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El Amor Después por clumsykitty

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EL AMOR DESPUES.


…me pregunté ¿Será feliz?
¿En dónde vivirá?...

…me respondí que no,
porque el amor es solo
flor de un día…
………………..Hoy me acordé de ti, José Luis Perales


…que un viejo amor
ni se olvida, ni se deja
que un viejo amor
de nuestra alma si se aleja
pero nunca dice adiós…
………………..Por unos ojos negros, d.p.


Capítulo 6. Renacimiento II


Joey se sentía fuera de lugar, ahora sí se daba cuenta de la mala decisión de acompañar a los Mutou hasta la cena. Atemu los había llevado a una sala de espera donde al parecer estaban por llegar los demás invitados. Yugi no cabía de alegría igual que Solomon al ver la mencionada pintura ahí. El chico de cabello tricolor no dejaba de parlotear sobre la “emocionante” cena y cosas parecidas mientras el rubio trataba de pensar en una excusa creíble para salir de ahí inmediatamente.

Una sirvienta entró con una bandeja de copas que ofreció a los recién llegados que le agradecieron. Joey la probó, era un vino suave.

-Dime Joey, ¿Dónde te habías escondido todo este tiempo? Si Yugi me dijo bien, parecía que la tierra te hubiera tragado.
-Es que… estuve muy ocupado, Atemu, y no me quedaba en algún lugar fijo… yo… de verdad quería estar en contacto pero las circunstancias me lo impedían –contestó Joey bebiendo su vino- Lo lamento.
-/Mi Tesoro aún más/ Pero ¿qué hacías?
-Joey es fotógrafo profesional, se dedica a hacer reportajes especiales por todo el mundo, Yami –intervino Yugi de manera inocente- Ahora está de vacaciones ¿no, amigo?
-Ajá –fue lo único que dijo el rubio con su copa ahora vacía. No le agradaba la manera en que el Faraón le veía y la plática no ayudaba en nada.
-¿Eres tú el famoso fotógrafo que firma sólo como “W”?

Joey dio un respingo /¿Atemu puede leer la mente?/

-Sip. Ese soy yo. ¿A dónde la viste?
-Guerra de Ghana. New York Times.
-Oh –dijo Joey sonrojándose.
-Vaya muchacho, sí que vuelas alto –le felicitó Solomon palmeando su hombro- Parece que todos aquí son exitosos excepto este viejo y su tiendita de juegos…
-Abuelo… -regaño Yugi.
-¿Qué hacen todos ustedes? –preguntó Joey aliviado de que el tema por fin cambiara.
-Verás hijo. Aquí mi adorado nieto es un experto consultor de programación, se ha dedicado a revisar juegos de entretenimiento, no sabes la cantidad que ve en una semana, es una locura –empezó Solomon haciendo gestos alusivos- Tristán es un gran corredor de motos. Te juro que ese muchacho me quiere regalar un infarto. Tea, como lo has de imaginar, siguió su sueño de ser bailarina profesional. Ahora es parte de la Compañía de Ballet Contemporáneo de Londres.
-¿Y tú, Atemu? –preguntó tímidamente Joey.
-Dirijo el Departamento de Investigación Arqueológica y Estudios de Egipto, aquí en el Museo de Ciudad Domino.
-Oh… /Es mi imaginación o el Faraón me odia/
-Yugi, abuelo, Joey; si me disculpan, tengo que recibir a los demás invitados…
-Claro muchacho –replicó el anciano.

Atemu se dirigió hacia el mayordomo que el esperaba n la puerta sin antes volverse hacia Joey.

-Espero que disfrutes tu estancia aquí, Joey.
-Gracias, Atemu –contestó el rubio. Algo sabía el Faraón.





El resto de los invitados eran conocidos de Atemu en el Museo. Más tarde llegó Tristán que casi mata a Joey de asfixia al abrazarlo tan fuerte de la alegría de volver a verlo. Cuando todos se saludaron entre sí, el mayordomo los guió hasta el comedor donde un adolescente les esperaba.

-Gracias a todos por venir esta noche y compartir con los Kaiba este día tan especial.

Todos aplaudieron mientras Joey sentía que su mandíbula tocaba el suelo. Ese chico no era otro que Mokuba pero los años lo habían hecho un jovencito tan parecido a Seto cuando tenía su edad. Vestía un lujoso traje blanco con una actitud firme que le decía al rubio la fuerte influencia del Kaiba mayor en él.

Mokuba saludó con una inclinación de cabeza a cada uno de los invitados, indicándole su lugar en la mesa. Fue entonces que se dio cuenta de la presencia de Joey. Al verlo su mirada pasó de sorpresa, alegría, confusión, tristeza y enojo en un instante. Siendo un Kaiba, recobró la compostura y extendió una mano segura hacia Joey.

-¡Qué gusto verte, Joey! Bienvenido.
-Hola Moki ¡Qué grande eres! Parece que ya no eres un chibi ¿no?
-No, ya no –contestó secamente Mokuba- Wilson, por favor, prepara un lugar más. Ven Joey, por aquí.

La larga mesa se ocupó dejando las orillas vacías, Yugi, Tristán y Joey sentados en las esquinas de un extremo mientras que Mokuba y Solomon en el otro. Los sirvientes se adelantaron para servir el vino y encendieron las velas dispuestas a lo largo mientras otra fila entraba con la cena. A una señal de Mokuba se sirvió la champaña, cuando todos tuvieron cu copa, el chico se levantó para dar un pequeño discurso.

-Estoy muy contento de que todos ustedes estén aquí, conmigo. Muchas gracias de corazón. Ahora quisiera que se pusieran de pie para recibir a nuestros festejados que celebran su segundo aniversario de bodas. Por favor…

Si Mokuba dijo algo más, Joey no lo escuchó, su copa en su mano comenzó a vacilar al oír las últimas palabras del chico. Ahora todo tenía sentido. Un enorme dolor oprimió su corazón. No esperaba lágrimas ni tampoco una sonrisa, pero nunca imaginó ese escenario.

Un par de mozos abrieron las puertas dejando entra a la pareja. Ambos vestían seda negra con un porte seguro. Joey no podía despegar sus ojos de Seto Kaiba. El ojiazul lucía como él lo recordaba, su rostro frío y su mirada calculadora, su cabello castaño impecablemente arreglado. El poderoso CEO de la Corporación Kaiba seguía siendo el amo de los dragones.

Aplausos trajeron de vuelta a Joey de su reflexión.

-Gracias amigos, -habló Atemu tomando de la mano a Seto- Mi Tesoro y yo estamos muy felices de celebrar un segundo año de matrimonio y aún más compartirlo con los más cercanos amigos.
-¡BRAVO! –gritó uno de los invitados.

Otra oleada de aplausos se hizo escuchar al tiempo que Atemu se acercaba hacia Seto para darle un tierno beso en los labios y acariciar su mejilla. Para sorpresa de Joey, el impasivo CEO se sonrojó y sonrió al Faraón tímidamente. Este tipo de reacción, en otro tiempo, era imposible de ver; pero parecía que Atemu había traspasado algunas barreras en el corazón de Seto.

La pareja se separó para dirigirse a cada extremo, Seto recorrió con su mirada a toda la mesa y Joey sintió su corazón detenerse. Estaba a punto de fijarse en él. Con un nudo en la garganta, el rubio trató de moverse o hacer un gesto como saludo pero su cuerpo parecía no obedecerle. Entonces se dio cuenta del vacío con que Seto le miraba.

Cero reproches. Cero rencores.

Como si nunca hubiera ocurrido nada.

Le miraba con desdén e indiferencia.

-Joey ¿te sientes bien?
-¿Eh? Lo siento Yugi, estoy bien gracias –contestó un tanto distraído.
-Ya sabía que te ibas a sorprender. Atemu y Seto ¿qué tal?
-Y que lo digas viejo.
-¿Qué hablan de mí, aibou? –preguntó el Faraón sentándose entre ellos.

/Perfecto, ahora tengo al Faraón a mi lado toda la estúpida cena/

-Oh, nada Yami, sólo la bonita pareja que hacen tú y Seto…
-Mi Tesoro y yo fuimos hechos el uno para el otro –replicó triunfante Atemu- Así lo quisieron los Dioses.

Joey hizo un esfuerzo titánico por no escupir su vino al oír tales palabras, tosiendo ligeramente.

-¿Te ocurre algo, Joey? –inquirió el Faraón- Has estado distante y pensativo toda la noche.
-Estoy bien, no se preocupen…/¡demonios, Atemu! Es por el viaje…
-Yugi dijo que te quedabas de vacaciones, Joey ¿Tienes dónde quedarte? Puedo ofrecerte esta humilde casa –ofreció diplomáticamente el Faraón- Eres mi amigo y no quiero que vuelvas a ese barrio…

Joey sabía que se refería al lugar dónde estuvo viviendo durante la preparatoria junto a su padre, ahora fallecido. Pero el ya había desechado esa opción, aún no tenía claro donde vivir, pero en la Mansión Kaiba definitivamente no.

/ ¡Fantástico! Yo viviendo aquí entre Seto y Atemu…/

-¿Qué diría Kaiba? –preguntó Joey tratando de rechazar la oferta.
-Mi Tesoro hace lo que yo digo y además no creo que le moleste que vivas aquí, Joey –contestó el Faraón dejando al rubio boquiabierto- ¿Qué pasa?
-Bueno… yo… es que…
-Jiji, lo que pasa es que a Joey aún le cuesta creer que tú seas esposo de Seto Kaiba, “el Seto Kaiba” si me entiendes Yami –intervino Yugi riéndose.
-Compréndelo, Atemu –se unió Tristán- A nosotros nos ocurrió lo mismo…
-Ah, ya comprendo. No es ninguna maravilla, Joey. Seto tiene un corazón como todos y fui yo quien se adueño de él –explicó remarcando las últimas palabras
-Oh…

/Así es Joey, tú ya nada tienes que hacer aquí/





El resto de la cena se fue entre pláticas superficiales y bromas. Joey no tenía el valor de levantar la cabeza para mirar a los demás, mientras que el Faraón tenía una sonrisa que no le cabía en el rostro, llamando la atención del ojiazul que levantó una ceja en un gesto de interrogación recibiendo sólo por respuesta un beso al aire de Atemu.

Seto había notado lo raro que lo había visto Joey. No entendía como alguien como él había tenido el valor de presentarse así en su aniversario pero esto parecía hacer feliz al Faraón. Le había observado de reojo mientras hablaba con su esposo notando a Joey con una cara que parecía estar en un funeral.

¿Acaso Joey Wheeler estaba enamorado de su Atemu? Pero eso no explicaba su mirada…

Cuando Mokuba anunció que pasarían al salón de baile el rubio cruzó de nuevo su mirada con él. Seto sintió una leve punzada en el pecho. Joey le veía con una especie de devoción que confundió más al ojiazul, haciéndolo sentir incómodo.

Pero no tuvo tiempo de analizar esa sensación porque los brazos posesivos del Faraón le rodearon para llevarlo al centro del salón cuando un vals comenzó a escucharse. Los profundos ojos violetas de Atemu le embargaron al tiempo que éste le sonreía.

-¿Listo, Mi tesoro? –le preguntó rodeando su cintura y tomando su mano.
-Sí, Mi Faraón –contestó ganándose con eso un rápido beso.

Seto recargó su barbilla en el hombro de Atemu mientras giraban alrededor del salón, seguidos por los aplausos de los invitados que los rodeaban. Su mirada volvió a encontrar los ojos claros de Joey, que estaba en un rincón contra la pared.

Estaba llorando.

/Pero… ¿por qué?... eres patético Wheeler…/ pensó Seto cerrando sus ojos y hundiendo su frente en el cuello de Atemu.

-Te amo –le susurró al oído el Faraón.
-Te amo –musitó el ojiazul.




Esos desconsolados ojos dorados no se borraban de su mente.

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