Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El fuego en mí por Daggett

[Reviews - 60]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 Episodio 16

 

La sonrisa del Diablo 

 

 

Un automóvil rojo aparcaba por la sucia callejuela, el chico que conducía, Rocky, pensaba que nunca había estado en tan horrible lugar.

Bajó del automóvil, miraba para todos lados, algunos niños jugaban baloncesto en la calle, les miraba con lastima.

 

De la puerta trasera del auto emergió una chica de cabellos rojos, la melena le llegaba al hombro, parecían dos cortinas de fuego que le cubrían parte del rostro. Vestía un traje de forma ceñida del mismo color de su cabello.

 

-¿Qué, Acaso nunca habías estado en un lugar así? Pero si eras un…

 

-no me gusta recordar mi pasado, Diana…

 

 

La chica sonrió burlonamente, se aclaró la garganta para continuar.

 

 

 

-bien, no tienes por que acompañarme, tan solo cuida el auto.

 

-no, yo quiero acompañarte, no soy como los inútiles de Marina y Dante.

 

 

Diana volteó muy rápido, el chico retrocedió un paso sabiendo que había cometido un error.

 

 

 

-jamás…vuelvas…a mencionarlos, si aprecias tú vida.

 

-perdóname no quise…

 

-ya, ya…- Diana volvió a sonreír ante el asustado chico, le asombraba lo  voluble que era la pelirroja.- como decía…cuida el auto, yo iré a la sonrisa del diablo, no tardaré, recuerda que tengo una cita en la cabaña.

 

-pero, Diana… ¿piensas ir?

 

-por supuesto, y lo haré sola…después de esto te dejaré en las oficinas y me iré a la cabaña.

 

 

Rocky asintió, ya había dichos muchos “peros” y aún lo asombraba el poder respirar.

 

 

Diana se alejó del auto hacia una calle peligrosamente empinada, tenía que caminar con cuidado para no irse rodando.

Una vez abajo, el panorama era peor, pobreza extrema era solo lo que se respiraba en el ambiente. Llegó hasta el final de la calle y entonces pudo ver el letrero:

 

 

 

 

La sonrisa del Diablo

 

 

 

 

Diana sonrió, le traía muchos recuerdos el volver al lugar. Ya frente a la tienda, estaba a punto de empujar la puerta para entrar, cuando un hombre calvo, pero bien vestido salía a toda prisa del lugar, en cuanto se topó con la pelirroja se cubrió la cara y se fue.

 

Diana entró al lugar. Cuando la puerta se cerró,  sonó el ruido de una campanita.

 

 

-¡¡EN UN MOMENTO LE ATIENDO!!

 

Se escuchó el grito de una joven voz varonil. Eso, a Diana le extrañó, la última vez que visitó la tienda no había ninguna joven voz.

El lugar era bastante amplio, varios estantes lo adornaban con todo tipo de artilugios. En el centro había una mesa con cuatro sillas, Diana sonrió de solo imaginar para que sería.

 

La chica se paseaba revisando algunos estantes, Cuando lo hacía, limpiaba sus dedos que se manchaban por el polvo del lugar. Observaba las velas, cabezas pequeñas demasiado espeluznantes, en otro estante había cajitas que guardaban peligrosos contenidos, escorpiones y algunas otras alimañas seguramente muy peligrosas.

 

 

-lo siento, pero supongo que el polvo le da un buen ambiente al lugar-. Dijo un joven, detrás del mostrador.

 

-no te preocupes (sonriendo) he estado en lugares peores, particularmente…este es de mi agrado, parece un mini-Hogwarts.

 

-¿un mini que?

 

-¿sabes? No te matará leer un libro de vez en cuando.

 

 

 

El chico se encogió de hombros, era alto, moreno. Llevaba el cabello largo amarrado a una liga.

 

 

 

-¿en que puedo ayudarla?

 

-quiero un puño de polvo rojo, pero no lo veo en los estantes.

 

 

El chico se atragantó con la saliva

 

-es que…cof…cof…las cosas que verdaderamente sirven las tengo acá atrás (señalando tras de él una cortina gruesa de color rojo).

 

-Ya veo…oye debes revisarte esa tos.

 

 

Diana se acercó al mostrador, viendo la turbación del chico, lo que menos quería era que este le negara a venderle los dichosos polvos.

 

 

-anda… ¿Cómo te llamas?

 

-llámame Rex.

 

-bien, Rex…no me hagas perder el tiempo y dame los polvos.

 

-pero es que…mi abuelo…él me dijo que esas cosas no…

 

-¡¡PARA QUE DIABLOS TIENES ALGO EN UNA TIENDA Y LUEGO NO PIENSAS VENDERLO!!

 

 

El chico retrocedió un poco ante los gritos de Diana. Esta, respiró hondo para tratar de calmarse.

 

 

-ya que lo mencionas, tu abuelo… ¿Dónde esta?

 

-muerto

 

-es una lastima, ¿sabes? Hace mucho hice tratos con él, me vendió una linda joya. Me ha servido mucho.

 

 

 

El chico asintió tímidamente.

 

-¿era una joya en forma de punta de color rojo?

 

 

Diana entornó las cejas, eso no se lo esperaba.

 

 

-¿tu abuelo te habló de ella?

 

-eh,  no mucho…solo me dijo que nunca debió venderla, pero que el comprador fue muy persuasivo.

 

 

-si…lo fui, amenacé con matar a toda su familia de forma muy violenta.

 

 

La naturalidad en la que hablaba Diana hizo que Rex volviera a toser.

 

 

 

-cálmate, Rex…si me vendes lo que vine a buscar, nada va a pasar.

 

-¿que habría de pasar?

 

 

Rex tuvo un momento de valentía, realmente una chica hermosa no le iba a intimidar en su propia tienda.

Diana notó el gesto y decidió ser más persuasiva.

 

-¡rayos! Siempre me pasa lo mismo, no consigo la atención de mis victimas hasta que…

 

 

 

Enseguida los ojos de Diana cambiaron al negro, el chico ahogó un grito de terror, las cosas en la tienda comenzaron a moverse, algunas se cayeron haciendo un fuerte ruido.

 

 

-¡¡ya basta por favor!! (Gritaba el chico aterrado)

 

 

Diana cerró los ojos, al abrirlos de nuevo volvía a tener la tonalidad azul, de inmediato las cosas dejaron de moverse. Todo estaba en calma de nuevo.

La chica se apoyó con ambas manos sobre el mostrador, muy cerca de Rex.

 

-bien, Rex…ya sabes con quien estas tratando, ahora…¡¡QUIERES ENTRAGARME LOS MALDITOS POLVOS!! Si…lo haces rápido, tal vez te pague.

 

 

El asustado chico corrió tras la cortina y en menos de dos minutos salía de nuevo con una pequeña bolsa de terciopelo, amarrada por una fina cuerda de color oro.

 

 

-aquí…lo tienes…por favor vete.

 

-no eres muy amable, Rex.

 

 

Diana se guardó en su bolso el pequeño bulto y sacó otro con dinero, lo arrojó despectivamente.

 

 

-ahí esta el dinero.

 

Acto seguido la chica se encaminó a la salida. Antes de salir volvió a mirar al asustado chico para hablarle:

 

 

-nos vemos pronto, Rex.

 

 

El aludido esperaba que eso nunca ocurriera.

 

 

 

 

********************   

 

 

 

 

 

Alex se miraba al espejo, vestía unos vaqueros y una camisa blanca de mangas cortas. No es que le importará su apariencia, quería calmarse frente al espejo, era un ritual para emerger el frío carácter.

Fastidiado, tomó de su cama el mapa que le indicaría como llegar a la cita y salió, casi corriendo, bajando las escaleras saltando un par de escalones.

 

Estando afuera, en el jardín…pensaba llevarse algún auto de la cochera. De inmediato desecho la idea, no tenía la edad legal para conducir y no quería retrasarse por tener problemas con algún oficial de transito.

Corrió hasta el portón que daba a la calle, tomaría un taxi.

 

Ya estando afuera, comenzaba a desesperarse, pues al ser zona residencial no era muy común que algún taxi pasara.

De pronto, escuchó un ruido de una motocicleta que se paró junto de él.

 

 

-¿hey lindo, a donde vas?

 

-Kyle, en tú jodida vida vuelvas a llamarme lindo

 

-veo que estamos de malas.

 

 

Kyle bajó de la motocicleta, llevaba un traje de motociclista de color negro, cuando se quitó es casco,  unos mechones rubios cayeron graciosamente por sus ojos. Ahora, Kyle le sonreía abiertamente. El chico parecía tener una sonrisa limpia que buscaba recibir otra a cambio del ahora Frío, Alex.

 

 

-Alex, vamos…pareces tener prisa. Con la moto llegaremos rápido a donde quieras.

 

 

 

Alex no se decidía, en verdad el chico no era de su agrado, pero tenía razón. Debía llegar a la montaña rápido.

 

-esta bien, quiero llegar aquí.

 

 

El pelinegro le extendió el mapa. El rubio lo miró con incredulidad, después miró al chico con preocupación.

 

-Alex, este lugar es muy solitario, no deberías…

 

-solo tienes que llevarme.

 

-no lo digo por eso, te acompañaré, no te dejaré solo.

 

-NO…solo me llevaras y te regresas.

 

 

El rubio negó con la cabeza. Alex fastidiado comenzó a caminar alejándose.

 

-¡espera! Te llevaré

 

-¿y luego te iras?

 

-como quieras.

 

 

El rubio extendió su mano, pero Alex no la tomó. Ahora ambos estaban en la moto, Kyle conduciendo y Alex atrás.

 

-anda, abrázate a mi o te caerás

 

 

Alex a regañadientes le abrazó y la moto comenzó a andar muy rápido. Alex cerró los ojos, odiando reconocerse asustado.

 

-¿sabes? ¡¡Me gusta la velocidad. Thomas y yo siempre competimos en carreras clandestinas!!

 

 

Alex ya había visto a Thomas, el novio de Lucy en su moto, pero nunca pensó que Kyle tenía una.

 

 

-¡¡AGARRATE LINDO!!  SUBIRÉ LA VELOCIDAD.

 

Alex se aferró más fuerte al cuerpo del rubio, este solo sonrió con satisfacción. El ruido, el viento dándole fuerte en el rostro hicieron que Alex cerrará los ojos, se apoyó un poco en la espalda del rubio, este se sintió un poco gustoso ante aquello.

 

La motocicleta giraba en aquel camino rocoso que conducía a la montaña, la velocidad bajó y Alex se enderezó un poco avergonzado, solo 10 minutos más y llegaron.

 

 

-debe ser ahí, mira Alex…ahí hay una cabaña.

 

 

La moto paró por completo, Alex bajó en seguida de ella.

 

 

 

-gracias…ahora, por  favor vete.

 

-Alex, este lugar…no me gusta, no quiero dejarte aquí.

 

-no eres nadie para preocuparte por mi, ¡vete ya!

 

 

 

Los ojos de Kyle mostraron desilusión al verse tan fríamente rechazado. Alex no lo tomaba en cuenta, su mirada estaba fija en un automóvil rojo que estaba estacionado el lado de la cabaña, casi cubierto entre los árboles.

 

 

-esta bien, Alex…me marcho.

 

 

 

Alex no respondió, esperó hasta que el rubio se fuera y entonces se dirigió hasta la cabaña.

Por fuera, no parecía tan fea, de hecho se veía que era una cabaña perfectamente habitable.

Pero, el saber a que a había venido y la persona que estaba aguardándole dentro. Eso si asustaba.

Alex decidió entrar sin tocar, estaba abierto. Dentro podía verse una pequeña sala, amueblada, una alfombra de color café oscuro. La chimenea estaba prendida, en verdad, el lugar era agradable.

 

 

-llegaste puntual.

 

 

 

Alex volteó violentamente, del pasillo salía la figura de aquella pelirroja, una chica linda en verdad, nadie podría decir el mal que se escondía dentro de ella.

 

 

 

-como veras, no soy cobarde…aquí estoy.

 

-cierto…eres… ¿Alexander Dumas? Aún recuerdo tú presentación, en el departamento.

 

 

 

Diana avanzó y se sentó frente a él en un sillón, junto de ella estaba una pequeña ventana donde podía verse el bosque.

 

 

-ponte cómodo.

 

-la verdad, es que quisiera, que lo que vaya a hacer…lo haga rápido.

 

-Alexander Dumas, valiente y desesperado.

 

-señorita, por favor…

 

-no, no…nada de señorita, eres el ¿novio? De mi sobrino. Digamos que somos familia.

 

 

 

Diana rió, Alex  le atemorizaba la forma tan cordial en que se comportaba, aunque a decir verdad, ella fue extrañamente amable con él. Recordó que hasta quería quedárselo, enfureciendo a Dante.

 

 

-dime, por que estoy aquí…

 

-no lo sé

 

 

 

Diana dejó de mirarlo, ahora su vista estaba enfocada en el bosque.

 

 

 

-¿aún no sabes que hacer conmigo? En tú carta decías que si venía, salvaría la vida de Max.

 

-¿en serio? (aún sin mirarlo)

 

-no juegue conmigo, por favor.

 

-no lo hago.

 

 

Diana volvió a mirarlo, ahora había un extraño brillo en sus ojos azules.

 

 

-Alex, voy a matarte, eso es todo.

 

 

El chico se estremeció, tan simple como aquellas palabras, esa mujer lo estaba sentenciando a muerte. El sabía que iba directo a una trampa, pero, realmente guardaba una esperanza de salvar la vida de Max y la de él mismo.

 

 

-pero, lo dijo…su carta dice.

 

-YO NO TE MANDE NINGUNA CARTA

 

 

 

Alex se llevó las manos al pecho, por el susto de aquel grito y por la repentina información.

 

 

-voy a  matarte, Alex…se lo prometí a Dante y siempre cumplo mis promesas.

 

 

Diana se levantó y se acercó al chico, este retrocedió dos pasos hasta que se topó con pared. La pelirroja se acercó a su oído para susurrarle.

 

 

 

-no te mataré hoy, descuida…la promesa incluía que Max te viera morir.

 

 

 

Alex ahogó un quejido por el miedo de tenerla tan cerca y sentir su respiración en su oído. La chica se alejó de él, se dirigía a la puerta de salida. La abrió…

 

 

-Anda, Alex…es tú día de suerte.

 

El chico salió dando grandes zancadas aún sin comprender. Ya estando afuera, corrió hasta Diana que estaba por subir a su auto, trato de jalarla del brazo pero de inmediato su cuerpo fue despedido y cayó dando un gran golpe en la tierra, estaba sobre un par de rosas secas, la tierra ahí era más blanda, por algún extraño motivo.

 

 

-que pretendías hacer, niño estupido. Deberías alegrarte por que te he dado un día más de vida.

 

-yo…yo…solo, quiero saber por que me hiciste venir y luego…

 

-ya te dije que no te hice venir…tú y yo hemos caído en una trampa.

 

-¿QUE?

 

 

Diana miraba alrededor del bosque, parecía buscar algo especial, mientras Alex seguía sentado en la tierra.

 

 

-lo que escuchas. Yo recibí una carta donde se me decía, que si venía aquí, a esta hora, encontraría un lindo regalo. Claro que te mataré, pero será cuando yo quiera y en mis términos. No voy a ceder a quien nos trajo aquí.

 

 

Alex, entornó la cejas ¿acaso sería posible? Diana en verdad parecía perturbada. De pronto la chica se acercó rápido hacia él y de un empujón lo quitó del lugar donde estaba.

Alex se levantó y limpió sus ropas llenas de tierra.

Diana tomó una rosa seca del lugar donde estaba Alex.

 

 

-así que es aquí donde ese hijo de perra te dejó.

 

-¿disculpa?

 

 

Pero Diana ni siquiera lo escuchó, estaba muy interesada mirando el lugar donde descansaba otra rosa marchita.

Los ojos de Diana cambiaron, la tierra comenzó a moverse. Algo parecía salir de ella. ¡¡Un cuerpo!!

 

-¡oh dios que haces!

 

 

Diana volvió a ignorarlo, el cuerpo salió a flote como si la tierra fuera agua. El cuerpo de Marina estaba sobre la tierra, el lugar se llenó con el hedor de la muerte. Alex se llevó las manos a la boca para evitar oler la peste.

Diana estaba inmutable, solo miraba el cuerpo sin ninguna emoción.

 

 

-después de todo, no fue una perdida de tiempo venir aquí. Te encontré, Marina.

 

 

 

Diana sonrió, de la bolsa de su ceñido pantalón sacó el saquito con el polvo rojo. Acto seguido, lo vertió en el cuerpo de Marina. Alex no podía  escuchar las extrañas palabras que Diana pronunciaba.

Cuando hubo terminado, el cuerpo de Marina se movió. Alex creyó que lo había imaginado. Pero aquel cuerpo se estaba levantando con gran esfuerzo frente a Diana, esta retrocedió un paso mientras admiraba la escena con una sonrisa.

 

 

-bien Marina, bien…es la primera vez que hago esto, no pensé que funcionaría.

 

 

El cuerpo de Marina abrió los ojos, Alex observó que ya ni siquiera tenía uno. El ojo derecho era una nube blanca grotesca y el otro era vidrioso y igualmente de horroroso.

 

 

-Diana…por…que…

 

La voz era terrible, podía escucharse como la chica hacía un gran esfuerzo para hablar. La garganta la tenía que tener pegada. Alex se llevó la mano a la boca cuando vio que algunos gusanos salieron de la boca de Marina.

 

 

 

-información, solo eso, Marina.

 

-pre-gun-ta- ya-quie-ro-  Vol.-ver-a-descansar-

 

-fue Dante, eso lo sé. ¿Como lo hizo?

 

-me extran-gulo.

 

-¿quiso convencerte de que lo ayudaras con matarme?

 

-ssii

 

-y…tú no lo hiciste. ¿Por qué?

 

-celos.

 

 

 

Diana bufó molesta, era algo que ya se imaginaba y le dolía comprobar.

 

 

 

-lo sabía…no era por fidelidad a mi. Dante se iría con Max y no lo soportaste. ¡¡AMBOS FUERON UNAS RATAS TRAIDORAS!!

 

-Diana…rom-pe  el hechizo. Ten-go  HAMBRE.

 

 

 

Alex abrió los ojos con terror. ¿Que quería decir con…  hambre?

 

 

-nada de eso, Marina. Lo pensaba hacer. Obtener respuestas y dejarte descansar. Pero…viendo lo sucia traidora que eres…

 

-por fa-vor

 

-NO… tanto tú como Dante quisieron escapar de mí, ahora ni muerta dejaras de ser mi esclava. Es un justo castigo. ¡¡ANDA, AL AUTO!!

 

 

 

Marina comenzó a andar, la cabeza se ladeaba de forma grotesca. Alex que estaba cerca del auto corrió alejándose de él, ahora estaba frente a la cabaña. Diana se carcajeaba ante el susto de Alex.

 

 

-hiciste bien, Alex…ella me obedece por que yo hice el hechizo, pero ya le esta dando hambre y… tú eres un delicioso bocado.

 

 

Marina miraba de forma peligrosa hacia donde se encontraba Alex.

 

 

-Alex, ese cuerpo putrefacto andante…ella es Marina, ella fue la que accionó el arma que mató a tus padres, por ordenes mías, claro.

 

 

 

Después de rebelarle la odiosa información, se acercó al auto y le abrió la puerta al cadáver.

 

-anda, entra ya.

 

 

 

Diana cerró la puerta del auto y se dirigió a la parte delantera, ya estaba apunto de marcharse.

 

 

-nos veremos pronto, Alex.

 

 

 

La pelirroja le cerró un ojo, entro en el auto y se marchó rápidamente. Alex estaba petrificado, pálido y tembloroso. Nunca pensó ver algo así en su vida. Pensaba que esa mujer era el diablo. Solo el diablo podía hacer semejantes cosas.

Trato de caminar, dando algunos pasos llegó hasta un árbol donde se derrumbó. Se abrazó así mismo, tirado en la fría tierra. Nunca en su vida había estado más aterrado.

 

 

No sabía cuanto tiempo había pasando sentado junto al árbol, ni siquiera escucho el sonido de una motocicleta que aparcaba casi junto de él.

 

 

-Alex, aún estas aquí…estuve abajo, en la carretera, esperando a que bajaras.

 

 

 

Alex no le miraba, estaba en estado de shock

 

 

-¿Qué te pasa?- el rubio se inclinó y lo levantó del suelo, ahora le tomaba de los hombros, la mirada de Alex estaba perdida en ningún lado. –oh, Alex…yo no debí dejarte solo-. El rubio le abrazó fuertemente. Alex no correspondía al abrazo, ni siquiera se daba cuenta de la presencia de Kyle.

Pero de pronto sintió una extraña calidez , quizá era Max… realmente el chico no estaba conciente de nada. Alex comenzó a responder al abrazo, se aferró al cuello del rubio y comenzó a llorar de forma desesperada, ahora comenzaba a sentirse a salvo.

 

-Alex, estoy contigo, nadie te hará daño…sea lo que sea, puedes confiar en mi.

 

 

Kyle cerró más sus brazos en torno al chico, este se dejó caer al hombro del chico que le abrazaba. Necesitaba tanto sentirse a salvo. Estaba tan ensimismados el uno con  el otro que ni siquiera escucharon el ruido de un automóvil.

 

 

 

-¿¡¡QUE ESTA PASANDO AQUÍ!!?

 

 

 

Y al escuchar tan conocida voz, Alex regresó a la realidad, miró al chico que lo abrazaba, reconociéndolo. Lo alejó levemente y después miró a Max…a unos pasos de ellos y con la mirada azul convertida en tormenta peligrosa.

 

 

 

 

 

 

 

continuará...

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).