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Delirio. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

Avisos:

Esta historia es una continuación de Pesadilla, está dedicada a SEENAE como regalo de cumpleaños y es Slash, Yaoi, etc.

Resumen: Vasara ha logrado capturar a Zenki, el orgulloso guerrero que comenzara a comprender la magnitud de su obsesión por él, sin embargo, qué más da su necedad cuando es lo único que le queda y por fin lo tiene justo donde siempre lo ha deseado. Contiene: Vasara/Zenki.

Delirio.

— ¿Hay alguna forma de quitarla sin que la destruya?

Esa pregunta provoco que Zenki volviera a retorcerse, estaba en un error si creía que permitiría que volviera a tocarlo así sin más, pero Vasara seguía buscando la forma de quietarle la ropa.

— ¡Púdrete!

Implacable en su búsqueda y en sus bochornosos deseos que hasta ese momento podía comprender lleno de vergüenza, Zenki logro cambiar su postura, acostándose de espaldas para empujar el cuerpo de Vasara con una de sus piernas, lanzándolo lejos de su cuerpo, retrocediendo con ayuda de sus brazos y piernas.

Apretando los dientes, mirándolo fijamente con aprensión, no quería que aquellos instantes volvieran a repetirse, no otra vez, Vasara se detuvo en ese momento, sujetaba su barbilla en donde había logrado darle una patada, al mismo tiempo que sus facciones por un momento eran indescifrables.

Cuando la luz de la luna por fin ilumino ese cuarto Zenki noto aquella mirada, comenzaba a creer que se grabaría en su memoria, recordando que no era la primera vez que la veía la noche que le arranco los cuernos, sino, cuando apenas cruzaron caminos.

— ¡Eres un bastardo! ¡Siempre quisiste esto!

Vasara al escucharle comenzó a reírse a carcajadas, preguntándose si acaso Zenki era tan inocente como aparentaba, era imposible que no se hubiera dado cuenta que lo deseaba ese primer instante, ni que una forma de hacerse con él era robarle sus cuernos.

— Eres demasiado inocente al pensar que podía ignorarte en ese bosque Zenki, siempre me pareciste hermoso y Ozuno trato de alejarte de mí.

En un instante Vasara estaba sobre su cuerpo, esta vez sujetando sus muñecas con mayor fuerza, el tiempo suficiente para clavar sus cuernos en las palmas de sus manos, sonriendo al ver su dolor y su miedo mezclándose en uno.

— Pero ahora tu sello te condena…

Pronuncio Vasara como si creyera cada una de sus palabras y es que era cierto, Ozuno lo condeno al encerrarlo con un sello tan poderoso, con esa pequeña e indefensa forma, olvidándose de la corta vida de los humanos, como al final, su demonio favorito terminaría condenado por eso.

— De cierta forma, Ozuno te entrego a mí, él te dejo a mi merced.

Pronuncio perdiendo la paciencia, arrancando su armadura, nunca le había interesado perder el tiempo en tareas inútiles, lamiendo su pecho, escuchando que Zenki gemía arqueando su espalda.

Vasara llevo su mano de nuevo a su cinturón, tirando de este para quitarle lo que faltaba de su ropa, mirándolo con deleite, lo único que extrañaba de ese primer día eran sus cuernos, pero este demonio era demasiado poderoso, demasiado necio para poder conservarlos.

Zenki libero sus manos entonces e intento alejarlo de su cuerpo empujando sus hombros, los cuernos de Vasara regresaron a su normalidad, pero eso no fue suficiente para que pudiera detenerlo.

— Así que comprenderás que después de mil años no quiera perder más tiempo.

Vasara sujeto sus caderas con fuerza, encajando sus garras en su piel y de pronto, de un solo movimiento, de un solo golpe introdujo su miembro en el cuerpo de su sirviente, quien grito al sentir la intrusión, intentando alejarse una última vez.

Zenki trato de desviar su mirada, pero esta vez el demonio de armadura negra lo evito, besando sus labios con hambre, sosteniéndolo por el cabello para obligarle a verlo directamente a los ojos.

La primera ocasión permitió que su sirviente lo ignorara, pero esta vez ya no lo haría, ya no se lo permitiría, por lo que le haría verlo, que supiera quién era el que lo poseía, no quería que se imaginara a nadie más, ningún humano o demonio más que el.

Vasara dejo de sostener las caderas de Zenki, llevando una de sus piernas a su cintura, escuchando que su sirviente gemía a través de una de sus manos, mordiéndose el dorso tratando de silenciar sus sonidos, provocando que manaran algunas cuantas gotas de sangre.

Zenki arqueo las caderas llevando sus piernas alrededor de su cintura cuando Vasara lo obligo a ello, sosteniéndolo de los tobillos para que lo hiciera, acelerando sus embistes y la fuerza que aplicaba en ellos.

Haciéndole creer que deseaba dejarle una marca permanente en su cuerpo, frotándolo contra las maderas a sus espaldas, obligándolo a mirar sus ojos, aquella aterradora lujuria que le daba miedo desde siempre, comprendiendo lo absurdo que fue su pensamiento y como quiso ignorar cada una de las señales que le había dado.

Vasara sujetando la muñeca de Zenki llevo su mano a su boca para lamer su sangre, encontrándola demasiado adictiva, escuchando los sonidos que su sirviente pronunciaba, su voz era deliciosa en esa forma, su cuerpo era perfecto debajo suyo, ambos se complementaban en la forma que siempre lo había pensado.

Recordaba aquel día con mucha facilidad, comenzaba a cansarse de su servicio al monje humano, era tan aburrido, tan molesto realizar aquellas tareas, buscar demonios, algunos encerrarlos, otros liberarlos cuando se trataban de humanos contaminados, todo porque su amo quería salvar a su especie y condenar a la suya.

Ese día encontró algo digno de su atención, un demonio que se juro conquistaría a como fuera lugar, haciéndolo suyo por toda la eternidad, una criatura de fuego y sombras, la que nunca parecía rendirse pero que de tener un poco de sentido común jamás se le hubiera presentado, ya que sabría que no se detendría nunca hasta poseerle por completo.

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Habían pasado pocos días desde que tratara de matar a Ozuno en uno de sus enfrentamientos, el anciano creyó que solo fue un accidente, que no pudo esquivarlo ni evitar herirlo.

Ozuno sobrevivió como era de esperarse, haciéndolo enfurecer y alejarse del humano, ingresando a un territorio que su supuesto amo le había prohibido visitar, tal vez porque algunos aldeanos decían que habitaba un demonio en ese bosque, pero era absurdo, él era el demonio más poderoso del mundo, no tenía que temerle a nadie.

La luz de la luna era brillante con un dejo rojizo en ella, podía sentir un aura en ese sitio, la energía de un ser que le parecía interesante, poderosa, le hacía pensar en las sombras y en el fuego.

Había capturado a uno de los humanos transformados, en ese momento estaba alimentándose, encontrando que las semillas podían darle fuerza, pero que si consumía el miasma directo de la fuente, su poder era mucho mayor aun.

Un acto que Ozuno condenaba y que no le permitía realizar nunca, los humanos debían ser protegidos, rescatados de su propia oscuridad, de sus deseos malignos, mientras que los demonios debían ser destruidos o si eran suficientemente poderosos esclavizados.

Vasara ya había capturado a varios demonios, uno de ellos de armadura azul, con largo cabello negro y cuya apariencia femenina le hacía ver patético, aun así, Ozuno creyó que sería un buen soldado en su cruzada contra los suyos.

De pronto la luz que hasta hacia unos pocos minutos iluminaba su camino dejo de brillar, algo la interrumpía proyectando su silueta en el suelo, Vasara levanto la mirada dejando caer el cuerpo del humano, notando unos ojos rojos que brillaban en la oscuridad.

Vasara aspiro disfrutando de aquella energía, de aquel aroma, notando que tenía un ojo en la frente, era grande, no tanto como él, pero se veía poderoso, con unos cuernos hermosos, parecidos a los suyos.

Era un señor demonio, uno poderoso, uno con un cuerpo mucho más afín al suyo, el que lo miraba con una expresión molesta que le decía claramente que lo quería fuera de su bosque.

Vasara sonrió pensando que había encontrado otro sirviente para su amo, uno que no sería un desperdicio como lo fueron sus anteriores capturas, este parecía que valía la pena, tal vez hasta podría ser su aliado.

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Vasara seguía moviéndose sobre su obsesión, escuchando sus placenteros gemidos, sintiendo como Zenki trataba de alejarlo arqueando sus caderas, empujando sus hombros, dándole la oportunidad de lamer su cuello, al mismo tiempo que enredaba sus dedos en los mechones de fuego de su cabello.

Aspirando su delicioso aroma Vasara recargo sus manos a ambos lados de la cabeza de Zenki, imprimiendo mayor fuerza en sus embistes, notando como trataba desesperadamente de no sentir placer con ese movimiento, pero su erección lo contradecía, estaba disfrutando de aquellos instantes tanto como él.

Pero eso no era suficiente para el demonio de armadura negra quien deseaba mayor contacto de su sirviente, así como una mayor respuesta de su cuerpo, por lo que recargándose en el suelo tomando a Zenki de sus muslos logro cambiar su postura, sentándose en el suelo, obligándolo a sostenerse de sus hombros para no caer.

Vasara comenzó a recorrer su espalda con ambas manos, sintiendo como Zenki recargaba su frente contra su pecho, gimiendo con mayor fuerza cuando el que se decía era su amo comenzó a subir y bajar sus caderas.

Tratando de clavársele, dejar su marca en su cuerpo, al mismo tiempo que Zenki encajaba sus uñas en sus hombros, sintiendo que Vasara tiraba de su cabello para poder lamer su cuello, mordiéndolo, provocando que algo de sangre brotara de su piel abierta.

Al ver que Zenki poco a poco dejaba de luchar Vasara llevo su mano a su sexo, rodeándolo con una de sus manos, sonriendo al ver su placer, uno que solamente él podía mostrarle, recorriendo con una de sus garras su miembro a lo largo dejando una marca rojiza en su piel delicada, recibiendo un gemido aun más fuerte, mucho más placentero.

Zenki sentía las manos de Vasara recorriendo su espalda, dejando marcas rojas en su piel, sus garras lo cortaban, hilos carmesís dibujaban deliciosas siluetas en su piel, las que su enemigo limpiaba de su cuerpo con su lengua cada vez que brotaba una nueva.

El demonio de fuego entonces sintió que Vasara modificaba un poco su postura, buscando esta vez su próstata llevo una de sus manos a su cabello, tirándolo de este, y cuando la encontró mordió su hombro sintiendo que su vista se nublaba.

Al ver que por fin Zenki respondía como lo deseaba Vasara le robo un nuevo beso, sintiendo que se derramaban en su mano, la cual le ofreció al demonio de fuego, que en vez de aceptarla, unió sus manos buscando un apoyo mucho mayor, sintiendo como de pronto la semilla de su enemigo lo llenaba con ella.

Esperaba que eso fuera suficiente para Vasara, quien se separo de su cuerpo recostándolo en el suelo, recorriendo poco después cada una de las marcas de su insana fijación en su cuerpo, las que no se mantendrían y que poco a poco comenzaban a desvanecerse.

Zenki jadeaba tratando de recuperarse, sintiendo los movimientos que Vasara realizaba a sus espaldas, su mirada fija en su cuerpo, esperando que en esa ocasión ya hubiera tenido suficiente, ya no soportaría más de aquel suplicio.

Vasara se recostó a su lado, rodeando su cuerpo con uno de sus brazos, sintiendo como se tensaba, tal vez orándole a alguna deidad que su destino fuera solo un mal sueño, o que perdiera el conocimiento, encarcelándose en esa diminuta criatura que no le apetecía.

La que lo mantendría a salvo de su lujuria por algunos momentos, Zenki cerró los ojos, tratando de ignorar aquel sentimiento que se estaba comiendo su orgullo, devorando su poder y su confianza.

Vasara al ver que no se movía comenzó a recorrer su espalda con las yemas de sus dedos, con demasiada delicadeza, una actitud contraria a su verdadera naturaleza, sonriendo al sentir el ligero temblor en su sirviente de cabellera rojiza.

Zenki no pudo dejar de sentir un ligero estremecimiento cuando los dedos de Vasara abandonaron su espalda para posarse en su muslo, comenzando a respirar hondo, sintiendo que aplicaba más fuerza cuando llego a una de sus nalgas, dibujando la línea existente entre ellas.

— Estás muy mojado aquí abajo…

Susurro entonces, podía sentir el semen de Vasara escurriendo entre sus piernas y como dos dedos trataban de abrirse pasó sin piedad, jamás había hecho algo como eso, su única meta era la pelea y tal vez por eso creyó que todos los demonios eran iguales, porque a él no le interesaba la lujuria.

— También tienes sangre...

Vasara sabía exactamente porque era eso y parecía encantado, Zenki trato de alejarse, sosteniendo la muñeca del demonio de armadura negra, quien permitió que lo detuvieran por el momento.

— Parece que realmente lo disfrutas.

Pronuncio moviendo los dedos, abriéndolos un poco, escuchando como Zenki se quejaba encajando sus garras en la madera, pero sin detenerlo esta vez, cerrando los ojos permitiendo que siguiera con sus caricias.

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— ¡Fuera de mi bosque!

El señor demonio le ordeno desde la punta del árbol, tenía una de esas semillas entre sus dedos, la cual devoro de un solo bocado con algo que parecía una sonrisa, pero no podía estar seguro del todo, la oscuridad no lo dejaba apreciarlo bien.

— ¡O te arrepentirás por tu osadía!

Le advirtió, saltando del árbol, deteniéndose a unos cuantos centímetros de Vasara, mirándolo fijamente con una sonrisa vanidosa, seguro de que podría destruirlo fácilmente.

Su armadura era roja, parecida a la suya, los tocados eran dorados y la tela blanca, contrarrestando con el color de su armadura negra con filos plateados.

Vasara podía notar que era un poco pequeño a comparación suya, pero más alto que Goki, con un cuerpo hecho para la batalla, largo cabello pelirrojo, un rostro hermoso, un tanto salvaje y una mirada que mezclaba la furia y la pasión en uno solo.

— ¿Me estas amenazando?

Pregunto Vasara, notando que la pequeña criatura se dejaba llevar por sus deseos, atacándolo en ese instante, encajando su brazo en su torso con violencia, creyendo que tal vez con un solo golpe podría derribarlo a él, el más fuerte de todos los señores demonios.

Vasara sonriendo al ver el ímpetu del otro señor demonio respondió con fuerza, tratando de derribarlo, vencerlo para hacerse con su lealtad, notando que esta criatura estaba forjada en el fuego y la oscuridad, al contrario de su cuerpo, el que estaba hecho de luz.

Era poderoso, tan salvaje como su apariencia se lo dictaba pero bastante inexperto, seguramente solo se enfrentaba con humanos transformados por las semillas o demonios de rangos inferiores, no obstante Vasara no pertenecía a ninguno de esos dos grupos, así que le daría una lección para que aprendiera a respetar a sus superiores.

— ¡Te enseñare lo que es respeto!

Grito Vasara utilizando su golpe de fénix, el cual apenas logro esquivar Zenki de un salto, retrocediendo algunos pasos para regresar a su combate, esta vez con mucho más ahincó, sintiendo aversión por su sola presencia en ese bosque.

Nunca se había enfrentado a nadie como él, esa criatura era perfecta, hermosa y poderosa, justo lo que buscaba para el ejército del monje humano, un demonio que seguramente sería un aliado valioso cuando decidiera terminar con la vida de Ozuno, pero mientras tanto, podría convertirse en una compañía bastante entretenida.

Su belleza era por mucho mayor a la de Goki, pensó Vasara sosteniendo al demonio de cabellera rojiza de uno de sus cuernos, el cual parecía brillar con fuerza propia, parecía oro puro, era simplemente hermoso.

— ¡Ríndete!

Susurro en su oído, recibiendo una risa del demonio de cabellera rojiza como respuesta, quien de pronto utilizo una técnica que llamaba Ludra, la que casi nunca usaba porque lo dejaba cansado y desorientado, casi al borde de la muerte.

Vasara sintió un dolor terrible recorrer su cuerpo, casi como si estuviera a punto de ser destruido con esa extraña técnica, notando que los cuernos brillaban del mismo color que la energía de aquella hermosa criatura, siendo derribado con suma facilidad.

Debía reconocer que nunca en su larga vida fue víctima de un dolor parecido, esta criatura lo había derrotado y por un momento creyó que Zenki finalizaría su trabajo, pero de pronto, el demonio de fuego cayó de rodillas sosteniéndose del suelo, parecía que él también estaba malherido.

Vasara comenzó a reírse, levantándose con mucho esfuerzo, sólo era cuestión de rematarlo, destruir a esta poderosa criatura que probablemente no querría servirle, sin embargo, un deseo comenzó a vibrar en su ser, uno que no comprendía del todo pero que estaba allí, palpable, ardiente, primaria, los humanos le hubieran llamado lujuria, él no le puso nombre aun.

Lo único que sabía era que deseaba a esa criatura bajo su mando y que no descansaría hasta poseerlo, no, esta magnífica criatura debía ser suya.

— ¡Vasara!

Pronunciaron a sus espaldas, una voz consternada, un humano que veía ese desolado paisaje con horror, parecía que su combate destruyo los arboles de ese bosque, lo gracioso era que no se dio cuenta de eso tan sumergido en su combate como estaba.

— Amo Ozuno.

Zenki termino de levantarse, riéndose a carcajadas, mirándolo con burla, parecía que la idea de que tuviera un amo era parte de su victoria.

— Así que eres el esclavo de ese humano… y pensaste en derrotarme a mí, Zenki, el más poderoso de todos los demonios.

Ese nombre le quedaba y debía admitir que Zenki era realmente poderoso, casi tanto como él, ya que si bien logro derribarlo con esa poderosa magia, el propio demonio de fuego parecía no resistirla, estaba tan dañado como él, por lo cual, sería muy fácil para Ozuno sellarlo, obligarle a servirle.

— Este demonio es poderoso amo Ozuno, yo creo que le convendría tenerlo bajo su mando.

Zenki apretó los dientes furioso, nunca le serviría a nadie, mucho menos a un humano, por lo cual sonrió, creyendo que aquello debía ser una broma, porque no había forma en que él se sometiera a ninguna voluntad.

— ¡Por qué no te vas con tu amo de una buena vez Vasara!

Ozuno en ese momento descubrió que los rumores eran ciertos, había otro demonio de alto nivel habitando ese bosque, uno tan poderoso que casi logra derrotar a Vasara, ese demonio de apariencia salvaje debía ser controlado, de lo contrario, los habitantes de las aldeas contiguas correrían peligro.

— ¡Este bosque es mío y está bajo mi protección, no quiero a ningún estúpido humano y a su perro faldero ensuciándolo con su presencia!

Zenki no se dio cuenta al principio que era uno de esos monjes, uno especialmente poderoso y que no estaba en condiciones de enfrentarse a él, mucho menos lograr que se marchara de su bosque.

Ozuno por un momento creyó que Zenki era un demonio peligroso por lo que repentinamente comenzó a realizar un encantamiento, uno que podía colocarlo bajo su dominio, el mismo que utilizo en Vasara.

Quien observaba aquella escena con lascivia, su mirada todo ese tiempo fija en el demonio de fuego que tuvo la mala suerte de toparse en su camino, el que se cubrió con el dorso de la mano cuando una brillante aura de luz rodeo a Ozuno.

Zenki al darse cuenta del poder emanado del humano apretó los dientes, gruño furioso y lo ataco, sintiendo que la luz quemaba su cuerpo demoniaco, sin detenerse, sin importarle el daño que recibía del monje.

Vasara al ver que Zenki trataba de matar a Ozuno y que estaba lo suficiente cerca para lograrlo, aprovechándose que su cuerpo estaba creado de luz, atacado al demonio de fuego, lo sostuvo contra una roca con su enorme masa muscular.

— Ya eres mío…

Zenki apretó los dientes logrando empujarlo, quitándoselo de encima, sin embargo, la última palabra del hechizo de Ozuno fue pronunciada en ese instante, un pentagrama se dibujo en el aire con energía blanca, el cual comenzó a girar, proyectándose en su dirección.

— ¡Bastardo!

Logro pronunciar Zenki, antes de que aquel poderoso hechizo impactara contra su cuerpo, provocando que gritara a causa del dolor y que su energía restante se evaporara, Vasara observo esa escena con una sonrisa satisfecha que no paso desapercibida por el monje.

Zenki yacía en el suelo, inconsciente, Vasara se acerco a él y se lo hecho al hombro, sin esperar ninguna orden de Ozuno, quien miro ese comportamiento con un dejo de preocupación, mucho más cuando el líder de sus demonios de pronto cambio la postura de su carga, llevándolo en sus brazos, mirándole como si se tratase de un trofeo..

Una actitud bastante extraña en el demonio de armadura negra, una que no le gusto en lo absoluto, pero que ignoraría por el momento, caminando detrás de ellos, fingiendo ignorar que Vasara había encontrado algunos cuantos sentimientos humanos en el transcurso de su existencia.

— Por fin…

Pronuncio repentinamente sujetándolo del rostro, mirándolo con una sonrisa perturbadora que helo la sangre de Ozuno.

— Alguien digno para mí…

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— Y vaya que eres digno…

Zenki había perdido la conciencia unos cuantos minutos antes, su cuerpo de nuevo había regresado a esa patética apariencia débil e inocente, la cual seguía recostada a un lado suyo, abrazando su propio cuerpo, casi hecho un ovillo.

Era hora de buscar la información que necesitaba, esperaba que alguno de los humanos hubiera sobrevivido y que le ayudara con esa tarea, de lo contrario tendría que romper varios sellos mágicos que se lo evitarían.

Perdiendo tiempo valioso, alejándose de Zenki, el que parecía estar teniendo una pesadilla por la expresión de su rostro, tal vez algún recuerdo del pasado que había ignorado por mucho tiempo.

En realidad no le importaba, en lo único que debía preocuparse era en hallar el hechizo que uso Ozuno para obligarlos a servirle, con este podría romper ambos sellos, al menos modificar el de su sirviente para que no regresara a esa patética apariencia y aun así tuviera que servirle a él.

Prefería verlo libre de las ataduras humanas, así tal vez podría ganarse un poco de su lealtad, después de todo a Zenki no le venía bien el cautiverio humano, sin embargo, un amo demonio le haría recuperar su orgullo y su fuerza.

Sólo debía hacerle obedecer, si no era por la fuerza, utilizaría magia con ese fin, esta vez nadie podría quitárselo.

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Zenki despertó desorientado, demasiado malherido, apenas recordaba que ese demonio negro lo ataco y casi logra vencerlo, sin embargo, un humano se metió en su pelea, era un monje que realizo un hechizo.

Llevo su mano a su rostro, tratando de recordar que clase de hechizo había sido utilizado en su contra, por lo poco que recordaba después de utilizar el Ludra, lo habían sellado, ese humano pensaba que podría esclavizarlo a su voluntad pero el jamás obedecería a ningún amo.

En la esquina de aquel cuarto de lo que parecía ser un templo humano, uno de los lugares que estaban poblados de monjes, estaba recargado otro demonio, cuya apariencia era relativamente femenina, cabello largo, un rostro delicado, un cuerpo esbelto, pero Zenki podía notar que se trataba de un ente poderoso.

— ¡Otro de los esclavos de ese estúpido humano!

La respuesta del demonio de armadura azul no se hizo esperar y de pronto lo ataco, sujetándolo del cuello, su mirada era una de advertencia.

— El amo Ozuno es un monje poderoso, así que lo mejor es que guardes más respeto, demonio de fuego.

Zenki apretó los dientes liberándose de las garras de ese alfeñique, tratando de ubicar al humano, así como a ese demonio de armadura negra, ese infeliz se lo pagaría muy caro.

— Tampoco soy un esclavo, sí le sirvo es porque creo en sus principios y sé que es un hombre honorable.

El demonio de color azul se alejo entonces dándole su espacio, notando su vergüenza y su enojo, mirándolo fijamente con cierto desconcierto.

— ¿Honorable? ¿Por eso utilizo a ese mastodonte para atacarme y luego sellarme por la espalda?

Zenki se levanto furioso como estaba, notando que ese demonio de apariencia tranquila era unos cuantos centímetros más bajo, pero por mucho más delgado que él, sus ojos estaban posados en sus cuernos por un instante y después regresaron a sus ojos rojos, que le miraban con furia contenida.

— ¿Te refieres a Vasara?

Zenki se encogió de hombros, no le importaba como se llamara ese demonio, lo único que le importaba era encontrar la forma de salir de allí, no estaba dispuesto a servirle a nadie, mucho menos a un humano.

— ¡No me importa como se llame, no debió ingresar en mi bosque, ese vil anciano tampoco!

Zenki trato de salir en ese momento, notando que su anfitrión se colocaba enfrente suyo, con los brazos abiertos, evitándole utilizar la puerta, como si no pudiera abrirse paso a puñetazos.

— ¡Te dije que guardaras más respeto!

Zenki recibió entonces un fuerte golpe que lo tiro al suelo y hubiera respondido a esa osadía, de no sentir que alguien más ingresaba en esa habitación, ignorando las ordenes de Ozuno, dispuesto a ver a su presa.

— Veo que ya despertaste.

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