¿Qué es lo que estaba pasando?
Akashi ya no podía acercarse a Kouki.
¿Por qué en un principio parecía tan desesperado por que Kouki lo aceptara en un principio?
Por eso le había roto las esperanzas a Kouki, otra vez. Pero en esta ocasión tenía una razón para ello. A pesar de que las terapias iban bien, era sólo una fachada para ocultar el serio problema que tenía, es decir, que tenían. Un problema que sí necesitaba tratamiento.
Porque tenía miedo de que el otro Akashi apareciera y tomara su lugar. De nuevo.
Hasta hace poco en su mente tuvo una discusión bastante fuerte.
Se había confiado en que Oreshi ya no existía.
Que no volvería a aparecer:
Ponte en el lugar de Kouki. ¿Entiendes lo que se siente? Podría permanecer a tu lado apoyándote, cuidando de ti pero ¿Quién será el soporte de Kouki? No puedes ser tú. La prueba está en el hecho de mi parición, si fui tan fuerte como para cambiar, tú eres débil.
Si no puedes con tus propios problemas, menos con los de él. Ponte en su lugar.
¿Sabes el trabajo que le cuesta para no deshacerse en lágrimas frente a ti? Eres la imagen de lo que soy. Anda contigo porque no puede olvidarme, y lo único que le queda es el cuerpo que nos une.
¡Basta!
¡No lo conoces! ¡No estás enamorado de él!
¡Basta!
Admítelo ¡No puedes someterme! ¡He ganado! Disfruta tus días con Kouki… que no serán muchos.
Después de eso ya no hubo más dolores de cabeza, ni escuchó su voz interviniendo en sus pensamientos.
Para evitar una futura desgracia, tenía que poner al castaño a salvo.
No quería llenarlo de problemas y responsabilidades innecesarias. Su otra personalidad se hacía presente de forma intermitente, intentando tomar el control de la mente y del cuerpo otra vez. Poco a poco se volvía más fuerte y le provocaba dolores de cabeza insoportables.
Si no podía cuidar de él mismo ¿Cómo alejaría cuidaría a Furihata del otro?
Lo siento, yo sólo quería tener la oportunidad de conocerte. Disfruté mucho el poco tiempo que estuve contigo.
Y aunque no se lo dijo, esperaba pasar más tiempo con él, quizás unos tres años en los cuales podría ponerse de acuerdo con él para llevar la fiesta en paz y convivir con Furihata.
Deseaba verlo dormir, graduarse a su lado, ir a la playa, tener muchas citas, visitarlo en Navidad… tenerlo junto a él todos los días.
Terminó de darse por vencido: le dolía querer tanto a alguien y no ser correspondido.
No tenía caso seguir haciendo el tonto.
Furihata nunca aceptó volver a conocerlo. No se lo dijo directamente, sus acciones lo demostraron y eso fue suficiente para él. Por eso tenía que librarle de estar con alguien tan cobarde como él.
Tenía que huir. Tenía que evitarle más sufrimiento.
Sabía que Kouki era fuerte, podría continuar con su vida sin él o él. Habría sido mejor no conocerse.
Y mientras lo veía desaparecer se lamentó de muchas cosas:
Tener que irse sin haberlo visto reír.
No haber sido sincero con él.
Tener que haberse despedido de esa manera.
Sobre todo lamentaba formar parte de Akashi.
Decidió dejarse llevar por esa nublosa que lo apartaba de Furihata.
Decidió dejar de existir.
*~*~*
Cansado, ya no de tareas escolares sino de trabajo de un simple oficinista, Furihata decidió tomarse un descanso. Se podía permitir uno que otro lujo de vez en cuando. Su vida le pedía tranquilidad a gritos… desde hace muchos años.
Había pasado un tiempo considerable desde que apenas supo nada de Akashi.
Caminando por la acera, se preguntaba que habría sido de él… Cuando se volvieron a encontrar.
No fue una reunión premeditada, sólo sucedió.
-¿Akashi…kun?
-Cuánto tiempo, Kouki.
El castaño quedó absorto en aquel hombre tan… perfecto. Sus facciones tan maduras eran la definición de alguien exitoso. Y él… bueno. Él era Furihata Kouki, no había cambiado en realidad.
Y sus ojos, esos ojos…
No podía creerlo. Corrió con los brazos abiertos a su encuentro.
-No te preocupes, él ya no está.
-Bienvenido, Sei.