I
–No mires arriba.
Sanji puso los ojos en blanco y como típico terco y testarudo que era levanto la mirada.
–Ah –Sonrió divertido, bajando la mirada nuevamente para dirigirla a su novio –Muérdago, ¿Quieres un beso?
–M-hmm –Respondió Zoro comenzando a inclinarse, Sanji cerró los ojos juguetón.
Pero en cambio los labios del moreno nunca tocaron los suyos. Sintió una mano sobre su cintura, quitándole el cinturón y desabrochando sus pantalones.
–… ¿Qué estás haciendo?
–Dándote un beso –Sonrió arrodillándose y bajándole los pantalones junto a los interiores.
Sanji torció la boca feliz.
Perdóname Nami-san sí ensucio el tapete, pensó.
II
Estaba comenzando a estresarse. Su pareja caminaba de un lado a otro y movía sus manos frenéticamente. Resoplo.
–Deja eso.
–No puedo creer que no estés nervioso.
–Lo estoy –No se detuvo al dar vueltas –Para, joder. Ella está bien –Se le acercó y lo tomó de los hombros con fuerza –Todo salió como esperábamos y la veremos muy pronto.
–Tengo miedo por eso.
–Escúchame Sanji, te amara. Como yo te amo a ti. Has esperado esto y ella también.
–Hemos esperado.
– ¿Señores Roronoa?
– ¿Sí? –Respondió el rubio.
– ¿Listos para conocer a su hija?
Se miraron a los ojos: –Sí.
III
– ¡Que no!
–Oh vamos marimillo –Lo codeo juguetonamente –Acepta que sentiste celos de que le dijera a las sirenas que eran el ‘All Blue’ de mi corazón.
–Deja de molestar cocinero de mierda. Hubiera sido mejor que te hubieses quedado en ese lugar.
– ¿Y que cuando volváis me encuentren con hijos mitad pez?
–Siempre he sabido que tienes un problema con las aletas.
–Aún tengo tiempo para volver, ¿Sabes?
–Luffy no te dejara.
– ¿Solo Luffy?
–Tus arpías están aquí, los otros chiflados llorarían y es obvio que Luffy te obligaría a quedarte.
–Nunca te dejaría solo, Zoro.
–… Yo tampoco.
IV
Bostezo y fue abriendo los ojos.
El techo color chocolate fue su primera visión.
Miró como la luz del sol se filtraba por la cortina.
Intento acomodarse pero una presión sobre el abdomen le detuvo.
Bajo la vista y vio un brazo encima suyo, abrazándolo.
Giro su cabeza y sobre su hombro estaba la mata rubia.
Sonrió al ver a su pareja dormida mientras roncaba.
Se dio la vuelta para ceñirlo contra su pecho.
El rubio se removió y apretó su agarre con intención de molestarle.
Su pareja gruño desperezándose fastidiado.
Beso su coronilla y le dijo: -Buenos días, cocinero.
V
Era un degenerado. Lo estaba comenzando a aceptar. ¡Pero no era su culpa!, todo era por ese maldito cabeza de pollo. No era falso que él fuese gay; otra cosa era que nadie le interesaba preguntar.
Pero ahora estaba allí, casi muriendo por saltarle encima al rubio. Estando en pleno café y aparecerse con aquellos pantalones ceñidos que ni en un millón de años le entrarían a él, botas cafés hasta las rodillas, una chaqueta que de seguro era de marca que enmarcaba sus curvas masculinas. Y tentándolo a poseerlo…
Se golpeó contra la mesa.
Ahora el pervertido era él.