Hyoga abrió los ojos lentamente encontrándose con la cara preocupada de Seiya, al parecer no había sido un sueño ya que habían pasado años desde la última vez que durmió en la mansión Kido.
-¿qué acaba de pasar?-
-¿acaba?. Hyoga, dormiste dos días enteros, nos preocupaba que no despertaras... a todos- dijo lo último con un sonrojo que ni siquiera el supo porqué salió.
-entonces... eso quiere decir que...- sus ojos se comenzaron a humedecer para que seguido salieran lágrimas. Seiya lo tomó entre sus fuertes brazos y lo estrujó. -¡Shun me engañó!- gritó mientras lloraba a todo pulmón en el pecho de Seiya, sus compañeros de pelea que escucharon el grito corrieron hacia la sala para encontrarse con una escena muy bonita.
-ya despertó- comentó Shiryu mientras se acercaba al sillón y se sentaba al lado de Hyoga. -en verdad lo lamento Hyoga- le dio unas palmadas en la espalda para tratar de confortarlo, pero no bastó, solo empeoró las cosas.
Después de que el rubio lloró más de dos horas seguidas sobre un entumido Seiya, se levantó y se acercó al espejo más cercano que tenía. Se secó las lágrimas y se subió a dar una ducha para luego bajar 10 minutos después bañado, peinado y arreglado.
-bueno... ¿alguien me acompaña?, voy a sacar mis cosas de la casa- comentó mientras abría la puerta principal, nadie dijo nada.
-yo voy- comentó Seiya mientras se acercaba a el y colocaba su mano derecha en la espalda del ruso.
-yo los esperaré aquí con la princesa- comentó Shiryu.
-de acuerdo, volvemos en pocas horas-
Hyoga salió por la puerta siendo seguido por Seiya.
-y... dime Hyoga, ¿qué es lo que vamos a hacer?-
-... me voy a vengar-
Juntos subieron al auto de Seiya, Hyoga pidió conducir a lo que el castaño le cedió las llaves. Gran error. El rubio cuando manejaba enojado era peor que ir una una montaña rusa, arriesgó sus vidas más de 3 veces, las contó.
Pronto llegaron a una enorme fábrica para rentar camiones, ahí el rubio pidió el más grande que tuvieran. Luego se dirigieron a la casa que alguna vez compartió con Shun. La reja eléctrica se abrió gracias a que el rubio siempre tenía el control guardado en un bolsillo de su chaqueta en caso de emergencia.
Entraron el castaño y el rubio por las puertas de doble hoja.
-¿qué es lo que exactamente planeas hacer?-
-voy a dejarlo con un gran espacio lleno de NADA- al parecer el de cabello verde no se encontraba en casa. -excelente... ¡entren!- pocos segundos después entró un ejército de trabajadores vestidos de naranja- guarden todo lo de valor y que se vea caro, lo demás... destrúyanlo- El rubio junto con Seiya caminaban por la elegante mansión observando como guardaban las cosas en cajas y otros comenzaban a destruirla completamente.
-Hyoga, creo que esto es algo extremo... son medidas muy fuertes para castigarlo-
-para nada, y todavía no acabo... mira esto- sacó de una pequeña caja una cadena de plata con una estrella igualmente de plata. -¡¿quien lo quiere?!- todos levantaron la mano, el solamente lo aventó al aire dejando que cualquiera lo tomara.
-¡pero eso era de su mamá!-
-es una pena- observó los libros favoritos de Shun. -tengo una idea...-
Shun abrió la reja para poder entrar con su auto a la casa. Subió las escaleras de la terraza delantera y llegó a la puerta que tenía una nota pegada.
"Shun...
aunque no lo creas, yo te amé mucho, pero al parecer a ti no te importó mucho, así que... bueno, toma lo que hay adentro como agradecimiento por el tiempo que pasaste conmigo
Hyoga".
El chico sonrió. -tal vez tu regalo sea bueno para compensar el tiempo que perdí contigo- Giró el picaporte y entró. Desastre total. Dejó caer las bolsas se compras que había llevado al observar todo lo que le había pasado a la casa que justamente el había decorado. Los candelabros de cristal soplado se encontraban destrozados en el suelo, las molduras de las paredes fuera de lugar, las paredes llenas de Graffitti, los sillones sin plumas (al menos en el interior), fue corriendo hacia el estudio buscando sus posesiones más preciadas, ya ni siquiera la cadena que le dio su mamá.
-¡mis libros! se acercó corriendo a el librero vacío. En este había una nota que simplemente decía "mira en el jardín trasero". Justo en el centro de la terraza trasera se encontraba una pila de por lo menos dos metros de alto de libros envueltos en fuego.
-¡no!- corrió hacia ellos -¡mis libros no!, ¡¡¡maldito seas Hyoga!!!, ¡te haré pagar!-
El rubio se sentó en la cama de su habitación de la mansión Kido. Lo que le había hecho a Shun lo había hecho sentir bien al principio... pero solo fue un momento. Ahora su corazón se volvía a estrujar, pero no solo por el engaño, sino porque ahora se había vuelto un ser más despreciable que Shun. Empezó a hacer ruidos raros con la boca tratando de gritar, pero la impotencia del dolor que tenía le oprimía el pecho impidiéndoselo. Hasta que finalmente lo logró, sacó un grito ensordecedor para después tomar su cabeza entre sus manos y comenzar a temblar. Se paró de la cama y comenzó a destrozar el cuarto, la cama estaba empotrada en una pared, el mueble donde guardaba la ropa había salido por la ventana... cerrada. Se acercó al espejo y le dio un golpe con el puño cerrado clavándose al instante pedazos de este en la mano causando que sangre saliera.
Seiya entró al cuarto y lo observó ahí. Arrodillado al lado de la ventana viendo su mano sangrando, su mirada era opaca.
-¿qué acabo de hacer?- susurró más para sí mismo que para el castaño.
-Hyoga- se acercó a el y se sentó al lado para después rodearlo con el brazo izquierdo.
-Se-Seiya... me estoy volviendo loco-