Solidez
Había estado respirando mal, con dificultad y la fiebre no cedía. Por eso cuando el dolor desapareció repentinamente, supo de inmediato quién se encontraba parado al lado de su cama.
Abrió un ojo y luego el otro, sorprendido por ver de pronto tan claramente como cuando era joven. El dios se erguía muy cerca de él, en todo su esplendor y su fuerza, como un espejismo.
–¿Vienes por mí personalmente?
Preguntó jocoso.
–Hypnos me habló de ti una vez, mientras yacíamos sellados. Estaba tan interesado que despertó mi propio interés, por eso quise venir y ver si realmente tu belleza es como la describió.
Afrodita se rió, había pasado décadas desde su encuentro con el dios del sueño, las cosas habían cambiado, se sentó despacio, sintiéndose viejo y cansado.
–Ya no soy así.
Tanatos se acercó a él y le posó la mano en la frente, haciéndolo sentir como si una capa de polvillo se desprendiera de su cuerpo, Afrodita miró sus manos, lisas y blancas, como nunca antes. Una esperanza lo invadió, pero luego fue un velo de temor.
–No estás rejuveneciendo mi cuerpo, ¿o sí?
–No– exclamó el dios con voz suave, con misericordia – estoy desprendiendo tu alma – y dirigió la mirada hacia la cama.
Afrodita la siguió con la suya propia… recostado en la cama seguía aquel viejo cuerpo que había habitado hasta entonces, fuera de él, yacía allí como algo ajeno y muerto. Lleno de terror se levantó para alejarse y la separación fue completa. Lo supo al momento y se arrepitió, ¡ahora sólo tenía el alma! Nunca podría acariciar de nuevo a su amante, que seguía dormido del otro lado del lecho.
Le dirigió al dios una mirada de absoluta desesperación, una súplica muda.
–Te dejaré tocarlo, como un favor especial.
Afrodita se acercó muy suavemente al hombre dormido y le tocó con la frente con los labios, en un beso de despedida, que llevaba todo el amor que sentía por él.
Le pareció que el contacto se alargaba indefinidamente, y cuando terminó le pareció que había durado sólo un instante. Tuvo miedo de la despedida.
–¿Iré al Cocytos? – preguntó de pronto, preocupado – O quizás…
Se atrevió a pensar en los campos Elyseos, pero de inmediato se sintió avergonzado por su presunción.
–Eso no lo decido yo.
Respondió el dios, le cogió del hombro, y girándolo despacio hacia él, le besó la frente, repitiendo lo que había visto. Afrodita se sintió sorprendido, pero permitió el contacto, agradecido. Una sensación de calma alivió su temor y derramó una lágrima.
El dios la cogió entre sus dedos, mirándo su brillo.
–Realmente eres muy hermoso.
Afrodita regresó su vista a la cama. Había tenido muchas cosas bellas en su vida, y algún día volvería a encontrarse con esa persona, estaba seguro. No iba a darse por vencido. A lo largo de su existencia se había esforzado tanto como era posible. A pesar del dolor había valido la pena vivir su vida. Sonrió de nuevo, se iba satisfecho.
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