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El Amor Después por clumsykitty

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EL AMOR DESPUES.




Capítulo 5. Renacimiento I




-¡Oye Yugi! ¿Ya terminaste de vestirte, o no?
-Sí abuelito, -contestó el muchacho saliendo de su habitación- ¿Ya llegó al limusina?
-No, pero no quiero llegar tarde…
-Eso lo debería decir yo, abuelito.
-¡¿Me estás diciendo viejo?! –preguntó Solomon mirando inquisitivamente a su nieto.
-No, abuelito –contestó rápido Yugi sudando frío.

El timbre de la casa sonó varias veces, distrayendo a ambos de una posible discusión sobre la edad.

-¡Yo abro abuelito!

Yugi bajó las escaleras para abrir la puerta pero en lugar de encontrar al chofer de la limusina ante él estaba un joven vestido de jeans y camisa suelta de las mangas. Traía varias maletas grandes y una que a Yugi le pareció de fotógrafo, levantando su vista se topó con un joven de ojos color miel, cabellos rubios y desordenados.

-¡¿Joey?!

El rubio le regaló una gran gran sonrisa.

-El mismo viejo.
-¡Joey! –gritó de alegría Yugi, abrazando a su ahora alto amigo- ¡Oh, Joey! ¡Qué alegría verte!
-Igualmente viejo amigo, ha sido un largo tiempo ¿no es así?
-Vaya que sí, pero pasa –le invitó abriendo la puerta para dejarlo pasar- Déjame ayudarte con esas maletas… por cierto, ¿ese es un equipo de fotografía?
-¡Ah! ¿Te refieres a Wanda? –contestó Joey mirando su maleta- Sí, ella es mi compañera de aventuras.
-¿Eres fotógrafo? –preguntó asombrado Yugi con enormes ojos abiertos.
-Ajá. Fotógrafo –dijo poniendo las maletas en la salita- Estuve en América un tiempo para estudiar, pero estuve por aquí y por allá. Ahora estoy trabajando para varias revistas y periódicos. Soy un agente libre, Wanda y yo viajamos por todo el mundo cazando la mejor imagen ¿Qué te parece Yugi?
-¡Fantástico, Joey! Debes estar muy orgullo…
-¡Hey, Yugi! ¿Ese es el chofer?

El muchacho de ojos violetas se había olvidado de su abuelo por la emoción de ver de nuevo a su amigo perdido.

-¡No abuelito! ¡Es Joey!
-¿Joey Wheeler? –preguntó incrédulo Solomon asomándose por las escaleras- ¿El Joey Wheeler que yo conozco?
-El mismo señor Mutuo –contestó el rubio saludando al anciano.
-¡Oh, chico! ¡Ven acá! –exclamó corriendo hacia Joey- ¡Déjame abrazarte! ¡Mírate nada más! ¡Pero sí que eres un muchachote apuesto y alto! Y yo que pensé que mi nieto había crecido…
-¡Abuelito!
-Je… lo siento. De verdad Joey has madurado muy bien.

El rubio solo se sonrojó ante el comentario del abuelo de Yugi.

-Yugi también ha cambiado –comentó señalando con la cabeza a su amigo, que se ruborizó también.
-Yo… bueno…
-Con eso basta, Yugi –rió Solomon- Dime Joey ¿Vas a quedarte largo tiempo? ¿Tienes lugar donde estar?
-De hecho me he tomado unas vacaciones y quise regresar a Ciudad Domino /De verdad quise regresar/…Pero díganme ¿no los interrumpo? Parece que iban a salir –preguntó Joey señalando los esmoquin.
-¡Ah, lo olvidaba…! Oye Joey, se me ocurre una idea ¿por qué no nos acompañas?
-¿Vestido así?
-Seguro Joey –contestó Solomon- no creo que les importe ya que por fin has vuelto a nosotros. Estoy seguro que todos van estar felices de verte.
-¿Quiénes son todos?

Yugi iba a contestar pero una tos de su abuelo llamó su atención. Ambos se miraron y compartieron una sonrisa de complicidad, antes de que el chico le contestara.

-Esa es una sorpresa… tienes que venir para ver.

El sonido de una limusina estacionándose frente a la tienda avisó a Solomon de su llegada. El anciano codeó a Yugi para señalarle el vehículo.

-Mira Yugi, ya llegaron por nosotros. Ven Joey, esto será genial.

Sin poder hacer una objeción el rubio fue jalado por los otros hacia la limusina para que el chofer les abriera la portezuela, saludándolos.

-Buenas noches, señores.
-Hola, Jubei –contestó Yugi.

Joey levantó una ceja ante la familiaridad con que su amigo le hablaba al conductor. Una vez dentro y con la limusina en marcha no dejó su duda a un lado.

-Oye viejo, ¿Cómo es que conoces al chofer de esta cosa? Y por cierto, ¿a dónde vamos?
-Conozco a Jubei porque el ha estado llevándonos un tiempo considerable de aquí para allá –contestó Yugi sin más explicaciones.
-Y vamos a una cena de aniversario –siguió el abuelo con el mismo misterio.

Joey se rascó la cabeza pensativo.

-En limusina… a una cena… y conoces al que maneja… pero ¿con quién andan ustedes?
-Con los Kaiba –contestaron ambos al unísono, haciendo brincar al rubio de su asiento.
-¡Qué! ¿Los Kaiba?
-Sí, Joey, los mismos –aseguró Yugi mirando de reojo a su abuelo que reía ante la cara de espanto del rubio.
/Seguro que es una broma cruel del destino/ pensó Joey
-¿Te sientes bien, hijo? –preguntó preocupado Solomon- pareces un poco pálido.
-Oh, vamos Joey. Después de todo este tiempo, no le tendrás miedo a Seto ¿o sí?
-/Ni te lo imaginas viejo/ No… esto… yo… tartamudeó tratando de encontrar las palabras- …esperen un momento, hablaron de una cena de aniversario ¿aniversario de qué o quién?... ¿no estarán diciendo que…
-Je… si hijo, es del dragoncito.

Joey tragó saliva.

-Y ¿se puede saber con quien…
-No arruines la sorpresa Joey –contestó jovial Yugi- Espera y lo verás. Seguro vas a morirte de la impresión.
-/Seguro/ Vaya, ahora entiendo lo de la limusina, aunque no me queda claro del todo. ¿Y que le obsequiaron? –preguntó tratando de sonar casual.
-Oh, una bella pintura ¿verdad Yugi? –dijo Solomon.
-Sí abuelito ¿crees que la muestren esta noche?
-Conociéndolos, seguro que sí.
-Se a lo que te refieres, abue, no pierden oportunidad ¿eh?

Joey miraba extrañado tal conversación. Seguro que hablaban de Seto y su pareja. Una punzada atacó su estómago.

Celos.

/Mira, ni siquiera le he visto y ya me siento celoso…soy un caso/

-Vaya, hemos llegado –habló Solomon señalando la fachada de la Mansión Kaiba.

Joey y Yugi miraban asombrados el lugar. Desde la entrada hasta la puerta principal de la mansión, el camino estaba cubierto de farolas y medallones de flores que con la iluminación de los jardines hacían ver la mansión como de ensueño. Joey conocía vagamente el lugar pero se dio cuenta de que estaba cambiado. Flores y luces daban vida al exterior y al llegar a la entrada la decoración era más alegre aún. Los Kaiba debían considerar esta cena muy importante si no habían escatimado en los arreglos.

Cuando la limusina se detuvo, Joey se percató de una figura en lo alto de las escaleras principales. Una vez que bajó su mirada se clavó en ella. Era un hombre y alto, que bajó los escalones dejándose ver en la luz. Yugi al verlo, corrió de alegría para abrazarlo.

-¡Yami!

Era el mismísimo Faraón. Solo que sus mechones ahora no eran tan pronunciados como los de Yugi y su piel era más oscura. /Como los egipcios/ se recordó Joey caminado muy por detrás de Solomon. Atemu vestía un traje en seda negro que le lucía elegante e imponente. Los ojos violetas se llenaron de regocijo al encontrarse con Yugi.

-Aibou, Ra sabe que es una enorme alegría para mí que hayas venido.

/¡Rayos! Hasta con una voz intimidante… pero… él…/

-Buenas noches, Atemu –llamó Solomon.
-Y también es una alegría su presencia, señor Mutuo –saludó el Faraón sonriéndole al anciano.
-¡Uf! ¿Cuántas veces te he dicho que me llames abuelo?
-No las suficientes, creo –rió Atemu.
-Mira Yami, a quien trajimos con nosotros. Espero que no te moleste –dijo Yugi separándose de él y jalando a Joey al frente- ¡SORPRESA!

Atemu y Joey quedaron frente a frente. El tiempo pareció congelarse. Inconscientemente Joey se comparó con Atemu, definitivamente el rubio era centímetros más alto que el Faraón pero no por muchos. Joey era mucho más fornido pero su profesión lo había hecho así. Quería decir algo pero las palabras murieron en su boca al mirarse en unos profundos y amenazadores ojos violetas como si el Faraón leyera su alma. Y eso no le gustaba nada.

Por su parte Atemu analizaba a Joey como se hace con un bicho en un laboratorio. Su antiguo y flacucho amigo Wheeler era ahora un joven fuerte y sus ojos mostraban el fuego de la aventura y el peligro. Pero más aún mostraban la incertidumbre.

/Vaya Joey, al fin te apareces. Veamos como reaccionas. No voy a hacer las cosas más fáciles para ti/

El Faraón sonrió ampliamente extendiendo una mano hacia el rubio.

-Joey, que gusto de verte de nuevo. Bienvenido, mi amigo.

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