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El Amor Después por clumsykitty

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… cariñito azucarado que sabe a LEMON…

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EL AMOR DESPUES.


Capítulo 21. Atardecer.


La luz vespertina cubría las sábanas, rayándolas en juegos geométricos de luz y sombra. Afuera, el aire mantenía en silencio la bahía. El ruido de los barcos había cesado y el rumor del océano llegaba apagado; las olas no estaban en movimiento. Las aves ya se habían refugiado en sus nidos.

Con una mano sudorosa, Seto atrapó un pliegue de la sábana mientras se mordía un labio. Mechones húmedos de su cabello resbalaban ante sus ojos que no se apartaban de la vista que daba la ventana sobre el muelle, tranquilo y sereno, con un sol hundiéndose en el azul horizonte. Clavó su frente en la cama, buscando con su otra mano la orilla cerca de su cabeza para sujetarse y así amortiguar las embestidas de Joey, el cual sujetaba sus caderas que descansaban sobre las piernas del rubio; guiándolas en un vaivén moderado.

Joey observaba con atención como el cuerpo de Kaiba se estremecía, sus ojos azules fijos en el exterior y su cabello pegándose a su cuello y frente por el sudor. Pasando una mano por su espalda, tomó con la otra la muñeca de Seto para levantarlo. El cambio de posición hizo que su penetración fuera más profunda.

-¡Joey! –jadeó el ojiazul, apretando con sus piernas los costados del rubio cuando éste tocó con firmeza su próstata.
-Mi koneko de hermosos zafiros –musitó Joey con un tierno beso.

Seto le respondió haciendo más agresivo el contacto, dándole a entender como le molestaba que usara esas palabras en él, aunque el rubio gustaba de ese pequeño juego entre ellos.

-Te amo –le dijo al ojiazul.

Miraba con atención la expresión del castaño a cada movimiento, su ceño fruncido, sus labios entreabiertos y sus ojos azules clavados ahora en él. El rubio usó su brazo para darle soporte a la espalda de Seto bajando el ritmo, mientras recorría con sus dedos aquel rostro lleno de placer. Trajo de vuelta sus labios buscando un beso más tranquilo pero largo. Unos brazos recorrieron deseosos su pecho y su cuello.

Joey abrazó por completo al ojiazul, que echó su cabeza hacia atrás ante un movimiento más acelerado y le dio la oportunidad la rubio de lamer y besar su cuello, saboreando su piel húmeda. Seto se irguió, enredando sus dedos en la cabellera clara para besar a Joey, sincronizando el ritmo de su pelvis con el del otro. Pequeños gemidos escaparon de entre sus labios, junto con los gruñidos del rubio. Mientras continuaban así, Seto volvió su mirada a la ventana. Sentía con deleite como su cuerpo elevaba su temperatura provocada por los besos y caricias que no cesaba de sentir en su piel. Su respiración se hizo más entrecortada cuando una mano tomó su miembro atrapado entre sus cuerpos. Abrió su boca, en un esfuerzo por jalar más aire, liberando sus jadeos que invitaron a que Joey incrementara la fuerza en sus caderas, entrando con ímpetu en el ojiazul. Dolor y placer recorrieron la espina de Kaiba, cerrando sus ojos para recibir el clímax inminente en una luz multicolor que cegaba su vista, su cuerpo se paralizó, librando su esencia en aquel agarre firme, y sintió al mismo tiempo como su interior se llenaba de un tibio semen acompañado de un grito del rubio.

Ambos se quedaron en esa posición, hasta que su respiración fue calmándose. Joey recorría la espalda del ojiazul en círculos suaves; besando su hombro mientras éste le abrazaba por el cuello, pegando su mejilla en su frente.

Joey hizo un recuento de cómo había avanzado su relación. Con el apoyo de sus amigos, le había proporcionado más seguridad al ojiazul para seguir como amantes, aunque éste también había dejado claro que no quería verlos metidos entre ellos. En cada momento, aprovechaba la oportunidad de memorizar cada gesto, cada expresión corporal de Kaiba, que para su asombro, decía mucho de su pensamiento. El rubio se preguntaba como no lo notó antes. Esa mirada azul era una ventana abierta para quien supiera mirar.

Tal vez era como le había dicho un maestro sufí, “si sabes leer una mirada, habrás aprendido a conocer un corazón”.

Y con eso comenzó el camino de recuperación del castaño, que era muy arduo y complicado. Joey también enfrentaba junto con éste, terribles fantasmas del pasado. Primero, la muerte de la madre de Kaiba, después el accidente de su padre, dejándolo a él y a Mokuba solos. De igual manera, el rubio le narró la vida al lado de su padre, su alcoholismo y sus golpes siendo muy niño. Seto le había confiado la soledad y desesperación que pasó cuando ninguno de sus familiares quiso hacerse cargo de ellos pero si robaron el dinero de su herencia. Joey le expresó su angustia ante la enfermedad progresiva de su hermana y l a indiferencia de su madre para con él, cuando sabía por lo problemas tanto emocionales como económicos por lo que pasaba. Luego el episodio del orfanato, los niños burlándose del ojiazul por ser un genio innato y el maltrato a su hermanito, padres queriendo separarlos y el desprecio de los encargados. Para el rubio, todo el trabajo extra que tenía que hacer para tener algo que comer al día siguiente y las presiones escolares, pues él no quería caer en el círculo vicioso de sus padres. La adopción de Gozaburo con la ya conocida historia de su encarcelamiento y tortura tanto física como mental del castaño.

Juntos habían reído recordando aquellos tiempos en que siempre se estaban retando a duelo o terminaban en el mismo barco de la aventura, insultándose uno al otro por “x” o “y” razón. Aunque Joey tenía cierta angustia al recordarlo, pues Seto se expresaba con naturalidad al hablar sobre la preparatoria, sin dolor alguno, hasta llegar al momento en que había “caído” en depresión por tanto trabajo y soledad. Atemu se había aprovechado de sus demonios interiores para aplastarle y manejarlo a su antojo, sabiendo de las cosas que a Kaiba le pesaban o dolían. Muy sobretodo, la manipulación con Mokuba, presionándolo para seguir las pautas que su esposo dictaba, en pos del futuro del pelinegro.

El ojiazul era un ser bravo y extremadamente inteligente, un dragón. Y así como tal, también poseía una sensibilidad muy peculiar, de la cual, hasta ese momento sólo Mokuba había podido ver y gozar. Joey entendía porque Seto era como era, pero también le dolía no confesarle que aún le faltaba algo muy importante por recuperar. Aún así, Seto tenía mucho que aprender de sí mismo, el Faraón había sido cruel y desconsiderado, aplastando sus sentimientos y chantajeándolo de un y mil maneras posibles. Y el sexo había sido su mejor arma. La experiencia del castaño estaba llena de humillación, dolor y vergüenza. De cierta manera, era una fortuna para el rubio tener la oportunidad de hacerle el amor con calma, mostrándole cuales eran los placeres de un encuentro íntimo, y así, Kaiba disfrutaba y sanaba al mismo tiempo una parte de su vida que Atemu nunca había tomado en cuenta.

-¿Ahora si vas a decirme? –preguntó el rubio, recargando su mentón sobre su hombro- Aprecio la manera en que me “desviaste” del tema pero no se me ha olvidado, koneko.
Seto no le contestó nada y buscó separarse.
-No te comportes así –Joey no le dejó zafarse- Lo mencionaste creyendo que no iba a darme cuenta pero te equivocas. Dime.

Kaiba se limitó a mirar de nuevo como moría el atardecer en los ventanales, dando su perfil al rubio, el cual levantó una mano para atrapar su barbilla y obligarlo a verle a los ojos.

-Esa actitud de “el frío y calculador CEO” no sirve ya conmigo. No soy uno de tus empleados ni mucho menos tu enemigo. Habla ya.

El castaño le miró unos instantes antes de bajar su mirada. Ver la determinación en los ojos dorados de Joey le gustaba mucho, porque le recordaba aquellos tiempos en la preparatoria cuando todo le era más sencillo y hacía lo que él soñaba; pero ahora brillaban con enojo. Al rubio no le agradaba escuchar el nombre del Faraón en los labios del ojiazul y menos si involucraba pesar o problemas.

-Discutimos…
-¡Ja! No me digas, koneko. Que novedad.
-Está molesto porque no he contestado sus llamadas últimamente –Seto recargó su frente en la del rubio- Siempre me había prohibido dar más de mi tiempo y esfuerzo a proyectos muy demandantes que pudieran afectar mi salud…
-¿…l cree que por eso no has hablado con él? ¿Por qué rayos no le dices lo que pasa? Dile que soy yo quien acapara tu atención.
La mirada inquieta del castaño junto con su silencio le dijo a Joey que no le había contado todo.
-¿Qué más dijo?
-Insiste en lo de Egipto… -musitó Kaiba cerrando sus ojos.
-Seto, tienes que hablarle con la verdad.

…ste se despegó del rubio, recostándose en la cama, dándole la espalda a Joey que lo siguió soportando su cabeza con una mano apoyada en su codo. Un obstáculo que el rubio no había podido vencer aún era el terror que le inspiraba el Faraón al ojiazul, no necesitaba más que unas cuantas palabras para amedrentar su voluntad. Lo que le había ocurrido en el Reino de las Sombras seguía acechándolo.

-Sabes bien que tengo razón.
Kaiba se giró despacio para mirarlo.
-Ojalá fuera tan fácil, cachorro. No es algo que tenga que decírselo por teléfono, además, es capaz de volver al instante para echar a perder mis proyectos con tal de hacerme dimitir.
-Me parece que ya te había dicho que no estás solo –Joey rozó con sus nudillos su mejilla- Deja que regrese cuando quiera y verás lo que yo voy a hacerle.
-Tú no sabes de lo que es capaz…
-Sí que lo sé. ¿No te ha golpeado y violado para dominarte?
Seto se abrazó al rubio sin decir nada.
-Presta atención, koneko. El hecho de que Atemu sea un ser sobrenatural y tu primo ancestral no le da derecho a regir tu vida. Eso no demuestra ni siquiera amistad por lo que han hecho juntos. Yo sé que te preocupa que haga algo con tus proyectos para arruinar el futuro de Mokuba y también sé que tiene temor de que vuelva a tocarte ¿o me equivoco, koneko?
Un nuevo silencio fue su respuesta. Joey le abrazó dándole un beso en sus cabellos.
-Eso ya no va a volver a pasar. Mañana mismo iremos a la universidad y voy a llamar a Mike para cerrar el trato con la NGS (i). La próxima vez que ese infeliz te hable, dile la verdad y que venga. Yo no le temo.
-Pero yo sí, Joey –el castaño levantó su vista hacia él- Es verdad lo que dices pero más me preocupas tú, cachorro. Eres muy estúpido y puede ocurrirte una desgracia… no podría superar eso… el sólo pensar que te perdería…
-Shh, no lo digas –pidió Joey, poniendo un dedo sobre sus labios- No lo digas. Voy a triunfar.
-¿Por qué eres tan confiado?
-Porque te amo.
-¿Y con sólo ese pensamiento crees ganar?
-Hay que creer que lo imposible es posible o nuestros sueños nunca se cumplirán. Y tú eres mi sueño, koneko.
-Debo ser lo mejor que te haya pasado en tu vida, cachorro –dijo Seto sonriendo con orgullo.
-Mmm… pueder ser –bromeó Joey- hay otra cosa…
-¿Wanda?
-Nop.
-Pues si no es esa chatarra, no existe algo mejor que yo.
Joey se dejó caer de espaldas.
-Nuestra boda.
-¿Cuándo demonios me preguntaste si querría casarme contigo?
-Justo hace unos momentos.
Kaiba levantó una ceja.
-Aunque creo que estabas demasiado ocupado gritando mi nombre para recordar que dijiste ‘sí’.
-¡Eso es mentira! –reclamó el ojiazul, sentándose de golpe.
-¿Qué? ¿Mentira que gritabas mi nombre o mentira que respondiste que sí?
-¿Te crees muy listo, eh?
-No, aquí el cerebro brillante eres tú, koneko. Yo sólo quiero amarte –Joey alargó un brazo para atraer al castaño sobre él- Sólo amarte…

El rubio calló las protestas de Seto con un beso, que renovó sus energías y de lo cual el ojiazul pronto se dio cuenta al sentir el roce de una naciente erección contra su muslo.

-¡No, Joey! –protestó buscando separarse- ¡Eres un maldito perro en celo! ¡Yo sí tengo un trabajo real y necesito descansar!
-Sólo una vez más ¿sí? –Joey lo recostó, acomodándose entre sus piernas, mientras el otro trataba en vano de empujarlo.
-… tú… ¡ah!… ¡cachorro! –a Kaiba no le quedó más remedio que rendirse ante la fuerza de voluntad y deseo del rubio.
-¿Guau?
-Miau –gimió el ojiazul antes de atrapar sus labios.

Afuera, el sol ya se había ocultado y el cielo se oscurecía con las primeras estrellas de la noche.

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Ryou no podía contener sus lágrimas un segundo más. Sentándose en la acera, abrazó sus piernas, escondiendo su rostro entre sus brazos. Algo malo le había ocurrido a Bakura y él no podía hacer absolutamente nada, porque no sabía dónde estaba ni que pudo haberle sucedido. Nadie podía ayudarle aunque les revelara que seguía vivo. La búsqueda de textos mágicos para Joey, fue una buena oportunidad de rastrear a su amante, pero había sido inútil. Sus pies le dolían de haber caminado todo el día buscando alguna pista sobre el Ladrón de Tumbas. Su mochila era ya una tonelada de pesos para sus hombros y la cabeza le punzaba por la jaqueca causada por el hambre.

Una motocicleta le alumbró con su faro estacionándose frente a él. Ryou dejó que pasaran algunos minutos para ver si se marchaba pero la luz seguía sobre él. Sin levantar el rostro le habló al conductor.

-Por favor, déjame en paz. Quiero estar solo –gimoteó.
-Creí que te gustaba estar con Bakura –habló Marik a través del casco.

El albino levantó rápido su cabeza al escuchar el nombre de Bakura y la voz de Marik.

-¿Marik Ishtar? ¿Cuándo llegaste a Ciudad Domino? ¿Cómo sabes de Bakura? –preguntó ansioso, poniéndose de pie- ¿Sabes donde está? ¿Cómo se encuentra?
-Demasiadas preguntas y muy poco tiempo para responderlas. Siempre traes contigo tu pasaporte ¿cierto?
-… eh, sí… pero…
-Ven conmigo –señaló el asiento trasero- Te explicaré en el camino.

La duda se dibujó en el rostro de Ryou. Bakura NUNCA dejaría que alguien se acercara a él con el pretexto de llevarlo a dondequiera que se encontrara.

-La vida del Ladrón de Tumbas pende de un hilo –amenazó Marik- y a menos que me acompañes, morirá.

Sin perder tiempo, Ryou subió a la motocicleta, sosteniéndose del egipcio que arrancó a toda velocidad.

-¡¿Dónde está?! -gritó el albino para que le escuchara, pero Marik no le contestó- ¡MARIK! ¡CONT…STAME! –la incertidumbre se apoderó de su corazón.

Aumentando la velocidad, Marik tomó una autopista y Ryou alcanzó a leer que era una ruta hacia el aeropuerto. Se alejaban de la ciudad. El albino temió que fuera una trampa, pero no podía brincar de la moto sin accidentarse gravemente. El aeropuerto apareció ante ellos. El egipcio entró por los hangares hasta dar vuelta hacia las salas de espera, deteniéndose en las escaleras que daban a los accesos.

-Toma –dijo tendiendo al albino un boleto de avión- El vuelo pronto partirá. Mi hermana te estará esperando.
-Pero, no entiendo… -balbuceó bajando de la motocicleta.
-Hazlo volver, Ryou, y cuando lo haga, dile que tenía razón. Sólo espero que podamos detener al Faraón a tiempo. Que Ra nos ayude.

Y sin decir más, Marik condujo para desaparecer. Ryou miró su boleto. Era para Egipto.

/ ¿Bakura en Egipto? /

Aún con dudas en la cabeza, el albino subió rápidamente las escaleras y se dirigió hacia su sala de espera, pasando por la entrada de la aerolínea. Como Marik lo había señalado, su vuelo estaba por despegar. Caminando por las puertas de seguridad, tomó el pasillo hacia el avión. Su corazón quería salírsele del pecho. Bakura estaba en grave peligro y sólo él podía salvarlo.

“… dile que tenía razón. Sólo espero que podamos detener al Faraón a tiempo…”

/ ¿Por qué detener a Atemu? ¿Qué hay entre Bakura y él? ¿Qué tiene que ver en todo esto Joey y Kaiba? /

Ryou notó que su mano con el boleto y su pasaporte temblaba. Peligro inminente se cernía sobre sus amigos. Desafortunadamente, su mochila con su celular ya era llevada junto con las maletas hacia el avión y él se encontraba en el corredor listo con otros pasajeros para subir.

/Que Ra nos ayude/

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-Gracias Joey –habló Seto cuando el jeep entró en la universidad- significa mucho para mí el que me hayas acompañado.
-De nada, koneko. Solo quiero apoyarte en las cosas que deseas hacer. Voy a poder recogerte después de clases ¿cierto?
-No lo creo. De la oficina iría a clases y regresaría. Tengo que conducir yo sol…
-Ah, ah, ah, ah, -negó Joey con un dedo- Mi koneko no va manejar de noche en ninguna parte. Soy yo o Jubei.
-Jubei está para Mokuba y luego para mí –explicó- Lo necesito siempre atento cuando mi hermano lo requiera.
-Entonces seré yo –replicó el rubio, estacionándose- no voy a dejarte solo.
-¿No crees que eres demasiado posesivo?
-Y tú muy arrogante. ¿Qué dirá Mokuba si te llega a suceder algo?
-Nada va a ocurrirme, cachorro –contestó Seto, dirigiéndose a la entrada de las oficinas- Pero así ahorraría tiempo y podría…
-Nop.
-Eres imposible –dijo un tanto divertido el ojiazul- Espera aquí como buen perrito. Tengo que hablar con el Rector.

Una hora después, Joey y Seto volvían a la Corporación con los papeles de reingreso del castaño, que sonreía feliz ante la idea de terminar su carrera e iniciar su tan ansiada maestría. Una idea se le vino a la mente y se volvió a Joey, el cual manejaba concentrado en el camino.

-¿Por qué no estudias conmigo, cachorro? –preguntó esperanzado. El rubio ya le había comentado sobre su carrera truncada.
-Ya tengo mi profesión, koneko.
-Aún puedes continuar… -trató de convencerlo. Una mano de Joey le dio un apretón en su muslo.
-Koneko, lo creas o no, tengo lo que quiero. No me interesa un papel para probar que soy un muy buen fotógrafo.
Seto desvió su mirada un momento, pensativo.
-Soy entonces el único que quiere “un papel”.
Joey lo miró unos segundos antes de regresar su vista a la carretera, su mano abandonó la pierna del ojiazul para tomar su mano.
-No, koneko. Pero mi profesión requiere más de experiencia que de conocimientos. Lo que me enseñaron en la universidad es muy poco comparado con lo que aprendí trabajando. Tú en cambio, debes explotar toda esa genialidad para ayudar a tu empresa a crecer. Una fotografía necesita pasión, impulso; en cambio, la Corporación Kaiba no sería nada sin su CEO dominando todos aquellos conocimientos necesarios para estar a la altura de quien la dirige. Tu compañía debe ser un reflejo tuyo.
-Un nerd ególatra ¿no? Así suelen referirse a mí.
-Un koneko brillante –corrigió Joey- como lo es mi amante.

Las oficinas directivas de Kaiba Corp., aparecieron a la vista. Joey dirigió el jeep hacia el estacionamiento privado de Seto. Se inclinó sobre el asiento trasero para recoger el portafolio del castaño y dárselo entre besos cada vez más largos.

-No lo olvides… tu compañía… es un sueño… que quiere… hacerse realidad… y tú… necesitas… realizar… tus propios sueños… para… que se cumpla…

Un último y profundo beso dejó algo mareado a Kaiba que sonrió ante las palabras del rubio que también le obsequiaba una sonrisa sin dejar de mirarlo con sus ojos claros llenos de esa luz especial.

-Koneko.
-Cachorro –dijo antes de abrir la portezuela y bajar.

Cuando estaba a medio camino de la entrada, Joey se asomó por la ventanilla.

-¿Guau?

El ojiazul se giró para mirarlo con una expresión tal que casi hizo llorar al rubio de felicidad, pues sus ojos se llenaron de vida como nunca antes y la risa escapando de sus labios fue aquella que reservaba exclusivamente para él, demostrando su cariño y júbilo.

-Miau –contestó guiñándole un ojo.

El rubio esperó hasta que Seto entrara para encender el motor y salir de la Corporación. Su dragón ojiazul estaba retomando las riendas de su vida, lo que agradecía a los cielos. Quería que tuviera más motivaciones para salir adelante por él y por Mokuba, si acaso las cosas resultaran mal, tanto como que Seto recordara lo del Parque o perdiera la vida peleando contra el Faraón; pues quitar a Atemu del camino de Kaiba tal vez implicaría morir por ello. Eso era algo que no le importaba. El Reino de las Sombras no era nada comparado con la culpa que cargaba desde hace cinco años.

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(i)NGS, National Geographic Society –sí, lo sé, me las fumo bien y bonito. : P

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