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El Amor Después por clumsykitty

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EL AMOR DESPUES.



Capítulo 20. Interludio.

Mokuba y Seto llevaban bastante tiempo con el videojuego, en la recámara del adolescente, sin decir palabra alguna. El pelinegro miraba a su hermano mayor de reojo, notando el cansancio en su rostro y cuerpo cada vez más evidente. Una risa maliciosa escapó de sus labios, mientras volvía su mirada al juego.

-Joey sabe como montarte ¿no es así?

El ojiazul casi tira el control al oír a su hermano.

-¡Mokuba! ¡No te he enseñado a hablar así! -gritó sonrojándose.
-Bueno, pero es verdad ¿no?

El rubor se hizo más denso.

-Mokuba…

Pero el chico seguía concentrado en el juego. Seto volvió a su partida y luego le habló en voz baja.

-Te aclaro de una vez que no me hizo daño, por si pensabas volver a armar un alboroto. Sí, es verdad, estoy cansado por su culpa, pero valió la pena. Nunca me había sentido tan bien. Creo que vuelvo a tener todas aquellas metas como antes de esa depresión.

Los dedos del chico apretaron el control al oírlo.

-Sabes bien que te apoyo, hermano –replicó Mokuba sin despegar la vista de la pantalla- pero… ¿Qué pasará cuando vuelva Atemu? ¿Qué piensas hacer?
-Voy a separarme de él, cueste lo que cueste. Pero no creo que le interese seguir con este matrimonio una vez que le diga lo de Joey.
-No estés tan seguro, Seto.
-Es cuestión de lógica, Moki. Voy a estar muy feliz de sacarlo de aquí.
/Sí, claro. Si no envía primero a Joey al Reino de las Sombras/
-¿Y luego?
-El documental de mi cachorro saldrá poco después de la presentación de Prometeo. Lo usaré como currículum para volver a la universidad.
-No debiste dejarlo. Atemu no tenía derecho.
-Ahora me doy cuenta de eso, Mokuba. Pero aún estoy a tiempo para terminar con media maestría aquí y la otra mitad en Canadá cuando te vayas.
-¿Vas a venir conmigo? –preguntó Mokuba alegre de oírlo.
-Sí, junto con Joey.

El adolescente dejó en el suelo su control y se giró hacia su hermano mayor.

-Así lo espero, Seto; pero quiero que me prometas algo.
-¿Qué quieres Moki? –el ojiazul también dejó su control.
-Que pase lo que pase, no vas a volver con Atemu.
-¿Por qué haría tal estupidez?
-/Porque el infeliz te tiene en sus manos/ Promételo, hermano.
-Está bien, Moki. Lo prometo.

Mokuba lo abrazó con fuerza. Seto le correspondió algo confundido de la manera tan apremiante en que lo sujetaba.

-Tranquilo, hermanito. Sé que Atemu aparenta ser muy fuerte, pero eso se acabó. Estaremos bien una vez que se haya marchado. No va las timarme más, ni llorarás por mí. ¿De acuerdo, Moki?
-No quiero que me dejes solo –musitó el chico con voz quebrada- No quiero verte llorar. Es como en el orfanato y…
-Shh… eso ya nunca va a ocurrir –Seto acarició los cabellos de Mokuba de manera consoladora- Somos una familia y mataría a quien quisiera cambiar eso. Además, tendremos un cachorrito que cuidar…
-Yo no voy a hacerme cargo de cosas que tú recoges por ahí, Seto –dijo el chico en tono burlón- Ese cachorro me parece muy latoso… y caliente.
-¿Qué dije sobre tu lenguaje?
-¡Argh! ¡Qué fastidio! –el chico se separó de él para tomar la almohada en la que estaba sentado- ¡Estoy en la preparatoria, Seto! ¡Puedo hablar como se me dé la gana!
-No, si yo soy tu hermano mayor.
-Entonces le diré a Joey.
-¿Eso en que te beneficia?
-Pues él te puede hacer cambiar de opinión.
Seto levantó ambas cejas.
-Un par de follas te alivianarán…
-¡MOKUBA!

…ste se carcajeó al tiempo que le arrojaba la almohada a la cara, pero Seto la atrapó antes de darle.

-Grave error, hermanito –amenazó levantándose con la almohada en mano.
-Ja. Yo tengo mi carta maestra –Mokuba tomó otro cojín de su cama.
-Nada es más poderoso que mi Dragón Blanco de Ojos Azules…
-¡Claro que sí! ¡Dragón Negro de Ojos Rojos, ataca! –exclamó el chico lanzándole el cojín.
-¡…sa no es tu carta!
-¡Sí que lo es! –replicó Mokuba, aventándole otro cojín- ¡Mago Oscuro!
-¡Estás haciendo trampa!
-Que mal perdedor eres, Seto.
-Yo. Nunca. Pierdo. –el castaño recogió los cojines junto con su propia almohada, formando un grupo de tres. Una sonrisa de victoria apareció en su rostro.

Mokuba tragó saliva.

-… no vas a…
-Lo único mejor que mi dragón ojiazul…
-… esto… yo…
-¡Es mi máximo dragón de tres cabezas!
-… soy tu hermanito…
-¡Triple Relámpago Blanco!

Tres certeros y veloces cojines se estrellaron en la cara de Mokuba que cayó de espaldas a la cama. Seto se abalanzó sobre él pero el chico se levantó, brincando sobre el colchón y tomando una almohada. El ojiazul tomó un cojín. Ambos rieron.

-¡Dama Arpía! –el chico dio su golpe.
-¡Señor de los Dragones! –Seto hizo lo mismo.
-¡Kuribo!
-¡Dragón de Koumori!
-¡Reina Araña!
-¡Jinete Místico!
-¡Dragón Alado de Ra!
-¡Kaiser!

Así siguieron hasta que sus risas y fuerzas se agotaron. Kaiba se sentó en la cama, realmente cansado y tomando aire. Mokuba recordó algo. Sacó de los cajones de su librero unos papeles, que le mostró al ojiazul. Eran recortes de revistas, periódicos y artículos de la red.

-¿Qué es esto? –preguntó el castaño.
-Lee.

Se trataba de reportajes de la exhibición de Nueva York. Al parecer, varios museos solicitaban ya una temporada y la visita se convertiría en gira. Atemu tendría toneladas de trabajo como director y ponente de ésta, y posiblemente no regresaría en un largo tiempo; dándole el tiempo suficiente a Seto de realizar sus proyectos sin que el Faraón los detuviera.

El ojiazul leyó con alegría un recorte sobre la extensión de la temporada en Nueva York a dos meses más.

-Gracias, Moki.
-De nada, hermano.
-Voy a examinarlos con más atención en mi habitación. Buenas noches, Mokuba.
-Buenas noches, Seto.

Kaiba se dirigió a su recámara, recostándose en la cama para leer lo que su hermano le había conseguido. No se había interesado en los asuntos de Atemu, pero esta exhibición parecía caída del cielo. El sueño se hizo presente y ya solo pudo hacer a un lado los papeles para dormirse sin cambiarse o mover las sábanas.

/Es tu culpa, Joey. Ya no puedo mover ni un dedo. /

Su celular cortó su intención de dormir. El ojiazul decidió no contestar pero el aparato seguía sonando una y otra vez. Con enfado, se irguió un poco para contestar de mal humor, preparado para cortar la llamada al instante.

-¿Sí?
-Hey, koneko, tranquilo.
-Joey… -musitó recostando su frente en la almohada.
-Adoro como dices mi nombre, pero necesito que hablemos, koneko mío.
-¿Ahora qué?
-Lamento si mis amigos te hicieron sentir mal.
-Hum.
-Ellos se sienten avergonzados y quieren pedirte disculpas.
-¿En este momento? –preguntó incrédulo el ojiazul.
-No, tontito, mañana. Me pidieron que te rogara que los aceptaras en tu oficina en la Corporación Kaiba.
-Ruégame entonces –se burló Seto.
-Koneko precioso –empezó Joey con la voz más empalagosa que pudo- koneko hermoso, koneko lindo, koneko…
-Basta cachorro.
-… adorado, koneko angelical, koneko bello, koneko dulce, koneko…
-Basta.
-… tierno, koneko amado, koneko exquisito, koneko…
-¡YA BASTA! ¡Diles a tus amiguitos que pueden ir!
-¡Pero aún no te he rogado!
Seto rió cansado.
-¡Oh, mi koneko! ¿Todavía te duele?
Eso sí despertó a un adormilado ojiazul.
-¡Claro que sí! ¡No quiero que te me acerques en un mes!
-Eso no puedo hacerlo, amor mío.
-Consíguete a alguien más.
-¿Estás seguro? –preguntó maliciosos el rubio, haciendo brotar los celos de Kaiba.
-Vete al infierno.
-¡Ah! Seré un can del averno, deseoso de comerse a cierto koneko ojiazul.
Seto sonrió ante la imaginación de Joey.
-Quiero dormir, cachorro.
-¿Lo ves? No puedes resistirte a mis encantos.
-Dije DORMIR.
-Yo también. Quiero “dormir” contigo.
-¿Sólo puedes pensar en eso?
-Koneko, es inevitable contigo. Eres delicioso.
Un rubor apareció en las mejillas del castaño.
-Vuelve a decir algo parecido y…
-No hay pena en ello, amor. Eres el koneko más sensual y atractivo de Ciudad Domino.
-¿Sólo Ciudad Domino?
-Vaya con mi minino caprichoso, del universo entonces.
-Eso me parece mejor.
-Ya no voy a consentirte más. Cada vez eres más exigente.
-Dejaría de ser Seto Kaiba si aceptara algo por debajo de lo excelente.
-¿Por eso pedías más, verdad?
-Eres un idiota. Tú fuiste el que no quería dejarme en paz, por cierto. Y por tu culpa me estoy muriendo de cansancio.
-¿Puedo morirme contigo?
-Estúpido cachorro.
-Guau.
-Miau. Es en serio, Joey. No puedo más. Tengo que dormir.
-¿Comemos mañana?
Seto suspiró.
-Con la condición de que solo sea la comida. No más.
-¿Ni el postre?
-¡Joey!
-Oh, está bien. Voy a dejarte descansar. Duerme, mi koneko y sueña bonito.
-Te voy a pedir que ya dejes esas estupideces románticas. Me fastidian.
-Entonces no vas a querer que festejemos nuestro aniversario.
El castaño frunció el ceño.
-¿Aniversario de qué?
-De ser amantes, yo quería que mañana fuera una comida especial.
-No.
-¿Al día siguiente?
-No.
-¿Y al otro día?
-NO.
-Vas a decirme que hasta el infierno se congele ¿no?
-Eso sería una falla estratégica de mi parte (i). N. O.
-¡Pero yo te amo!
-Qué bien.
-¡Koneko!
-Por última vez: NO.
-¿Pero sí vamos a vernos mañana?
-…
-¿Guau?
-Miau.
-Hasta mañana, entonces, koneko.
-Hasta mañana cachorro.

El ojiazul colgó justo a tiempo antes de caer rendido ante el sueño. En poco tiempo estaba profundamente dormido. Ni siquiera se percató de la llamada en su teléfono –de Nueva York- que estuvo sonando con insistencia.

Su mente estaba en el Parque de Ciudad Domino.

Con Joey frente a él, mirándolo.

“Joey… yo… te amo…”

&&&&&&&&&&

Era un ave. Un halcón.

Planeaba frente a una playa sobre el mar abierto. Había algo aterrador en la manera en que volaba solitario y en las olas que se sacudían, furiosas pero agonizantes. El halcón voló hacia el cielo dorado que se volvió oscuro y frío. La Muerte. La calma absoluta y el olvido infinito. Ese cielo caía inexorablemente sobre el halcón que graznaba herido en la inmensidad de las aguas turbias.

Todo conocimiento, todo sentimiento, memoria y vivencias se colapsaban en un solo sentido de dolor como una concha que se encierra ante el caos a su alrededor. El halcón volando hacia lo insoldable del vacío.

-¡NOOOO! –gritó Yugi, despertando aterrado.

Su pecho se agitaba por su respiración entrecortada. Tenía un sudor frío en su frente y temblaba ligeramente. Ese sueño siempre traía esa sensación en él. Y se estaba convirtiendo en una pesadilla.

-Yugi ¿Estás bien? –preguntó Solomon, abriendo un poco la puerta.
-Sí, gracias abuelito, no fue nada.
-¿De verdad?
-De verdad, abue. Regresa a dormir.

Esperó a que la puerta se cerrara para dejarse caer en la cama, arropándose con su edredón. No entendía ese sueño, pero le parecía como si fuera el anuncio de la muerte de una persona.

/¿Alguien morirá?/

Cerró sus ojos, respirando profundamente. Un halcón.

/Sólo espero que no sea nada relacionado con Joey… o Yami…/

Ese halcón moría solo, en las crueles tempestades de un océano oscuro.

/Me asusta demasiado para pensar que quiere decirme/

…l no tenía la capacidad del Faraón para entender cosas así. Tomó una posición cómoda para volver a dormir, esperanzado con no volver a soñar ese halcón solitario.

/¿Un halcón? ¿Qué puede ser un halcón? /


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(i) Seto tiene razón, SI EXISTE un infierno congelado. La Divina Comedia, de Dante Alighieri, el Infierno, Noveno círculo, Traidores, recinto “La Caína”, canto XXXII. 0.0

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