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Inframundo por Seiken

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Notas del fanfic:

Esta historia contiene Slash, yaoi, m/m, está basada en El Lienzo Perdido y en el inframundo de Saint Seiya Saga de Hades. Contiene las parejas Minos/Albafica, Thanatos/Manigoldo, Manigoldo/Albafica. Tendrá escenas de violación, sadomasoquismo y relaciones entre dos hombres.

Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

Avisos: Esta historia contiene Slash, yaoi, m/m, está basada en El Lienzo Perdido y en el inframundo de Saint Seiya Saga de Hades. Contiene las parejas Minos/Albafica, Thanatos/Manigoldo, Manigoldo/Albafica. Tendrá escenas de violación, sadomasoquismo y relaciones entre dos hombres.

Resumen: Hades se ha llevado la victoria y es el momento de recompensar a sus leales espectros. Minos y Thanatos desean al guerrero que los humillo como su esclavo y de ahora en adelante, Manigoldo y Albafica atravesaran un calvario que no parece tener fin. Minos/Albafica Thanatos/Manigoldo Manigoldo/Albafica

Inframundo.

Capitulo 1

Lamento… Realidad…

Las ventajas de ser uno de los dioses de la muerte era que podías salvar el alma que quisieras en el momento en que tu así lo decidieras, sólo tenías que tomarla, como si fueran los pétalos de una flor o uvas en un racimo.

Una vez que hiciera su petición, tendría suficiente tiempo para estar con su elegido, enseñarle algunas normas, algunos modales, porque era cierto, no se trataba de basura como lo había dicho al principio, sino de algo más divino como todos los caballeros de aquel signo que debieron nacer bajo el dominio de Hades y no bajo la tutela de esa débil diosa.

Un ente que caminaba con un pie en el inframundo y con el otro en la tierra, que podía ver a los espíritus, escuchar sus voces, que lo odiaba profundamente, que se le había escapado cuando solo era un niño porque otro guerrero de aquel signo lo encontró primero y comprendió su valor antes de que él pudiera despertar.

Salvo su alma justo en el instante en el que fue destruido para torturarlo por su osadía, por siquiera pensar que podía derrotar a un dios y salir ileso, guardando el alma del insensato en una vasija.

Pero ahora que se alzaban con la victoria los espectros podrían pedir cualquier recompensa como pago de sus acciones en la guerra, los primeros en elegir eran ellos, después los jueces y así sucesivamente hasta que cada uno fuera premiado.

Porque Hades era un dios que te recompensaba o te castigaba según tus actos, tu lealtad era recompensada, tú fracaso castigado y tu traición, una traición era un acto inconcebible, merecedor del mayor castigo que cualquiera pudiera concebir, por lo cual no existían traidores entre sus filas.

Hades esperaba por escuchar su recompensa, podía ver que los espectros estaban expectantes así como los jueces, puesto que las últimas ocasiones desdeño aquella oferta pensándola poco interesante, habían logrado su meta y eso era todo lo que le importo a Thanatos, la derrota de la vida en manos de la muerte.

Pero esta ocasión era distinta, en esta guerra él quería un premio y lo había esperado por demasiado tiempo, para la poca paciencia de un dios que deseaba vengarse de un simple humano.

Thanatos dio un paso en dirección de su maestro, en sus manos contenía una pequeña vasija de cerámica negra con adornos dorados, que para los mortales les recordaría una urna fúnebre, demasiado parecidas a las que contenían a sus propios dioses.

Esa urna era el recipiente de su alma elegida, a quien rescato en el preciso momento en que intento cruzar al otro lado del inframundo, antes de que su alma se perdiera para siempre.

— Quiero al caballero de cáncer.

Pronuncio con su voz imperiosa desde su cuerpo mortal, escuchando algunos cuchicheos sorprendidos, notando un ligero cambio en la postura de Minos de grifo, el juez de los hilos invisibles, quien no pudo destruir algunos cuantos pueblos, todo por culpa de la belleza de cabello celeste.

— Ha habido muchos caballeros de cáncer.

Aclaro su dios, el que era sumamente sabio, tal vez comprendiendo que no deseaba al recién fallecido caballero de cáncer, quien sobrevivió la penúltima guerra, el patriarca del santuario de esa diosa, sino al que logro separar su cuerpo de su presencia, así como darle un golpe que pudo herirlo, quien fue sin duda el más irrespetuoso de todos los guerreros que alguna vez se le habían enfrentado.

— Quiero a Manigoldo de Cáncer.

Hades guardo silencio por algunos instantes, aquella petición era extraña y Thanatos lo sabía perfectamente, mucho más cuando esa alma debió desaparecer o regresar a la rueda de la reencarnación dependiendo de su suerte, una que estaba echada por los jueces del inframundo.

— Elige otra recompensa, esa alma ha desaparecido del inframundo, está fuera de nuestro alcance.

Pronuncio uno de los jueces con voz fría, pero Minos estaba seguro de que nunca habían enjuiciado a esa alma, que nunca había pisado el inframundo, perdiéndose en el mismo instante en que murió, como lo hizo Albafica de Piscis.

— Eso no es del todo cierto, jamás pisó el inframundo.

Thanatos lo sabía, pero también comprendía que para que pudiera exigir su recompensa, Manigoldo debía regresar al mundo de los vivos, por lo cual mostrando la vasija, se la dio al juez de cabello blanco, quien comprendería su petición mejor que los demás.

— Quiero que viva, quiero vengarme por lo que me hizo en la guerra, y estoy en mi derecho.

Hades podía regresarle la vida a los muertos, una prueba eran los propios cuerpos de los espectros, que se miraban entre sí preguntándose que había en esa vasija.

Minos ya lo suponía, él mismo había guardado un alma para su propio deleite, sólo se sorprendía que un dios que odiaba la vida quisiera un esclavo vivo y entre todos a uno de los Santos de Athena.

— Concedido.

Pronuncio Hades desde su trono de hierro negro, realizando un ademan con su mano derecha, en el aire algunas partículas moradas comenzaron a juntarse reconstruyendo un cuerpo con una velocidad aterradora, sangre, huesos, piel, cada uno de los aspectos que contienen la vida humana, todo menos un alma.

Un cuerpo desnudo flotaba en el aire, ese debía ser Manigoldo de Cáncer supuso Minos, no lo encontraba agradable a la vista, no era como el suyo, tan hermoso que te quitaba el aliento, con una expresión inocente y un espíritu guerrero que contradecía su apariencia delicada.

— Aun falta un alma.

Recordó uno de los jueces, pero de pronto, Minos abrió la urna que Thanatos le había dado, comprendiendo que el dios de la muerte conocía cual sería su petición cuando llegara su turno, sonriendo ante la complicidad que se creaba en ese momento entre uno de los jueces y uno de los dioses gemelos.

Utilizo mucho cuidado al abrirla, asegurándose de no romperla, de la cual salió disparada una energía dorada que ingreso en el cuerpo recién creado del difunto caballero.

Manigoldo respiro como aquel que ha contenido el aliento por demasiado tiempo, sus pulmones llenándose de aire, su corazón latiendo de nuevo, sus ojos, cuya pupila era de color lila se abrieron desorbitadamente.

Todo en cuestión de segundos, cayendo al suelo poco después cuando la energía de Hades ya no lo soportaba más, al principio parecía confundido, ignorando su desnudez, notando la clase de lugar donde se encontraba, para después pasar su vista por todo el salón, apretando los dientes con furia cuando sus ojos se posaron en Thanatos, al dios que odiaba tanto.

— ¡Maldito bastardo!

Grito atacando inmediatamente a Thanatos, quien como en el pasado lo detuvo de un solo movimiento, torciendo su brazo con fuerza, creyendo que con eso lo dejaría quieto, pero Manigoldo no era tan dócil como para que un poco de dolor doblegara su espíritu, así que respondió con un fuerte cabezazo.

Ese era el espíritu que tanto amaba el dios de la muerte en un guerrero, pero no le dejaría pensar que podía insultarlo, e inmediatamente Thanatos volvió a atacarlo, esta vez utilizando una poderosa técnica que lanzo al caballero de cáncer hacia el piso, estrellándolo en él con violencia.

Manigoldo se estrello perdiendo la conciencia, el dios gemelo lo dejo en aquel sitio por el momento, aun faltaba mucho más de aquella ceremonia, pero sonriendo, lo vistió con una túnica negra, cubriendo su cuerpo desnudo de la mirada de los demás.

Su hermano fue premiado así como cada uno de los jueces, el último de ellos, sería Minos, el titiritero no mostraba sentimientos, siempre era controlado y juicioso, era uno de los jueces que castigaba con mayor dureza a los humanos, muchos dirían él más despiadado de todos ellos.

— ¿Cuál es tu deseo Minos de Grifo?

El juez del inframundo tenía todo lo que pudiera desear, todo menos una cosa pensó recordando que el propio Thanatos había solicitado la vida de un guerrero que lo derroto en el pasado, por lo cual, tomando su ejemplo fijando su vista en su amo dejo ver cuál era su mayor deseo.

— Deseo al caballero Albafica de piscis.

Esa era la segunda vez que un nombre era pronunciado por uno de los espectros, Manigoldo comenzaba a despertar moviéndose ligeramente, escuchando el nombre de su amigo pronunciado por uno de los jueces.

Otro de los espectros, quien observaba esa ceremonia con mucho interés sonrió cubriendo su boca con una de sus manos, comprendiendo cuál era la razón de aquellas peticiones, aunque podía estar equivocado y sólo querían venganza de quienes le derrotaron.

— Concedido.

Minos al ver que el cuerpo de Albafica era reconstruido en el aire sonrió satisfecho posando sus ojos en cada centímetro de su cuerpo, ese hombre era perfecto, aun el mismo Verónica o Adonis no podrían competir con su belleza, una que de ahora en adelante sólo él poseería.

Thanatos era por mucho más discreto, desde que lo resucitara no le había dedicado ni una sola mirada, haciéndoles creer a muchos que tal vez este dios lo único que deseaba era castigarle por sus ofensas, aunque uno de ellos podía asegurar que vio una llama de deseo en sus ojos de otra forma carentes de vida.

Albafica abrió los ojos al mismo tiempo que daba el primer aliento desde su muerte, algo había cambiado en su cuerpo, pero no estaba seguro de que era, escuchando que a sus espaldas pronunciaban su nombre y como era rodeado por ciento ocho espectros, uno de ellos al juez que destruyo con su sacrificio.

— ¡No será tu esclavo, maldita bestia!

Minos lo ignoro al mismo tiempo que Manigoldo se acercaba a su amigo, manteniéndose alejado por costumbre, sin prestarle mucha atención a su atavió, ese momento no era para ponerse recatados, limpiando la sangre que brotaba de sus labios, tratando de enfocar su vista y buscar a cualquier otro guerrero, pero solamente estaban ellos dos, ambos peticiones de los espectros de Hades.

— ¿Qué está pasando?

Albafica pregunto sorprendido cuando de nueva cuenta una túnica apareció sobre su cuerpo, cubriendo su desnudez o tal vez exponiéndola, un regalo de Thanatos para uno de sus jueces, su cómplice.

— ¿Perdimos la guerra? ¡Respóndeme!

No le importaba estar rodeado de espectros, eso era lo de menos, necesitaba saber, comprender que era lo que estaba pasando, si acaso fueron derrotados, sí su sacrificio fue en vano, pero le preguntaba a la persona equivocada, Manigoldo sabía tanto como él.

— No lo sé bien, creo que estos malditos bastardos ganaron la guerra y que tanto Thanatos como Minos nos resucitaron.

Fue lo único que alcanzo a decir Manigoldo, notando que Hades estaba a punto de pronunciar una sentencia, levantándose de su trono con lentitud, los espectros les observaban, sonriendo, sabiéndose victoriosos.

— Athena ha muerto, ya no queda nadie con vida, sólo la generosidad de mis espectros los ha traído de regreso, pero como una muestra de mi clemencia, sí me juran lealtad yo les liberare de su esclavitud.

Sin embargo, Thanatos y Minos estaban seguros que eso no pasaría, estos eran Santos Dorados que dieron sus vidas para derrotarlos, no la traicionarían aunque les hubiera fallado.

— Tienen hasta que el sol se ponga para tomar su decisión.

Finalizo Hades marchándose de aquella sala, dejando a los espectros y a los sobrevivientes a solas, Minos camino en dirección de Albafica, jalándolo de los hilos invisibles que lo rodearon en cuestión de segundos, era hora de que comprendiera su destino.

— Vendrás conmigo.

Albafica trato de negarse pero los hilos eran demasiado fuertes, mucho más que en el pasado, obligándole a seguirlo a pesar de tratar de evitarlo todo el camino, sintiendo que Manigoldo se hacía con ellos por algunos instantes, pero estos le quemaron las manos provocando que los soltara pronunciando algunas cuantas maldiciones cuando hilos de sangre brotaron de sus heridas.

— ¡Déjalo ir maldito hijo de perra!

Tratando de evitar que se llevaran a su amigo, atacando a Minos, quien lo recibió con un fuerte golpe que lo derribo de nueva cuenta, mostrándole su lugar, al mismo tiempo que apretaba los hilos con aun más fuerza, recibiendo un doloroso grito como respuesta de su esclavo.

Albafica fue arrastrando hasta donde estaba el Juez del inframundo y en ese instante Minos lo golpeo en la sien con fuerza, su cuerpo inerte cayendo entre sus brazos, el guerrero de cáncer estuvo a punto de atacarlo de nuevo pero fue detenido por el pavoroso poder del dios de la muerte Thanatos.

Manigoldo no se movía y guardaba silencio porque Thanatos estaba controlando su cuerpo, su poder se había duplicado con la victoria de Hades al mismo tiempo que el Santo de Athena la perdió, apenas comprendía lo que estaba pasando, lo único que recordaba era su sacrificio, la pérdida de su cuerpo y de su vida por la causa de Athena.

— Ven conmigo Manigoldo, es hora de que le sirvas a alguien más.

En cuestión de segundos tanto Manigoldo como Thanatos desaparecieron, el dios de la muerte al triunfar Hades se había vuelto infinitamente más poderoso que la primera vez, lo mismo había ocurrido con los demás espectros, por lo que los Santos de Athena tendrían que admitir su derrota, tarde o temprano.

Inframundo-Inframundo-Inframundo-Inframundo-Inframundo-Inframundo- Inframundo

Manigoldo fue transportado a un cuarto similar a donde ocurrió su combate aquella primera vez, un cuarto blanco de mármol pulido, cuyos techos parecían inalcanzables, con un lujo ostentoso que le causo nauseas, los pocos detalles que pudieron importarle fueron un tablero de ajedrez y una puerta de vitrales que daba a un hermoso jardín de flores multicolores con un cielo rojo.

Ese no era un coliseo, ni un cuarto de torturas, era una habitación como cualquier otra pensó perdiendo algo de color en el rostro, dándose la media vuelta para salir de aquel horrendo cuarto, asomándose por el barandal que daba a un abismo que parecía no tener fondo, estaban en otro castillo flotante.

Thanatos no se encontraba en ningún lugar donde pudiera verlo y eso lo enervaba, le hacía preguntarse qué demonios estaba haciendo en esa habitación que más que una prisión parecía un cuarto cualquiera.

De nuevo ingreso con rapidez, prestándole mayor atención a ese monumental cuarto de dos pisos, ya que había unas escaleras que conducían a una biblioteca con al menos un millar de libros, así como una alfombra roja que conducía a una cama fastuosa con un dosel que estaba medio corrido, cuya tela caía con ligereza en cascadas que parecían interminables.

En las mesas había tazones con frutas, algunos dulces y botellas en lo que parecía ser una cava, así como tabaco dispuesto para ser fumado, había otras dos puertas abiertas, una daba a un cuarto de baño con lo que parecía ser una inmensa bañera, el otro un estudio con aun más libros, así como un arpa, ese cuarto estaba creado para que dos personas habitaran en él pensó con frialdad, deteniéndose delante de la puerta que debía ser una salida, golpeándola con los puños cerrados tratando de abrirse paso a golpes.

Escuchando, más bien sintiendo que Thanatos se hacía presente con una apariencia idéntica a la que destruyo en el pasado, peleando hombro a hombro con su maestro, con cabello negro, una estrella en su frente y un cuerpo más bien delicado.

— ¡Te matare maldito bastardo!

Lo ataco inmediatamente, siendo recibido por el infernal poder del dios, después de todo ahora que Hades había ganado, que la guerra termino a su favor y que Athena ya no existía más, el cosmos de todos los caballeros había disminuido considerablemente sin importar que tan poderosos fueran en el pasado, en especial uno que fue revivido solo para ser la compañía de Thanatos por los siguientes siglos, hasta que reencarnara la diosa y una nueva guerra se avecinara.

— Si me hablas de esa forma tan dulce solo aseguras que no tenga compasión.

Manigoldo se estrello contra una de las mesas, destrozándola con su peso, levantándose inmediatamente para seguir peleando, limpiando la sangre que manaba de su boca, Thanatos no estaba dispuesto a pasar el primer día del resto de sus vidas peleando ya que si lo permitía, cada día por los siguientes siglos este caballero terco y necio jamás dejaría de enfrentársele.

— La última vez no lograste vencerme y peleabas junto a ese otro caballero de cáncer, ahora que estas solo, sin tu preciosa armadura, no puedes enfrentarte a mí.

Thanatos era el más violento de los dos hermanos, Hypnos creía que perdió la razón o que se aburriría del caballero de cáncer con mucha rapidez, sin embargo, no lo creía de esa forma, no cuando este se diera cuenta que ya no tenía nada más que hacer, debía rendirse a sus pies y aceptar su destino de nacimiento.

— Sí me desobedeces puedo destruir el alma de tu querido maestro Manigoldo, también lo atrape a él, o puedo mandarle a alguno de los niveles del infierno, ver cuánto dolor logra soportar antes de ser destruido por sus habitantes.

Pronuncio enseñándole esta vez una urna con un sello de Hades en ella, haciendo que se preguntara cómo fue posible que ocurriera semejante atrocidad, Thanatos comenzó a reírse al ver su repentina sumisión, su sorpresa y su indignación.

— Veo que sabes lo que ocurriría con él si la destruyo, tu querido maestro dejaría de existir, no sería ni siquiera un puñado de polvo.

Manigoldo dejo de pelear casi enseguida al escuchar esa amenaza, no estaba dispuesto a rendirse pero no dejaría que el alma de su maestro fuera destruida por ese dios del inframundo, su maestro le había salvado, ahora era su turno de reponer aquel acto de amor incondicional.

— ¿Qué se supone que quieres que haga maldito infeliz?

Pregunto completamente furioso, apretando los dientes, con una mirada que solo hablaba de odio, pero al mismo tiempo dejando caer sus brazos a sus costados, sus ojos violetas posados en la urna que contenía el alma de la persona más importante de su vida, a quien le debía todo, aun su vida misma.

— Sabía que comprenderías mi punto de vista.

Manigoldo estuvo a punto de escupirle pero se contuvo cuando se detuvo a unos cuantos centímetros de distancia, sujetando su barbilla con sus manos delgadas de uñas negras, revisando sus facciones con curiosidad casi científica.

— Tengo muchas ideas en mente.

El caballero de cáncer era alto, delgado y musculoso, sus ojos eran violetas, su cabello azul oscuro, su piel bastante clara pero no tanto como la suya, su rostro tenía algunas marcas de cansancio causadas por la niñez que tuvo, por la torpeza de los espectros que lo ignoraron abandonándolo en los brazos de la muerte.

— Pero primero arrodíllate ante mí.

Manigoldo se quedo quieto al principio apretando los puños a sus costados, inclinándose poco a poco, sintiéndose humillado, dando la impresión que aquello era una tarea sumamente difícil.

Cuando por fin estaba hincado su vista estaba enfocada en el suelo, notando como Thanatos elevaba su pie solo un poco, aun no terminaba de humillar a este caballero mal encarado.

— Besa mis zapatos.

Manigoldo no lo hizo, en vez de eso se quedo quieto, sabía que tenía que obedecerle, pero no podría humillarse de esa forma, sin embargo, esperaba recibir una represalia por su osadía, recibiendo a cambio una sonrisa del dios de la muerte, quien lo sujeto de la barbilla, obligándolo a levantarse repentinamente.

— No te querría de otra forma.

Pronuncio besando sus labios con delicadeza, disfrutando de la sorpresa del caballero de Athena, quien retrocedió varios pasos, cayendo de espaldas cuando tropezó con un taburete, mirándolo todo el tiempo como si portara su armadura y no su túnica negra.

— Te dejo en nuestras habitaciones, Manigoldo.

Anuncio desapareciendo nuevamente, dejándolo completamente solo en esa habitación, Manigoldo llevo sus dedos a sus labios preguntándose si acaso ese no era un mal sueño, pero no lo era, ese maldito dios de la muerte creía que se trataba de un botín de guerra, algo que podía utilizar para su diversión.

De pronto su cosmos comenzó a arder y en una explosión de furia destruyo gran parte de esa habitación, para después tratar de encontrar una forma de usar su conexión con el inframundo para salir de allí.

— ¡Eres un maldito bastardo!

Thanatos sintió su explosión, en realidad la vio con una sonrisa y cierta satisfacción, no esperaba que ese caballero hiciera otra cosa más que enfurece y destruir aquel cuarto, tratando de utilizar sus dones especiales para salir del inframundo, pero debía comprender que esta vez no le servirían de nada.

Quería que se desesperara, que lo aceptara como su único dios, que se consagrara a su existencia, que le jurara lealtad y obediencia absoluta.

Cuando terminara con él acabaría apreciándolo, que mejor venganza que robarle su espíritu y su lealtad a esa diosa, para después convertirla en algo más, algo mejor que un simple Santo de Athena.

Thanatos estaba seguro que aquel guerrero debía haber sido un espectro, no uno de sus enemigos, y que ese humano de cabellera blanca sólo interfirió en su destino, pero ahora podía arreglar ese significativo error de los espectros que lo ignoraron al destruir esa aldea.

Inframundo-Inframundo-Inframundo-Inframundo-Inframundo-Inframundo- Inframundo

Al mismo tiempo que Manigoldo destruía el cuarto en donde el dios de la muerte lo abandono, Albafica de Piscis despertaba en un cuarto oscuro, el cual apenas era iluminado por la luz proveniente de unas cuantas lámparas de aceite que brillaban de color morado dándole una lúgubre apariencia a esa habitación de mármol gris.

La cama en donde estaba era enorme, demasiado cómoda, con sabanas de satín negro y un tálamo rojo sangre, del color de sus rosas, podía ver varios muebles en la oscuridad de aquella habitación que podía notar era demasiado ostentosa, pero practica al mismo tiempo, pensada para la comodidad.

Albafica se levanto de la cama con lentitud, aun tenía la túnica negra que no cubría suficiente y en realidad parecía que acentuaba su desnudez, tenía puesta algo de joyería delicada en las muñecas, el cuello y unas sandalias al estilo romano, como las que usaban los aprendices, pero con una pequeña diferencia, estas eran finas, de un material que le recordaba algún metal precioso, quizás oro.

Podía ver varias puertas cerradas en esa habitación y solo una entreabierta, por la que podía entrar un haz de luz rojiza, el caballero de piscis tomo una rosa en uno de los floreros, creyendo que Minos lo había subestimado, esa delicada flor en sus manos era un arma mortífera.

Deteniéndose junto a la puerta respiro hondo preparándose para utilizar su rosa, abriendo la puerta repentinamente, atacando a la silueta del juez sentada en lo que parecía ser un sillón de respaldo alto.

Minos esquivo la rosa con uno de sus hilos, sonriéndole, no llevaba puesta su armadura en ese sitio y su cabello claro estaba suelto, agitándose con el viento que arremolinaba en la cima de ese castillo flotante.

— Veo que despertaste.

El juez no llevaba puesta una túnica como la suya, sino pantalones, una camisa y unas botas de color negro, a su lado podía ver que había una copa de vino y un libro que estaba cerrado pero parecía haber estado leyendo con anterioridad.

Ese balcón era una inmensa extensión cubierta de plantas, muchas de ellas rosas, a las que trato de acercarse con lentitud, sin quitarle la vista de encima al juez del inframundo, quien parecía complacido con solo verle en aquel sitio.

— Lamento haberte golpeado con tanta fuerza, pero parecía que ese bruto no te dejaría marchar así de fácil, además, no obedeciste cuando te lo indique.

Ese bruto debía ser Manigoldo, quien a decir verdad no era para nada sutil, pero lo único que estaba haciendo era defenderle, utilizando los dones que todos los caballeros de cáncer poseían, por lo que no permitiría que lo insultaran.

— Manigoldo no es ningún bruto.

Así que ese era su nombre pensó Minos con una sonrisa, no encontraba que fascino a Thanatos de ese Santo, pero no le importaba, de todas formas ya no había nada que pudieran hacer, su hermosa belleza estaba en su jardín y eso era todo lo importante.

— Como sea, ahora se encuentra en los dominios de Thanatos, ya no volverás a verlo.

Pronuncio con delicadeza, levantándose de su asiento, caminando en su dirección con lentitud, como esperando a que se acostumbrara a su presencia, los hilos invisibles se elevaban a sus espaldas como si fueran serpientes.

— Me gustas mucho Albafica de Piscis, estoy seguro que estos serán unos siglos muy agradables con tu compañía.

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