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La voluntad del corazón por Azur

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Notas del capitulo:

¡Hola! Les traigo éste capítulo y es mi regalo de navidad para ustedes lectores ^o^/

Gracias por dedicar su tiempo en leer el fic ;)

Los síntomas que tiene el protagonista son reales en la vida real y los describo con la finalidad de que conozcan los efectos, pero sin ánimo de alentar su consumo. El objetivo es educativo.

 

PD: Los personajes de Saint seiya le pertenecen a Masami Kurumada.

Pasaron tres minutos y Milo entrecerraba sus ojos. Iba a ganarle el sueño hasta que cierta voz lo alertó a no hacerlo.

 

-¿Vas a dormirte?- preguntó Camus

 

-Sí pero dime ¿Qué te despertó?- interrogó Milo. Si creía que las locuras acabarían estaba muy equivocado.

 

-Cerré los ojos y soñé a un hombre. Su mirada deslumbraba ira y rencor. Creo haberlo visto antes- respondió sereno.

 

-¡Qué hermoso color tiene el sonido de mi voz!- exclamó alegre el francés y juntó sus manos hacia su boca como si el sonido que saliese fuera líquido.

 

-Entonces dime todo lo que ves- mencionó serio Milo. No había de otra o se dormiría, algo que no quiere porque si lo hace Camus se apartará de él.

 

-El color de tu voz es bellísima.- habló más alegre e inocente. El escorpiano arqueó la ceja. Camus jamás había hablado en ese tono antes.

 

-Ya no estamos solos. Han venido a acompañarnos cuatro hombres- continuó el aguador con sus alucinaciones. El griego exhaló aire y le siguió la corriente

 

-¿Quiénes son?- preguntó

 

-Antony, John, ¿Grinch?- dijo extrañado Camus. A Milo le eran muy conocidos esos nombres y empezaba a asustarse.

 

-Bueno ese último es un apodo, es lo que me dice- añadió el francés.

 

"Grinch es el apodo que le puso mi hermano a uno de sus amigos" pensó Milo. No era novedad que Camus alucinara pero ¿Ve gente muerta? Porque esos fueron los amigos que murieron en el accidente.

 

-Camus, mírame- dijo el escorpiano muy serio y volteó al francés para que lo mirara de frente. El francés sonríe graciosamente pero su atención se desvía por encima de la cabeza de Milo.

 

-No le pongas cuernos, no es cornudo- dijo el aguador y con su mano alejó a la figura que veía muy cerca de Milo.

 

-¿A quién ves?- preguntó el heleno.

 

-A Kardia, se nota que es tu hermano son muy parecidos- lo dijo con tanta soltura que Milo reaccionó apartándolo de él bruscamente.

 

-Dice que lo siente, no quería que escucharas todo por teléfono. Siempre serás su pequeño hermano menor..- habló con dulzura el francés pero la mirada de Milo estaba oculta bajo el fleco de sus cabellos.

 

-¡Basta Camus! ¿Te das cuenta de lo que dices?- interrumpió gritando Milo, enfurecido pero con lagrimillas en los ojos a punto de desbordarse por sus mejillas.

 

-¿Las heridas duelen no es así?- preguntó con una voz hiriente y enfocando una mirada casi psicópata en el escorpión

 

-¡Cállate Camus!- reclamó autoritario el griego y le agarró  de la remera al aguador.

 

-Kardia vino con algunos de sus amigos a visitarnos. ¡Lástima no puedas verlos! ¿Por qué será?- e hizo una expresión tan tierna y dulce. Para Milo aquello era una actuación muy cruel por parte del francés. Iba a golpear su rostro, su puño estaba a milímetros de tocar la piel del contrario pero se detuvo. "No...Éste no es el Camus que conozco. Está bajo los efectos de esa porquería" pensó y lo soltó. Recostando su espalda en la pared observando al aguador.

 

Los ojos del aguador se dilataron cual gato por la noche. La mirada era perturbadora

 

-Te estás deformando. ¿Por qué no te mueves o el tiempo ha parado?- preguntó y miró su alrededor.

 

-Los colores de tu pelo Milo los puedo oír.- acotó el aguador y con su diestra tocó el antebrazo del escorpiano que se mantuvo quieto, tratando de hallar paz en su interior.

 

-El sabor de tu piel- dijo con una cara de asco. No le agradó esa sensación.

 

-No descansaré hasta saber que mierda te pusieron Camus- habló muy serio con una mirada estricta y decidida.

 

-Quedémonos juntos aquí- y el francés se aproximó a Milo abrazándolo por su propia cuenta.

 

-¿Pero si nos tienen atrapados?- preguntó el escorpiano.

 

-El presente es lo que importa-contestó y con sus manos agarró la cara de Milo.

 

-¡No mames Camus! ¿Por fin te decidiste a confesarle tus sentimientos? ¿Es un poquito tarde no crees?- preguntó el más metiche de todos, que abrió sigilosamente la puerta y que ninguno de los dos olvidaría esa voz tan odiosa. Vincent.

 

-¿De dónde aprendiste ese vocabulario tan vulgar?- preguntó más serio el francés. Contemplando a Vincent.

 

-Parece que tu razón pende de un hilo en tu estúpido cerebro. Pero.. Respondiendo a tu pregunta...lo aprendí de México- contestó indiferente y tenía un traje negro. Detrás de su abrigo quitó un cigarrillo y un encendedor.

 

-¡Infeliz qué pretendes!- gritó Milo que con todo quiso ir contra Vicent pero las cadenas se lo impidieron. Vincent  encontró la escena graciosa y esbozó una sonrisa.

 

Camus permaneció en el piso sentado pero fijando su mirada en Vincent.

 

-¿México? ¿Desde cuándo pasaste por ahí?- preguntó el aguador. Milo giró su vista a su compañero y pudo notar aún a través de esos ojos dilatados, cordura en su mirada.

 

El jefe silbó y vinieron cinco tipos enormes de traje negro. Esperando la orden de su señor.

 

-Ya es la hora, Milo irás a Roma a partir de ahora. Te acercarán al aeropuerto con el pasaporte-

 

Los hombres se acercaron a Milo y obviamente el escorpiano luchó con todas sus fuerzas, pataleos y jalones del cabello. Volteó a ver el estado lastimero del francés.

 

-¡No, no puedo dejarte en esas condiciones!- gritó.

 

Camus contempló el hecho indiferente en su mirada, pero en su interior se desató una lucha por intentar moverse. Su cuerpo no se movía porque sentía que el tiempo se detuvo y la ansiedad lo paralizó. En su boca la sequedad regresó y era como si no tuviese saliva. Estaba quieto como una estatua y deseaba ayudar a Milo pero solo su mente seguía activa, su cuerpo dejó de responderle.

 

-Jajaja, ¡Camus estás perdido!- dijo riéndose el jefe de la mafia

 

-No le golpeen en la panza, no quiero pérdidas de mercancía ¿Entendido?- redirigió sus palabras Vicent a sus hombres, cuando éstos estuvieron a punto de golpearlo en esa zona para que Milo se quedara quieto. Pero era difícil, sacaba fuerzas y les hacía sufrir a sus captores. Arrastraron al peliazul a duras penas y estaba Lydia  sentada en una silla cerca de una mesa quien observó al griego.

 

-Se comporta como un salvaje- comentó y Milo al verla se puso más agresivo.

 

-¡¿Qué mierda usaste en Camus?! Dime- exigió valientemente y codeó a un tipo. Por un momento Milo estuvo libre y fue directo a Lydia. La mujer se asustó y retrocedió unos pasos, pero otro hombre le pasó una pistola y le apuntó a Milo.

 

-¡Muévete un paso más y tu cadáver es el que llegará a Roma!- gritó. El alacrán se detuvo y sus captores le sujetaron los brazos.

 

-¿Crees que la tortura de Camus terminará? Claro que no.. Yo personalmente me convertiré en su pesadilla-  dijo más relajada. El escorpiano frunció el ceño y forzadamente se lo llevaron a otra habitación, obviamente no había una cama pero si una silla.

Lo tuvieron ahí unos dos minutos, permitieron que se cambiara la ropa y se abrigara, luego  le pusieron una tela negra en su cabeza. Entonces lo metieron en un automóvil montero Chevrolet y el chofer aún no llegaba junto a los hombres que permanecían al lado del alacrán.

 

********..Mientras tanto Vincent y Camus..*******************

 

-Te hice una pregunta, si he de morir al menos respóndeme- comentó el aguador. El jefe de la mafia exhaló el humo que retuvo en su boca  y siguió fumando tranquilamente.

 

-Estaba en México arreglando unos negocios con unos narcotraficantes, pero eran todos unos perdedores y como la fastidiosa interpol me perseguía. Contraté a un doble y envié a unos hombres con el doble que cruzaron Estados Unidos sin problemas. Solo que mi doble era el más estúpido y como se desesperó porque lo andaban persiguiendo confundiéndolo conmigo, quiso pasar como inmigrante ilegal a Canadá- contestó

 

-Tal vez haya derrochado mi tiempo en México, pero me gustó ese país y rápidamente me aprendí un par de groserías. Me hace sentir mejor al decirlas- lo dijo más para sí mismo Vincent que para el francés.

 

-¿Por qué no te delató?- preguntó Camus quien permanecía atento a las palabras de su interlocutor, a pesar de las imágenes bizarras que veía.

 

-Le pagaría 2 millones de euros si pasaba vivo a Canadá sin ser atrapado y sin delatarme. Pero no lo logró y con su muerte me beneficié. Los resultados de ADN fueron alterados gracias a las coimas-

 

-Existen policías y laboratoristas corruptos que no le tiemblan la mano para recibir un dinero extra- dijo sarcástico y burlón.

 

-No como a ti que ya estás temblando- y le señaló con el dedo. Al francés se le erizaba la piel involuntariamente así como en dicha expresión “la piel de gallina”. Vincent tiró el cigarrillo en el suelo y lo pisó con el pie. Se dio media vuelta

 

-Una pregunta más, quiero que me respondas una- pidió Camus. Vincent lo miró por encima del hombro.

 

-¿Es tu deseo antes de morir?- preguntó indiferente y el francés hizo un ademán afirmativo con la cabeza.

 

-¿Qué sabes de Isaak?-

 

-¡Tsk! ¡No me preguntes por el bastardo!- gritó enojado pero Camus siguió mirándole esperando la respuesta. Aun bajo los efectos del alucinógeno, temblando, sudando, con los ojos dilatados, la sequedad en la boca y el insomnio, todavía permanecía un ápice de lucidez en su mente. La única esperanza que tenía era desear la mejor de las suertes a Milo, que logre escapar en su viaje y él muera para que su infierno termine. Sí, estaba siendo egoísta pero todo sea para no involucrar a más vidas inocentes en sus problemas.

 

-¡Nada! ¡Se esfumó y lo ando buscando! Fuiste un idiota al ayudarlo a escapar de mí. ¡Ese hijo de perra se esconde como buen cobarde que es!- gritó y le golpeó con un puñetazo el rostro al aguador. Que no pudo esquivar tal ataque, porque veía doble y el ambiente se le distorsionaba mucho.

 

-¡Vas a arrepentirte! Dejar vivir a ese demonio te pesará-  amenazó Vincent y salió molesto. El aguador siguió en el suelo. Escuchaba las pisadas de esos centinelas y lamentó que sus sentidos se hayan agudizado, tanto que un simple arañazo a la pared le hacía doler los oídos.

 

Minutos después ingresó Lydia al encierro de Camus. El peliaguamarina seguía sin poder moverse, encadenado y sediento. Hasta veía un oasis frente a él estando en un desierto por que el calor era inmenso. Sentía que se derretía y la mujer se acercó al aguador, no tuvo que tocarlo para percatarse que ardía a mil grados de fiebre (nótese la exageración).

 

-Agua- murmuró él. Lydia sonrió de medio lado y trajo un vaso transparente lleno de agua. La silla que estaba en la pared la usó la mujer para sentarse al lado de la mesa. Mojó la yema de sus dedos con el agua y le salpicó al francés. Viró sus ojos el peliaguamarina y pudo darse la vuelta en dirección a Lydia pero acostado en el frío piso. Sus labios estaban secos y pálidos.

 

-Ven aquí- dijo burlona e hizo un chasquido de dedos, gesto al cual se llama la atención de un perro. Lo estaba tratando como uno. Pero Camus permaneció mirándola y sin intenciones de seguirle el juego.

 

-Afuera hace como -15 ºC bajo cero. Si permaneces así te agarrará hipotermia- informó ella y siguió salpicándole gotas de agua al francés.

 

-Lydia ¿En verdad yo te gustaba o te atraía el poder de los Smirnov?- preguntó con voz neutral. La mujer meneó con la cabeza.

 

-Me gustabas, no sé.. tal vez… todavía. Como despedida…- respondió. Dejó el vaso en la mesa y se acercó al aguador caminando sensualmente. Acomodó al peliaguamarina sentado y recostado en la pared. Él lucía tan indefenso que Lydia se relamió los labios y sonrió pícaramente, tenía muchas ideas sucias y en todas ellas estaba Camus. Cuando estuvo por tocarlo le interrumpió otro hombre que abrió la puerta sin previo aviso

 

-Pensé que estaba solo.-

 

-¿Qué, pensabas abusarlo?- preguntó Lydia y dio directo al clavo. El otro ladeó su cabeza, una reacción muy evidente a que sí era la respuesta.

 

-Vincent lo prohibió- advirtió ella.

 

-Usted no se queda atrás- habló en su defensa. Después vino un tercero y Lydia se apartó de Camus.

 

-Señorita Lydia le toca conducir y llevar al salvaje al aeropuerto. Vincent acabó de salir y éste- señaló al francés

 

-Irá a su pueblo natal-

 

-Antes de irte, mi despedida para ti- comentó ella y fue por el vaso, luego le derramó el agua en la cara del peliaguamarina y  para completar el colmo, arrojó el vaso contra el suelo y se rompió en pedazos. Camus gritó y se tapó los oídos. Sus sentidos estaban muy agudos y sensibles.

 

 

Lydia salió y fue donde estaba Milo, que extrañamente estaba muy quieto. No generó problemas. La mujer ingresó al autor y condujo el automóvil. Al peliazul le esposaron las manos y él tocaba su vientre. “Maldita sea, empiezo a sentir dolor. Debe ser el paquete, siento que llevo una pelota dentro mío.” Pensó. Todo marchaba bien hasta que el hombre ubicado al lado izquierdo del escorpiano habló

 

-Para aquí quiero orinar-

 

-¡Aguántate!- fue la rápida respuesta de la conductora

 

-Vamos, no puedo. En todo el día el jefe nos estuvo ocupando a enterrar cadáveres y ni al baño pude ir ¿Falta mucho para llegar?-

 

-Sí y jódete-

 

-No pienso viajar oliendo a orina, vamos mujer, la mula está bien, mira- exigió el otro y golpeó la cabeza de Milo que no reaccionó. Tenía la cabeza agachada y dormido.

 

-¿Ves? El loco no lo habrá dejado dormir- acotó y Lydia suspiró fastidiada. Frenó el automóvil y quitó la tranca de las puertas.

 

-Bájate que estamos en medio de la nada-  dijo y bajó el necesitado a toda prisa. El otro lo siguió por si después en el camino él tuviese ese inconveniente. Las puertas se cerraron y Lydia vigiló a Milo pero ni se movía. Ella encogió sus hombros y de la guantera del auto sacó un labial. Se miraba en el espejo del retrovisor concentrándose en como verse más bonita y sorpresivamente sintió que algo la asfixiaba. Era el escorpión que fingió dormir y maniobró para ahorcarla con las esposas de sus manos. La apretaba contra el asiento y se acercó a su oído. Milo no veía absolutamente nada por culpa de la tela pero el esfuerzo lo valía.

 

-Pisa el acelerador ahora- solicitó prepotente y como la mujer dudaba en obedecerle, la ahorcó con más fuerza dejando marcas en el cuello.

 

-Está bien, déjame respirar un poco- pidió ella en voz baja. Milo aflojó un poco y ella pisó el acelerador abandonando a los dos hombres en la nada. El escorpiano con ayuda de una mano se quitó despaciosamente la tela negra y se liberó pudiendo ver el camino de la carretera. Lydia giró el auto volviendo hacia atrás.

 

-Dirígete en donde está Camus- ordenó el peliazul.

 

-Claro…capitán- declaró burlona y Milo la ahorcó un poco.

 

-No te hagas la tonta, Te hice una pregunta- interrogó amenazante.

 

-Te daré una mejor idea. Reconozco que tienes agallas. ¿Por qué mejor no vamos a la primera ciudad que encontramos y llamas a la policía?, así te libras de Vincent y te quitas el paquete. Abandona a Camus, ése morirá pronto-

 

-Limítate a responder mi pregunta y a las siguientes que haga- expresó muy serio

 

-Habrá llegado al pueblucho ése- dijo ella con desprecio.

 

-¿Por qué?-

 

-A Vincent le gusta jugar con sus víctimas antes de matarlas. En especial si le tiene rencor. Sabe que Camus tiene un recuerdo reprimido en ese sitio y con el alucinógeno que tiene...¡JA! Lo recordará todo-  respondió y entonó el “ja” con vigor.

 

-¿Cómo se llama esa porquería?- preguntó pero ella guardó silencio. Apretó el cuello de ella pero se negaba a responder.

 

-Ahórcame si quieres, moriremos si dejo de conducir y nunca verás a Camus-

 

-¿Por qué no respondiste?-

 

-Porque fue mi idea doparlo, es peculiar y el efecto durará 12 horas ¿Mucho tiempo verdad?-

 

-¿Por qué quiere liberar el recuerdo reprimido? ¿Qué pretenden?- preguntó enojado

 

-¿Crees que Vincent me dice todos sus planes? ¡Pues no!- . Después de una hora y varios kilómetros de viaje, los dos llegaron a un pueblo, no muy grande y el paisaje era bello pero repleto de nieve. Milo antes de liberarla le hizo una última interrogante.

 

-¿Avisarás a Vincent apenas desaparezcas de aquí?-

 

-¡Jamás! Si voy y le digo que te dejé escapar me matará. Valoro mi vida y lo lamento por él pero yo cumplí con mi parte- respondió. El peliazul la ahorcó al punto de hacerla creer que morirá pero ella se desmayó.

Suspiró y buscó la llave de sus esposas entre las ropas de la mujer, al encontrarlas no pudo liberarse como hubiese querido. “¿Por qué estás llaves tienen que ser tan pequeñas?” pensó y las guardó en el bolsillo de su pantalón. Se bajó del auto y arrastró el cuerpo de Lydia colocándola en el asiento del copiloto. La dejó ahí y fue a caminar para conocer ese lugar. Muy pocas personas estaban afuera y alcanzó hablar con uno.

 

-¡Hola!- dijo pero en su idioma y estaba en Francia. Como el pueblerino no entendió su lengua se alejó asustado.

 

-¡Mierda! Me acuerdo que en el instituto daba clases de francés, lamentablemente nunca me interesó el idioma. Debo recordar algo, al menos el saludo- se dijo así mismo y buscaba suerte con cada habitante. Todos se alejaban de él hasta que encontró a uno.

 

-¿Hablas griego? Tienes suerte, sé hablarlo- comentó curioso otro joven pero sus vestimentas no lucían bien. Como si fuese un mendigo. Tenía el cabello desaliñado y con algunas basuritas en su enmarañado pelo.

 

-Tengo un auto- dijo Milo y señaló con el dedo hacia atrás donde de lejos se veía el automóvil.

 

-¿Dónde puedo estacionarlo?- preguntó y el joven se quedó pensativo.

 

-Tengo un amigo que tiene una cochera pero el auto se ve caro ¿Eres…un enviado de Vincent?- la pregunta lo mencionó con miedo en sus ojos casi arrepintiéndose de haber entablado el diálogo con el heleno. El tipo estaba en posición de correr en cualquier momento. Milo notó que ese hombre conocía al mafioso o al menos le tenía un terror y tuvo que aprovecharse de la situación. “Odio mentir…, pero todo sea por asegurar el auto y escapar con Camus de aquí. Tengo la ligera sensación que él sigue en peligro” pensó y afirmó muy serio.

 

El joven le hizo una seña con el dedo a que lo siguiera. Lo guío hasta una casa y golpeó suavemente la puerta. El dueño salió y los dos habitantes hablaron un poco. Enseguida le entregó las llaves de la cochera a Milo.

 

-¿Por qué va esposado?- preguntó el dueño. El peliazul se olvidó de ese detalle y antes que dudaran de la farsa

 

-Para que preguntaras y me liberes- respondió autoritario y con firmeza,  buscó las llaves de las esposas en el bolsillo del pantalón, se las pasó al dueño de la cochera que no dudó en liberarlo.

Milo tiró por ahí las esposas y sobó sus muñecas, ya le dolían y se alejó de los presentes. Excepto el joven con apariencia de pobre que lo siguió. Milo desconfiaba del sujeto pero no hacía nada sospechoso, aún. Se subió en el auto y Lydia ya no estaba pero las llaves del auto seguían en el mismo sitio. Enarcó la ceja extrañado pero encogió sus hombros y condujo el auto metiéndola en la cochera. Cerró y llaveó las puertas de la cochera y se quedó con las llaves, guardándola en uno de los bolsillos de su abrigo. Realmente hacía frío, con cada respiración podía ver su helado aliento salir de su boca.

 

El joven indigente se colocó al lado del escorpiano

 

-¿Has visto a un muchacho de cabellos largos aguamarina y de ojos del mismo color?- preguntó Milo formalmente.

 

-Mmm… ¿No es ése…de ahí?- y señaló a lo lejos a uno muy parecido a Camus, sentado y abrazando a sus piernas, recostado en la pared de una casa. Milo fue directo hacia donde le mostró el joven y era Camus. Con una cara de confusión y balbuceaba a lo bajo.

 

-Camus- dijo alegre el peliazul y se puso frente al aguador. Él francés le miró y sonrió de medio lado.

 

-Aquí en ésta misma posición cuando tenía cinco años y tú como Alexander, quien me encontró- habló serio. Milo le tendió la mano y cuando Camus iba a tocarlo vio asustado al lado del griego a una niña de 10 años con un pijama blanco.

 

-¿Qué haces, no te conozco por qué me persigues?- preguntó el aguador a la niña y ella le sonreía contenta. Milo agarró del brazo a Camus y le ayudó a levantarse.

 

-Si quieren refugiarse vamos a la casa embrujada- opinó el joven mendigo que siguió ahí observando todo.

 

-¿Casa embrujada?- preguntó Milo que rodó sus ojos hacia el desconocido.

 

-Sí, los que somos pobres y me incluyo vivimos ahí, todavía queda un lugar para dos personas. Cuantos más seamos mejor, así compartimos el calor.- contestó. Milo jaló a Camus para que fueran juntos hasta ésa casa, al francés no le agradaba la idea y detrás de él veía a la niña seguirle muy sonriente con las manos atrás. La casa era la más alejada al pueblo, no se podía apreciar exteriormente las condiciones debido a la nieve pero cuando el indigente abrió la puerta, por dentro sí que era precario. Lo que antes parecía un sofá servía de cama para un mendigo. Había algunos escondidos en los rincones y otros alrededor de una chimenea en la sala, con el fuego y madera encendidos.

 

Camus no quiso ni pisar un pie en esa casa, retrocedió y comenzó a gritar, le agarró pánico el sitio. Milo forcejeaba con él para que entrara, no había otro lugar era ése o a fuera. Los mendigos se levantaron y reclamaron por que tanto griterío, a lo que desconocido le aconseja a escorpión

 

-Cállalo o te echarán-

 

Milo no se atrevía a golpearlo y el aguador no colaboraba para nada en calmarse. Se ponía histérico, loco y gritón.

 

-No voy a entrar.. Ésta casa ya la vi antes, ¡¡¡No!!!-  estuvo a punto de liberarse del peliazul y en su desesperación el escorpiano le golpeó en la nuca y se desmayó. Lo cargó en sus brazos y le dijeron que su lugar será en un pequeño cuarto, exclusivo para ellos. ¿Muy  extraño no? ¿Por qué nadie se atrevía a entrar a ése cuarto?

 

Colocó a Camus en la cama individual, espaciosa realmente por que otra persona también pudiera entrar. Había un ropero marrón de madera y cuando abrió la puerta del ropero iban a caerse las sábanas en su cara, solo que Milo las agarró con su diestra justo a tiempo.  Las extendió y cubrió al francés.

 

Salió el peliazul y se acercó al joven que lo ayudó desde el principio.

 

-¿Cómo te llamas?-

 

-Charlie ¿Y usted?- respondió

 

-¿Por qué nos ofreció ése cuarto, cuál es la razón?- preguntó amable y había otros mendigos que con solo oír la pregunta se espantaron alejándose del escorpión. Charlie tardó unos minutos en responder mirando al peliazul y en eso, se escuchó un canto de cuna de una niña y provenía del cuarto donde estaba Camus.

 

-Por eso- contestó y Milo corrió al cuarto. Abrió brutalmente la puerta, vio a Camus despierto y con sus manos trataba de tranquilizar a alguien que estaba a su lado izquierdo.

 

-No se calla- explicó el francés que observó al peliazul y cuando iba a hablarle, el aguador le interrumpió

 

-Ésta niña no tiene otra cosa que hacer y me persigue. No me molesta su compañía, es bonita pero es insistente-

 

-¿En dónde la viste por primera vez?-

 

-Cuando me trasladaban hasta aquí. Me contó que su madre teje muy bien y que le hizo su pijama. ¿No te conté que está en pijama cierto?

 

-¿Y es de color blanco?- preguntó Milo

 

-Sí, ¿Puedes verla también?- respondió más contento el francés. “¡Perfecto! ¡Esto no podía ser mejor! Ya parece que estoy en una película de terror. Clásico el fantasma está de blanco” pensó enojado y alzó las manos hacia arriba.

 

-No, ella no es real- respondió sin muchas ganas de convencerle.

 

-Voy a mentalizarme que no existe- dijo serio Camus, creyéndole y llevó sus dedos en su sien, cerró los ojos y en luego de unos segundos abrió los ojos y la niña ya no estaba.

 

-No está- dijo el francés a Milo. El escorpiano se le acercó y sonrió.

 

-¿Quieres algo o ya te sientes mejor?-

 

-Solo quisiera dejar de recordar tan repentinamente. Me estresa- respondió y miró hacia la ventana. Había un vidrio transparente y tenía rejas de hierro hacia a fuera.

 

 

 

*********************************************************

 

-¿Cómo que escapó? ¿Dónde está la puta de Lydia?- gritó enojado Vincent a sus hombres que al llegar les informó los mismos que fueron abandonados pero rescatados por sus compañeros cuando los llamó por celular.

 

-Señor bajé a orinar y cuando iba a entrar al auto, salió disparado a toda velocidad. No localizamos a Lydia- respondió uno.

 

-¿Quieres redimirte? Porque sabes que mato a los que hacen mal los trabajos- amenazó Vincent

 

-Sí, lo que sea menos morir-

 

-Ve al pueblo de Camus y averigua si está ahí. Cincuenta mil dólares están en ése ateniense, pendejo de mierda-

 

Luego se oyeron disparos y gritos. Vincent se apresuró en salir pero el mismo hombre al que le encargó un trabajó, puso la punta de la pistola en la espalda del jefe.

 

-Quieto- dijo

 

-Cabrón, ¿Te acabé de contratar y ya me traicionas?- y levantó las manos Vincent. El hombre le revisó y quitó todas las armas que tenía el jefe.

 

-Átalo en la silla y esperaremos- dijo un sujeto con máscara, no se le veía el rostro y a su lado un pelicastaño.

 

-¿Estás seguro que vendrá Milo?- preguntó el castaño al enmascarado.

 

-Completamente. Aioria vigila a Vincent y verás a tu amigo, después llamaré a la policía.-  contestó pausadamente

 

-No olvidaría esa voz ni en un millón de años- dijo enojado Vincent mientras era atado por una silla con cuerdas por todo el cuerpo.

 

-A diferencia de ti yo si cumplo mis palabras. Aioria las pruebas que me entregaste servirán pero así como tú me ayudaste por las buenas, me ayudarás a escapar antes que venga la policía.-

 

-No le escuches. Has algo mejor, ¡Mátalo! ¡Te está manipulando, reacciona!- reclamó Vincent.

 

*********************************************************

 

Al llegar la noche Camus estaba quieto en la cama. Miraba su alrededor sin mover su cabeza y Milo lo dejó solo un rato. En medio de sus alucinaciones volvió Kardia y se puso frente a él.

 

-Cuando venga mi hermano ¡Bésalo!- dijo picarón

 

-No existes- repitió Camus una y otra vez. Cerró los ojos y al abrirlos, Kardia seguía ahí quien comenzó a reír a carcajadas.

 

-Pero si te gusta, si quieres práctica conmigo. Besarlo a él o a mí es prácticamente lo mismo- y se acercó peligrosamente al francés, estaba a milímetros de darle un beso pero el aguador lo esquivó.

 

-¿Qué sientes cuando te abraza? ¿Te late fuerte el corazón?- preguntó Kardia que mantuvo su distancia.

 

-Mi corazón late aceleradamente y créeme no es porque me guste Milo- respondió secamente. Ya no le importaba si el griego entraba y le decía que estaba hablando solo.

 

-Jajajaja, ¿Qué sientes por él?-

 

-Admiración- respondió pero le interrumpió Kardia con una mirada muy seria.

 

-¿No es lo mismo que sentías por Shaka? ¿Realmente lo amaste?-

 

-¡No necesito amar!, repelo al amor por una razón que desconozco.- argumentó Camus

 

-No confundas la admiración con el amor. Son muy distintos- dijo Kardia

 

-Deja de molestarme. ¿Tú de nuevo?- preguntó enojado Camus a la niña que se apareció al lado de Kardia.

 

-Los dos estamos muertos y no seas maleducado que la niña te está prestando su cama- y Kardia le dio un saplé (golpe suave en la cabeza) a Camus.

 

-Perdón, ¿Cómo te llamas niña?- preguntó el aguador

 

-Rachel. Si tienes dolor grita por Milo que acudirá por ti- habló la menor.

 

-¿Por qué veo gente muerta? Y no siento ningún dolor- preguntó el francés

 

-Porque pronto nos acompañarás- hablaron al unísono, Kardia y la niña. Camus sintió que el estómago se retorcía y un gran dolor que parecía asfixiarlo. Ahora estaba solo y antes de vomitar gritó por Milo.

 

El escorpión estaba haciendo relaciones públicas con los mendigos, no eran malos solo que algunos estaban medio locos por que oían gritos de una mujer y esas cosas pero el llamado de Camus lo hizo ponerse de pie y fue junto a él.

 

Lo encontró vomitando al costado de la cama y al terminar levantó la mirada hacia él. Milo abrió los ojos enormemente. Camus sangraba por la boca y expulsó gran cantidad de sangre, incluso las puntas de sus cabellos estaban manchadas. El escorpiano se acercó a Camus y el aguador parpadeaba descontroladamente. El aguador agarró a Milo con la diestra.

 

-La herida..mi cabeza…- murmuró y el peliazul desvistió la parte de arriba del francés. Efectivamente la herida se abrió un poco. Milo corrió de aquí para allá y vendó la herida atajando el sangrado. Limpió el cuarto con unas telas que le prestaron. Luego le puso una camisa y quitó los pantalones de lana, seguro se moría de calor, pero le dejó puesto un pantalón azul (estaba por debajo del resto). Dentro de la casa no hacía frío, era cálida.

 

Milo se acostó a un lado de la cama y puso la cabeza de Camus en su pecho, él permanecía sentado y el francés acostado aparentemente dormido, pero despertó y vio  a la niña cerca de él.

 

-La barrera en tu mente está rota. No te resistas a recordar tu vida con tus padres biológicos o no entenderás porque odias al amor- informó ella y le dedicó una sonrisa.

 

-Camus ¿Estás bien?- preguntó preocupado Milo.

 

-Sí- se limitó a decir. La niña se desvaneció y abrazó fuerte al griego. Hecho que ruborizó al escorpión.

 

El aguador  tenía los ojos abiertos sin pestañear y sin moverse. Entonces el flashback de aquel recuerdo reprimido es…revivido.

Notas finales:

Gracias por leerlo nwn/

¡Feliz Navidad!

Nos leemos.


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