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Comenzando por el final por Broken Kiara

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Notas del capitulo:

Me siento fatal, creo que os he dejado impresion de mentirosa y eso me sabe fatal. No sabeis cuanto odio faltar a mi palabra.

Deberas que estaba mas libre esta semana pero se me olvido el cumpleaños de mi hermano pequeño (lo recorde a tiempo menos mas) Y luego el miercoles me dieron gran noticia, muy buena y hoy he tenido una reunion. 

Me sabia fatal tener el capitulo escrito entero a mano y no poder pasarlo al ordenador por apenas he estado en casa. 

Pero ahora si que si, esta vez os prometo que no me retrasare tanto. 

Tengo algunas sorpresitas a modo de disculpa.

Sobre el capitulo, tiene sorpresa y es largo. Tiene lemon! Los ultimos capitulos os he dejado con las ganas y ya tocaba, creo que es el mas largo que he escrito. 

El anterior capitulo se me olvido decirlo, pero queria decicarselo a los nuevos lectores del fic que son Joker713, Marino y Paula. Muchas gracias!!

Y este va para ti Greece-san, tus comentarios siempre me sacan una sonrisa <3

Disfrutadad de la lectura ^^

CUIDADO

Cerraron la puerta sin dejar de besarse, caminando a ciegas por la estancia hasta dar con una pared, sin detenerse ni un segundo a admirar la lujosa habitación.

Apenas la celebración finalizó y se despidieron, fueron a cambiarse los trajes por ropa más cómoda para irse rápidamente al aeropuerto y coger su vuelo a Water 7. Aprovecharon las horas que duraba el viaje para descansar y dormir y cuando llegaron al hotel pasaban las cuatro de la mañana.

Y ahora que por fin estaban a solas y nadie podía interrumpirles, tenían todo el tiempo del mundo para perderse el uno en el otro.

Sanji se recargó en la pared, volviendo a unir su boca a la de Zoro, tirando de su labio inferior y separándose, para al segundo volver a juntarlos. Siguieron besándose, regalándose caricias mutuamente, desacomodándose la ropa.

Las manos morenas deslizaron el saco negro por sus hombros, obligando a su dueño a separarse de la pared para despojarle de la prenda y que esta cayera suavemente al suelo. Las manos níveas bajaron desde la nuca hasta el pecho descubierto, repasándolo con las yemas la cicatriz que lo recorría. Buscó a tiendas el nudo del obi, colando sus dedos entre  la tela, deshaciendo lentamente en el reducido espacio que dejaban sus cuerpos al tiempo que Zoro separaba sus labios yendo a lamer y besar su cuello, rozando inconscientemente sus pelo contra la mejilla de su pareja.

Sanji soltó un leve jadeo, moviendo la cabeza a un lado dándole mayor acceso. Besó la verde cabellera con cariño antes de separarle y poder quitarle finalmente el yakuta, acariciando sus brazos en el proceso. Cuando quiso darse cuenta su camisa también se deslizaba por su piel hasta caer al suelo.

Las manos de cada uno viajaron al abdomen contrario, recorriéndolo con las manos a la vez que lo hacía con la mirada.

Las suaves y blancas manos del cocinero acariciaban la piel delineando cada músculo otra vez sin cansarse, provocando que la piel ardiera allá donde tocaba, mientras Zoro sentía la firmeza del fibroso cuerpo bajo sus ásperas manos, rememorando con sus dedos cada porción de piel.

-          Eres tan suave cocinero.

Le miró conectando su único ojo al visible de su pareja, que le sonrió con cariño. Se besaron de nuevo, uniendo sus lenguas al juego, pegándose a la pared.

Una pierna de Zoro se coló entre las del fumador, juntando más sus cuerpos, moviéndose el uno contra el otro, dejando escapar algunos gemidos cada vez que sus miembros se rozaban sobre la tela, haciendo que sus temperaturas subieran rápidamente.

Comenzaron a desabrochar los pantalones del contrario, mezclando sus manos en el proceso, sin dejar de comerse a besos. El cierre del rubio fue el primero en abrirse y Zoro los bajo con prisa hasta la mitad de los muslos, dejando que la gravedad hiciera el resto. Mientras que Sanji se limitó a bajárselos lo justo para adentrar sus manos y tener acceso al bulto que resaltaba bajo la tela, masajeándolo lentamente.

-          ¿No decías que te morías de ganas cocinero? – preguntó molesto por el lento ritmo de esa mano sobre su miembro.

Le rodeó con los brazos, apresando su delgada cintura, delineando el borde del elástico.

-          Sí, pero… - exhaló en su oído estremeciendo al peliverde – Quiero disfrutarte – dijo mordiéndole el lóbulo mientras su lengua jugaban con los tres pendientes, atacando aquel punto sensible de su amante.

-          ¿Y tú, estas ansioso alguita? – dijo divertido, haciendo presión sobre su miembro.

Zoro refunfuñó haciéndole reír. Sanji paseó la vista por la habitación buscando la cama, cuando la halló se despegó de la pared obligándole a retroceder. Le guio por la estancia hasta que las piernas de Zoro chocaron con el borde y tuvo que agarrarle impidiendo que cayeran. Dejo la erección de su pareja para llevar las manos al borde de los pantalones e ir quitándolos despacio.

Apenas los dos se quedaron en ropa interior, Zoro pateó sus pantalones, enredó sus dedos en la mata de pelo rubio y le robó un beso hambriento al cocinero. Sanji subió una rodilla a la cama, empujando suavemente a Zoro hasta tumbarlo sobre la cama con él encima mientras se repartían caricias. Rompió el beso bajando a su cuello, dándole una fuerte mordida que hizo gemir a Zoro. Levantó la cabeza un segundo para ver la expresión de placer de su pareja, que había cerrado su único ojo disfrutando de su boca y sus manos que no paraban quietas. Pasó ahora la punta de la lengua por la nuez del espadachín, notando como vibraba, subiendo y bajando por la garganta.

Sonrió feliz de ser el quien le provocaba esas reacciones.

El cocinero no se detuvo, siguió bajando por el moreno cuerpo a base de besos y mordisco, llegando a la clavícula izquierda donde empezaba la enorme cicatriz que recorría todo el torso. Zoro gimió nuevamente al sentir como atacaba sus puntos débiles uno tras otro robándole parte de la cordura pero frustrándole al ir tan despacio. Pasó sus manos por la espalda nívea, hundiendo los dedos en la suave piel, incitándole a que hiciera algo más excitante.

Una de las manos de Sanji descendió de nuevo hasta la entrepierna contraria, colando la mano por la tela.

-          Estas realmente duro Zoro – rio rozándolo con las yemas de los dedos.

Zoro volvió a gruñir. Frustrado a más no poder se incorporó, cambiando las posiciones, dejando ahora a Sanji contra el colchón.

-          Deja de provocarme de una vez, maldito ero-cook.

-          ¿Impaciente? – picó juguetón. Rodeó su erección empezando a masturbarle.

-          Vete a la mierda.

-          Si tanta ganas tienes… - le miró con deseo - ¿Por qué no haces algo marimo? – para mayor énfasis levantó sus caderas presionando su miembro contra el culo del moreno.

Zoro sonrió con malicia, dándole un casto beso antes de empezar a torturar el cuerpo bajo suyo. Ahora era él quien mordía, besaba y lamía, dejando algunas marcas en esa piel de porcelana que seguro durarían varios días. No dejó mecer sus caderas en ningún momento, haciendo fricción contra la erección de su ahora marido.

Las caricias de Zoro no tenían nada que ver con las del cocinero. Él no se reprimía en absoluto, atacaba su cuerpo sin descanso, repartiendo caricias toscas y bruscas, su boca se paseaba por todos lados con deseo, descargando todas sus ansias en él. Para Zoro, el cuerpo de Sanji era su perdición, deseaba devorarlo entero, marca toda porción de piel como suya, dejar en claro que nadie más podía tocarla, que el atractivo rubio le pertenecía a él y solo a él. Suyo.

Y Sanji amaba eso de él. Había merecido la pena esperar y provocarle, porque Zoro no se había equivocado al decir que Sanji se moría de ganas, todo con tal de sacar a la bestia hambrienta que el espadachín llevaba dentro. Adora ver el lado posesivo de Zoro, ver cómo le deseaba, sentir su pasión y el deseo en cada caricia que le daba.

Enterró los dedos en el pelo verde, jalándolo con fuerza. Sanji jadea sin control, con la respiración totalmente irregular, sentía la boca de su pareja viajar por su piel sin detener, impidiéndole que se recuperara cada vez que atacaba uno de sus puntos sensibles mientras su manos paseaban por su abdomen, hundiendo los dedos en la carne.

El peliverde se levantó de las caderas del rubio, deslizando por la cama hasta quedar entre sus piernas abiertas, con ambas manos rompió los calzoncillos, dejando por fin al rubio totalmente desnudo, se relamió los labios con gula y sin esperar a recibir una queja por haber roto la prenda engulló el miembro que se alzaba frente a él.

-          ¡Zo-ro!

El mencionado sonrió victorioso al oírle gemir su nombre. Empezó a casar y meter el duro miembro en su boca, uniendo su lengua cuando podía, empapándolo en saliva, aumentando el ritmo cada vez que Sanji gemía. La mano con la que no se masturbaba viajo a unos de los muslos repartiendo suaves caricias.

De pronto las manos del rubio que hasta entonces habían estado en su pelo pararon, bajando a enmarcarle el rostro para separarle de su erección.

-          Me encanta tu boca Zoro pero no quiero correrme ya – dijo Sanji al ver la mirada interrogante del espadachín.

Le atrajo hacia él para poder besarse, rodando por la cama suavemente, volviendo a quedar él encima con el moreno debajo. Se recolocó entre sus piernas, rompiendo el beso para admirarle desde arriba.

El cuerpo de Zoro destacaba entre las sábanas blancas, resalando su tez morena llena de cicatrices y recientes marcas que él mismo había hecho. Se veía tan bien… Y era suyo. Aquel moreno y musculoso cuerpo, tan erótico y atractivo, invitando a cometer el más dulce de los pecado, era única y completamente suyo.

Llevó dos dedos previamente ensalivados a su entrada, metiéndolos despacio para dilatarle pero apenas empezó a moverlos, Zoro le apartó la mano obligándole a sacarlos.

-          Hazlo de una vez.

-          ¿Seguro? – preguntó nada convencido pero su pareja asintió – Esta bien.

Agradeció que su miembro aun estuviera húmedo de la saliva de Zoro y su líquido pre seminal. Por muy bestia que fuera el marimo, él no quería hacerle daño.

Si Sanji antes se sentía arder, cuando empezó a penetrarle creía que se derretía. Apoyó su frente en la de Zoro que mantenía su ojo cerrado y apretaba los dientes cada vez que Sanji entraba un poco más. El cocinero entrelazó sus manos con cariño, besándole la mejilla y la frente mandándole alivió. Aunque Zoro asegurara que no le dolía, sabía que algo de molestia estaba sintiendo.

Cuando por fin estuvo del todo dentro ambos soltaron el aire que estaban reteniendo inconscientemente.

-          Dios… Zoro… estas tan…

-          Sanji…

Sanji le miró con ternura aun sin moverse, disfrutando del mero hecho de estar dentro de él, unidos de formar tan íntima, causarle placer, hacerle el amor… Siendo que con solo eso era capaz de correrse en cualquier instante.

Le dio un casto beso haciendo que abriera el ojo y Zoro se sonrojo al ver cómo le miraba. Las hebras doradas le hacían cosquillas en rostro, dejándole ver bajo ellas sus preciosos ojos azules brillando con amor.

Tragó grueso sintiendo el corazón en la garganta.

Sanji se movió hacia delante pegando sus cuerpos perlados en sudor. Sin saber tampoco que decir, restregó su mejilla contra la de Zoro en un gesto cariño, empezando a moverse despacio.

-          Te amo – fue lo único coherente que logró salir de la garganta de Zoro -  Te amo, cocinero, te amo.

-          Y yo a ti – buscó su mano libre entrelazándola también – Yo también, yo también te amo, marimo. Te amo.

 

 

-          ¡Es… Genial! – alzó la voz mirando a todos lados con una gran sonrisa.

Kai se adelantó observando curioso el lugar.

Estaban en la base del ejército, en una de las naves que hacía de aeropuerto, más concretamente donde se guardaban los aviones y helicópteros.

Kai se sentía como una pequeña hormiga allí, pero eso solo hacía que su emoción fuera más grande. Era la primera vez que iba a allí y también la primera que acompañaba a su padre a despedirle antes de una misión.

-          ¿Te gusta, Kai? – preguntó Zoro mirándole divertido.

Su hijo asintió repetidas veces sin mirarle.

Había muchos aviones, la mayoría de colores verdes oscuros y grises o tonos de camuflaje. Había desde pequeños donde solo cabía una persona hasta algunos donde podrían entrar más de treinta. Hombres y mujeres vestidos con uniformes del ejército pasaban de un lado a otro, algunos cargando cajas o cosas, llevándolas a donde le indicaban otros. Los que pasaban cerca paraban a saludar a sus padres hablándoles con respeto.

-          ¿En qué avión vas a montarte tú, papá? – preguntó curioso.

-          En ese que están preparando – señaló uno no muy grande del cual no paraban de entrar y salir personas.

Sanji sonrió viendo a su hijo, no habían estado muy seguros de traerle pero al final no había sido mala idea. Sacó un cigarro poniéndoselo en la boca sin encenderlo.

Esta vez Zoro se iría tres semanas y aunque era poco tiempo su hijo se había entristecido al no poder pasar todo el verano los tres juntos. El peliverde le había prometido volver lo antes posible, además de haber pasado los últimos días juntos, saliendo solo los tres a excepción del día en el centro comercial.

-          Kai, me tengo que ir ya – el peliverde se detuvo, agachándose a la altura del más pequeño para mirarle de frente – Vigila que el pervertido de tu padre no pierda la cabeza por alguna mujer.

-          ¿Se puede saber que dices? ¡Tú, marimo desubicado!

-          ¿Acaso es mentira que las faldas te pierden, pervertido? – se levantó sonriendo burlón al ver como su pareja fruncía el ceño molesto.

Sanji chasqueó la lengua, paseando el cigarro por los labios.

-          Un marimo descerebrado como tú no sabe apreciar la belleza femenina.

-          ¿A quién llamas descerebrado? – preguntó chocando sus frentes.

-          ¡A ti, idiota!

Se miraron fijamente, retándose unos segundos antes de separarse sonriendo. Zoro le rodeó con un brazo juntándole a él sin despegar sus frentes.

-          Tengo que irme ya – dijo quitándole el cigarro con la otra mano.

-          Ya te estabas tardando – dijo dejando que su orgullo hablara.

-          Bastardo – rio Zoro acercándose a besarle.

Sanji le abrazó también, correspondiendo al instante al hambriento beso.

Sus lenguas danzaban jugando entre ellas y sus dientes mordían los labios contrarios sin llegar a hacer daño.

Cuando acabaron de robarse el aire mutuamente se separaron sin dejar de abrazarse.

-          Intentare volver pronto – habló desde su cuello inhalando su aroma.

-          No tardes en llamar.

Sanji le abrazó con fuerza. Aunque tres semanas eran poco tiempo en comparación con otras veces, nunca le gustaba que se fuera. A veces deseaba no ser tan orgulloso para tener el valor de pedirle que se quedara, pero luego cambia de opinión, al fin y al cabo era su trabajo. Además confía en Zoro, pasara lo que pasara el siempre volvía, era demasiado cabezota y terco para dejarse matar, sin contar que no era nada fácil de derrotar.

Pero aun con todo, esta vez… tenía un mal presentimiento.

Se acercó al oído de Zoro a decirle en voz baja la misma frase que le repetía siempre antes de separarse, aquella que brindaba buena suerte al espadachín. Zoro rio en su cuello diciéndole su correspondiente frase, relajando al cocinero, asegurándole que volvería y estaría bien. Se separó dándole un corto beso.

-          Adiós Kai – habló dirigiéndose al menor – Pórtate bien.

-          Adiós papá.

Se giró y sin demorarse más subió al avión.

-          Papi, ¿Qué le has dicho a papá al oído?

-          Eso enano, es un secreto.

 

Daban un paseo de vuelta a casa aprovechando que no hacía mucho calor y el helado que acababan de comprarse les refrescaba la garganta. Habían pasado más de dos semanas desde que Zoro se había ido y ayer mismo habían hablado por con él. Kai estaba feliz ya que pronto volvería y Zoro había estado llamando cada pocos días.

-          Papi, ¿Cuándo papá vuelva podemos ir otra vez a la playa? – preguntó saboreando su helado de chocolate.

-          Claro – respondió automáticamente Sanji pensando en las lindas señoritas paseando por la playa.

-          ¡Bien! ¿Esta vez podemos ir más de un día?

-          Ya lo veremos enano – le revolvió el pelo con una mano contento por verle sonreír.

Siguieron andando por la acerca, disfrutando del buen tiempo.

-          ¡ahh! Papá me he manchado – el peli azul se señaló la camiseta roja que acababa de mancharse de chocolate, debido a que el helado se derretía más rápido de lo que él comía.

-          Maldición Kai – se agachó a su altura sacando un pañuelo para limpiarle – Ya est…

-          ¡Cuidado!

Sanji apenas tuvo un instante para abrir los ojos, escuchar un grito ahogado y reaccionar.

-          ¡Kai!

 

Por fin tenía un segundo de descanso, se había pasado todo el día defendiendo a la persona que le habían encargado, cuidando de que saliera ilesa y hacía apenas una hora que la había entregado sana y salva.

Estaba en pequeño pueblo en algún lugar desconocido con el cielo ya atardeciendo. Y lo único que le apetecía era una buena siesta y una botella de sake.

-          Comandante Roronoa.

Zoro se tensó, desenvainando rápidamente una de sus katanas.

-          ¿Quién eres? – preguntó pero al reparar en las vestimentas del joven se relajó, al ver su uniforme del ejército - ¿Qué quieres?

-          Yo… Tengo pedir que mantenga la calma, señor – dijo el chico nada convincente.

-          Habla de una vez.

El chico tragó saliva antes de hablar.

-          Su familia ha sufrido un accidente, señor.

Notas finales:

¿Quien desea matarme? ¡Pero no alarmaros! No os voy a delantar nada de lo que les haya podido pasar pero no saqueis conclusion precipitadas! Seguro que os pondreis en lo peor asi que no lo hagais!

¿El lemon os ha gustado o os parecido muy largo? Temo que se haya hecho pesado aunque a mi me ha encantado escribirlo. Con el damos por finaliza la boda y la luna de miel ^^

El siguiente capitulo nos tomaremos un descansito de los recuerdos y sera entero en el presente, pero eso no quiere decir que sea aburrido ;)

Muchisimas gracias por leer ^^ Estoy muy agradecida a los que leeis o comentais el fic, en serio, mil gracias! No se como me soportais, os amo <3

Os dejo una mini escena que tengo escrita del one-shot de KidLaw:

-          Ha pasado mucho tiempo, Eustass-ya.

Trafalgar se sentó en el largo sofá que tenía el otro capitán en su camarote, viendo la mata de pelo roja destacando entre las sabanas negras.

-          ¿A qué has venido Trafalgar? – repitió sin sacar la cara almohada.

-          Lo sabes perfectamente – contestó sin rodeos.

 

PD: Queria preguntaros... ¿Se os esta haciendo muy largo el fic o pesado? ¿Los capitulos? A veces siento que me voy mucho por las ramas, si es asi decidmelo.

 


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