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El Amor Después por clumsykitty

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EL AMOR DESPUES.


Capítulo 2. Inframundo


Valle de los Reyes, Egipto.

Un joven de piel moreno y cabello platinado esperaba silencioso en el desierto mediterráneo envuelto en una túnica de lino negro. Miraba fijamente en el cielo esperando la señal. La luna ya reinaba gigante sobre las dunas. La suave brisa ondulaba las telas oscura de Marik que sonrió al divisar la figura del dragón ojiazul como una sombra a la luz de la luna roja y planear para aterrizar suavemente sobre la arena.

Mokuba había seguido fielmente sus instrucciones y habían llegado sanos y salvos al desierto. El egipcio sabía que el chico no confiaba en lo absoluto en él y cualquier movimiento en falso echaría a perder los planes de su señor.

Una sombra ágil saltó de la cabina del jet dirigiéndose hacia Marik que ahora sonreía maliciosamente.

-Quiero respuestas y las quiero ahora, Marik.
-Necesito ver a Seto primero Mokuba –contestó el otro- y por cierto, buenas noches, gracias a los dioses que han llegado.
-Deja tus ceremonias para otra ocasión –le espetó el chico- ¿Porqué estamos aquí?
-Esa es una pregunta milenaria joven Kaiba, que la humanidad ha tratado de responder en vano –dijo muy serio el egipcio.
-Grrr… ya deja la retórica Marik, mi paciencia…
-Necesito ver a Seto. Tráelo.

Mokuba miraba a Marik como si le hubiese salido otra cabeza, pero dejó a un lado su estupor y decidió probar las intenciones del egipcio. Regresó ala cabina donde su hermano mayor dormía intranquilo.

-Hey, Seto, despierta, ya llegamos… Seto.

El rostro del ojiazul se contrajo antes de que sus párpados se abrieran.

-¿Mokuba? –preguntó como en sueños.
-Shh… todo está bien, hermano. Dame tu mano –ordenó el adolescente con suavidad, aunque Seto parecía interesado como nunca.

Apoyándose en su hermanito, Kaiba bajó del jet caminando al lado de Mokuba con paso inseguro mirando a su alrededor. Un presentimiento le decía que algo rondaba por ahí. Su vista se posó con confusión en el guardián de tumbas. El rostro le era familiar pero vagamente y su mente se sentía muy débil para recordar.

Por su parte, Marik escudriñaba la figura se Seto Kaiba notando las marcas en sus muñecas y las prominentes ojeras de una esquelética cara. Su cabello castaño caía desordenado sobre sus hombros y la sudadera y jeans que Mokuba logró ponerle caían holgadamente de su cuerpo. No era ni la sombra del imponente dueño de la Corporación Kaiba que él recordaba.

-Alguien quiere hablar contigo, Seto Kaiba –le anunció el egipcio haciendo respingar al ojiazul- Sígueme.

Mokuba hubiera querido objetar algo pero Marik se dio vuelta enseguida dirigiéndose hacia un camino entre las tumbas de los Faraones que estaban a sus espaldas. Guiando a su hermano, el adolescente miraba hacia donde los llevaba el egipcio, que no era otra cosa sino la tumba de Atemu, que los Ishtar levantaron para honrar a su señor ahora que había partido por fin al Reino de los Muertos después de haber recuperado su memoria y haber salvado Egipto –y el mundo- del Reino de las Sombras.

El sonido de los goznes lo sacó de sus pensamientos. Marik había abierto la tumba con anticipación y habían entrado directo hasta la cámara principal. El guardián de tumbas tomó una de las antorchas encendidas y se dirigió hacia Mokuba.

-Yo llevaré a Seto.
-Pero… -comenzó el chico dudando.

Sin embargo una mirada severa lo calló. Pasando a Seto a los brazos de Marik, el pelinegro sentía como su corazón latía más aprisa. Algo no estaba bien. El egipcio notó su incertidumbre.

-Cálmate Mokuba, lo que está a punto de ocurrir salvará la vida de tu hermano.

Oír tan ansiada frase nubló de nuevo el juicio de Mokuba que solo asintió en silencio y dejó ir a su hermano mayor. Aún con el corazón a punto de salírsele del pecho miraba como Marik se alejaba en la penumbra llevando a Seto hacia donde se suponía estaba la cámara mortuoria.

-Seto… -murmuró como una plegaria- …por favor regresa a mí, hermano.




La débil llama de la antorcha iluminaba muy poco en el interior de la tumba. Marik la colocó en un pedestal en la pared y llevó a Seto hacia una silla en un rincón. Una vez que se aseguró que el ojiazul no iba a caerse, sacó un par de velas de su túnica y con la antorcha las encendió para luego colocarlas en una especie de mesita frente a Kaiba. Terminada su labor regresó hacia la entrada y con la antorcha en mano, Marik hizo una reverencia hacia donde había dejado sentado al ojiazul.

-Faraón.

Seto respingó de nuevo al oír la voz del egipcio, levantando la vista para percatarse de que las velas dejaban entrever a un individuo sentado frente a él. Usaba una túnica negra igual que Marik pero sus manos, que reposaban en su regazo, estaban completamente vendadas. No podía verle el rostro pues la luz era muy débil, aunque alcanzaba a ver un par de ojos mirándole fijamente. Kaiba se dio cuenta de que su respiración agitada era el único sonido en la cámara.

Sin aviso el individuo se inclinó sobre la mesa dejando ver que usaba una máscara negra cuyos únicos orificios mostraban un par de ojos violetas.

-Seth –llamó con voz ronca.

Como si fuera un hechizo, el ojiazul experimentó un cambio y su mirada antes cansada se lleno de vigor pero sin dejar la tristeza.

-Faraón.
-Esto ha ido demasiado lejos. Los Dioses no desean tu muerte, Seth.
-No entiendes, Mi Señor.
-Entiendo más de lo que tú puedes, la oportunidad que Ra te dio vas a vaciarla en el Río de la Muerte. Y todo por un simple sentimiento sin sentido.
-Yo…
-Estoy aquí para vivir como no pude hacerlo hace milenios, Seth. Pero también para evitar que mueras y mates a Mokuba.

El ojiazul miró confundido al Faraón.

-Pero Mokuba…
-El morirá después de que tú lo hayas hecho. Dos vidas condenadas al sufrimiento eterno por una obsesión que termina aquí y ahora, Seth.
-Tú no puedes…
-Puedo y lo hago. Soy la Estrella de la Mañana y de la Noche. Soy Egipto. Soy el Faraón Atemu a quien el Reino de las Sombras obedece y digo que tú Seth, encarnado en la persona de Seto Kaiba olvidarás ese amor mortal que está consumiendo tu alma. Yo lo sello y lo condeno a las sombras. De ahora en adelante, el nombre de Joey Wheeler solo será lo que fue en un principio. Es la voluntad de Ra y el edicto de los Dioses. Así sea

Seto que parecía congelado se estremeció como despertando de un largo sueño. Parpadeando miró a su alrededor para encontrarse de nuevo con esos ojos violetas que le miraban con fuerza.

-¿Yami?

Una risa apagada fue su contestación.

-¿Qué haces aquí?¿Yo que hago aquí?
-Necesito de tu ayuda, Seto –contestó Atemu a través de la máscara- Ra que me ama en el cielo me ha agraciado con una nueva vida en mi propio cuerpo, pero para completar mi regreso necesito que alguien del mundo de los vivos me guíe de vuelta a la vida.
-Y supongo que yo tengo que hacerlo ¿no? –preguntó sarcástico.
-Así es.
-Sólo por curiosidad, ¿Cómo demonios hago eso?
-Hay varias formas, pero me gustaría una…
-¿Y es? –inquirió el ojiazul levantando una ceja.
-Cásate conmigo.

Poco faltó para que Kaiba se cayera de su silla por las carcajadas. Un extraño mareo apagó su risa y una opresión en el pecho comenzaba a aparecer. Estaba hablando con una momia que le pedía matrimonio. Lo más extraño era que una voz le decía no porque su corazón no le pertenecía a Atemu.

/Joey/

Un dolor punzante le atacó en el corazón haciendo que se recargara en la mesa tirando una de las velas, dejándolos en casi una completa oscuridad. El Faraón tomó una mano de Seto y lo jaló para acercar su rostro al suyo.

-De todos modos ibas a hacerlo.
-¡¿Qué?! –preguntó alarmado Seto.
-El linaje de Ra sólo puede unirse con otro de sangre divina. Ahora solo estamos tú y yo. Es nuestro deber y obligación.
-¡NO! –gritó, soltándose de Atemu- ¡Tú no puedes obligarme!¡Yo decido mi destino! Yo… yo… -nuevas lágrimas brotaron de sus ojos- …yo amo… amo a Joey.

Una nueva luz brilló y Seto se dio cuenta de que era el ojo de Ra en la frente del Faraón que resplandecía derritiendo la máscara. Las fuerzas abandonaron a Kaiba al tiempo que la imagen de Joey en su mente se desvanecía entre nubes negras. Sabía que era el poder del Faraón sobre su corazón pero su cuerpo estaba ya muy agotado para hacerle frente.

-Sólo me amarás a mi –siseó Atemu ante el ojiazul que se levantaba trastabillando- he salvado al mundo de un futuro cruel. He vencido al Reino de las Sombras. Un mortal como Joey Wheeler no le hará daño a mi única familia. Lo juro por Ra en el cielo.

Seto derramó sus últimas lágrimas antes de caer inconsciente en el suelo.

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