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Tomorrow por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Hoy traigo dos capítulos de este fic. Espero lo disfruten :)

Albafica no estaba muy decidido en sí dejar la carne dorar un poco más o sacarla en ese momento. Pese a que no era tan desastroso en la cocina como lo había sido antes, y su crecimiento había ameritado el mejorar sus destrezas culinarias, admitía que siempre a Asmita le quedaba todo en el punto exacto.

Pero él no podía acercarse a la cocina, aún si ya le habían quitado la venda y debían esperar a la siguiente sesión en una semana. Así que había tomado la batuta en la cocina, recibiendo tras un protocolo divertido la famosa cuchara sagrada que Defteros le regaló a Asmita a su salida de Gaia, como agradecimiento a su labor de vicepresidente de club. Su novio no podía acercarse a ningún equipo de mucha luz, ni al fuego, hasta que tuviera permiso de su doctor.

Volvió a mirar el sartén y movió con indecisión el filete de carne. No se pecaó el momento en que la enorme sombra lo cubrió, cuando ya lo tenía prácticamente encima olisqueando el aroma de la cocina. Albafica se sobresaltó ligeramente antes de levantar la mirada y ver a Defteros asomado en su hombro mirando con gran interés al preparativo.

—Ya está.

—¿Tú crees? —Defteros se limitó a olisquear de nuevo y asintió. Luego se movió a buscar algún pan o algo para comenzar a masticar mientras Albafica sacaba la sartén del fuego—. Confiaré en ti. Y hay muffin en esa cesta.

—Oh. ¡Gracias!

No habían cambiado. O al menos eso sentía Albafica cuando se encontraban tres o cuatro de esa misma generación en un mismo sitio. No había muestra de que las cosas hubieran cambiado, más que un poco en lo físico y otro poco en la vivencia. Albafica podía recordar claramente cada costumbre de sus amigos y podía sentir el mismo impulso de tener todo a la mano para cuando ellos lo necesitaran. Era extraño sentir el tiempo detenido, como si todo lo que hubiera pasado, fueran solo días y no años.

Con una sonrisa entusiasmada por la visita de Defteros, sirvió los platos mientras escuchaba la melodía de piano que Asmita había decidido colocar esa tarde. Reina Mab ronroneaba a un lado del mueble, moviendo su preciosa cola mientras observaba a los intrusos. Kardia también estaba allí, hablando y comentando de cada cosa que se le ocurría a la cabeza, y haciendo reír a Asmita con comentarios. Debía agradecer infinitamente su presencia. No había visto a Asmita tan relajado desde la intervención.

Para él había sido demasiado complejo adaptarse a su «no vista» en esas semanas de recuperación. Al principio, se había sentido nervioso. Luego pasó a un estado de fatiga y enfado intermitente, y al final a estallidos de ansiedad. A Albafica le estaba costando trabajo el dejarlo en casa cuando se iba a estudiar, al pensar que podría lastimarse por no querer quedarse quieto como se lo exigían.

Pero Asmita siempre había sido así, inquieto a su modo. Su mente trabajaba a más velocidad de lo que la gente pensaba. Albafica había aprendido a interpretar esos silencios reflexivos que ocultaban toda una maraña de planes a punto de ser concretados.

Solo había que recordar lo del invernadero, y la sorpresa que había estado planeando solo y sin darle una sola pista para al menos suponerlo. Así como esa, hubo muchas y muchas más. Albafica podía contar muchas ocasiones en las que se vio sorprendido cuando lograba ver materializado lo que antes Asmita fecundó en su mente.

Al salir al comedor, con los platos en mano dispuesto a servir la mesa y acompañado de Defteros que venía mordiendo un bocado, Asmita se levantó del asiento y tropezó sin querer la pequeña mesa. De nuevo se negaba a quedarse quieto y buscaba la oportunidad para sentirse útil. Entendía su desesperación más no podía aprobar sus acciones por ello. Su salud era primordial.

—Déjame ayudarte a servir.

—No. —Albafica lo miró moverse aún pese a su negativa. Suspiró y le dirigió una mirada a Kardia bastante comunicativa. Este se levantó de una vez para agarrar a Asmita del brazo y detener que se acercara.

—No seas terco, Asmita.

—Ya puedo ayudar en eso, no estoy vendado.

—Cariño… —No lo dijo Albafica, sino Kardia con tono medio burlón y cerca del oído del rubio. Este arrugó su nariz, en el gesto característico que mostraba su molestia, pero con un ligero sonrojo que también mostraba su vergüenza. Kardia rio divertido al verlo aplacarse por esa palabra aún si no se la había dicho el dueño de ella y lo jaló para sentarlo en la mesa. Su gata se movió del sitio, maullando y moviendo su cola al aire para ahora invadir el sofá.

Albafica le dibujó una sonrisa y se sentó a su lado tras haber servido los platos. Les comentó que esperaba fuera de buen gusto para todos y dio el permiso para comenzar a comer. Afortunadamente, había quedado bien, aunque para Albafica nunca pudiera tener el gusto que Asmita sabía darle a la comida. Pero se sintió feliz de verlos comer a todos y esperó que cuando estuvieran a solas, Asmita, como era costumbre, le diera alguna corrección que hacer sobre lo hecho. Jamás lo hacía frente a nadie más. 

Tras el tiempo de relax, de comer juntos, de contra de sus vidas y reír, Kardia y Defteros se fueron a avanzadas horas de la noche. Albafica terminó de hacer la limpieza de la cocina con un humor más relajado tras la buena tarde que habían compartido. Asmita había reído, hablado y se había distraído. Los recuerdos de su semana a ciegas se habían diluido con la compañía amiga. Albafica podía estar seguro ahora de que había sido una buena idea invitarlos a casa para pasar un rato diferente. Algo que pudiera desprender el tratamiento de la mente de su pareja.

Asmita se asomó en la entrada de la cocina, con sus lentes oscuros y el rostro relajado. Al notarlo, Albafica aprovechó para terminar de secar sus manos y el lavado, dejando todo perfectamente limpio. Estaba convencido de que esa noche sería perfecta. Nada de sentir la frialdad del humor de Asmita, o las quejas que se hacía a sí mismo. Nada de tener que pensar en tener paciencia.  Cuando lo abrazó y Asmita respondió con fuerza a ese gesto supo que esa noche sería diferente. Por fin ellos.

—¿Te divertiste? —Le preguntó, consciente de que sabía la respuesta. Asmita le respondió con un beso que coronó con una sincera sonrisa.

—Lo hice. Lamento lo terco que he sido estos días.

—No te preocupes. Mejor piensa en como recompensarme.

Los gestos lo decían todos. Eso y la mirada y el tono de su voz cuando bailaba entre sus cuerdas. Asmita comprendió el lenguaje silente de su pareja, esas formas suyas de decirlo todo. De tentarlo y hacerle entender lo que quería. Asintió ante él, queriendo también hacerlo. Quería sentirlo. En ese momento necesitaba sentirlo junto a él en una sola carne.

Comenzó con un beso suave que se limitó a rozar y sentir empapar los labios del otro. El abrazó se hizo más aprehensivo y compartieron suspiros y sonidos entre cada caricia, mientras las manos apretaban las espaldas y se juntaban para quedar muy cerca. Jugaron con el cabello del otro cuando los dedos tocaron los rostros, o el cuello, o los hombros. Al sentirse correspondidos, sinceramente entregados en el momento, ambos concordaron que podían dar más. Y ni siquiera se limitaron a pensar en que hacían o hacia donde iban. Era irrelevante.

Los besos y los abrazos se extendieron hasta que Asmita quedó plegado contra el marco de la cocina, con las manos apretadas en los glúteos de su novio mientras este le acariciaba el pecho. El cuerpo de Albafica se apegaba a él frotándose con alevosía. Le permitía sentir cuan dispuesto estaba y cuanto podía hacer para enloquecerlo. Compartieron más de esos roces húmedos antes de sentir que necesitaban más que caricias sobre la ropa. Antes de que las manos se movieran para eliminar límites.

—Alba…

—¿Mmm…?

—Has adelgazado.

—Oh…—No pensaba prestar mucha atención a eso, cuando estaba entretenido desabrochando el pantalón de su novio.

—Es en serio. Kardia me lo comentó. —Soltó la prenda al suelo y arrojó su propia camiseta para hacerle compañía. Las manos de Asmita se deslizaron sobre el pecho, dibujando figuras abstractas mientras recibía sus labios y le miraba a los ojos. Albafica podía haber bajado de peso, pero estaba ansioso y le transmitía todo eso con la piel.

—Es por el proyecto… Anastacia decía en estos días que de saber que rebajaría, no hubiera hecho esa dieta en verano.

Asmita miró los ojos dilatados de su novio ser ocultados por sus párpados al momento en que le robó el habla con otro beso. Se dejó llevar cuando no pudo pensar en más gracias a los besos acertados de su novio y a la caricia atinada bajo su ombligo. Allí, en medio de la sala, se dejó vencer por él de nuevo. Vencer en la dulce pelea del control a su atención, donde ambos se admitían perdedores. Porque siempre el otro era capaz de tomar la delantera y a ninguno le molestaba perder de esa forma tan dulce.

Sus dedos descendieron con el movimiento de la cabeza de Albafica por su piel. Su mandíbula tembló al aguantar el aire. Pronto la boca de él estuvo en la punta de su miembro desnudo y Asmita cerró sus ojos, hundiéndose en la vorágine de la felación voluptuosa que Albafica decidió regalarle. Se tuvo que agarrar fuerte de la pared cuando sus piernas tentaron con claudicar. Se dedicó a soltarle la voz en palabras y gemidos ansiosos. El sonido de aquellos labios chasqueando contra su endurecida piel fue suficiente para embeberlo en la locura.

Era incuestionable lo mucho que se habían extrañado. Cada beso fue un «Te eché de menos».

Aún al acabar, aún después de que su cuerpo liberara la presión y el orgasmo llegase, Asmita no pudo despegarse de él. Vencido en el suelo, con la boca de Albafica declarando su victoria, le tomó de la nuca aún con los brazos temblorosos para robar ese sabor de aquellos labios. El adictivo sopor lo embargó y lo encendió de nuevo, dispuesto a buscar más. Fue fácil tender a su novio al suelo. Fue fácil echarse sobre él en la comodidad de su hogar. Muy fácil permitir que los besos dieran tiempo para que una nueva erección naciera y se frotara contra la de él. 

Sabían que habría muchas noches más, pero en ese momento no había mañana pensable. Así que se hicieron el amor como si fuera la última noche de sus vidas. 

Agotados y satisfechos, con la ropa regada en todos lados y el aroma de sexo, se quedaron acariciándose mutuamente con solo el pensamiento del placer bailando. No podían pensar en nada más en un horizonte netamente blanco. Albafica le abrazaba y Asmita disfrutaba del tacto de su cabello, tendido de espalda contra el piso que empezaba a sentir frío, pero siendo tolerable gracias al calor que aún sentía en la piel de él.  

Retozaron así en silencio, sin temor al mañana.

Cuando llegaron a la cama para descansar, Asmita fue el primero en quedarse dormido. Albafica aprovechó el momento para revisar la agenda que había estado sin usar desde el día de la operación, iluminado por la suave luz blanca de la lamparilla. Allí estaba su letra, clara y con la característica A que había sabido diferenciar. Allí estaban los planes, las instrucciones, sus pensamientos. Albafica encontró la fecha siguiente de la operación en las hojas, y fragmentos de cosas por hacer, que ahora él se estaba haciendo cargo mientras su pareja reposaba y se recuperaba. 

[Invitar a Kardia a comer] «Listo, cariño»

Sonrió al verlo marcado y cerró la agenda para dejarla a un lado. En cada cosa que él iba adelantado, le dejaba ese mensaje en la misma línea con el pensamiento de lo que haría Asmita al leerlo, después. Pensando en la sonrisa que se dibujaría en esos labios cuando viera su perfecta letra curva al lado, atento a ayudarlo a alcanzar ese futuro.

Contento y agradecido con su presencia, con los años, con la simple oportunidad que ahora era una certeza, lo abrazó por la espalda aun pese a la ligera incomodidad en su intimidad.

Dejaría eso para mañana.


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