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Delicatessen por Radhe

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Fogata - Death Mask y Afrodita



La celebración era amena. El calor del fuego le rozaba las mejillas y la carne caliente le quemaba los dedos, mientras soplaba antes de comerla. 

Sus dos compañeros hablaban a gritos, ebrios y felices, sin ningún miedo por la próxima guerra, sin temores ni remordimientos. Él no tenía nada en particular para decir, así que se limitaba a comer y escuchar. Shura estaba haciendo una broma de mal gusto y todos rieron. 

–…que pena que no haya querido venir, ¿no Afrodita?

– ¿Eh? – preguntó, porque se había perdido en aquella sensación agradable y no había atendido sus últimas palabras.

–S-a-g-a – delineó lento Death Mask – que pena que siempre se aparte, ¿no?

Frunció el seño, irritado por escucharle decir ese nombre de manera tan irrespetuosa, en lugar del acostumbrado “ÉL”. Y no se lo imaginaba allí, con ellos; un buen líder no podía ser un camarada.

ÉL tiene cosas más importantes que hacer que perder el tiempo con nosotros. 

Shura se irritó también, evitaba nombrarlo pero también le disgustaba ese aire de veneración con el que el sueco hablaba de Saga. 

–Pierde el tiempo con nosotros frecuentemente, por las noches…

Viendo sus expresiones, que palidecieron al instante, Death comenzó a reír, lleno de hilaridad; no terminaba de entender la reticencia de sus compañeros a hablar francamente sobre sus encuentros nocturnos y privados con el patriarca. 

Capricornio llegó a su límite de irritación y sin decir nada más, echó el resto de su comida al fuego y se alejó; Afrodita lo miró sin moverse  y Death se le acercó buscando molestarlo un poco más. 

–Se lo tiene muy creído. Como si para él fuera algo especial…

Piscis respiró profundo para controlarse, y girándose lo miró abiertamente a los ojos.

– ¿De verdad a ti no te molesta ni un poco? ¿Dejar que te use así?

Death sonrió sin burla, se encogió de hombros y contestó honestamente:

–Si no fuera él, ¿quién lo haría?

“¿Quién querría hacerlo conmigo?”, era lo que en realidad había querido decir. Afrodita se sorprendió, él había conocido el contacto físico antes de Saga, pero Death Mask… sintió una empatía nueva y muy fuerte, que le hizo acercarse y besarle los labios. El italiano lo dejó, intuía que no había piedad en el acto, sino necesidad. 


Se recostaron, estirados sobre el suelo. Sus manos y sus bocas se movieron rápidas, dejando marcas a su paso. Un olor extraño comenzó a molestarlos, humo espeso. De pronto se apagó la luz, y se separaron. El agua alcanzó a salpicarlos. 

–Tus botas se estaban quemando.

Habló Saga con voz fría, bajando la cubeta de madera con la que había apagado el fuego. Su mirada llena de impiedad los hizo levantarse apresuradamente y tomar distancia. Ninguno se atrevió a decir nada, a penas a levantar la vista. Géminis se fue, pero ellos no se volvieron a acercarse, no tenían el valor para retar a Saga, ni siquiera para disgustarlo. 

Se fueron por separado. Pero cada vez que Afrodita miraba la punta chamuscada de sus botas, recordaba el incidente.  

 

 

 

Algoritmo - Afrodita y Albiore

 

Nota: algoritmo es un conjunto prescrito de instrucciones o reglas bien definidas, ordenadas y finitas que permite realizar una actividad mediante pasos sucesivos que no generen dudas a quien deba realizar dicha actividad. 



Síguelo, le había ordenado Saga, así que lo hizo. Esa parte fue especialmente fácil, cuestión de ocultar su cosmos y moverse un poco más lento que Milo, que no desbordaba precisamente de energía. 

Obsérvalo.
Era la siguiente parte. Fácil, también. Una tras otra, las victimas del veneno fueron cayendo, hasta que el lugar estuvo más y más vacío, hasta que no quedaba casi nada… Hasta que sólo quedó uno.

Afrodita observó a aquel hombre, le recordaba algo que no sabía bien qué era. Era un hombre musculoso, de cabello rubio y estampa seria y desafiante. Se pasó largo tiempo mirándolo, embelesado; sin prestar atención al combate que se desarrollaba frente a sí, sino a la forma en que se movía y a sus gestos. 

Hasta que recordó la última indicación de Saga: ‘asegura su victoria’. 

El caballero de Escorpio no parecía estar ganando. Pero ciertamente tampoco estaba perdiendo, ¿debería intervenir?

No tenía caso, Saga no había dicho ‘ayúdalo’ o ‘que no salga lastimado’. No, había sido un muy claro ‘asegúrate que gane’. No dejaba lugar a dudas sobre su deber, pero aquel hombre… Afrodita suspiró, le lanzó una rosa y Albiore calló herido por dos ataques; muerto a traición.

Milo gritó mil cosas, sintiéndose humillado por las acciones del otro. Pero Afrodita no le escuchó, se acercó y su atención fue toda para aquel hombre, ya muerto; observó con atención el cuerpo caído sobre el suelo, destrozado y sangrante. Y le fue mas fácil saber a quién le recordaba, a su propio padre… de cuyos brazos muertos había sido tomado. Suspiró. No tenía importancia, eran memorias viejas que quería olvidar. No lamentó esa muerte.

Le hizo un gesto a Milo y volvieron al Santuario.

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