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Comenzando por el final por Broken Kiara

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Notas del capitulo:

Aqui esta el nuevo capitulo!!

Tengo algunas sorpresitas para vosotros ^^ 

Pero antes que nada felicidades a nuestro gran tirador Ussop-sama. Feliz cumpleaños!

En lo referente al capitulo, es muy intenso y diria que es el que mejor me ha quedado de todos los que llevo (estoy muy orgullosa), os recomiendo leeros de nuevo el anterior antes, ya que los escribí juntos y todo sucede muy seguido. Leer sin prisa.

 

Bueno a lo que ibamos, las sopresas:

La primera es que este capitulo es bastante mas largo de lo normal, casi el doble.

Y la segunda, y la mas importante, es que tengo un regalito para vosotros! No se si os habeis dado cuenta pero el fic ya tiene 50 reviews!! Soy muy muy feliz! Asi que tengo un regalo para esas maravillosas personas que comentais. Basicamente podeis pedirme lo que querias, si quereis que os escriba un one-shot de algo en especial o si quereis que añada una escena en concreto al fic. 

Principalmente el regalo es para GreeceHK, Mr. Killer-kun, Cashi y Penumbra, pero la peticion que mas peso tendra es la Pansy, ya que ella me ha seguido desde el principio del fic (muchisimas gracias!). Aun asi todo aquel que comente o me pida algo se tendra en cuenta. 

PD: los one-shot pueden ser de las siguientes parejas: Kidxlaw, MarcoxAce, MihawkxShanks y por supuesto Zosan. Si teneis cualquier duda preguntarme.

Disfrutar de la lectura ^^

PERTENENCIA

-          Cocinero… - enterró la cabeza en el arco que formaba el cuello de Sanji – tenemos que hablar.

-          Lo sé.

Sanji guardó silencio, tenía los brazos tendidos a los lados sin hacer nada por aumentar el contacto. Zoro tragó grueso antes de hablar.

-          Fui a verle.

No dijo más, esa frase era suficiente para que Sanji entendiera que decía.

-          Me lo imaginaba – dijo intentando sonar inexpresivo, sin embargo la voz se le quebró levemente y Zoro lo notó.

-          Lo siento – expresó.

No esperaba que le perdonar. Ni mucho menos se estaba excusando. Solo expresaba lo que sentía. Porque lo sentía, de verdad. La culpa no era nada comparada con el dolor causado por haberle hecho daño al cocinero. Otra vez. Se sentía un maldito miserable más aun cuando Sanji hacia todo lo posible por disminuir la tensión del ambiente.

Los ojos le picaban amenazando derramar lágrimas. Tenía que controlarse.

-          No lo sientas – escuchó decir a Sanji.

Una fina mano le empujó por el hombro, sacándole de su escondite. Sanji le miró desde abajo, sujetándole por la mandíbula con ambas manos. La piel de Zoro ardió al contacto.

-          Yo te lo pedí – dijo el rubio mirándole a los ojos – Hiciste lo que debías. Tenías que cumplir una promesa.

La promesa. Eso era lo peor de todo. No había llegado a…

-          Cuéntamelo.

-          ¿Qué? – tenía que ser una broma.

El cocinero se incorporó obligando al espadachín a sentarse en sus piernas. Zoro se irguió, separándose de Sanji todo lo posible en esa postura.

-          Cuéntamelo – repitió.

Su tono habló por él. No era una petición, era una orden.

Zoro volvió a tragar saliva y asintió. Se hizo a un lado sentándose en la cama a una distancia prudente.

 

Ahí estaba, parado frente a una puerta. Después de llamarle para obtener su dirección y haber dado vueltas por el maldito edificio durante diez minutos, por fin estaba delante de la puerta correcta.

La golpeó repetidas veces y al segundo esta se abrió.

-          Zoro, pasa – dijo amablemente el hombre al otro lado.

El peli verde entró y sin pararse a admirar la estancia se sentó en el sofá.

-          ¿Quieres tomar algo?

-          No – respondió mirando pensativo al suelo.

Si comía algo volvería a vomitar y pensar en comida solo le recordaba a Sanji. Sacudió la cabeza, tenía que centrarse.

-          ¿Has pensado lo que te dije? – preguntó Saga sentándose a su lado.

-          Saga yo...  –  levantó la cabeza para mirarle – Amo a mi marido – sonrió levemente – Es un completo idiota pero le amo.

-           ¿Y nuestra promesa? – preguntó con tristeza.

-          Sé que te hice una promesa, pero… Han pasado más de diez años, lo nuestro se acabó hace mucho.

-          ¡Pero no porque quisiéramos! – gritó exasperado, poniéndose en pie - ¡Lo nuestro nunca llegó a acabar! ¡Nos queríamos! ¿O acaso lo has olvidado?

-          Claro que no – respondió manteniendo la calma – Te quise – afirmó.

-          ¡Entonces hazlo por mí! – estalló.

Se volvió a sentar, esta vez pegado al peli verde, haciendo que sus piernas se tocaran deliberadamente. Sonrió, apoyando una mano en el muslo del espadachín.

-          Un espadachín nunca rompe una promesa – comentó – Y tú eres un espadachín, ¿no es así Zoro? – preguntó sabiendo la respuesta.

Zoro asintió.

-          Zoro, te quiero – habló firme – Déjame demostrártelo. Me quisiste, y aunque fue hace mucho estoy seguro de que aun sientes algo por mí. Déjame hacerte ver que podemos ser felices juntos, que puedo enamorarte de nuevo.

-          Saga… No puedo acostarme contigo, no puedo traicionar a mi pareja, ni quiero hacerlo.

-          Si no puedo tenerte, déjame sentirte una última vez, hacerte recordar lo que sentíamos estando juntos. Y si no funciona por lo menos tendré un último recuerdo y pondremos punto y final a lo nuestro – se acercó más a Zoro para hablarle al oído – Tócame Zoro – susurró seductor.

El trato era simple. Saga se conformaba con que Zoro le tocara, con sentir las rudas manos de espadachín recorrer su cuerpo. Zoro accedió con la condición de que Saga no le tocara y usara un preservativo.

 

Había encendido un cigarro apenas Zoro empezó a hablar, daba largas caladas, reteniendo el humo en los pulmones unos segundos, saboreando la nicotina para después despacio y repetir el proceso. Lo fumó con tranquilidad mientras escuchaba a Zoro. Intentando alagar el momento lo máximo posible o empezaría a destrozar la habitación a patadas.

Miró a Zoro de reojo tras el flequillo cuando paró de hablar.

-          Sigue – ordenó con la voz cargada de ira. Sin esforzarse por disimularla.

 

Apretó los ojos con más fuerza al oír su nombre en forma de gemido. “Puedes imaginar que soy él si quieres” había dicho Saga. Pero se negaba rotundamente. Volvió a escuchar su nombre, provocando que su estómago se retorciera con fuerza. Su mano se movía, y únicamente podía pensar en buscar algo afilado para cortársela y parar aquella tortura.

Saga aprovechó el momento para abrirle la bragueta, haciendo que Zoro abriera los ojos de golpe.

-          ¿Qué coño haces?

-          Déjame aliviarte.

Intentó colar una mano por los pantalones pero no llegó a rozar la tela, Zoro le había agarrado la muñeca violentamente.

-          Teníamos un acuerdo – dijo apresándole con fuerza.

Saga no respondió, su mirada estaba fija en la porción de tela negra que se dejaba ver tras los pantalones del peli verde.

-          ¿Por qué no estas excitado? – preguntó atónito.

Contrario a lo esperado el miembro del espadachín estaba en reposo, totalmente dormido.

-          Porque a mí solo me excita mi pareja – dijo subiéndose la cremallera y levantándose del sofá – Ya te lo dije, yo amo a mi marido – se limpió las manos en la camiseta, descolocándosela – El único que tiene derecho a tocarme es él. Has roto el acuerdo por lo que la promesa esta saldada – concluyo taladrándole con la mirada – No quiero volver a verte.

Y sin esperar más salió azotando la puerta con fuerza.

 

No se habían acostado. Era la primera conclusión a la que había llegado Sanji.

Había pasado días, todos desde que se marchó, intentando hacerse a la idea, convenciéndose de poder superar que Zoro se acostara con otro. Y ahora… Ahora todos sus esquemas se habían roto.

Se sentía feliz y furioso a la vez. Furioso con el exnovio del marimo, cuyo nombre no quería ni pensar. Ese bastardo se había atrevido meterse en medio de su relación y había hecho que Zoro lo pasara fatal. Iba a molerlo a patadas hasta quedarse a gusto, pensó, con ira recorriéndole el cuerpo. Por otro lado… se sentía un completo idiota y un esposo peor. Apenas se había parado a pensar en la posibilidad de que no se acostaran, no había mantenido la esperanza  en que Zoro intentara por todos los medios serle fiel. Desde luego era un idiota.

Tenía un cumulo de sentimientos distintos recorriéndole el cuerpo, batallando entre ellos por tomar el control. Y Sanji no sabía por cuál de todos dejarse llevar. Ni era capaz de decir o hacer algo.

 

Una canción empezó a sonar rompiendo el incómodo silencio de la habitación. Provenía de unos de los móviles sobre la mesita al lado de la cama. Ambos hombres agradecieron la interrupción pues ninguno sabía bien que decir. Sanji se levantó al reconocer su tono de llamada, desconocía el número que aparecía en la pantalla, aun así descolgó.

-          ¿Sí?

-          ¡Hola, papa! – la infantil voz de su hijo le saludó alegre.

Ahora que lo recordaba, había un día del campamento en el que los niños podían hablar con sus padres, según le habían dicho. No esperaba que llamara precisamente en ese momento.

-          Kai – al pronunciar su nombre Zoro le miró, curioso - ¿Cómo estás?

-          Muy bien, esta mañana hemos hecho una guerra con globos de agua – rio – Olivia me ha empapado.

-          Que divertido – concedió amable – ¿Te lo estás pasando bien?

-          ¡Mucho! – dio un pequeño grito alegre.

Empezó a contarle las cosas que habían hecho, las que más le gustaron y algunas menos divertidas. Sanji le animaba a continuar haciendo comentarios y preguntas. Escuchar a su hijo feliz era la mejor que le podía haberle pasado en ese momento. Se lo imaginaba con el teléfono en la oreja mientras sus preciosos ojos grises miraban a todas partes, como si estuviera viviendo de nuevo cada actividad o juego y una gran sonrisa adornando su rostro.

-          … Pero hace un poco de frio de nuche, aunque a Olivia le gusta, ella está hablando ahora con Franky y la tía Robin – hablaba más tranquilo - ¿Esta ahí papa?

Instintivamente miró a Zoro quien no había dejada de observarle desde el inicio de la llamada, atento a la conversación.

-          Si, está aquí conmigo – el peli ver levantó las cejas, consciente de a que se refería - ¿Quieres hablar con él?

-          ¡Sí! – exclamó contento – Te quiero, papi – dijo despidiéndose de él.

Los ojos azules brillaron, emocionados. Si por el fuera seguiría hablando durante horas con su hijo.

-          Y yo a ti – dijo antes de despejarse el móvil de la oreja.

Anduvo hasta Zoro y le extendió el teléfono sin necesidad de intercambiar palabras.

-          Hola, enano – saludo el peli verde, y Sanji casi pudo oír el grito de Kai al otro lado de la línea.

Escuchó por encima la parte de Zoro en la conversación, sin prestarle verdadera atención, sumido como estaba en sus pensamientos. Kai. Su llamada lo había cambiado todo. A veces se olvidaba de que era padre. Obviamente no se olvidaba de Kai, no de que era su hijo. Más bien se olvidaba del hecho de que eran padres. Eran, los dos eran padres juntos. Nunca pensó que tendría un hijo con Zoro, y ahora cada vez que se paraba a pensarlo una agradable sensación le recorría el cuerpo.

Encendió un cigarro dándole vueltas a todo mientras Zoro acaba de hablar con Kai.

-          El campamento es enorme – decía entusiasmado – Pero la comida no esta tan buena como la de papi – paro de hablar y Zoro pudo escuchar otra voz de fondo – Papa me tengo que ir ya.

-          Está bien, Kai. Pásatelo bien.

-          ¡Se me olvidaba! ¿Puedes decirle a papi que haga su curry cuando vuelva?

-          Claro, yo se lo dijo – habló mirando al rubio.

-          ¡Gracias! – exclamo – Adiós papa, te quiero.

-          Yo también te quiero enano – dijo dando por finalizada la conversación.

Dejo el móvil de nuevo en la mesa y apoyo las manos en el borde de madera a sus espaldas.

-          Quiere que le prepares tu curry cuando vuelva – dijo al rubio, quien asentía conforme.

 

Sanji se levantó al rato, caminando hasta Zoro a la vez que se desabrochaba uno a no los botones de la camisa. Por fin tenía todo algo más claro. Paró frente al espadachín, el cual estaba visiblemente tenso, y sin reparo alguno puso una mano sobre la entrepierna contraria.

-          Eres un idiota – dijo antes de empezar a morderle el cuello.

Porque si Sanji era un idiota, Zoro lo era aún más.

“Lo siento” había dicho. ¿A santo de qué se había disculpado? No tenía que disculparse por nada. Aunque Sanji sabía perfectamente porque lo hacía. Se sentía culpable. Siempre ocurría lo mismo con Zoro. Cada vez que alguien resultaba herido o algo malo le pasaba a uno de ellos, el peli verde se culpabilizaba. Se enfadaba consigo mismo, matándose a entrenar más de lo normal y llevando su cuerpo al límite para compensar la culpa. Porque por muy distante que pareciera, el marimo siempre estaba pendiente de los demás, preocupándose por ellos.

Y esa era una de las cualidades de Zoro que más enamoraban a al rubio. Si había algo que caracterizaba a Zoro era su fidelidad y aquel bastardo le había forzado a romperla. Ese maldito había dañado al marimo, le había hecho dudar, y por eso lo iba a pagar caro. Conociendo al peli verde, por mucho que Sanji dijera lo contrario, Zoro pensaba que si le había sido infiel. Y aunque algunos así lo vieran, el cocinero no estaba de acuerdo.

-          Un completo idiota – repitió sin dejar de morder y besar su cuello. Porque había que ser un completo idiota para pensar así.

La mano en la entrepierna del peli verde se movió, desabrochando los pantalones con maestría.

-          Cocinero… Para – dijo Zoro sin acabar de entender la repentina reacción del rubio – Tenemos que hablar.

Tenía muchas cosas que hablar y aclarar todavía, pero no lo harían en ese momento. Aun con todo, Sanji no podía evitar sentir disgusto ante el hecho de que Zoro hubiera tocado otro cuerpo que no fuera el suyo.

-          Luego. Ahora… – dijo atrapando los dorados pendientes entre sus labios – Házmelo, Zoro.

La réplica de Zoro no llegó a pronunciarse. Se perdió entre la traviesa lengua buscando acceso a su boca, en el cálido toque de los finos dedos por su cuello, en la insistente mano moviéndose sobre su intimidad. Cuando quiso darse cuenta estaba acostado en la cama, con el cuerpo del cocinero bajo el suyo. Sus pantalones y sus interiores se encontraban en el suelo, haciendo compañía a la camisa del rubio.

Un gemido escapó entre los labios de Sanji al notar unas manos sobre su entrepierna, tratando de deshacerse de sus pantalones. Alzó las caderas ayudándole en la tarea sin dejar de devorar sus labios ni un segundo. Una vez estuvo totalmente desnudo, Zoro rompió el beso, recibiendo una protesta de parte del rubio. El peliverde se incorporó, quedando de rodillas entre las piernas, admirando desde arriba el perfecto cuerpo de su pareja.

-          Cocinero… – susurró sin ser apenas consciente de ello.

Su único ojo se paseaba por toda la nívea anatomía, deleitándose con la vista. En esos momentos deseaba tener ambos ojos para no perder detalle alguno. Le atrajo a su cuerpo por la parte posterior de las rodillas, obligándole a rodear su morena cintura. Para después empezar a subir sus manos por los firmes muslos, acariciando toda porción de piel a su paso, creando un camino ascendente, sin quitarle la vista de encima.

-          Cocinero… –  volvió a susurrar agachándose despacio a medida que avanzaba.

Siguió subiendo por el torso, delineando los marcados abdominales, notando la suavidad de la piel bajo sus dedos. Sin percatarse de como la respiración del cuerpo que acaricia se aceleraba. Subió a los pectorales repasando lentamente los pezones con las yemas de los pulgares, sin prestarles mucha atención, más atentó al latir de corazón bajo su mano derecha. Deleitándose por el hipnótico pulso, cada vez más rápido. Apenas se detuvo en el cuello en el fino cuello, atraído por la sonrisa que adornaba el rostro de su amante.

-          Cocinero… - repitió cada vez más cerca.

Acaricio con cariño las mejillas algo sonrojadas del cocinero antes de acercar uno de los pulgares a los carnosos labios, paseándolo lentamente por el labio inferior. La otra mano apartó los dorados mechones, descubriendo el ojo derecho y por fin ambas miradas conectaron.

Sanji se estremeció ante la profundidad del oscuro ojo de Zoro, abrumado por el  intenso amor y cariño que procesaba, mezclados con el deseo y una pizca de tristeza. Su corazón paró, para al según empezar a latir de nuevo, con más fuerza. Mientras Zoro se hundía en las pupilas ajenas, maravillado por la hermosura de los ojos zafiros, ahora fijos sobre él. Una visión única  de la cual solo él podía disfrutar.

-          Marimo… - susurro Sanji, alargando las manos para poder enmarcarle con sus manos el rostro, al igual que hacia Zoro. Acortando la cada vez más pequeña distancia que les separaba.

-          Cocinero… – logró pronunciar antes de que su boca entraran en contacto con los cálidos labios de Sanji.

El beso inició suave, lento, mas al instante se tornó fiero, necesitado. Con los labios devorándose descontrolados entre ellos, dejando espacio a las lenguas para danzar de una boca a otra, sin entretenerse a batallar, solo ansiosas por aumentar el contacto.

-          Ahh… Marimo – gimió en la boca del peli verde, quien había empezado mecer sus caderas contra las contrarias, haciendo que sus miembros se rozaran.

Sanji quitó una de las manos del rostro de su pareja, buscando a tientas abrir el cajón de la mesita, sin dejar de besarle, intentando hallar el bote de lubricante dentro. Agradecía habérselo encontrado en la maleta de ropa que se había llevado.

-          Zoro – le llamó separando sus bocas lo justo para poder respirar.

El mencionado abrió su ojo, que en algún punto había cerrado, interrogándole con la mirada. Sanji por toda respuesta le entregó el bote, y Zoro captó el mensaje enseguida, esparciendo el lubricante por sus dedos, antes de atrapar de nuevo sus labios, acallando el gemido del cocinero cuando empezó a meter uno de ellos con delicadeza en su entrada.

Sanji se dejó preparar, gimiendo en la boca contraria. Sintiéndose arder a medida que los dígitos en su interior aumentaban, con todo su cuerpo rogando por mayor contacto con el contrario. Coló una mano por la camiseta aun puesta del espadachín, palpando los fuertes músculos de la espalda entre sus dedos. Y llevo su otra mano a la erección del moreno, cubriéndolo de lubricante a la par que lo masturbaba.

-          Zoro… ahh… más…

Al oírle Zoro sacó los dedos, recolocándose entre las piernas abiertas. Sujeto su miembro con una mano, mientras le acariciaba con la otra uno de sus costados, con cariño. Y Sanji tuvo que echar la cabeza hacia atrás cuando Zoro empezó a tomarlo, sin prisas, dejándole sentir como se abría paso lentamente en su interior.

-          Ahh… Ma…rimo… -la voz del cocinero salía entrecortada a causa del placer.

-          Cook…

Zoro se movió una vez estuvo totalmente dentro, despacio, asfixiándose en el estrecho interior del rubio, dejándose envolver por su calor. Depositó un beso en la frente sobre los dorados cabellos antes de volver a bajar a sus labios, besándole con suavidad. Sanji entrelazo sus dedos en la nuca del peli verde, moviéndose él también, haciendo chocar sus cuerpos, ansioso por más.

-          San..ji…

El espadachín aumento el ritmo de las embestidas, hallando rápidamente su próstata sin problemas, provocando que los gemidos de Sanji se escucharan aun con sus bocas unidas. Consciente de que su pareja no duraría mucho pasó un brazo por los omóplatos del cocinero, abrazándole contra  él, pegando sus pechos empapados en sudor, enterrando la otra mano en el pelo de su amante.

-          Zo…ro… la ma… Ahh.

Sanji se removió, intentando sin éxito separarse del abrazo, pues en esa postura no podía darle bien la mano.

-          Espera… Ahh marimo – habló entre gemido, pero Zoro le calló besándole con ansias mientras embestía aun con más fuerza en su interior.

Y ahí fue cuando se dio cuenta de que Zoro no pensaba darle la mano.

-          Para… idiota… - trató de frenarle – para voy a… ¡Ahh!

Se corrió entre ambos pechos sin poder evitarlo, cayendo en la cama presa del orgasmo, apresando con fuerza el miembro en su interior, haciendo gemir a Zoro. Pero aun así Sanji fue el único en correrse.

Cabreado, hizo fuerza con las piernas, tumbando a Zoro sobre la cama con él encima a horcajadas, cuando se dio cuenta de que Zoro pretendía salir de él. Con la respiración aun agitada le apresó las muñecas, inmovilizándole.

-          ¿A qué mierdas… ha venido eso, cabronazo? – preguntó enfadado.

Zoro no respondió y Sanji aprovechó ese momento para recuperar el aire perdido.

-          ¿Por qué no me has dado la mano? – interrogó mirándole instintivamente las manos.

Y su enfado pasó a segundo plano al darse cuenta de algo, algo que le hizo sentir cierto temor y ansiedad.

-          ¿Dónde…? ¿Por qué…? – balbuceó sin ser capaz de acabar – Te lo has quitado…

Zoro le observó detenidamente, dándose cuenta de lo que Sanji estaba pensando. Se maldijo a si mismo al ver como el rubio miraba la marca en su dedo anular, donde normalmente estaba su anillo.

-          Quítame la camiseta – el cocinero le miró sin entender – Solo hazlo.

Sanji le liberó las muñecas, cogiendo los bordes de la prenda para ir quitándosela. Notando como el temor desaparecía del todo al ver la cadena que rodeaba el cuello del moreno, con el anillo colgando.

-          ¿Por qué lo llevas aquí? – preguntó acariciando el metal entre sus dedos.

-          No quería llevarlo cuando… - apartó la mirada – Cuando fui a verle. Pero tampoco pensaba quitármelo.

El cocinero sonrió, emocionado ante el gesto que había tenido el marimo. Y con esa frase no había que ser muy listo para entender porque no le quería dar la mano.

-          De verdad que eres idiota.

Tiró de una de sus muñecas, impactando la morena mano contra su pecho, manchándola con su esencia. Para al segundo separarla y entrelazar sus manos con su esencia entre ellas. En un gesto simbólico.

-          Crees que tus manos están sucias – dijo comenzando a moverse sobre él haciéndole gemir – Así que, déjame limpiarlas – continuó agachándose hasta rozar sus labios – Límpiate con mi cuerpo Zoro.

Siguió moviéndose sobre él, besándole los labios con ansias, notando como estaba cada vez más cerca del orgasmo.

-          Eres mío Zoro – susurró en su oído – Solo mío.

Con eso Zoro se corrió, vaciándose en el interior del rubio, sin que este parara de moverse, invitándole a seguir, rodando por las sabanas, sin dejar de devorarse el uno al otro, sin ganas por separarse.

Notas finales:

Casi nadie se lo esperabaa verdad? Seguro que no os imaginabas algo asi jeje

Espero que os haya gustado, he intentando mostrar los sentimientos de los dos lo mejor que he podido y sobre todo el lemon espero que os haya gustado :)

Como siempre espero con ansias vuestras opiniones, comentarios y demas... Para los timidos, animaos a comentar, que no yo muerdo (bueno depende) y todo comentario es bien recibido.

Muchisimas gracias por leer!! ^^


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