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Slice of Life por Radhe

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Insulto 

Shion estaba cansado, últimamente siempre lo estaba. Miró al chico entrenar frente a él, con un dejo de envidia. Ya casi no peleaban, más bien le dirigía con palabras, le ordenaba hacer cosas, y Mu lo hacía con presteza. Al menos, ahora que todas las casas tenían guardianes, Shion sólo entrenaba al nuevo santo de Aries, eso le daba mucho menos trabajo. 

El menor notó que su maestro estaba distraído y dejó el entrenamiento para preguntarle algo que llevaba rondando en su cabeza unos días. 

–Maestro… ¿pronto seré el Caballero de Aries, verdad?

–Sí – respondió Shion sin interés – ya casi estás listo ya sí la orden quedará completa. 

–Pero– comenzó Mu, porque había escuchado eso muchas veces pero no estaba de acuerdo – ¿y la armadura de Libra?

–¿Qué hay con ella? – respondió agresivamente, irguiéndose. 

–Bue… bueno, como nadie conoce a su portador…

–¡Yo lo conozco y basta! No tienes por qué entrometerte. 

Mu se calló, pero no estaba conforme, conocía a los demás santos dorados y a sus aprendices, pero jamás había escuchado nada, nada en absoluto del Santo de Libra. 

–Y si… ¿si es un traidor? – la mirada que Shion le dirigió le hizo retroceder –. Es que… quiero decir… ¡nunca ha estado en el santuario! Y yo no sé…

–¿No sabes?, ¡pues entonces cállate! – retó Shion mordiendo las palabras. 

Raramente le hablaba de aquella forma a Mu –o a cualquiera–, pero que mencionaran a Dohko sobre todo cuando con dudas, después de todos esos años de no verlo… era demasiado. Aun no se acostumbraba, lo necesitaba igual que el primer día. Pero ahora debía preocuparse del joven que tenía enfrente, que se veía muy impresionado por el insulto que había recibido. 

–Ya lo conocerás después, una vez que seas el Caballero de Aries – y tomando sus brazos con suavidad lo atrajo hacia sí –, te aseguro que es un hombre de toda mi confianza. No te preocupes por cosas como esas y sigue entrenando. 

Mu asintió e hizo caso, eso no resolvía sus dudas; pero extrañamente le hizo sentirse mejor saber que incluso el Patriarca podía perder el control de vez en cuando. 



 Primera vez 

Dohko sintió el estallido de cosmos a su espalda y la ansiedad recorrió todo su cuerpo, reconocía bien esa energía, pero no podía explicarse cómo era que Shion estaba allí, en los Cinco Picos, cuando su lugar era el Santuario, hacía más de 200 años que se había separado y nunca creyó que Shion se atrevería ir a aquel lugar.

“No te acerques”, le ordenó hablando directo a su mente, Shion estaba abajo, donde rompía la cascada y podía verlo buscando a su alrededor, encubrió su cosmos.

“Dohko–respondió – ¿dónde te encuentras?”

Shion necesitaba hablar con él con urgencia, por eso por vez primera irrumpía en aquellas montañas, había tenido presagios terribles, y con el nacimiento de la diosa tan próximo no quería correr riesgos, necesitaba alguna opinión externa, pero no confiaba en nadie más, ¡necesitaba hablar con Dohko!

Éste lo observaba, Shion había envejecido: su cabello se había tornado completamente blanco y no brillaba, había marcas en sus ojos y su boca, su paso era lento e iba un tanto encorvado.  Cerró los ojos, no quería ver aquello y aun más: no quería que su amante lo viera en aquellas condiciones. 

“Debes irte, perturbas mi concentración. Podrías causar un desastre”.

Shion suspiró, sabía que era cierto, por eso mismo nunca había ido a los Cinco Picos, por eso había aceptado separarse de él, porque siempre lo había distraído.

“Pero…”

Se rehízo. Él era el Patriarca, sus dudas tendría que resolverlas solo. Sin ningún gesto de despedida, desapareció.  Dohko se sintió más tranquilo, si hubiera sabido que Shion moriría esa noche, no le habría importado nada, no lo habría dejado ir.

Pero no podía leer el futuro y pasaron días antes de que supiera… fue la primera vez que conoció el arrepentimiento.


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