Flojo
Shion trató de quitarse el peso que tenía encima, inútilmente. Se removió, tosió, y finalmente jaló el cabello de Dohko.
–Shion – se removió éste – déjame seguir durmiendo.
–¡No encima de mí! Dohko, ya pasa de medio día.
–No importa, dijo restregando su rostro contra la túnica de Shion – ya no tenemos que ir más al Coliseo, relájate y disfrútalo.
Era verdad, hacía sólo una semana que Shion había conseguido su armadura, y no se acostumbraba a no levantarse temprano para ir a entrenar, en realidad le hacía falta
–Igual quiero levantarme.
Dohko refunfuñó, pero finalmente se bajó de su cuerpo. Aunque Shion le dejara la cama ya no podría dormir, no sin el sonido suave y nítido del latir de su corazón. Así que se levantó y lo siguió a las dependencias interiores del templo, donde Shion se disponía a tomar un baño, lo observó desvestirse sin hacer ningún ruido y luego volvió tras sus pasos. Se acostó en la cama, sin atreverse a moverse porque la erección entre sus piernas no desaparecía.
Largo rato después Shion salió, ya vestido, y le miró con paciencia.
–Vamos, ¡flojo! ¿Piensas estar allí todo el día?
Dohko no levantó la cabeza, sino que negó frotándola contra la cama, Shion suspiró y se fue, él en cambio no se atrevía a tocarse a sí mismo para deshacer su excitación, estuvo esperando todo el día hasta que finalmente pudo ponerse de pie sin molestia y salir de allí antes de que Shion volviera. Éste se extrañó de que no durmieran ambos en su templo los siguientes días, pero nunca supo porqué.
Animales
Emitió un suspiro ahogado y se aferró a la espalda de Dohko mientras éste mordía su cuello con suavidad. Shion metió las manos bajo la túnica del mayor, hasta tocar directamente la piel de su espalda, suspiró nervioso, nunca antes habían estado así de cerca, ni habían tenido un comportamiento así de íntimo.
Dohko enterró sus manos en el sedoso cabello de Shion para iniciar un nuevo beso, cuando éste se separó, sus sensibles dedos habían sentido una irregularidad en la espalda de su amante que no debería estar allí.
–Quítate la túnica.
Exigió Shion, tomándolo por sorpresa, Dohko pensó que era por la emoción del momento y obedeció. Pero se sorprendió aún más cuando Shion lo hizo ponerse boca abajo sobre la cama y se montó sobre su espalda, pero el mayor no tenía intenciones de dominarlo, sino sólo de revisarle, ¿acaso estaba herido? ¿Acaso esas eran cicatrices? No podía ser que no las hubiera notado.
Pero no había ninguna lesión en la espalda de Dohko, si no El Tigre, que había aparecido sobre la carne.
–Ah… – comentó Shion confuso – ¿y esto? Creí que sólo aparecía si estabas luchando.
El chino se removió inquieto.
–Sí… es que si me excito…
Y Shion se rió, había interrumpido el momento por nada, se sacudió el cabello sintiéndose incómodo. Se recostó sobre Dohko pero ya no buscó besarlo, había perdido las ganas. Se quedó tranquilo y se durmió, no como el chino que estuvo sufriendo un buen rato hasta que finalmente el tigre desapareció de su espalda.