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El Amor Después por clumsykitty

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EL AMOR DESPUES.


El amor después
del amor tal vez
se parezca a este
rayo de sol.

Y ahora que busqué,
y ahora que encontré,
el perfume que lleva al dolor.

En la esencia de las almas,
en la ausencia del dolor,
ahora sé que ya no puedo
vivir sin tu amor…
……………………..El Amor Después del Amor, Fito Páez



Capítulo 8. El Fénix



La motocicleta corría a toda velocidad por la autopista. Su conductor portaba un traje de corredor negro con motivos rojos. Al divisar el muelle se desvió para tomar la carretera que llevaba a las casas y bodegas cercanas a la playa donde le esperaba un chico de cabellos tricolor con un papel estrujado en la mano y llorando a ríos.

Frenando de golpe, Tristán se quitó rápidamente el casco negro y se plantó frente a Yugi que al verlo renovó su llanto.

-¡Por Dios, Yugi! ¿Qué pasó?
-…s-se fue, Tristán –contestó entre sollozos- se fue…
-Pero… ¿qué pasó? ¿Te dijo algo?

Yugi sólo le extendió el papel que apretaba contra su pecho. Aún sin entender, Tristán lo extendió y comenzó a leer en voz alta:

“Yugi,

Siento haber ocasionado problemas. Fue un error haber vuelto cuando todos son felices sin mí. Despídeme de tu abuelo y Tristán. Diles que los quiero mucho. Aquí nadie me necesita.

Adiós,

Joey Wheeler”
Tristán no podía creer lo que leía, con el rostro perplejo miró a Yugi que tenía la vista perdida en el océano.

-Dime Yugi que esto no tiene nada que ver con la cena con los Kaiba.

Pero el otro no le contestó, su mirada buscaba en las aguas azules a su amigo. Joey había vuelto a buscar algo. Algo muy importante.

Pero no encontró nada.

-Joey ha perdido –habló más a sí mismo que a Tristán.

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Chicago, U. S. A.

La lluvia no había cesado en horas, el tráfico estaba insuperable y el trabajo fue una total y absoluta porquería. El supermercado estaba atascado y las bolsas que le habían dado estaban a punto de romperse.

-Pero claro, yo necia con vivir aquí. ¡Otra grandísima idea, Angie! –rumiaba para sí la rubia buscando sus llaves con los dedos empapados.

Con enojo abrió su puerta, cerrándola con una patada. No podía encender las luces, así que a ciegas caminó hacia la barra de la cocineta justo a tiempo pues las bolsas cedieron ante el peso de los comestibles.

-¡HEY SNIFFLE! ¿Dónde estás? –llamó Angie, quitándose la gabardina- Perro estúpido, lo menos que puedes hacer es saludarme ¡¿Dónde diablos te has metido?! ¡SNIFFLE!

Un gemido lento fue su contestación. Provenía de una esquina de la sala-comedor. Por las luces de fuera, pudo distinguir la cola del collie moviéndose lentamente. Parecía estar con el hocico hacia la pared.

-¿Sniffle?

Preocupada por el estado de su can, encendió las luces del departamento, que iluminaron de golpe el lugar.

-¡AAAAHHHH! –gritó aterrada- ¡MALDITA SEA, JOEY WHEELER! ¡ERES UN IMBECIL!¡¿Quieres matarme de un susto o qué?! –Angie se detuvo cuando su razón entró en acción- ¿Joey? ¿Qué haces aquí? Oye…

Se acercó a él para notar un fuerte olor a alcohol. Sniffle estaba echado a su lado preocupado mientras le lamía la mano que torpemente le acariciaba. Una botella de brandy estaba tirada a su lado, vacía. Joey tenía los ojos vidriosos y sus movimientos eran lentos y torpes como su manera de hablar.

-…amiga… hic… h-hola…

Angie supo inmediatamente que algo malo le había ocurrido en Ciudad Domino, porque sólo había visto así a Joey en dos ocasiones. La primera cuando le dieron la noticia de que su padre había muerto en un choque por abuso de alcohol y la segunda cuando Mai Valentine se casó con Duke Devlin. En silencio, ayudó a levantarse a su amigo y lo llevó a la ducha mientras ella se fue a la cocina a prepararle café.

Quince minutos después apareció Joey en la bata de baño de Angie con la cara llena de vergüenza. La rubia sólo se limitó a servirle una taza con café, mientras tomaban asiento en la barra.

Después de varios sorbos, Joey se dio valor para encarar a su amiga.

-Lo siento, Angie, pero no sabía a dónde más ir –dijo con pena- pensé que tal vez Sniffle querría compartir su colchón conmigo… -bromeó bajando la vista hacia el perro que se acurrucaba a sus pies- Soy un perro.
-Y que lo digas –contestó la otra- no sé como mi casera te dejó pasar, pero en fin. Ahora estás aquí. Así que… dime ¿Qué pasó?


Angie escuchaba atenta todo lo que le decía Joey, apenas parpadeando. Cuando el café se acabó al tiempo de la narración, ella suspiró profundamente.

-Espera un momento, Joey. Déjame ir por mis cigarros –dijo levantándose rápida hacia los estantes y volviendo con uno de ellos en la boca- Tengo que pensar.
-No hay nada que pensar. He perdido.
Angie dio varias bocanadas.
-Sabes bien que soy tu amiga incondicional desde que nos conocimos en el curso de la Universidad y creo que a pie juntillas todo lo que me has dicho. Perdóname, pero no me queda claro una cosa, Joey.
-¿Qué es?
-¿Cómo es que Atemu pudo borrar un amor tan profundo con pura magia? Ya me habías dicho lo poderoso que era en eso de los Duelos de Monstruos. Pero mi amigo, una cosa es un duelo y otra el amor.
-Pues lo hizo y ya, Angie –contestó con amargura el rubio.
-No, no, no, no, no –negó con la cabeza- no entiendes, Joey. Ese chico te recuerda, pero no te ama, al parecer porque ese mentado Faraón es su amante impostor ¿cierto?
-No parece, es, Angie –replicó Joey- Seto me considera en el mismo nivel que la basura de la calle. Sólo tiene ojos para Atemu. Yo ya no tengo nada que hacer en Ciudad Domino…

Angie no contestó y terminó lo que quedaba de su cigarro. Miró un rato a Joey antes de alejarse y entrar a su recámara. El rubio solo escuchaba el sonido de cajas moviéndose y algunas cosas caerse y romperse. Después de varias maldiciones, objetos rotos y uno que otro golpe, Angie apareció con un pequeño paquete en la mano.

Sentándose de nuevo frente a Joey y con las manos en su regazo, clavó sus ojos verdes en los dorados del rubio.

-Eres mi mejor amigo y lo sabes. Sabes que te amo ciegamente y que te apoyaré hasta mi muerte, incluso más allá. Pero como amiga es mi deber decirte también la verdad.
-¿Y es? –preguntó temeroso Joey.
-Que eres el perro más desgraciado sobre la faz de la Tierra.

Joey rió tristemente y se llevó las manos a la cara. Angie aprovechó ese momento para poner el paquete que tenía en el regazo sobre la barra, desenvolviendo varias cartas.

-Recuerdo cuando me contabas tus aventuras como duelista –decía mientras extendía la baraja entre ambos- de cómo salvaste al mundo de un tipo con una esposa muerta, de un egipcio loco, de un ojo gigante, de niños malcriados, y demás; hasta recuerdo de tu viaje al Egipto antiguo para ayudar a tu amigo el Faraón ha recuperar su memoria.
-Irónico ¿no? –contestó Joey sin apartar sus manos de su rostro.
-Peleaste por ganar dinero para la operación de Serenity, peleaste para salvar a Mai del Reino de las Sombras, peleaste para rescatar el alma de tu amiguito Yugi, peleaste por varias razones y hasta para darle al mundo un futuro mejor…
-…. Angie –le amonestó Joey. No entendía a dónde quería llegar su amiga.
-¿Y ahora no puedes pelear por ti?

Joey frunció el ceño y apartó sus manos. Su rostro cambió de expresión al ver extendido frente a él su monte de cartas de Duelo de Monstruos.

-…. –no sabía que decir.
-Yo las guardé cuando te fuiste a Corea.
-Pensé que las había perdido –dijo atónito aún.
-Nop. Algo me decía que un día las necesitarías y creo que es hora…
-¿Cómo van a servirme, Angie?
-No soy muy buena en esto, pero si me enseñaste bien puedo decirte que Atemu es ahora tu rival y ha acabado con tus cartas más poderosas y te ha dejado sólo con cartas mágicas y monstruos débiles que no pueden darte la victoria…
Joey levantó una ceja divertido pero no la interrumpió.
-Pero ha cometido un error de estrategia fatal… olvidó que tienes la mejor carta rara que hay en el mundo –sentenció levantando una carta frente a Joey.
-¿El Dragón Negro de Ojos Rojos?
-El Amor, Joey –corrigió riendo- El amor que puede volver a nacer después de haber amado. El Amor después del Amor

El rubio la miró como si se hubiera vuelto loca hasta que comprendió. Unas lágrimas se asomaron en sus ojos, mientras le sonreía incrédulo y feliz.

-Con esta carta –continuó Angie- podrás recuperar a tu ojiazul y terminar con tanto dolor, amigo mío. Serás entonces el dueño del corazón del Dragón Blanco de Ojos Azules.
-Angie…
-Pero no será fácil la batalla –dijo tomando otra carta- porque el Faraón controla a Seto. Tendrás que recibir primero los ataques del dragón.
-Discúlpame Angie, pero no entiendo como los Chivos Expiatorios van a ayudarme.
-Tienes que debilitar primero al dragón para hacerlo vulnerable a tu carta trampa…
-¿El Dado Mágico?
-Seducción…
-Oh.
-Y cuando haya hecho la jugada que quieres, activas tu carta mágica…
-¿El Mago del Tiempo?
-Sexo.
-¡Oye!
-Necesitas poseer al dragón ojiazul en todos los sentidos, Joey, para poder apartarlo de Atemu que no dudo usará sus poderes para retenerlo. Pero ninguna magia funcionará contra la tuya.
-Uh… ¿el amor?
-Así es, porque nadie puede ser forzado a amar a alguien. Tú irás con Seto y lo conquistarás y el Faraón con todos sus milenios encima no podrá evitarlo.

Joey secó sus lágrimas y recogió sus cartas. Angie tenía razón. Esto era como un duelo. Tenía que ver todas sus opciones para saber la mejor estrategia para recuperar el amor de Seto Kaiba.

/El Faraón es un maldito desgraciado…/

Esa confesión por parte de Mokuba le dio una idea. Sonriendo triunfante, Joey se levantó de momento, despertando a Sniffle y asustando a Angie.

-¿Sabes, Angie? Tienes razón… y ya sé como voy a ganar.

Antes de que ella le contestara salió corriendo del departamento. Angie fue tras él pero era tarde porque se había esfumado.

-¡JOEY! ¡Todavía está lloviendo! ¡Argh! –gruñó azotando la puerta- ¡Primero me roba a Wanda y ahora se lleva mi bata! ¡JOEY WHEELER ERES UN MALAGRADECIDO!
-¡ARF!
-Sí, lo sé, Sniffle.

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