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El Amor Después por clumsykitty

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EL AMOR DESPUES.


Capítulo 3. La Trampa


-No sé si lo has notado Mokuba, pero el suelo está hecho de arena y vas a hacer ya una zanja en él.
-Tengo que ver a Seto. Tengo que verlo.
-Deberías cambiarte de ropas como te lo indiqué hace horas –dijo Marik con cautela.
-¿Cambiarme para qué? ¡Prometiste contestarme todas mis dudas y solamente te has dedicado a deshojar esas estúpidas flores!
-Tu hermano vendrá Mokuba, y él también se preparará, como lo debes hacer tú.
-¡¿Cómo diablos regresará mi hermano si lo abandonamos allá?!
-Odión lo traerá, ya te lo dije –replicó paciente el egipcio.
-¿Y se puede saber que van a celebrar?
-Vamos…
-¿uh?
-Vamos a celebrar, Mokuba. En especial tú –indicó Marik sin despegar su vista de su tarea- Todos vamos a estar muy felices.
-Mira, Marik, no sé de que peñasco te caíste pero no estoy de humor para tus bromitas. Así que voy por mi hermano y nos largamos de aquí…
-¡Oh mira! Es Odión y trae a tu hermano –exclamó señalando hacia el horizonte- ¿Lo ves? He cumplido mi palabra.

Pero Mokuba ya no lo escuchó. Corrió al encuentro de su hermano que al parecer dormía en los brazos de Odión. Detrás de él venía un hombre alto encapuchado con una máscara. Mokuba no lo tomó en cuenta.

-¡Hermano! ¿Qué le pasa?
El grandulón se detuvo para mirar a Seto un momento.
-Estaba muy cansado para caminar hasta aquí. El Faraón le sugirió guardar fuerzas para la boda.

Mokuba sintió que su cerebro comenzaba a tener un corto circuito. ¿Faraón? ¿Boda?

-¿Qué? –fue lo único atinó a decir.
-Seto y yo vamos a casarnos, Mokuba. Antes de que el sol aparezca, seremos un matrimonio real.

Por primera vez el adolescente se dio cuenta de los ojos violetas cuyo dueño era el encapuchado. La voz hueca por la máscara le era inconfundible. Se trataba de Yami, el espíritu que convivió con Yugi, y al parecer el Faraón leía su mente pues rió repentinamente asustando a Mokuba.

-Sí, soy el mismo. Aunque ahora debo andar de esta manera, pronto mi cuerpo estará completo para amar por toda la eternidad a tu hermano…

Mokuba quería pellizcarse para despertar de esta pesadilla o lo que fuera. Prefirió seguir a Odión y dejar al supuesto Atemu atrás. Habría una oportunidad de aclar todo cuando su hermano despertara. El chico miró el rostro de su hermano. Ninguna lágrima en él. Lo que fuera que el Faraón hizo, funcionó. Seto parecía tranquilo y relajado.

/Después de todo, todo parece en orden, quizá sí hice bien…/
Pero Marik le salió al paso.
-Vamos Mokuba, es hora de que te cambies.
-Pero mi hermano…
-Ishizu y Odión se encargarán de él. No querrás parecer un tonto en la boda de tu hermano ¿verdad? –le tentó el egipcio con un guiño- yo te ayudaré. Seguramente no sabes como usar un traje egipcio…



En el cielo las estrellas comenzaban a desaparecer, anunciando una fresca madrugada en las arenas egipcias. El ambiente olía a flores e incienso que se quemaba en las lámparas dispuestas alrededor del “altar” hecho de manera improvisada para la ceremonia. Atemu giró sobre sus talones admirando los pequeños adornos que los Ishtar habían montado para su boda, desde que él apareció para anunciarles su regreso y comunicarles el “mandato de los Dioses”.

Anubis le había devuelto su alma en un cuerpo nuevo para cambia el destino que se cernía sobre su primo Seth en la época actual. Le habían permitido ver el futuro para que tomara el camino indicado de modo que las cosas volvieran de nuevo a la normalidad, de lo contrario, la desgracia que había liberado Seto haría renacer viejos infortunios.

Un simple hechizo no había bastado para sellar el corazón de Seto Kaiba. No contaba con que su sentimiento estaba lleno de inocencia. Al parecer, el ojiazul había apostado su vida en ese amor. Por eso el conjuro no sirvió como después lo comprobó. Era demasiado amor para dejarlo ir y el Faraón había tenido que usar el Ojo de Ra para dormir la mente de Kaiba el tiempo suficiente para realizar la boda e invocar el sello final a su corazón. Atemu estaba seguro de que el Reino de las Sombras era el lugar ideal para encarcelar aquel amor mortal y llevarlo al olvido hasta que el suyo tomara lugar de forma permanente en el corazón de Seto.

-Esta es la manera en que funcionará –se decía mientras miraba sus manos vendadas a través de la máscara- Tiene que ser así para poder salvarte, primo.

Levantó la vista al escuchar pasos. Ishizu venía al frente con una cesta llena de flores, detrás de ella, Odión y Marik cargando un lazo anudado con cintas y al final Mokuba en un traje típico egipcio en color blanco, llevando de la mano a su hermano mayor.

Seto vestía un traje parecido al de su hermanito pero hecho de seda, el blanco de la tela resaltaba el azul de sus ojos que miraban como distantes hacia el altar. Aún en el deplorable estado en que se encontraba, Seto Kaiba lucía elegante y gallardo.

/Seth es un excelente partido, lástima que mi querido amigo no lo haya aprovechado/ pensaba para sí el Faraón /Sin duda sólo yo lo merezco/

Aunque nadie podía notarlo, esbozó una sonrisa al ver a su futuro esposo. Saludando a las reverencias de los otros extendió una mano hacia el ojiazul, llamándolo de forma cariñosa:

-Ven a mí, Seto.
Mokuba apretó la mano que sujetaba a su hermano mayor para acercarse a él, murmurando muy bajito.
-Seto, hermano, escúchame. Si no quieres hacerlo está bien, yo estoy contigo. Podemos irnos de aquí ahora y no volver. No tienes que…
-Gracias, Moki –respondió con inusitada suavidad el ojiazul- pero el Faraón espera por mí. Ya no te preocupes, él me cuidará y protegerá.
-Todo esto es una locura, hermano, no dejes que la desesperación te haga hacer cosas que después no tendrán remedio. Puedes salir de esto, Seto, por favor…

Su única respuesta fue un débil abrazo que correspondió con fuerza. Las manos frágiles y delgadas de Seto los separaron mientras le regalaba una sonrisa a su hermanito que hacía largo tiempo no veía. Era una de esas exclusivas para él, cuando estaban solos.

-Mi Faraón espera, Moki.

El chico veía con el corazón estrujado como Seto se dirigía hacia el altar para tomar la mano del Faraón que le ayudaba a subir y colocarse frente a él. Mokuba se percató de que Atemu era tan alto como su hermano si quizá un poquito más y visiblemente más fornido que el otro más delgado. Era por gracia de los poderes del antiguo Faraón que Kaiba estaba de pie, pues si se retiraba esa magia el ojiazul caería muerto pues su cuerpo ya cruzaba el umbral de la muerte.

El momento había llegado, pronto el sol se asomaría en el Este anunciando la decisión de los Dioses y Atemu ya no podía perder más tiempo. Tomando ambas manos de su reencarnado primo, comenzó la ceremonia.

-Henos aquí en el cielo que Nut protege –inició con voz firme- y teniendo como testigos a los mismos Dioses, yo el Faraón Atemu te he escogido a ti Seto Kaiba para unir nuestras vidas y realizar el deseo de Ra de una vida nueva, que traerá la esperanza y felicidad a nuestras almas. Bajo el manto de la noche que trae mi alma al mundo de los vivos yo te digo Seto que te elijo como mi pareja en esta vida y que Ra en su trono celestial nos bendiga con un mejor futuro.

A una señal del Faraón, Marik se adelantó para colocar el lazo anudado alrededor de los “novios” de forma que los envolviera en un círculo. Volviendo a inclinarse, se retiró del altar. Seto, que había permanecido quieto hasta ese momento empezó a salir de su sopor. Atemu lo había notado.

Se acercaba el momento crucial.

/Es ahora o nunca/

Mokuba lanzó un grito al ver como el altar era rodeado por un campo negro semejante al que había visto en los duelos contra Pegasus y Marik.

Era el Reino de las Sombras.

-¡Hermano! –gritó tratando de alcanzarlos pero Odión lo sujetaba con fuerzas- ¡No! ¡Suéltame! ¡SETO! ¡HAGAN ALGO! ¡SEEETOOO!



Ya había estado en ese lugar, era el Reino de las Sombras. Atemu los había traído a ese sitio de nuevo.

-¡Suéltame! ¡No quiero que me toques! -demandó Seto tratando inútilmente de zafarse de las manos del Faraón- ¡Te digo que me sueltes! ¡No quiero saber nada de ti! ¡Te odio!
-Pero vas a amarme –objetó con frialdad Atemu.
-¡NUNCA! –le retó el ojiazul con una mirada dura- ¡Prefiero morir!
-¿Cómo ibas a hacerlo?
-Al menos yo sé lo que es amar…
-Sin ser correspondido –le cortó tajante el Faraón.
-¡Tú… no… -balbuceaba Seto tratando de ocultar inesperadas lágrimas que se asomaban en su ojos- yo quiero este dolor aunque me acabe, pero no voy a olvidarlo, ni en la muerte.
-Precisamente por eso voy a dejarlo aquí –sentenció el otro.

Seto miró al Faraón confuso pero luego comprendió la razón de su presencia en el Reino de las Sombras. Usando todas sus fuerzas trató de nuevo de liberarse de agarre de Atemu mientras sus lágrimas resbalaban libres por sus mejillas.

-…Joey… -llamó desesperado, cerrando sus ojos- …Joey…

El Faraón lo jaló con brutalidad hacia él, obligando a Kaiba a mirarlo a los ojos, pero el ojiazul ponía todo su empeño en separarse de él. Furioso, Atemu lo tomó con un brazo por la cintura para pegarlo fuerte contra su cuerpo mientras con la otra mano lo sujetaba por la barbilla a poca distancia de su rostro provocando que más lágrimas corrieran por el rostro del ojiazul.

-Soy la Estrella de la Mañana y de la Noche –gruñó Atemu- Soy Egipto. Soy el Faraón. Yo condeno el amor, que el nombre de Joey Wheeler invoca, al sepulcro del olvido en el Reino de las Sombras. Yo, Atemu, lo sellaré con este anillo de bodas que borrará de tu memoria Seth, recuerdo alguno de ese amor y te obliga a amarme. Esa es la voluntad de Ra y mía. Así sea.

El Ojo en la frente del Faraón volvió a brillar mientras soltaba a Seto para arrancar de la nada un puño de tinieblas que con su poder se transformó en un anillo de oro con hechizadas inscripciones egipcias. Seto, que yacía a los pies de Atemu, lloraba incontrolablemente al sentir como su mente se despedazaba y su corazón se contraía de dolor. El faraón estaba arrancando el amor de su alma con todo su poder.

-…no… por favor… no… yo… quiero recordarlo así… no… ¡No! ¡NO!

Ignorando sus súplicas. Atemu levantó a Seto de un tirón colocando el anillo en su dedo anular de la mano izquierda, ante los ojos horrorizados del otro que ya no podía hacer otra cosa sino observar pues su fuerza le abandonaba.

-Este anillo se une a través de tu sangre a tu corazón y sella al fin ese necio amor tuyo. Nada puede ya romperlo y nadie lo hará. Recibe a tu nuevo amor, Seto Kaiba, que te llama desde el Reino de los Muertos…

Por un breve instante los ojos azules de Kaiba se nublaron apara volver a su brillo natural que se posaron en aquellos violetas de quien ahora le parecía el dueño absoluto de su ser.

-Atemu… -llamó como si fuera una visión.
Las tinieblas a su alrededor comenzaron a arremolinarse con furia.
-Seth… -contestó el Faraón sintiendo como su cuerpo cobrada vida al fin y se regeneraba por completo.
-Atemu, Mi Faraón –volvió a llamar el ojiazul.
-Seto, tú serás Mi Tesoro más preciado que Ra me haya obsequiado.

Ambos se miraron mientras Seto tomaba la máscara para quitarla y revelar el rostro majestuoso del Faraón que se echó hacia atrás su capucha dejando ver sus mechones tricolores que Kaiba recordaba. Las tinieblas comenzaron a disiparse trayendo de regreso a la pareja sobre el altar no sin antes que Atemu se susurrara a su ahora esposo.

-Éste es el camino que los Dioses han marcado para nosotros, Mi Tesoro. Como debió de haber sido y como será.

Ante un sorprendido Mokuba, Atemu y Seto volvieron del Reino de las Sombras. Pero la sorpresa mayor fue para todos al contemplar el rostro –y cuerpo- del Faraón en perfecto estado. Si bien guardaba cierto parecido con Yugi, si piel era más cercana al tono de los Ishtar, recordando su herencia egipcia y su voz era más profunda y severa como lo oyeron en seguida todos los presentes.

-Me parece que ahora somos esposos –dijo sonriendo feliz.

Aplausos de parte de Marik y pétalos arrojados por Ishizu acompañaron las palabras de Atemu que no tuvo reparo en besar a un sonrojado Seto. Toda la escena parecía absurda para Mokuba pero lo único que pudo hacer fue quedarse congelado en su sitio mirando a la pareja. Y es que su hermano ya no estaba demacrado, esquelético y triste sino que parecía haber recobrado de golpe salud y fuerza sin pasar por alto que veía al Faraón como si fuera un dios.

/Bueno, de cierta manera lo es/ pensó para su adentros /pero mi hermano lo mira como hubiera visto a Joey si él…/

El pequeño sacudió su cabeza, ése era una imagen que incluso a él le traía amargura. Dejándose llevar por sus pies abrazó con fuerza a Seto como si fuera un náufrago aferrándose a un salvavidas en el océano. Su hermano mayor rió abiertamente ante el gesto del chico que lloró de alegría al escuchar tal sonido salir del pecho de Seto.

-Espero que sean lágrimas de felicidad, Moki –habló Seto en broma, abrazando a su hermanito- porque de lo contrario habrás arruinado un costoso traje.

Mokuba levantó su cabeza para mirar con alegría su hermano.

-¡Has vuelto Seto! Has vuelto, has vuelto… –repetía sin cesar hundiendo de nuevo su cabeza en el pecho del ojiazul cuando éste revolvía con ternura su negra cabellera.

-Sí… he vuelto. Con Mi Faraón.

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