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Slice of Life por Radhe

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Captura

Corrían alegremente, tan rápidos como cervatillos, ágiles y llenos de energía, aun así si cualquiera los hubiera visto habría tachado su actitud de infantil. Y es que se dedicaban a perseguirse uno al otro, un juego de toca y corre que los otros Santos no habrían aprobado. 

Pero ellos estaban muy concentrados en sí mismos, en especial Dohko, que ya llevaba un buen rato sin poder atrapar a su compañero. Shion corría ligeramente más rápido, debido a que sus piernas eran realmente largas y también giraba con más precisión, debido a su menor peso. Dohko daba saltos con mucho impulso y así le había atrapado la vez pasada, pero habiéndole cogido el truco Shion giraba rápidamente cada vez que lo sentía a punto de saltar. 

Pero Dohko también tenía estrategia, carrera tras carrera le fue cortando el terreno, hasta guiarlo al borde del lago, Shion se dio cuenta –casi demasiado tarde– que estaba sobre una de las orillas del mismo, y que la tierra caía en picado hasta el agua, se paró casi al borde de la rivera, pero Dohko, que venía corriendo detrás, pegó un salto, le cogió la cintura y lo hizo caer con él al lago. 

Ambos emergieron riendo y se tomaron las manos al nadar a la orilla. Así solían ser aquellos días, cuando eran jóvenes. 


Blanco 


Dohko le masajeaba la espalda, Shion trataba de relajarse, pero era difícil cuando sabía que terminarían teniendo relaciones. Aquella era la forma típica que el chino tenía para acercársele, con un tierno masaje. Al principio lograba relajarlo, pero como ahora ya sabía qué seguía era difícil quedarse quieto y esperar a que el otro se animara a llevar las cosas más allá. 

El chino realmente disfrutaba con aquella sesión previa, que le permitía ir recordando el blanco cuerpo de Shion con los dedos. Sabía que si algún día se separaban, siempre podía conjurar en su mente sus formas y su tacto. Por eso a pesar de sentirlo removerse, no se adelantó, ni se apresuró, tenía que aprovechar estas horas, porque llegaría el día en que no tuvieran más tiempo. 



Héroe 

Caminaba despacio entre los muertos, mirando aquí y allá, una cara conocida, un trozo de armadura que apenas identificaba y mucha sangra. 

Luego cuando desvió la vista a lo lejos, una silueta que estaba incorporándose apenas, una figura larga y hermosa, brillante de dorado y carmesí, que se erguía despacio, como si pudiera resucitar la tierra entera, como si desgajara toda aquella calamidad para dar inicio a la vida y a la esperanza. 

Una estampa hermosa, de su persona más amada. Pues no era otro más que Shion, que cobrando fuerza, se erguía exhausto, como declarando: ¡No estoy muerto!; Dohko se sintió tan conmovido que en menos de dos segundos ya estaba a su lado, brindándole su hombro como apoyo para que pudiera tenerse en pie totalmente. 

Ambos se miraron y de pronto todo estuvo bien, a pesar de la sangre y de la muerte; aquellos cuerpos aun estaban tibios, y la consoladora energía de su diosa se sentía un poco más allá, no muy lejos. 


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