensa y los curiosos. Pero sobre todo de los amigos. Era imperante que casi nadie supiera de la condición de su hermano o todo estaría perdido. Una pequeña cabaña en las montañas era el lugar ideal para la última oportunidad de Mokuba para salvar a Seto.

Sabía muy bien que era la última porque ya no tenía fuerzas para seguir con la misma rutina asfixiante y desesperada. Si no hacía algo ya su hermano mayor no sería otra cosa sino una lápida en el cementerio.

El reloj marcó las nueve en punto, la hora de la cena de Seto. Mokuba tomó la charola no sin antes dar un profundo suspiro. Se dirigió con paso firme hacia las escaleras para luego tomar el pasillo hacia la puerta de su hermano. Tomó la manija y la apretó con fuerza.

/Por favor… que alguien ayude a Seto/

La habitación estaba en penumbra, la luz de un quinqué iluminaba sólo parte de la cama y la ventana junto a ella donde Seto parecía mirar hacia el exterior sin inmutarse a mirar a su pequeño hermano que se esforzaba por lucir jovial y animado como todos los días trataba de serlo.

-Vamos hermano, es hora de tu cena, ya sabes que el médico dijo que no debes saltarte ninguna comida ¿Ya tomaste tu medicina? Hum… apuesto a que no. No seas miedoso, sólo son píldoras. Ni que fuera el Reino de las Sombras –bromeaba el chico, mientras colocaba la charola en el taburete y tomaba a Seto de la mano- Ven Seto, vamos, come algo ¿por favor?

Cuando la luz alcanzó el rostro de Kaiba, Mokuba se dio cuenta de que había lágrimas frescas corriendo por sus muy pálidas mejillas. Los ojos azules no se separaron del paisaje lluvioso. El adolescente se mordió un labio y dio un pequeño tirón de la camisa de Seto.

-Hey, no cocino tan mal. Pruébalo, te hará bien. Hazlo por mí ¿sí, hermano? ¿Seto?

Más lágrimas cayeron del rostro del ojiazul al tiempo que miraba a su hermanito, únicamente para decirle lo que siempre había escuchado Mokuba todo este tiempo.

-¿Qué hice mal? –le preguntó con la voz apagada y triste.
-Nada, Seto. No hiciste nada malo. Te lo juro hermano –le consolaba acomodando un mechón de cabello castaño detrás de su oreja- Por favor come algo, no has querido comer nada desde ayer, por favor Seto, por favor…

Mokuba ya no pudo más y soltó a su hermano para salir corriendo de su habitación. Llorando abiertamente se dejó caer en un sillón abrazando un cojín. Esta vez su hermano quería morir de inanición y al parecer iba a lograrlo. Ni siquiera sus ruegos parecían conmoverle. Hace mucho tiempo que ya no le escuchaba, como si su mente hubiera abandonado su cuerpo.

Y en ese proceso el mismo Mokuba se sentía estar cayendo en las mismas tinieblas. Había perdido peso, no dormía bien y las presiones le traían tremendas jaquecas.

Sin nadie a quien acudir.

Nadie.

Por más que el lo había pensado, no existía alguien que pudiera ayudar a Seto. Ni Yugi, ni Pegasus. Nadie podía darle a su hermano lo que realmente necesitaba.

Solo una persona.

La misma que Seto lloraba en sus sueños. La misma que le había traído la muerte en vida. La que destrozó con sus propias manos el único anhelo que el CEO había tenido desde que se convirtieron en huérfanos.

Todo lo que Seto Kaiba había soñado desapareció una tarde en el Parque de Ciudad Domino hace tres años.

/Por favor… que alguien ayude a Seto/

El timbre de su celular detuvo en seco el llanto del chico. Acomodando su negro cabellos se acercó al escritorio en el rincón de la salita para contestar la llamada. Sólo una persona tenía ese número lo que significaba que algo malo ocurría con la empresa.

Sin revisar la pantalla, Mokuba tomó aire y cerró los ojos para escuchar lo que probablemente significaba el fin de los Kaiba.

-¿Sí?
-Buenas noches, Mokuba –una voz melodiosa le contestó.
Sin poder creerlo, abrió sus ojos llenos de sorpresa.
-¿Marik? ¿Marik Ishtar?¿Cómo …
-Veo que no me has olvidado Mokuba –le cortó el egipcio-, eso es bueno porque podemos hablar de lo que realmente importa…
-¡Espera!¿Qué…
-Trae a Seto.
-¿Qué a Egipto?¿A tu casa?
-No, a la Estación Espacial. Por supuesto que aquí en Egipto, tontuelo –río Marik- Hazlo.
-… pero ¿Por qué a Seto?... ¡Oye! ¿Cómo sabes…
-Estaremos esperándolos Mokuba.
-¿Estaremos?¿Quienes…
-Hazlo ahora.
-¡No! Espera Marik, no entiendo…
-Ahora.

Una serie de bips le dijo a Mokuba que el egipcio había colgado.

-Pero, ¿Cómo rayos espera Marik que lleve a Seto hasta Egipto?¿Y para qué?¿Cómo supo donde estábamos? –se preguntaba dando vueltas por toda la salita, revolviéndose el cabello- ¿Será una broma?

/Por favor… que alguien ayude a Seto/

-No, no puede ser, es como en esas películas de terror, una frase repetida y ¡pum!. Solo que me tocó un egipcio con problemas de personalidad. Además no lo dije, solamente lo pensé…

Mokuba detuvo su marcha para darse cuenta de que la lluvia había cesado y la luna brillaba redonda y con un tono rojizo en el cielo oscuro.

/Nada pierdo con intentar. Tal vez sea la única solución. Problemas desesperados necesitan soluciones desesperadas/

Con ritmo apresurado el adolescente marcó en el celular. Si aún tenía los recursos, los usaría para salvar a Seto de una vez y por todas.

-Sí, soy yo. Necesito al Ojiazul listo para partir… ajá… no, no le llames, sólo iremos Seto y yo… ¡Claro que puedo pilotear!¡Ahora ven con la maldita camioneta o estás despedido! –rugió Mokuba terminando la llamada, poco a poco desarrollaba el carácter típico de los Kaiba.

Al pie de las escaleras miró hacia donde se localizaba su hermano. No estaba seguro de lo que estaba a punto de hacer y no tenía un buen presentimiento pero era un rayo de luz después de años de tinieblas.

-Larga vida al Dragón Blanco de Ojos Azules –susurró.

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