Con el paso de las semanas, ambos chicos se reunían en secreto, cada que podían sin descuidar las pocas oportunidades, conociéndose más afondo, comprendiendo aquellas cosas que ignoraban del otro y que hacían que valoraran aun más a la persona que tenían en frente. Su lazo se fortalecía con aquellas pequeñas reuniones, acercando sus almas a límites que ninguno de los dos esperó, pero que ese extraño vínculo que se formó sabían que no lo perderían por nada del mundo.
Sin embargo fuera de los lugares de reunión las cosas entre ellos seguían siendo las mismas (o casí las mismas), los insultos y peleas afiladas de siempre; claro, solo para aparentar.
-Fíjate por donde caminas, Potter- siseó Draco haciendo una mueca de desdén al azabache que no estaba muy seguro de cómo contestar tras impactarse con el pecho del otro y tener esa presencia tan cerca.
-Tú eres quien lo chocaste Malfoy tu discúlpate- dijo Hermione cortante a lo que el otro solo apretó los labios.
-Já, como si necesitara clases de modales de ti, sangre sucia inmunda…- declaró destilando veneno con cada palabra.
-No te atrevas a llamarla así, Malfoy- exclamó Ron mirándolo retadoramente, Draco solo rodó los ojos.
-¿A ti quien te llamó comadreja? ¿No deberías de estar en el comedor llenándote de comida que no podrás comer en las vacaciones?- la cizaña en sus palabras provocó que la sangre le hirviera al pelirrojo que solo atinó a apretar los puños dispuesto a abalanzarse contra el prepotente rubio y molerlo a golpes –Ahora quítense, estorbos- declaró quitándolos de su camino pasando muy cerca de Harry para dejarle uno de sus mensajes.
-¿Qué se cree ese idiota?- preguntó furibundo Ron moviendo sus brazos en el aire –Pero algún día le daré su merecido, estúpido hurón…-
Harry se tragó todo lo que quería decir y prefirió cerrar la boca limitándose a acompañar a sus amigos de regreso a la sala común.
Por alguna razón ajena a él, Harry temía que sus amigos se enteraran de su peculiar relación con el Slytherin y todos los sentimientos que albergaba por él que iban más allá de una mera amistad; pero aunque su interior rugía por gritarlo, sus labios siempre decidían callarlo y hasta incluso fingir que le gustaba alguien más con tal que no se enteraran.
“Una acción muy cobarde” se reprendía mentalmente, pero no hacía nada por solucionar aquello. Aparte, sus amigos parecían ni notar que todo aquello era una farsa o fingían no hacerlo así que ¿para que desengañarlos?
Del lado del rubio, todo era diferente, puesto que enseguida sus más fieles seguidores se dieron cuenta de la peculiar relación que a su parecer nada bueno podía surgir… e incluso muchas veces su tan querido amigo de toda la infancia Blaise, le dijo que se alejara ya que seguro el único que saldría lastimado sería el.
Pero como cada reunión, cada platica al anochecer, cada cruce de miradas en el gran comedor y clase hacia que el príncipe de las serpientes regresara más que feliz a sus aposentos. Por tanto los Slytherin optaron por no oponerse mucho e incluso apoyarlos para no ser descubiertos, cosa que Draco agradecía con toda su alma.
-Ya era hora de que llegaras…- el ojigris se levantó de su asiento cuando lo vio llegar, ese semblante maravilloso, los ojos verde brillante gracias al ejercicio de subir corriendo la larga escalera y esa divertida sonrisa tan llena dulzura que le regresaba la mirada aceleraba su corazón inexplicablemente. En definitiva prefería desviar la mirada.
-¿Por qué en la torre de Astronomía?- preguntó con curiosidad viendo el tan desolado lugar en que se encontraba.
Aunque le gustaba mucho y era mucho mejor que sus anteriores puntos de encuentro (que más que nada habían sido salones en desuso) no se sentía a gusto, ya que la materia de Astronomía se impartía en las noches y nadie les aseguraba que no subiera alguien y los cachara.
-Me gusta- dijo solemne recargándose en el marco de la ventana.
La luna su única compañera bañaba con su luz al rubio haciéndole ver tan angelical que le dolía en su interior observarlo pero no poder tocarlo más que como uno de sus amigos –este lugar me da mucha paz y adoro la noche… es magnífica…- dijo perdiéndose en esa imagen frente a sus ojos, el maravilloso cielo nuboso tan oscuro como el grim pero a la vez tan luminoso con el titilar de las estrellas.
-Tienes razón… es muy hermoso…err… quiero decir…- carraspeó al final ya que quería agregar una tontería como que realmente se refería al chico y no al ambiente, el rubio lo regresó a ver y sonrió.
-Siempre tan elocuente, Harry…- dijo recargando su cabeza en el hombro del azabache sin querer cruzar una palabra, durante todo ese tiempo ya habían hablado hasta el cansancio de sus vidas infantiles, repasando todo el dolor de la soledad de uno y el paulatino distanciamiento de los padres del otro debido al estigmático peso del apellido ancestral que portaba.
Solamente estar así los dos solos, no era necesario nada más que la compañía del otro les hacía sentir tan bien, sin embargo para Draco la presencia de Harry le despertaba ciertas cosas que no entendía, que le emocionaba pero aterraba ¿de qué se trataba? No estaba seguro, aunque tenía en su mente una idea no quería apresurarse a darla por hecho, pues de hacerlo representaría un gran cambio.
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Para sorpresa de Harry, descubrió con tanta satisfacción que en un corto tiempo ambos sentimientos lograron convergir al mismo, el amor que no podían nombrar, pero que palpitaba con desenfreno en su pecho, llenándose con las tempestades y fortaleciéndose con el tiempo.
A solo tres meses de su cuarto año, en un bello atardecer reguardados tras los fuertes muros de la torre de astronomía (ahora su tan preciado escondite), Harry le alargó una preciosa flor rosada, acción que se había convertido en costumbre pues cada que podía cortaba una para él; tanto le fascinaba ese pequeño gesto al rubio que sabía que las peonias terminarían siendo sus flores favoritas. Sin embargo esa vez en especial, verlo ahí con esa sonrisa disimulada y su peculiar cariño tan Gryffindoresco en su león, como luz su resolución llegó finalmente a su mente.
El azabache tras deleitarse con la tímida expresión del rubio se sentó a su lado y cuando menos lo sospecho, obtuvo aquello que siempre soñó pero que no pensó que llegaría a él; recibió un dulce beso en los labios de su rubia obsesión. Abrió los ojos sin poderselo creer, pero aceptó con gozo y deleite ese preciado roce inxperto pero tan decido pero a la vez tan suave y largo que juró quedaría impreso en sus recuerdos por toda la vida.
-El primero de muchos- le dijo Draco en el oído con una hermosa sonrisa dibujada en sus labios.
-Ten por seguro que así será- le contestó al momento que lo abrazaba como si su existencia pendiera de ello.