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Honey in Blue por Sly Blue Memoryof Amber

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Notas del capitulo:

Primero que todo, me toca pedir disculpas por el enorme retraso. Caí en una depresión espantosa y ya no recordaba mi contraseña hasta que di con el bendito correo y encontré como salvar aquí. 

Estaré mucho más activa y subire demasiados proyectos más de DMMd y SP (South Park) 


¿Qué más debo decir? ¡Disfrutenlo! y esta vez la espera no será larga.

Tan consternado me encontraba en aquel momento que ya no supe que más hacer, estaba totalmente pasmado y quedaba corto diciendo lo preocupado que me hallaba. Me palmee la mejilla despertando de todo. Tenía que regresar a mi hogar y buscar algo con que calentar la choza, primero que nada debía pasar con el médico del pueblo y recoger las medicinas de mi hermano.

Cargué con el conejo y un poco más de “sweet pea”, escondí el dinero en un pequeño bolso –bastante usado- y me dispuse a salir. Vaya día tan estresante, pero ahora lo importante era atender a Sei, nada para mi dictaba ser más importante que mi familia.

Caminé con prisa hasta llegar a la pequeña choza que compartía con mi gemelo; algo realmente extraño con ambos, era que yo poseía un cabello que muchos llamaban precioso, de un extraño turquesa a la par de ojos como el maple… ámbares. Por otra parte Sei llevaba el cabello un poco más corto de un azabache limpio y ojos del mismo tono, algo que le regalaba esa parte “dulzona” al toque de una chica, se trataba de la piel nieva, inmaculada y perfecta; muchos llegaban a compararlo con la seda. Para suerte de ambos el pasar por un par de mujeres no se veía muy difícil, solo ligeramente puesto que aún llevábamos también ciertos rasgos masculinos que procuramos esconder con ahínco… Hasta hace poco ¡Maldita suerte!

Los seres humanos tienen una gran capacidad para ser crueles pero he ahí donde el bien se pierde ¿qué sucedía? Casi suelto al conejo de un susto pero si corrí sin cuidado alguno ¡La choza se quemaba, ardía y el humo empañaba la vista a estar tan solo cinco metros delante!


— ¿Pero qué… ¡Sei! — Fue lo primero que grité y dejando el conejo recostado en un lugar seguro me adentré a la choza de una patada a la puerta olvidando todo medo, la desesperación me había ganado. — ¡Sei ¿dónde estás, me escuchas?! —


No lograba ver nada y por más que gritara como loco despavorido, su hermano no parecía tener oídos. Un golpe certero a la nuca lo hizo caer ¡Ese no era mí día, se ponía de lo más horroroso a cada segundo!

No supe nada después; alcancé a ver unas botas ¿rojas? Eso parecían o el fuego me jugaba una mala pasada. De cualquier forma no tuve tiempo de reaccionar pues el dolor de cabeza fue más fuerte que mi resistencia.




[Narrador]

Y por si fuera poco perdió la conciencia a los pocos segundos, todo sucedió en un chasquido. Su hermano, no pudo encontrarlo. Para empeorar las cosas estaba vulnerable, a merced de esa extraña persona. Las cosas no pintaban bien, pues había creído librarse de caer preso en los calabozos del castillo y ahora… Pues, no tenía idea de lo que sucedería; seguramente nada bueno.







***************************************






Una exagerada mesa y una estúpida distancia separaba a cada miembro de la familia real en la cena. Por ello se había largado a tierras lejanas, quería evadir todo tipo de contacto con sus padres y sus “ridículas” peticiones. Ahora ya sabía lo que venía, un discurso del rey que seguramente Noiz terminaría ignorando como siempre. 
El pensamiento del joven heredero se encontraba en un lugar muy lejano, uno con paisajes a un azul inconfundible y a soles luminosos… Sí, dos de ellos y le pertenecían a un hombre. Lo peor de todo es que no le dio el tiempo de pedir su nombre. Otra cosa más, no tenía idea de donde encontrarlo; pero, estaba seguro de que debía buscarlo ¿cómo? Simple, se trataba del príncipe y en un chasquido de dedos podría hacer que la guardia entera corriera en su búsqueda, y sobre todo con esa cabellera tan peculiar, esconderse no cabía.

—… Por tanto, es indispensable que Noiz se una a la guardia del sur antes de terminar la semana. No podemos dejar pasar esta oportunidad ahora que Luxanya tiene problemas con sus habitantes. Pero debemos atacarlos antes de que se cree un golpe de estado, o no podremos volver a tener una oportunidad de derrotarlos tan fácil. Justo en este momento están vulnerables, al menos un setenta por ciento de sus pueblerinos consideran que su rey es un abusivo; Noiz, mañana mismo tienes entrenamiento con el comandante de la escuadrilla sur; no quiero bromas ni tus estúpidas excusas ¡Debes atender a tu reino! —


¡Ahí estaba! Y el rubio solo escuchó la mitad, aunque fue suficiente para que frunciera el ceño. No le importaba hacer bajezas pero había lo que se llamaba honor y de ahí se concedía la piedad razonable y algo como un ataque ventajoso dejaría claro que no tenía ni un poco de dignidad. No era un cobarde, y acceder a una petición tan absurda… ¡Jamás!

Chasqueó la lengua y se levantó de la mesa, pero antes de irse procuró lanzar su veneno.


— ¿Tanto miedo de atacar tienes cuando están unidos? —

— ¡Noiz! — esta vez fue la reina quien alzó la voz, dulce y aterciopelada pero sin embargo muy firme. — Siéntate—

— Hermano…—


Pero este ni siquiera se inmutó y siguió su camino. Caminó un buen tramo antes de poder llegar a su habitación. <<Que ridículo>> tantos corredores y escaleras para llegar a su destino. Tanto lujo debía ser visto como una estupidez y no como una maravilla. Se recostó en su cama y observó al techo antes de suspirar, en su mente no cabían los problemas del país; desde que vio a ese sujeto le había llegado la gana de conversar con él. Se levantaba y rascaba su nuca, daba vueltas por la amplia habitación. La tonta mascada le apretaba y optó por quedarse en camisa y pantaloncillos, el pañuelo no era necesario y tampoco los incómodos zapatos.

Pensó bien y de hecho tenía una excusa para verlo de nuevo –aunque poco le importaba tenerla-. El conejo, podía ir a recogerlo y no rendiría cuentas a sus padres, seguro Theo se encargaría de convencer a su madre si le explicaba su cometido. ¿Por qué no lo delató? Quedaba claro, buscaba algo de ese joven, aún no entendía qué precisamente pero estaba seguro de que había algo especial en él. Y la tentación de obtener ese “algo” le llenaba los pulmones de fresco aire.

Tocaron la puerta un par de veces pero no respondió, otra cosa que le parecía tonta, era tener sirvientes personales; innecesarios a su parecer pues él podía tomar, hacer o decir lo que quisiera cuando lo quisiera.


— Joven príncipe… Voy a entrar — pero la joven sirvienta no se atrevía aunque hubiese advertido su entrada. —Señorito, si no me permite entrar el rey estará muy molesto… Por favor se lo pido—

Volvió a chasquear la lengua ahora más fastidiado que antes, pero entonces consintió —Pasa de una vez—

La joven llevaba consigo un jarrón precioso en turquesa, tallado a mano por los mejores artesanos. Lo había traído de su largo viaje y era una suerte que el color fuese tan parecido al cabello de aquel pueblerino.


— Su padre me ha pedido que le entregue estos libros y es indispensable que hable con Sir Koujaku mañana mismo ha dicho—


No solo llevaba el jarrón para mala suerte del chico. Todavía haberse negado de una forma “sutil” no fue suficiente, parecía que le tomaría mucho más tiempo deshacerse de esa obligación. Dejó que la chica depositara los libros en la mesita de noche y el jarrón justo frente a su cama, enseguida la pequeña pelirroja acomodó las sweet pea que el florista le había entregado.

 

Parecía esmerarse pero Noiz ya estaba harto de que irrumpieran con su privacidad. La tomó del hombro y esta dio un salto, casi tira el jarrón al piso de granito. Un sutil sonrojo apareció en las mejillas blancas tal cual nieve. Quedar tan cerca del príncipe, lo sentía todo un privilegio y más al saber que ambos hijos eran sumamente apuestos ¡¿Qué decir del heredero? Si el viaje le había sentado muy bien al cuerpo! Parecía tallado tal cual fina obra de arte; así lo veía Adelina.

 

— Tú ¿conoces a la chica de cabello azul? Haz que me lleven con ella— La chiquilla alzó una ceja sin saber a lo que se refería pero… Esa mirada fiera no le dio tiempo. —… ¿Debo decir que es una orden?— Salió corriendo de la habitación en busca de la escolta real, guardias o las personas necesarias. En primera no sabía si el príncipe se había vuelto loco o simplemente le daba una excusa para que se largara de la habitación. Es decir ¿una muchacha con cabellera azul? ¡Probablemente sí estaba demente!

 

Tal vez Noiz detestaba tener sirvientes y personas atendiéndolo en todo, pero en esas circunstancias podía decir que era afortunado.

 

Se vistió con ropas más ligeras, apenas una camisa de fina seda y un chaleco que seguramente pagaría la comida de un mes para cualquier familia. No le gustaba galardonarse, pero esa ropa la había pagado con su propio sudor y era mucho más cómoda que las vestimentas reales. Podía decirse que se veía bastante atractivo pues los colores resaltaban sus ojos jades.

 

Pero al final uno de los guardias dentro del palacio dijo conocerla. Ese azul no se olvidaría por nada del mundo y estaba seguro se trataba de una de las gemelas, hijas del antiguo florista real. Noiz no tardó en llegar a su encuentro y con tan solo una pequeña daga al costado de su cinturón, tomó su caballo blanco y encabezó junto al guardia conocedor.

 

 

—Noiz, papá estará furioso si sales a estas horas y aún más al haberle respondido en la cena—
Theo se encontraba tras de ellos en la entrada del palacio observando bajo la noche como su hermano desobedecía la orden del toque de queda. Pero suspiró sabiendo que no le haría caso a sus palabras. — Ve con cuidado hermano, regresa antes de la media noche, no sé si pueda cubrirte más de dos horas—

 

 

Noiz no dijo nada, simplemente hizo una señal con la cabeza y todos lo siguieron. Nadie en su sano juicio ayudaría a un muchacho a su capricho tan fácilmente, pero también nadie quería al rey, se alguna forma también se había ganado el odio de sus propio pueblo. En cambio tanto Theo con el heredero gozaban de la confianza de sus sirvientes pues estos sabían que eran mucho más concienzudos que el soberbio gobernante de Derbridge. Su lealtad pertenecía a sus altezas los príncipes.

 

 

— ¡Theodore! Es que me he confundido con la hora ¿por qué los guardias salen del palacio sin mi consentimiento? —

 

— Padre… ¡Parece que ha habido un ataque en la zona neutral! Seguramente son simples pueblerinos intentando pasar el muro, pero no te preocupes; Noiz ya ha ido a encargarse de ello—

 

— ¿Noiz? Theodore sabes que las mentiras son algo que no permito en este palacio, tu nana no te ha criado para que le mientas a tu padre ¡Al rey! —

 

— No… Es solo la verdad y puedes estar seguro ¿alguna vez os he mentido? — y tras su espalda el cruzar de un par de sus dedos se hizo — Lo prometo, Noiz ha ido a calmar todo este alboroto; ha dicho que necesitaba un poco de aire fresco y detener el problema le vendría bien—

 

 

El rey dudo un par de segundos pero enseguida se dio la media vuelta y regresó por donde llegó sin decir una sola palabra más. Pero algo no le cuadraba aunque en esos momentos hacer una pelea no le convenía; tenía que estar de parte de Noiz si quería se uniera al ejercito y comandara la operación que planeaba. En su mente solo cabía destruir Luxanya y apoderarse de los minerales y piedras preciosas que poseían sus minas, que por derecho antes le pertenecieron.

 

El camino fue corto y al entrar por el sendero todo fue más difícil, los arbustos impedían el paso de los caballos; pero algo dejó en desconcierto a uno de los guardias.

 

 

—Su alteza, por allá puedo alcanzar a ver humo—

 

 

Todos giraron la vista a donde el guardia apuntó. Sin titubear, Noiz dirigió su caballo por ese camino sin esperar a los demás. El sonido de las ramas quebrarse, el caballo relinchando y el corazón agitado se combinaron para crear un ambiente pesado y cuando por fin encontró el lugar, no encontró mas que escombros, el fuego ya no estaba pero se podía ver que aún el fuego había sido recientemente apagado.

 

Bajó del caballo y de patadas sacudió la madera podrida. Pronto los guardias llegaron a su encuentro y al ver el desastre se retiraron el casco.

 

— Esta mi señor… Esta era la choza de las gemelas…—

 

 

El silencio reinó y Noiz nuevamente se subió al caballo. Sus labios estaban sellados y no sabía precisamente que pensar, estaba tan confundido… Su pecho ardió y no podía encontrar una razón. Tomó camino de vuelta a una velocidad preocupante ¡Qué más daba! ¿Quién sería tan cruel? Lo encontraría y no sabía para qué, solo anhelaba hacerlo y al tenerle enfrente actuar con sus impulsos, hasta donde estos lo llevaran.

 

 

 

 

***************************************

 

 

 

 

— ¿Cómo dices eso? No puedo aceptarlo, es mucha molestia… Por otra parte…—


—No se diga más, déjame ayudarlas aunque sea por hoy, me siento un poco culpable por lo que sucedió—

 

 

Escuchaba susurros pero sus dorados no deseaban abrirse, la cabeza le dolía a montones y su cuerpo permanecía enfurruñado bajo una suave manta. Al abrir los ojos con pereza sonrió de medio lado; había sido solo un mal sueño, estaba tan cansado las últimas semanas que creyó enserio su vida se había ido al caño en un parpadear. 
Se levantó tallándose los ojos en busca de un pequeño vaso de agua. Mientras tanto dos pares de ojos se le pegaron encima, lo seguían y fue cuando dio un brinco del susto. No estaba en su choza pero al girarse sobre su cuerpo pudo alcanzar a ver la cabellera azabache. Todo se volvía cada vez más confuso.

 

 

— Aoba, despertaste al fin ¡Creí que te perdía! No vuelvas a ser tan imprudente, cuando hay fuego debes huir no adentrarte en él—

 

 

Los delgados brazos de Sei lo reconfortaron y el llanto entre ambos comenzó. No había sido un sueño y habían perdido todo… Todo menos a ellos y eso era suficiente para el peliazul; su pecho latió con fuerza y apretó fuerte al azabache en un abrazos ¡Pensaba que lo había perdido! Y una vez más no soportaría ese dolor… Primero Ren y después su padre, enseguida la abuela… No quería quedar solo nuevamente.

 

Mientras tanto el hombre de las botas rojas se redujo a observar y caminar a la cocina de su humilde cuarto. Sirvió un poco de té y lo dejó en la mesita de junto. Todo había pasado demasiado rápido. Cuando llegó a Derbridge lo último que imaginó era encontrarse con aquella muchacha, pero terminó cautivado y esta lo había descubierto cuando en un pedazo de papel la retrataba con un trozo de carbón.

 

Lo siguiente fue su amable sonrisa y el boceto descubierto; después una invitación a su choza para refugiarse del frío, un poco de té… Y ¡todo fue un accidente desafortunado! La madera comenzó a encenderse pero cuando se habían dado cuenta ya era tarde…

Aoba dio un segundo salto al ver al hombre ¡él! Ese mismo sujeto le había propinado un golpe e incendiado su choza –mejor dicho, eso creía- Su impulso fue colocarse frente a su gemelo y extender los brazos colocando una barrera.

 

— ¡Aléjate! —

 

—Ah…— el muchacho no podía decir algo puesto que estaba confundido

 

— Aoba… El te salvó del fuego, perdona debo presentarte—.

 

 

Continuará...


Hola de nuevo y bien aquí el final del capítulo, pido ahora disculpas si hay alguna falta de ortografía; porque no lo dudo~ Bien aquí dejaré mi facebook... Es una página donde estoy subiendo todo para evitar estas molestias de que no encuentre contraseñas, etc. 

También dejo mi Wattpad, sería grandioso que me siguieran ahí, puesto que aquí es muy dificil que entre en el celular. ¡Gracias!

Notas finales:

Gracias por leer, no olviden dejar sus comentarios en la caja de aquí abajo <3


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