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El Amor Después por clumsykitty

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EL AMOR DESPUES.

... y al momento
de la soledad
por la mañana,
yo ya no sé,
si hoy me quiero… algo.
………………. Cuerpo y Corazón, Mecano.


But my dreams
They aren’t as empty
As my conscience seems to be.

I have hours, only lonely
My love is vengeance,
That’s never free...
..................... Behind Blue Eyes, The Who


Capítulo 24. Naturaleza Muerta.


El agua caliente era ácido sobre su piel. Apretando los dientes, dejó que las gotas lavaran todo rastro de sangre y semen en su cuerpo adolorido. Evitando raspar los moretones y rasguños, posó con recelo una suave esponja con jabón, tallando lo menos posible su piel, recostado entre su cadera y la pared para no revivir el escozor entre sus piernas. Enjuagaba su boca, ansioso, esperando borrar del todo el sabor a semen que le asqueaba. Tiró la esponja y abrazó éstas mientras el agua tocaba su espalda y cabellos, mezclándose con las lágrimas que lloraba en silencio. Un sollozo escapó de sus labios y se llevó una mano para callar los que siguieron. Se sentía sucio y humillado como nunca antes; con náuseas al mirar como las huellas de lo ocurrido durante la noche se escurrían por la coladera del baño.

/ ¿Por qué? ¿Por qué?/

Seto no comprendía como Atemu tenía tanto poder sobre él. Había jurado que el anillo ya no le provocaba ningún temor pero se olvidó del mismísimo Faraón. El terror le había invadido, su pánico trabó su cordura, dejándolo indefenso ante las crueles jugarretas de Atemu, que volvía a tratarlo como solía hacerlo. Incluso peor. No se explicaba por qué alguien que lo salvó de una muerte segura, convertía su vida en un infierno.

Su cuerpo comenzó a tiritar y se dio cuenta de que el agua caliente se enfriaba. Levantando una mano, cerró las llaves, mientras respiraba hondo para erguirse con extremo cuidado, sosteniéndose de la pared del baño. Buscó su bata, deteniéndose frente al espejo del lavabo, contemplando su figura violada y golpeada que temblaba ligeramente por el ardor en su piel. Su reflejo le mostró unos ojos llenos de tristeza y desamparo que volvieron a llorar.

/Joey nunca me haría esto. …l nunca me lastimaría. Nunca/

-Seto, ¿ocurre algo? –tocó Atemu en la puerta del baño- Llevas mucho tiempo ahí dentro.

Con rapidez el ojiazul se limpió las lágrimas y se acomodó la bata para salir. El Faraón estaba esperándolo al pie de la cama, con un paquete sobre ella.

-Ven, Mi Tesoro –le indicó señalando hacia la cama- Siéntate un momento.

Temeroso, Kaiba se sentó al borde, mientras el tricolor se arrodillaba frente a él, poniendo el paquete en las piernas del castaño.

-Ábrela –dijo señalando la caja- Es para ti.

Tomándose su tiempo, Seto la abrió, quitando la envoltura. En su interior vio lo que parecía una especie de traje en lino blanco.

-Míralo bien –le animó el Faraón sonriendo.

Sacando por las hombreras el traje, el ojiazul pudo percatarse de su hechura tipo egipcia, como su traje de boda, pero esta vez tenía una especie de capucha fina y estaba delineado con bordados típicos en oro y plata.

-Es lino egipcio con hilos de seda. ¿No es precioso? Digno de ti, Mi Tesoro. Me recomendaron un diseñador en Nueva York y me parece que no me defraudó. ¿Qué piensas? ¿Te gusta? Pero hay más –señaló el interior de la caja- Sorpresa, sorpresa.

Haciendo a un lado el traje, Seto miró un poco asombrado, un juego de gargantilla, diadema y muñequeras en oro fino con motivos egipcios tallados y bajo éstos, sandalias de piel natural. Era un atuendo estilizado.

-Gracias –susurró.
-No es nada, Mi Tesoro. Vales demasiado para mí.
-¿Cuándo usaría esto? –preguntó nervioso el castaño.
El tricolor sonrió complacido.
-En una semana –afirmó- Habrá una recepción para los patrocinadores del Museo y la bienvenida por el regreso de la exhibición. Voy a presentar los proyectos futuros y los nuevos colaboradores. Pero ésa no es la principal razón, -sus ojos violetas buscaron los azules de Kaiba- Una vez que haya acabado, tomaremos el vuelo hacia Egipto…

Seto inclinó su cabeza, callado y triste. Una mano tomó su mentón, obligándolo a subirla de nuevo. Ante el contacto, el ojiazul respingó, pero se contuvo de rechazar a Atemu. Un pulgar acarició sus adoloridos e hinchados labios. El Faraón le miraba fijamente.

-Quiero que me escuches atentamente, Mi Tesoro, porque no voy a repetirlo. Esto es por tu bien, aunque no lo veas así. Dime, ¿no te preocupa Mokuba?
Ante la mención de su hermano, al que aún no había podido ver, los ojos de Seto se rozaron mientras asentía débilmente.
-No quieres que le ocurra nada mal ¿verdad?
Un escalofrío recorrió la espalda de Kaiba mientras negaba con la cabeza.
-Entonces, ¿no has pensado en que la vida de tu hermanito estaría en grave peligro si continúas con Joey?
Atemu sintió como la barbilla del ojiazul se estremeció entre sus dedos y una lágrima solitaria rodó por su mejilla.
-Si amas a Mokuba, vas a olvidarte de Joey. No querrás que se convierta en realidad lo que te he mostrado. ¿Estoy en lo cierto?
Kaiba cerró sus ojos, incapaz de seguir mirando al Faraón. Un sollozo quieto se dejó escuchar.
-Eso es, Mi Tesoro. ¿Ahora ves como solo yo sé lo que tienes que hacer? –afirmó con una sonrisa triunfal- Soy lo único que necesitas en tu vida. Lo de Joey es cosa del pasado, un error tonto de tu parte, el cual estoy dispuesto a olvidar, siempre y cuando te dediques a lo que verdaderamente importa: tu familia. Esposo y hermano. ¿Estamos de acuerdo?
Otra débil afirmación fue su respuesta.
-Muy bien, Mi Tesoro, muy bien hecho –le susurró, dándole un beso a Seto en la frente húmeda- Ahora terminemos de arreglarnos, el vuelo pronto estará listo y seguramente necesitarás ayudarle a Mokuba con su maleta.

Hasta que la puerta del baño se cerró, el castaño se atrevió a abrir sus ojos. Tuvo que sacar fuerzas de flaquezas para calmarse. Miró con desconsuelo el atuendo y lo hizo a un lado. Atemu había amenazado la vida de Mokuba y no podía arriesgar a su hermano. Las visiones que había tenido eran la muestra de lo que el Faraón haría su se atrevía a mover un dedo en su contra.

Atemu le había esclavizado con el anillo y ahora había extendido su dominio sobre su hermano.

Lo tenía acorralado.

Apretando sus labios, se levantó con cuidado para abrir el clóset. Una vez había soportado todo para darle a Mokuba un hogar seguro. Hoy podía volverlo a hacer. Pudo superarlo la primera vez; lo haría de nuevo. No importaba si tendría que sacrificar su cuerpo y corazón.

/Joey, perdóname. Nunca me merecí tu amor/


&&&&&&&&&&


Mokuba sentía que iba a gritar de un momento a otro. No podía soportar ver a su hermano mayor ser tan dócil ante Atemu. Seto había estado muy deprimido durante el camino al aeropuerto, pero evitó cualquier mención sobre ello. Le oprimía el corazón recordar como tuvo un ligero desmayo cuando estaban a punto de subir al avión privado. El Faraón había destrozado su espíritu y ahora Seto aceptaba sin chistar sus órdenes. Miró hacia la ventanilla del jet para controlarse pero su mirada no estaba en la Ciudad Domino que desparecía bajo ellos, sino en el reflejo del interior. Seto estaba pálido, ojeroso y tenía una cortadura en su labio inferior, aunque mantenía su semblante sereno y sin emoción alguna. A pesar de estar envuelto en un abrigo, Mokuba le alcanzaba a ver algunas marcas en sus muñecas y cuello que ocultaba con una gruesa camiseta de cuello de tortuga. Tenía una mano entrelazada con la del Faraón, quien leía concentrado un documento.

El chico volvió su vista hacia su hermano mayor.

-¿Tenías clases hoy, no Seto?
Sin alterarse, unos ojos azules le miraron.
-¿Por qué preguntas, Moki? –aunque calmada, su voz se percibía lastimada y cansada.
-Bueno, porque mencionaste que aún tenías proyectos finales por entregar…
-Todo está arreglado, Mokuba –intervino Atemu- mientras le dabas órdenes a Hayao, yo dejé mis instrucciones a Wilson. Tu hermano no perderá ninguna acreditación.
-Ah, me da gusto oírlo.

El silencio volvió a reinar, Seto y Mokuba se miraron largo tiempo antes de que el castaño desviara su mirada, recostando su cabeza en el hombro del Faraón, el cual besó sus cabellos antes de volver su vista a su lectura.

Mokuba apretó su mandíbula para no llorar, cruzando sus brazos que ocultaron sus puños apretados con sus nudillos blancos. Su hermano volvía a la rutina tortuosa y deprimente de ser el esposo servil de Atemu. Su llanto nacía de la rabia, porque sabía que el Faraón lo había usado como carnada para someter de nuevo a su hermano. Tenía una gran frustración de sentirse presa de los poderes del tricolor. A propósito lo había encerrado en su recámara, envuelto en completa oscuridad, para que no saliera en auxilio de Seto cuando llegó a la mansión. …l mismo se había quedado paralizado ante el terror que le infundió el Faraón con esas frías tinieblas y nada pudo hacer más que esperar la mañana con la aparición de su hermano y la noticia de su partida hacia Nueva York.

La azafata se presentó con su desayuno. Seto se irguió para tomarlo junto con Atemu. En el mismo silencio comieron, con el ojiazul evitando la mirada de Mokuba. Cuando terminaron, la sobrecargo les ofreció algo para leer. La vista del adolescente notó una portada debajo de los periódicos y la tomó con arrebato. Su mano tembló ligeramente al tiempo que sus ojos se abrieron de par en par.

-Mokuba, ¿sucede algo? –preguntó Atemu.

El chico se levantó sin decir nada, y se encerró en el baño. Sostuvo la revista entre sus manos, antes de abrirla apresuradamente, deteniéndose a la mitad de ésta. Lentas y gruesas lágrimas brotaron de sus ojos.

-¿Qué revista era la que tomó? –quiso saber el Faraón.
-Lo siento señor, no lo sé. Sólo abrí el paquete, pero todas son ediciones especiales –contestó apenada la joven.
Seto miró por encima de su asiento.
-Adolescentes –comentó el tricolor.
-¿Estará bien? –inquirió la aeromoza- Señor Kaiba, ¿Quiere que vaya a ver?
-No –el ojiazul regresó a su posición en el pecho del Faraón- Déjelo tranquilo.
-¿Puedo ofrecerles algo más?
-Gracias, así estamos bien –le contestó Atemu abrazando a su esposo.
-Me retiro entonces. Disfruten su viaje, señores.

El faraón veía complacido como el cansancio físico y mental de Seto ganó la batalla y se quedó dormido entre sus brazos. Acariciando sus mechones, le susurró muy lentamente.

-Eso es, Seth. Es la única manera. Ya verás como todo se arreglará. No te preocupes, no me separaré de tu lado.
Tomó la mano que portaba su anillo nupcial y la besó.
-Confía en mí, Seth, confía en mí. No voy a defraudarte.

Recostando su cabeza sobre la de Kaiba, Atemu suspiró antes de cantar muy bajito una canción de cuna que aprendiera en su pasado. La letra del Antiguo Egipto arrulló al ojiazul durante el viaje.

/Quizá lo dudes, Seth, pero te amo con todo mi corazón/

…ste se removió en sueños, inquieto. Una lágrima pequeña y solitaria resbaló de sus pestañas.

-Mi Faraón –murmuró dormido.

Mientras tanto, Mokuba estaba en el suelo del baño, encogido en una esquina y llorando desconsoladamente. La revista seguía abierta a sus pies, levantó la cabeza para mirarla con dolor y la pateó con rabia.

/Es mi culpa… es mi culpa…/


&&&&&&&&&&


-Lo siento señor, no puedo decirle nada. Le ruego que salga, esto es propiedad privada de la Corporación Kaiba.
-¡Me importa un bledo de quien sea!
-Joey, cálmate…
-¡No, Tristán! ¡Este inútil no puede decirme si ellos partieron o no!
-Señor, le repito…
-¡VÁYASE AL INFIERNO! –escupió el rubio dando media vuelta, seguido por Tristán.
-… eh, lo sentimos oficial.

Salieron de lo hangares del aeropuerto. Joey no ocultó sus lágrimas de arrepentimiento, dejándose caer en la acera, enterrando sus dedos en sus cabellos. Tristán se sentó a su lado.

-Cálmate, viejo. Esto no te ayuda.
-Voy a matar a Marik, maldito infeliz. Lo hizo a propósito.

-Pues tienes que agradecer que Kaiba esté vivo –replicó el egipcio llegando con Yugi en su moto.
El rubio se levantó de golpe y tomó a Marik por el cuello.
-Después de ti, sigue el Faraón –siseó, imprimiendo fuerza a sus manos.
-¡Joey! ¡Joey! –Yugi los separó, ayudado por Tristán- ¿Qué haces?
-¡¿POR QU… CARAJOS NO LO ENTIENDEN?! –gritó el rubio fuera de sí- ¡¿POR QU…?! ¡¿POR QU…?!

Yugi y Tristán bajaron su mirada sin saber que responderle. Marik entrecerró sus ojos, manteniéndose sereno a pesar de los sollozos de Joey. La gente a su alrededor los observaba confundidos.

-De no haberte distraído, Joey, el Faraón hubiera matado a los Kaiba sin miramientos. Grábate en la cabezota que él asesinaría a Seto antes que verlo contigo; no sin antes, acabar primero con Mokuba…
-¡Es que Yami no es capaz de matar a nadie! –reclamó Yugi- ¡Es mentira lo que dices!
-Por Ra que no digo ninguna mentira. Pronto confirmarán mis palabras. Tengan calma.
-¿Y qué hacemos mientras tanto? ¿Cruzarnos de brazos? –preguntó Tristán, herido de ver así a su mejor amigo.
-Mejor no pude haberlo dicho.
-¿Es una broma? –dijo Yugi molesto- Hay que alcanzarlos…
Joey clavó su mirada en el egipcio.
-No, Joey. Si van sería lo mismo. Parece que no han estado escuchándome. Hay que esperar a que el poder del Faraón se tranquilice, pues ahora está atento a cualquier cosa que ose separarlo de los Kaiba. Si quieren salvarlos, la paciencia es su única arma.
-Como puedes decir eso, malnacido traidor –bufó Joey.
-Lo cierto es que soy un traidor. Un traidor al Faraón, porque lo que me diga lo sabrán ustedes.
-Qué gran ayuda –comentó sardónico Tristán.
El rubio se secó las lágrimas molesto.
-Acompáñame, Tristán.
-De acuerdo, hermano.

Yugi iba a seguirles, pero Marik lo detuvo de un brazo.

-Espera.
-¿Qué quieres ahora, Marik?
-Tu fe en el Faraón va más allá de la amistad…
-No sé de que hablas –dijo Yugi con un leve sonrojo.
-Fue el amor de Isis lo que le devolvió la vida a Osiris. Con sus lágrimas unió el cuerpo destrozado de su esposo y lo resucitó. El Faraón ha perdido el juicio y solo existe una persona en este mundo capaz de devolvérselo –el egipcio miró serio al otro- Y eres tú, Yugi Mutou. Sólo tú gozas de un lugar privilegiado en el corazón del Faraón y si las tinieblas lo atraparan, solo tú iluminarías su alma.
-Estás equivocado, Marik –Yugi se alejó del egipcio- No sé que estás insinuando, pero malinterpretas nuestra amistad. …l y yo somos muy unidos porque hemos compartido mucho juntos. Pero es solo eso. Y te digo que Yami no es como lo describes, sé que él…
-Que se haga la voluntad de los Dioses, entonces –le cortó Marik, subiendo a su motocicleta y marchándose, dejando a un estupefacto Yugi atrás.

Tristán regresaba corriendo de vuelta. Le extrañó ver a Yugi solo y preocupado pero dejó a un lado sus preguntas para llamar la atención de su amigo.

-¡Yugi, mira esto!
El aludido giró su cabeza al oír que le llamaban.
-¿Qué dices, Tristán?
-¡Mira! –le tendió una revista.

Yugi lo miró confundido, pero tomó la revista que Tristán le ofrecía ansioso. Sus ojos se llenaron de asombro al verla.

-Sé que no es un buen momento pero no me negarás que es un trancazo. Edición Especial. ¿Qué tal? El del local me dijo que muchos han preguntado por ella y que en América se agotó. Ábrela por el centro.

Así lo hizo Yugi. Su boca se abrió en un grito de sorpresa. Las páginas centrales ostentaban una larga fotografía. Era de Seto y Mokuba, en un estudio. El pelinegro estaba sentado en las piernas de su hermano que lo abrazaba con cariño; pero lo más extraordinario era que los dos sonreían a la cámara. Mokuba tenía la expresión feliz de un adolescente hiperactivo. Yugi se fijó en el rostro del ojiazul. …ste sonreía más discretamente pero sus ojos irradiaban alegría y felicidad. Su razón le dijo que el motivo era Joey detrás del lente, y así lo confirmaba el pie de foto. Esa imagen era el Santo Grial de los periodistas, pues nunca nadie había podido retratar de esa manera a los Kaiba y mucho menos en la intimidad de su hogar.

Cerró la revista para ver con detalle la portada. Era, en efecto, una edición especial de la NGS sobre la Corporación Kaiba. “La Mariposa”, como ostentaba el título, se componía de una serie de fotografías tomadas por Joey, que narraban la metamorfosis de la compañía desde sus inicios como proveedora de armas a una de juegos y parque de diversiones, a manos de su dueño y CEO, Seto Kaiba, junto con su mano derecha y hermano menor, Mokuba. Este era sin duda, el mejor trabajo del rubio, cuya reputación entre los medios se iría al cielo por las fotos únicas.

-Oh, cielos…
-Sí, Yugi. Yo también pensé lo mismo. Pero hay alguien que no.
-¿Eh? –el otro levantó su vista hacia su amigo que con la barbilla señaló hacia el interior del aeropuerto.

Joey estaba parado como una estatua frente al expendio de revistas, con los ojos clavados en el cartel que promocionaba su documental. Varias personas pasaban a su lado para comprara la edición y sus rostros llenos de expectación y sorpresa contrastaban con el desahuciado, herido y triste del rubio cuyas lágrimas volvieron a nacer. El éxito de su trabajo era más una carga que una alegría. Seto estaba en las manos del Faraón y no necesitaba mucha imaginación para saber que le estaba pasando mientras tanto. Su recuerdo de las confesiones personales del ojiazul le era amargo. Le había jurado liberarlo del dominio de Atemu para hacer una nueva vida juntos. Le remordía la conciencia no haberse quedado al lado del castaño la noche anterior.

“… él asesinaría a Seto antes que verlo contigo…”

Su mente buscaba desesperada una solución improvisada para rescatarle, sin arriesgar su vida o la de Mokuba, que estaban acechados por el poder del Faraón, el cual, astutamente se los había llevado con él hacia Nueva York, a primera hora de la mañana mientras Joey perseguía a Marik, sin darle tiempo para alcanzarlos.

Súbitamente, el rubio se giró para salir corriendo, seguido por Yugi y Tristán.

-¡Hey, Joey! ¿Qué harás? –llamó Tristán.
-Ojos Rojos…
-¿Qué? –preguntó Yugi sin entenderle.
-Tengo que ir por mis papeles de viaje…
-De viaje… Joey no puedes… tal vez no es buena idea…
-No, no es buena idea Yugi. Así que todos ustedes esperen aquí en Ciudad Domino.
-Oye, viejo…
Joey se subió al jeep y encendió el motor.
-No hagan nada hasta que yo los llame –ordenó arrancando.
-¡JOEY! –gritó Yugi antes de volverse con Tristán que solo se encogió de hombros.

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