-Yuki!!! Despierta!- ordenaba la mujer al pequeño
-mmmmg, 5 minutos más- respondió a la orden, entre quejidos y envolviéndose de nuevo en las colchas
-Dije que te levantes! -le reclamo aquella mujer mientras se colocaba a un costado de la cama y con la fuerza bruta que solo ella posee y que por cierto atemorizaba al pequeño, lo tiro de la cama
-auch! Porque hiciste eso?!- decía el pelirrojo tirado en el piso sobándose la cabeza, ahora ya despierto
- Vas a llegar tarde, apúrate y vístete-
-Pero.... No..no quiero ir hoy-
-Qué? Porque? -pregunto algo preocupada la joven
-Pues...pues porque no- respondió con la mirada baja y poniéndose de pie
-Yuki..., sé que te ha ido mal, pero.... hay que intentarlo, si? Por los dos- decía la mujer apoyando una mano en el hombro del menor
-haaaa.... Es..está bien- se dio por vencido, y es que.. ¿Cómo negarse?
- De acuerdo te veo abajo en 5 minutos- después de eso desapareció por la puerta, esa mujer joven, tan franca y seria, era su madre, era alta y esbelta con un cuerpo de un sueño, melena roja y ojos azules, una mujer dedicada en cuerpo y alma a los negocios, poco tiempo era el que tenía para compartir con su hijo, pero ha Yuki no le importaba mientras que pudiera estar con él por lo menos 5 minutos.
Él era feliz, sabía que su madre estaba trabajando muy duro, y todo era por él, hace unos cuantos meses sus padres se divorciaron y Yuki se quedó con su madre, ya que el padre ya tenía otra familia, otra familia por la cual hizo de lado a Yuki, esos pensamientos hacían entristecer al pequeño, y ya no quería estar más deprimido, todavía tenía que soportar la escuela, si, la escuela era un tema serio, con el divorcio de sus padres tuvo que mudarse, eso significaba, casa nueva, escuela nueva, vida nueva, problemas nuevos.... En su anterior escuela tenía muchos amigos y se llevaba muy bien con todo mundo, pero en esta no, en esta era totalmente diferente. Entro a mitad de curso y eso lo convirtió en el juguete de los más grandes, a decir verdad Yuki siempre había sido pequeño y débil así que era fácil aprovecharse de una persona tan frágil como lo era el, podía aguantar muchas cosas pero ni el mismo sabia hasta qué punto.
Pasaron los meses y todo era igual, bueno había algo que cambió, su mamá había encontrado una pareja, llegaba muy tarde a casa y por las mañanas dejaba alguna nota pegada en el refrigerador deseándole una linda mañana, pero un día las notas dejaron de aparecer y Yuki dejo de ver a su madre por la casa. Además la escuela no ayudaba mucho en esto, los chicos de tercero siempre lo molestaban, y algunas veces le propinaban unas golpistas horribles, tenía muchos moretones y marcas por todo su cuerpo, eso lo llenaba de rabia, el no podía hacer nada, eran imposible defenderse y ya estaba cansado, cansado de todo, siempre estaba en llanto cuando no lo veían, dejo de dormir bien y empezó a comer menos, su vida era horrible y en algunas ocasiones se le cruzo la idea de acabar con ella, pero no lo hizo, el todavía creía que algo bueno le podría pasar, solo tenía que ser fuerte y aguantar, aguantar un poco más...
Eran algo así como las 7:10 am cuando sonó el despertador, no, otra mañana más, otro maldito día de escuela, Yuki se levantó de mala gana, se arregló para ir a la escuela, bajo las escaleras y espero ansioso que esta mañana hubiera algo diferente, algo como encontrarse a su madre en el comedor o por lo menos la simple nota del refri, pero ni una ni la otra, no había nada, bueno estaba bien, esperaría a mañana, mañana talvez, talvez....si, talvez mañana encontraría algo. Se dirigió hacia la cocina a prepararse el almuerzo, de todos modos sabía que no lo comería el, seguramente se lo quitarían, pero le iría peor si no llevaba algo.
Así salió de la casa, sin pensarlo dos veces, pues si lo hacía seguramente no iría, y si no lo hacía se enfadarían con él, todo lo que él hacía les daba un motivo para burlarse o golpearlo.
Llego a la escuela algo temeroso escondiéndose entre la multitud rogando que nadie lo viera, parecía que esta vez iba a funcionar ya casi llegaba al salón, el día no iría tan mal después de todo, o eso creía hasta que sintió un jalón brusco desde atrás que le dejo caer directo al pisó.
- Levantarte, te vez ridículo ahí en el pisó- le regañaba su agresor, un chico mucho más alto que el, ojos grises, cabello negro
- Pe...Perdón- contestó, mientras se ponía de pie
-Tsk, eres tan patético, tienes suerte de que hoy este de buenas-
-Natsu! Que haces? Jugando sin mí?- ahora había llegado otro, un chico un poco más bajo, pelo rubio ojos miel. No tardaban en llegar los demás, pronto llego la bola entera, 5 en total, ¿cómo poder defenderse? Él no lo sabía, poco le faltaba para ponerse a llorar, y la gente como siempre, que disfrutaba ver los espectáculos de Natsu con el pequeño empezaron a rodear el lugar.
-Ja mira eso, ya se va a poner a llorar, que marica- decía uno de los brabucones, después de eso los que rodaban empezaron a soltar carcajadas señalando a Yuki, que enserio poco faltaba para salir las lagrimas
- Mira niño, te daré un motivo para llorar- Natsu lo tomo del cuello de la camisa, apartándolo apenas unos milímetros del piso dispuesto a soltarle un buen puñetazo
-Ahí vienen- le susurro el chico rubio al odio del pelinegro, y este de inmediato soltó a Yuki dejándolo caer al piso haciendo brotar de nuevo las carcajadas. Yuki ni siquiera intento levantarse, no tenía intenciones de provocarle, después de eso Natsu se retiró junto con los otros 4 que le hacían siempre guardia, pocos segundos después los demás se dispersaron y Yuki quedo ahí, tirado en el pisó secando sus lágrimas he intentado recoger sus cosas que habían quedado tiradas en todo el pisó.
Todas las personas iban y venían pero nadie ayudaba al pequeño, era como si no existiera, luego venía lo rutinario, empezaban a murmurar y de pronto las chicas empezaban a gritar, era obvio lo que pasaba, pronto vio pasar a los dos sementales de la escuela, ellos si eran grandes he imponían autoridad con solo pasar, se trataba de Akio Kada y Kyo Maeda. Todos los respetaban y tenían chicas por montón y como no, si eran muy atractivos, Akio, un chico alto cabello castaño con los ojos miel más bellos del mundo, tenía fama de mujeriego, ya se había tirado a media escuela, y luego estaba Kyo, igualmente alto, fuerte, cabello rubio-castaño, ojos verdes y muy amable, pero también muy frío, lo mismo para él, era un mujeriego de lo peor, habían tenido quereres con alguna que otra profesora, pero esos solo eran rumores.
Yuki no creía en los rumores o tal vez si, solo un poco, prefería tenerlos a distancia, no quería más problemas y ellos lo tenían escrito por todas partes, pero al igual que el resto pasaron ignorando al pequeño que aun levantaba sus cosas, bueno eso creía hasta que vio a alguien pisar uno de sus cuaderno que estaba muy lejos de su alcance, cuando levanto la mirada se topó con esos ojos verdes que lo miraban algo curiosos.
-Kyo, ¿Qué haces? -preguntaba el castaño desde la puerta del salón
- Nada, ya voy- respondió Kyo empujando el cuaderno hacia el pelirrojo que estaba algo asustado por aquella mirada, que parecía haberlo descifrado por completo, con solo eso, con solo una mirada había logrado que un escalofrío recorriera todo su cuerpo, Kyo rompió el contacto y se dirigió sin darle ninguna importancia a aquello, Yuki recobró el orden y recogió lo poco que le faltaba a toda velocidad antes de que la campana sonara.