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Clandestinos por PandoraBoxx

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Notas del capitulo:

Lamento mucho la tardanza, pero sin más entretenimiento aquí les dejo la continuación, espero que sea de su agrado.

Ya saben, los personajes son propiedad de Oda-Sensei y sólo los tomé prestados devolviendolos al terminó de los escritos (para desgracia mía jejeje)

La navidad pasó como suele hacerlo, sin dejar nada más que comida de más, obsequios que una vez satisfaciendo la curiosidad de los pequeños son olvidados en algún rincón y sobre todo, deudas enormes que pagar.

Pero en el caso del seminarista y del cafetero, esa fecha les dejó un regalo que no se puede olvidar y cuando Sanji vestía el suéter gris de alto cuello y mangas largas (hasta los nudillos) mucho menos…

Luego de atender a la clientela de la cafetería que se atiburró con pedidos extras que nunca fueron anotados porque al despistado de Luffy se le pasaba, fueron de compras de último momento para los niños del orfanato; en ese instante, Sanji conoció al esposo de Robin, Franky un ingeniero industrial demasiado habilidoso lo único que le superaba era su cabellera peculiar y sólo por el color; y, también conoció oficialmente a Marco, el novio de Ace, ese arquitecto completaba el equipo de Zoro en todas las cuestiones de vida.

Sanji se encontraba bien rodeado de su parvada, sin embargo viéndolos a todos con sus parejas se sintió incomodo, todos ellos tenían la oportunidad de ser felices y no de estar nunca solos y él, bueno, él iniciaba a cuestionarse eso gracias a un pequeño del orfanato.

Ese niño comprendió el gran sacrificio que el seminarista estaba haciendo, inclusive le dijo que no merecía estar solo por el resto de su vida y Sanji, esa noche fría en su habitación, se quebró por completo.

Sus lagrimas por mucho que tratase de ocultarlas afloraron al enfrentarse a la cruel realidad de que… ¡Amaba a Zoro con locura! Pero sobre todo de comprender que no podría quedarse con él.

El suéter bueno, el aroma que emanaba le recordaba ese día en el enorme centro comercial y le hacía sonreír ingenuamente, soñando con un futuro al lado del marimo, mismo que se armo de valor y luego de arrastrarlo dentro del establecimiento en el cual esa prenda estaba a la vista, arrojarlo dentro del probador y obligarlo a que se lo pusiera encima se decidió a tomar la oportunidad, si su alma quedaba atrapada en el infierno, ¡Así estaría bien si con ello, Sanji permanecería a su lado!

Zoro nunca titubeó, cuando el rubio se trató de quitar el suéter y sus manos quedaron dentro de la prenda fue cuando, él se acercó hasta tomarlo por los antebrazos, acercándolo algo tosco hasta su pecho.

Sanji trató de rezongar, pero nunca pudo pronunciar nada; el marimo le robó algo más que un beso en ese instante, le robó el corazón con una caricia que anhelaban desde un tiempo atrás, una que esquivamente se escapó ocultándose en la sombras a un lado de la farola o, cuando miró desde fuera de la oficia de Zoro en la cafetería y ahora, en pleno centro comercial, en uno de tantos estrechos probadores se mostraba  altanera.

El latir fuerte del corazón de Sanji apenas le dejaba escuchar el alboroto fuera del probador, ni la música navideña disminuyó sus fuertes sonidos, pero no sólo eran los propios, los de Zoro también eran demasiado audibles;  el aroma a café del marimo junto con el masajeó en su brazos sometieron al seminarista que en ese instante poco le importó su profesión y lo referente a ella, apretó sus manos aún dentro de la prenda y dejó que la caricia se completara.

Zoro por su parte disfrutó del sabor amargo del tabaco en los finos labios de Sanji, un calor fuerte, demasiado, inició a emanar de él y un desequilibrio le obligaron a abrazarse con fuerza del rubio sin soltarlo de esa caricia.

Por mucho que desearan permanecer por siempre con esa dulce y suave caricia, el aliento les faltó y al momento de liberarse, Sanji mantuvo los ojos cerrados; Zoro al ver ese rostro sonrojado con un brillo en los labios se sintió el hombre más rico del mundo y de nuevo lo abrazó tan fuerte que un crujido proveniente de la espalda de su pareja le asustó un poco.

Luego de los reclamos de Sanji por el dolor de cuello, salieron juntos con la prenda embolsada, pero ninguno de los dos mencionó nada con respecto a esa infracción tan placentera.

La cena de navidad pasó, la festividad siguiente también, inclusive la fiesta de año nuevo junto con la de Ace y ellos dos se mantuvieron viviendo en un pequeño mundo ilegal donde por mensaje de texto, se ponían de acuerdo y salían a pasear, la plaza de noche, un restaurant-bar, inclusive un antro y demás fueron los principales escenarios para lo ilegal en ellos, un noviazgo clandestino los unió al extremo de la felicidad demencial.

Zoro apenas si ocultaba sus sentimientos cuando estaba cerca de los demás y miraba a Sanji y, el último con sólo verlo  la urgencia de correr al baño a vaciar la vejiga aparecía.

Pero claro que el cambio  de humor del joven clérigo se evidenció ante el cardenal y los enanos. Su carácter les contagiaba la buena vibra y con ello, los días se esclarecieron mucho, sin embargo, esa calma sólo era la de antes de la tormenta.

Una que, para los dos sería un tsunami, uno que arrastraría las ilusiones de Zoro, que por querer y amar a Sanji ya tenía un plan bien hecho.

Pero para Sanji, actuando como condenado a pena capital, esos meses de relación clandestina con Zoro únicamente fueron así para socorrerse con el miedo venidero a la soledad, a la cual estaba a punto de desposar.

%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

El día transcurrió normal, la primavera ya estaba en el ambiente y los cambios de temperatura del cálido a medio día y frio en las mañanas y noches se sentían claramente, además los arboles estaban reverdeciendo y con ello, las flores iniciaban a abarrotarse en cualquier plaza, o parque como lo era la glorieta céntrica entre la iglesia y la cafetería; pero Sanji ni se fijaba en eso, estaba distraído y muy distante de todo y Zoro lo supo ver de inmediato. El acto que confirmó sus dudas fue el de quemar una bandeja completa de cup cakes, eso simplemente no era propio de él.

—Pero ¿Qué te pasa cejillas? — preguntó el cafetero sacando la charola chamuscada y humeante del cocedor, agitando una gruesa toalla tratando de sacar el humo de la cocina.

—Lo siento, me equivoqué en un número. —respondía el rubio parpadeando consecutivamente por la espesura del aire.

—Bueno no importa.

Sacaron el humo y luego de eso, la tormenta se desató.

—Oye cejillas, necesito que me acompañes ya cuando cerremos, quiero que veas un lugar especial.

—Lo siento marimo, pero no puedo, debo iniciar a alistar mis maletas… mi contrato vence en una semana y tengo que terminar de empacar mis cosas, ya que en dos semanas debo regresar a roma.

Zoro dejó caer la charola y cambió su semblante por completo. La duda, el desconcierto le obligaban a fruncir el ceño y a apretar los puños y justo cuando pensaba en reclamar, Ace entró, una clienta pedía ver a Sanji.

El rubio accedió y salieron juntos dejando a Zoro estancado, clavado al piso… momentáneamente, claro.

—Dígame bella dama, ¿En que le puede servir este caballero? —declaraba el seminarista ante la bella chica que sonreía coquetamente.

Sin embargo, el cafetero no estaba dispuesto a eso. Saliendo molesto estrujoneo a Sanji delante de toda la clientela, para Ace eso fue tan sorpresivo como para los comensales que, sintiendo pena ajena se retiraron de inmediato del lugar dejando algo de la paga.

— ¡¿Pero que demonios te pasa, imbécil?! —recriminó el rubio zafándose del fuerte agarre.

— ¿Qué quieres decir con que te iras en  dos semanas?

—No creo que eso sea difícil de entender para ti, me marcho en dos semanas, aparte de que mi contrato se vence, se terminaron mis vacaciones.

El alegato de inmediato atrajo al personal, pero únicamente hicieron lo que estaba a su alcance, ver.

— ¡No puedes hacer eso! ¿Qué pasara con todo lo que tienes? ¿Qué pasara con…? —dudaba Zoro en continuar.

—Eso estaba determinado desde que llegue y lo sabes bien… no hay nada que pueda hacer.

Sanji definió bien su postura y sacó su cigarrillo habitual pensando en encenderlo sin embargo, un puñetazo de Zoro casi lo derribo, dejándolo inclinado tiró su vicio y la sangre del labio inició a recorrerle el mentón.

Zoro lo sujetó con mucha tosquedad por la camisa y le obligó a que lo viera a los ojos.

— ¡Déjate de estupideces! ¡Sabes bien que no perteneces a ese sitio! ¿Qué pasara con tu trabajo? ¿Qué pasara con nosotros? ¿Fui tu burla acaso? ¿Fui tu juguete, tu entretenimiento? ¿Siquiera sientes algo al decir que te vas?

—No. — así de seca y fría fue la respuesta de Sanji.

Tan insensible e indiferente fue que Zoro lo soltó. Sanji levantó el cigarrillo del piso y sin decir nada más, salió de la cafetería limpiándose la sangre de su labio.

Luffy, Ace y Ussop únicamente se miraban uno a otro sin saber que hacer o que decir, cerraron el establecimiento y después de un rato de ver a Zoro parado, estático en el mismo punto, en medio del amplio lugar se sentaron a esperar su reacción.

%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

Sanji por su parte llegó hasta la iglesia, mucho antes de que su turno terminara y Zeff, claro que vio semejante golpe y cortada en sus labios.

— ¿Qué paso? —preguntó.

—Nada viejo, me duele la cabeza voy a dormir, no hagan mucho ruido, mas tarde bajo para preparar la cena, ¿Bien?

Sin detenerse para nada, subió a toda prisa las escaleras, cerró con seguro la puerta de su alcoba y se dejó caer recargado en la misma; hay dentro nadie lo veía por lo que dejó salir su dolor; primero únicamente veía la ventana y el poco panorama verdoso que la copa del árbol le brindaba, luego encendió su cigarrillo y con la primer calada ese maldito nudo en la garganta le dolió, trató de tragar saliva y no pudo, el llanto afloró y con él todas los remordimientos y arrepentimientos.

Sanji se arrepentía de haberle dicho ese “No” a Zoro, Sanji se arrepentía de haber iniciado siquiera su relación con el marimo, Sanji se arrepentía de lo que estaba haciendo pero no tenía otras opciones, su padre, sus niños, todas esas vidas dependían de que él se marchara.

Lloró y lloró, cubriendo su boca trataba de que sus dolorosos gemidos y quebrada voz no se escapara de él, pero, para un padre cariñoso disfrazado de un cardenal estricto que su hijo entre así activa su alarma, lo siguió y escuchó todo el dolor detrás de esa puerta, apretó con fuerza el botiquín e hizo lo único sensato en ese momento, sentarse a esperar que algo le delatara que podría entrar, pobre Zeff escuchar el llanto de su hijo le rompía el corazón como a todo padre que ama a sus hijos él sólo lo quería ver contento y ahora, le escuchaba sollozar sin descanso.

Los niños interrumpieron esa escena triste cuando llegaron hasta él y le pidieron ayuda con tarea, el cardenal se levantó, se sacudió y luego se los llevó consigo dejando a su hijo momentáneamente solo.

En la cafetería las cosas no eran muy distintas, Ace trató por todos sus medios que Zoro le dijera algo, cualquier cosa pero fue en vano, el marimo se quedó petrificado. En su mente todos los momentos con Sanji, sus citas, sus besos, sus abrazos, todo se rompía mostrándole una cara burlona y estafadora que se mofaba de todos sus actos hacía él, una que se reía por lo bajo con cada muestra de afecto, una que no existía pero, por la única palabra del rubio, nació para torturarlo.

— ¿Qué haremos? —preguntaba Luffy.

—No podemos intervenir en nada de esto. —Ace únicamente atinaba en decir eso.

Miraban a Usopp esperando algo de su parte, pero nunca dijo nada, él tenía la oportunidad de terminar con todo eso y no sabía si actuar o no. Incluso Nami y Robin trataron de hablar con la pareja en cuestión pero, ni uno ni otro se prestaron para ello, Sanji se recluyó casi por completo y no asomaba la nariz ni para comer.

Zoro se escondió en su casa, torturándose con la infame cara del rubio que se burlaba de todo.

%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

El cardenal nunca cerró o viró su mirada a punto ciego, comprendía muy bien lo que ocurría con ese par, pero, por ser su hijo un adulto responsable de sus actos y sobre todo, de las consecuencias de los mismos, le dejaba hacer de su vida lo que mejor le pareciera.

Sin embargo ¿A que padre le gusta ver a su hijo, triste y cabizbajo? A Ninguno y fue por eso, que casi dos semanas después decidió charlar con Sanji.

Luego de que el rubio terminara con las preparaciones para la comida, el cardenal aprovechó para, comenzar con el alegato.

—Nunca te enseñé a huir de los problemas, mocoso de porquería. Si las cosas no salieron como pensaste o peleaste en verdad con ese chico, tienes que solucionarlo enfrentándote como hombre que eres.

Suspirando, Sanji movió la sopa en la enorme olla y sacando un  poco de la  misma en la cuchara, la extendió dándole aprobar a su viejo.

—Creo que le falta sal, ¿No lo crees?

— ¡Berenjena! ¡Estoy hablando muy en serio!

— ¡Yo también! ¡Pruébala y veras que es cierto!

Definitivamente su hijo no quería hablar al respecto. Ni siquiera con Luffy quiso hablar y en ese momento fue que el cardenal supo que las cosas no estaban nada bien. Para  Zeff, hombre de poca paciencia, esa situacion estaba fuera de su alcance, pero si Sanji no le decía nada, seguramente alguno de los problemáticos de la cafetería sí le contarían lo que pasó, aunque analizándose a fondo, Zeff nunca luciría como el típico y sobre protector padre de un chico que no sabe defenderse, porque su hijo no era el representativo joven en cuestión. Él era un hombre que le demostró en un sin fin de ocasiones que sin importar el problema, lo solucionaría a su tiempo.

Pensando en toda la situacion, miró con detenimiento cuando les servía a los pequeños, prestó atención a todos los deberes de su hijo esperando ver una muestra leve de debilidad que al acoplarse con la mueca triste, que lo acompañaba a diario, le permitiera acercarse a brindarle cuando menos un concejo, pero no hubo nada. El día terminó como siempre, Sanji lavó todos los platos de la cena y secándose las manos en el delantal, lo colgó en el sitio de siempre, encendió su cigarrillo y luego de decirle, ahora, el vacío y rutinario “Buenas noches viejo” el seminarista se fue a su alcoba.

Los desayunos a los niños siguieron como era lo pactado a causa de la buena voluntad de los trabajadores, sus  ex compañeros, los llevaban Ace y Usopp, ya que, si Luffy iba siempre el escandalo era igual, con él gritándole a lo alto, a la ventana que ahora se mantenía cerrada con una cortina evitando observar el panorama, y trepando el inmenso árbol esperando verlo, sin respuesta alguna, claro.

Procuraba no estar en las inmediaciones a esa hora, usando la puerta aledaña o simplemente saltando el enrejado, salía a trotar alejándose un poco del sitio.

Si Sanji así se “distraía” de todo creyendo que su cerebro procesaría todo como un engaño, Zoro no lograba olvidarse de sus pensamientos ni de sus anhelos ¿Por qué? Simple, Zoro se imaginó toda su vida delante con él.

Su prometido dejaría de lado la idea de ser un sacerdote para vivir juntos, y j continuar con los negocios que tenía en mente, el orfanato entraba por default en todas las visiones de Zoro, ya que comprendía todo el sacrificio que su chico y su suegro invertían en ello. Mudarían a los pequeños a un lugar neutral, espacioso y sobre todo, en similitud, cuando menos, a un hogar acogedor para ellos, incluso vislumbró muchas de las habitaciones que decorarían entre todos para los enanos respetando los gustos y peticiones de los que él amaría como hijos propios, Zoro se ideó siendo el padre de la mayoría de los chicos que habitaban el orfanato en ese momento, si no como su padre definitivo, cuando menos sería el atento padrastro que les brindaría lo que necesitasen, cualquier cosa con el único afán de lograr que Sanji y esos pequeños, fuesen felices.

En uno de los días siguientes, Luffy, quien casi rogándole que abriera la puerta, le convenció de que fueran a la cafetería, él podía continuar con el negocio cierto, pero no dejaría que Zoro sufriera solo y menos cuando lo quería demasiado, Usopp fue quién apoyó a los chicos en todo momento.

Él trató de comunicarse con Sanji por todos los medios posibles, marcándole, mensajeándole, incluso, cruzaba la calle repetidamente con el único fin de verle y hablar con él, pero no tuvo suerte alguna.

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Cuando mas se trata de escapar de los asuntos que marcan el sendero a seguir en esta vida, es cuándo más te siguen y, con Sanji no fue distinto. Cierta mañana luego del almuerzo, cuando barría el patio a la hora en la que sabía no se acercaría nadie que le pidiera explicaciones, una persona, un hombre, le habló.

—Buen día, Sanji ¿Podemos charlar?— Preguntó quitándose las gafas oscuras. —No me envió nadie, es más no saben que estoy aquí.

—Eso no importa, pero no es buen momento. —respondía sin dejar de barrer la hojarasca

— ¿Cuándo puede serlo? Es importante.

— ¿Qué quieres?

—Sabes que las cosas no pueden quedarse así, ¡Tienes que hablar cuando menos con Zoro!

—No tengo  nada que discutir con el cabeza de alga.

— ¡Entonces si estas huyendo! Ace me lo dijo, él dijo que una promesa te mantenía atado a esta vida, ¡Sabes que no perteneces a este recinto ni a ningún otro! — Apenas si lo conocía, pero lo apreciaba por ser hermano de su amor y por ende, Marco  lo quería de igual manera que a los demás. Apretó fuerte los barrotes del enrejado en su mueca, plena, la frustración se evidenciaba — Lo más importante Sanji,  lo estas lastimando mucho y a ti mismo sin causa alguna.

La sorpresa en el rostro de Sanji le mostró, a parte del hecho de querer salir corriendo, la sorpresa y la duda, era tiempo de enfrentar toda la situacion y cuando menos dejar en buenos términos a los chicos, pensó en adelantar su partida y agilizó todos los trámites en cuestión, pero eso ni Zeff lo sabía.

Cerrando fuertemente sus parpados, mordió su labio y caminó en dirección de la puerta principal del recinto, la abrió para que el chico, vestido de saco y corbata en color violeta oscuro entrara, Zeff escuchaba todo desde el interior de la iglesia, apretando sus puños con fuerza, decidió escuchar lo que pasaba en toda su parvada.

Marco entró y luego de persignarse al pasar por enfrente de las enormes puertas de madera, mirando las estatuas, bancas y demás decoración propias, pasó siguiendo a Sanji de cerca. Nunca en su vida había entrado hasta el fondo de las inmediaciones, el patio era lo único que siempre resaltaba a la vista, los aposentos del cardenal como el seminarista estaban en el ala paralela a la estructura principal, y el cuarto de Sanji quedaba justo por encima del árbol en el que Luffy le gritaba.

Lo guió hasta la cocina, luego de entrar y que Sanji le ofreciese la silla, en lo que él iniciaba las preparaciones para la comida, Marco inició con su charla.

—Sanji, ¿Por qué lo castigas así? —preguntó viéndolo de frente.

—No es castigo cabeza de piña, es la mejor de las decisiones a largo plazo, de esta manera tanto él como yo, nos alejaremos y todo estará bien.

—Sabes tan bien como yo que no es verdad. —ese chico leía sus facciones y conocía bien la historia gracias a Ace.

Lamiendo y mordiéndose los labios, el seminarista pensaba en la respuesta, suspirando le brindó una taza con café. Luego tomó asiento enfrente y encendiendo uno de sus cigarrillos, continuó con las excusas en lo que pelaba unas patatas.

—Se repondrá es un marimo fuerte.

—Pero todo tiene un limite Sanji, sólo quiero comprender porque debes lastimarlo así, ¿En serio no tienes mas opciones? — la comprensión de Marco en el tema marcaba un confort que en muy raras ocasiones es visto, de hay la seguridad  y la soltura de Sanji en contarle lo ocurrido.

— ¿Ni tú lo entiendes? — Ladeó su cabeza, masajeando su sien — Marco, no puedo alejarme de lo que seré, hay muchas personas que dependen de que tome esa carrera o, profesión o como quieras llamarle.

—Sanji, estas sacrificando toda tu vida.

—Eso también lo sé, pero, mi viejo y los niños lo valen, eso y más.

A como es costumbre, el silencio se postró incomodándolos al extremo, a Marco no le importaban los detalles de la relación con Zoro, lo que le interesaba saber era  ¿Por qué o cómo Sanji pensó en dejar al cafetero de ese modo? Incluso él pensaba que estaba jugando con los sentimientos de Zoro.

—Mi duda Sanji es, ¿Por qué lo dejaste de esa manera?

Preguntó observando como sonriendo en completa negación, Sanji bajó la cabeza y junto con el dorado cabello, cayéndole al frente cubriéndole el rostro, un par de gotas de agua se estrellaron en la mesa, comprendió así que acababa de poner el dedo en la llaga.

—No lo sé, me asusté creo… pensé que era la mejor manera de alejarlo de mí y al mismo tiempo de alejarme de todo, ya sé que fui cobarde, y ahora me arrepiento mucho pero no puedo hacer nada ya.

—Puedes volver, estoy seguro de que él esta esperando por ti.

—No Marco, ya no hay tiempo, me iré en tres días más y me quedaré en Roma, no pienso volver nunca.

—Sanji, estas rompiéndote el corazón y a él también.

No obtuvo nada más de dialogo, el único sonido altanero que los acompañaba y al cual no le importaba ser entrometido era el hervir de la olla. Marco comprendió que la charla terminaba de esa manera, terminó su café para luego, ponerse de pie dirigiéndose a la puerta.

—Pienso que… tienes muchos otros modos de sacar adelante a los pequeños en este sitio, no necesariamente puedes depender de la iglesia y estoy seguro que tu viejo, así como me lo describen en historias, estaría de acuerdo si supiera lo que estas sufriendo.

—Este lugar —señaló toda la pequeña, descuidada y hasta cierto punto, humilde iglesia —, lo es todo para el viejo, Zeff ha invertido demasiado de sí mismo en este lugar, ¡No puedo dejar que lo pierda!

Esa negativa de su parte dejó sin opciones de tangentes a Marco, las cosas para Sanji y Zeff estaban desde mucho antes echas para que fuera sino justo como estaban pasando similares a la mayoría de los días, entonces, comprendió todo el dolor que el seminarista estaba sintiendo.

—Lo siento… no te preocupes, nadie sabrá que vine.

—Gracias.

Y fue todo lo que mencionaron antes de que Marco saliera de la cocina, dejando a Sanji con una olla hirviente,  muchos más ingredientes en la mesa listos a ser agregados y sobre todo, la enorme sombra de la tristeza posándose sobre él.

Negando caminaba en dirección de la salida cuando la voz fuerte, grave y en tono de mando del cardenal, lo retuvo.

—Necesitamos hablar.

—No lo creo, señor; yo nunca vine. —mencionó el rubio dirigiéndose a la salida, cerrando el portón metálico, reverenció al cardenal para luego ir a la cafetería.

Las cosas dentro del lugar estaban tan cambiadas, no en cuestiones físicas sino anímicas, un extraño sentimiento se dejaba apreciar en el sitio, uno que asimilaba a unos meses antes cuando Sanji recién llegó, la amargura, tristeza y dolor acompañaban a todos y cada uno de los miembros del personal, faltaba que anotaran esas ordenes en todos los menús del establecimiento, según Marco claro. Incluso, el animo de Luffy se veía ensimismado y su enorme sonrisa ahora se mostraba a medias y fingida, para Ace y Usopp era una clase de mueca que los asustaba y pintaba una raya que no se atrevían a cruzar y Zoro…

 Bueno, Zoro siempre se miraba pensativo, cabizbajo y sobre todo, aletargado. Su estado era peor que cuando Perona falleciera, ahora ni siquiera fingía la sonrisa como en esa ocasión, o trataba de meterse en tema con la finalidad de salir adelante. En su vida ya le daba exactamente lo mismo el azúcar que la sal, el arriba que el abajo, la vida que la muerte, y todo porque el corazón triste y abandonado fue curado por el mismo chico que ahora lo partía en trozos mucho más pequeños que antes, ni con toda la cinta del mundo, ellos lograrían reunirlos los diminutos pedazos del mismo.

—Un cappuccino, por favor. —mencionó el rubio tomando asiento en su sitio favorito.

Claro que Ace era quien siempre le atendía, pero ahora, las atenciones a Marco se mostraban tristes y muy robóticas. Cuando su pedido estuvo listo, sujetó de la mano al pecoso y tirando levemente lo llevó hasta la terraza sin importarle las miradas de los demás clientes, o la indiferencia de Zoro ante tal acto.

Eligiendo la mesa que señalaba justo a la iglesia, tomó asiento y “obligó” a Ace a que lo acompañase, juntos miraron al seminarista terminando de barrer las hojas del árbol, siendo rodeado por los pequeños que al no ver respuesta de jugar, se marcharon dejándolo sólo.

—Se marchará en tres días, pero… ¡No puedes decirle nada a Zoro! Le prometí que no le diría a nadie de mi visita.

— ¿Tres días? Con esto se reduce nuestro plan a nada.

—Tú y yo sabíamos que nunca los lograríamos unir, Ace. Ese tipo de relación no es simple y menos con un par de cabezas huecas como lo son ellos. —Marco bebió de su café y observó las muecas desconsoladas de su chico, todo lo que tenía que ver con su pecoso le dolía con extrema consideración.

Suspirando Ace miró al recinto en lo que negaba, rogaba al cielo para que le tiempo se retrocediera y que ellos nunca se tuviesen que separar, ¿Qué no pedía por su felicidad? Claro que no, después de todo, él ya tenía lo que quería y más. Marco era el novio cariñoso, atento y considerado que bien vale la pena todo sacrificio. Claro que se mantenía trabajando porque así lo quería, no porque su chico no pudiese darle todo a su alcance, todos los antojos, caprichos o simples: “Mira, qué lindo, ¿no?” de parte suya, le garantizaban el oso de peluche, la camiseta o cualquier cosa que viera.

—Entonces, ¿Se terminó, cierto? —preguntó precariamente, viéndolo de frente sin parpadear.

—Me temo que si, a menos que logremos que Zoro hable con él antes o el mismo día, será imposible que después se logren reunir, Sanji se irá a Roma y no regresara.

Y sin percatarse fueron escuchados por la misma persona que, detrás de la puerta antes, fue el único testigo de la previa conversación entre Sanji y Ace: Usopp, era ahora o nunca. Él tendría el As bajo la manga y de hecho, tenía todas las cartas del triunfo de todos los presentes, una escalera imperial.

Menos mal que no fue Luffy quién escuchara todo desde el inicio, de inmediato con su imprudencia hubiese arruinado todo, pero Usopp carecía de algo que a todos los demás les sobraba en dos rayitas, valor. Él no era el miedoso típico, me refiero al que se asusta por algún accidente, sino era el miedoso a quedarse en completa soledad, porque de hacer un movimiento en falso y perder a todas sus amistades, dejándolo completamente solo, era un temor que hoy en día embarga hasta al más valiente corazón.

El resto de ese día y el siguiente (completo) pensó bajo que circunstancias acercarse al cardenal. Para el moreno del afro, esa persona era la única de importancia tan relevante como el sol para que sea de día en todo ese embrollo, después de todo, él pensaba que Sanji se convertiría en sacerdote por su cuenta y no porque sabía que de no hacerlo a Zeff le quitarían su posición como cardenal, la iglesia y a todos los pequeños a su cargo.

Luffy lo miraba distraído, mezclando las ordenes y perdiendo el control incluso de la planta alta, olvidó correr la sombra eléctrica causándole una incomodidad a los clientes que empapados, se quejaron ante el dueño.

Pero si el ingeniero Usopp-sama estaba así de distraído, el dueño lo estaba más, no comprendía ni de que hablaban los clientes, se confundía con toda facilidad a la hora de recibir mercancía o pagarla, si no fuera por Nami, Zoro se habría ido a la banca rota en apenas quince días. Luffy a esas alturas mantenía el control en el establecimiento y muy a pesar de que creyeran, por su carácter infantil, no podría mantener a flote esa sucursal, luchó contra todo pronostico y “Le Caffe Gourmett” daba frutos, sin importar que ahora los postres que antes eran preparados ahí mismo, fuesen exportados de una prestigiosa panadería, las ganancias continuaban igual que siempre.

Zoro ni siquiera comprendía para que continuaba asistiendo a ese sitio, en el cual, siempre se imaginaba entrando al seminarista, tratando de abrazarlo y diciéndole que todo había sido un terrible error, un mal entendido que ya estaba solucionado y sobre todo, reafirmándole sus sentimientos que concordaban con los suyos, porque Zoro ya había perdonado a Sanji y ese rostro malévolo que se burlaba de él, se esfumó con unos días de estar en la cafetería y de mirar el recinto decrepito rodeado de pequeños.

La desesperación de a poco a poco le gana terreno, lo preocupante en esto era que, el marimo estaba cediendo y no peleaba en contra a ese terrible sentir.

Sin tener nada más que perder, Usopp se aventuró a hablar con el cardenal sin que nadie se enterara de ello, dos días después de la visita de Marco, el moreno se adentró sin permiso en la iglesia y hurgando en cada puerta que vio, buscaba por su santidad, para suerte suya, la encontró justo cuando se asomaba en la capilla, era el único sitio en el cual no quería entrar, las estatuas propias ahora le recordaban a sus compañeros de trabajo, ya que con la partida de Sanji, la cafetería se sentía peor de abandonada que mausoleo descuidado.

— ¡Vaya sorpresa! De todos los posibles visitantes, eres el menos esperado.

Ese tono de voz le estremecía todo su ser, erizándole la piel, le recordaba su niñez bajo la guardia y custodia de Zeff y aunque los años pasaran con normalidad, el respeto a su eminencia continuaba sin cambio alguno.

—E-espero no incomodarlo, su santidad, pero… —ni siquiera alzaba la vista, jugueteaba con sus manos en lo que sus palabras, apenas audibles, salían de su ser. —Tenemos que hablar de algo muy importante.

—Claro, de lo que tú quieras. —respondía con toda serenidad el cardenal.

—Esto no es a modo de confesión, señor, es algo que escuché hace tiempo y que, según ellos dos, usted no sabe. No quiero causar ningún problema más en toda esta situacion sin sentido, y espero, que con lo que le voy a decir, todo tome un rumbo para mejor, de ese par en especial.

—Si me estas pidiendo que guarde el secreto, lo haré, pero todo dependerá de que me estés hablando.

Usopp por fin alzó la vista y se estancó en los ojos azules profundo del cardenal, en ese preciso momento, Zeff miró la cristalinidad de las palabras del moreno, famoso por sus mentiras bien detalladas y creíbles para oídos inexpertos, mostrándole que no mentía y muy por el contrario, la verdad estaba a flor de piel.

—Señor, Sanji esta por partir y ser un sacerdote sin quererlo, lo hace por usted y por todos los niños del orfanato, más que por eso, lo hace para que usted no pierda la iglesia ni su puesto de cardenal, siento mucho tener que decirle esto así tan repentinamente, pero, la felicidad de dos de mis hermanos depende de esto.

— ¿Tú como lo sabes? ¿A que te refieres?

Con esas preguntas Zeff inició un interrogatorio profundo a Usopp, uno que con cada pregunta venía una respuesta sincera y sin rodeos de su parte. La culpa abofeteaba cruelmente al viejo cardenal, él comprendía bien que su hijo no era de la clase para ser un sacerdote, más nunca se imaginó que Sanji escuchase esa conversación antiquísima y casi olvidada de su memoria tras la puerta y, que desde pequeño, tuviese que sacrificar toda su vida para su bienestar.

—Acompáñame, vamos por la berenjena —mencionó Zeff.  Esa palabra causó una risilla burlona en el narizón, no tenía la menor idea de que así le llamara a su hijo. —Aclaremos todo este jodido asunto de una buena vez.

—Si señor —la mueca burlona desapareció apenas el cardenal le dirigió la mirada fría y severa — ¿Esta en su alcoba? —preguntó miedosamente, a su estilo claro está.

—Si, apenas terminó la comida de los pequeños hace como media hora.

Juntos y a pasos agigantados, se dirigieron a los aposentos del rubio, Zeff no esperó respuesta alguna y entró de golpe.

— ¡Sanji! ¿Cómo es eso de que…?

No había nada más que una nota: “Viejo, te explico todo en un par de días, nos vemos. Ps: están hechos los preparativos para la cena y almuerzo.”

—No es posible. —mencionó apoyándose con las dos manos en el escritorio, sobre la nota de su hijo.

— ¿Qué hacemos? —preguntó Usopp girando como perro que persigue su cola.

—Tú irás a la cafetería y explicarás la situación, trataremos de detener a Sanji de toda esta locura.

Asintiendo, Usopp salió corriendo en dirección del establecimiento en lo que Zeff  emprendía su camino a la estación de trenes; Roma estaba a escasas cuatro horas de viaje en tren bala y la estación se encontraba a media hora en taxi.

— ¡Chicos, tenemos que cerrar! — entró Usopp gritando, atrayendo toda la atención de las personas en el interior. — ¡Disculpen las molestias, pero tenemos un problema y les pedimos cordialmente que se retiren por el día de hoy! No deben nada, sólo salgan… ¡Salgan de prisa! — gritaba y agitaba las manos en todas direcciones, Ace no entendía que pasaba, pero el tono de voz no le dejaba duda alguna, una emergencia estaba situada en ese lugar en ese preciso momento, corriendo a la planta alta, pidió cortésmente a todos los clientes abandonaran el lugar y una vez, vacío y cerrado al publico, comenzó a declarar la emergencia.

—Necesitamos llegar a la estación del tren, pero ¡ya! Sanji esta por marcharse y nunca volverá.

El silencio reinó en la cafetería y más aún las muecas de la completa indiferencia  y miradas entre el círculo propio de trabajadores de la cafetería se presentaban. — ¿Qué pasa? ¡Tenemos que detenerlo!

— ¿Y para que? —habló Luffy —Es muy obvio que él no quiere estar con nosotros.

—Luffy no es así, las cosas no son como…

— ¿Cómo que? —Interrumpió Zoro con la voz llena de tristeza — ¿Esta era la gran emergencia? —agregó girándose, dándole la espalda.

—Escucha Zoro, en realidad tiene una buena causa que a la vez es malo para…

— ¡Para nosotros Usopp! ¡Entiende que él no quiere estar aquí! —interrumpía Luffy.

Ese par no le permitía terminar su oración, menos mal que Ace estaba enterado.

— ¡Escuchen par de cabezas huecas! — gritó estrellando su mano contra la barra—Sanji esta sacrificándose por el cardenal y los pequeños de la iglesia, sobre todo por el titulo de Zeff y el lugar que esos pequeños conocen como hogar, de hecho, lo viene haciendo desde que nosotros estábamos ahí, ¿En verdad creen que el miserable y mal hablado se marchó por su cuenta? Se fue para salvar ese sitio cuando nosotros lo llamábamos “casa”.

Luffy parpadeaba consecutivamente, la verdad lo coscorroneaba como el cardenal cuando se metía a escondidas y se jambaba todo lo que encontraba; que tonto había sido en creer que Sanji en verdad no quería estar con ellos, ¿Cómo si en realidad al rubio le gustara estudiar para todas las materias que les impartían? En muchas cartas —recordó— se quejaba de lo tediosas y aburridas que eran las clases en esa “escuela”, al fin comprendía lo que pasaba a grandes rasgos.

Y Zoro, bueno, él  se viró de nuevo en dirección de todos ellos con su ojo bueno abierto a su total capacidad, se quedó  mirando al piso analizando todo lo que antes pasó. Las cosas ahora tenían mucho sentido, ¡Era cierto! Sanji nunca de los nuncas dijo que ser sacerdote era lo que quería, él anhelaba con todo su corazón ser el mejor chef del mundo, y sobre todo, su comportamiento caballeroso desde temprana edad delataba a un chico amante de las femeninas en todas las presentaciones posibles, precisamente por eso, cuándo él les dijo que se marchaba para estudiar y convertirse en sacerdote, Zoro fue el primero en mirarlo tajantemente y decirle: “Estas loco, ¡Eso no es para ti! Busca algo más.” Y a partir de ese momento, el cantar del marimo fue siempre repetitivo.

—Él mismo me lo dijo, hace tiempo ya, Usopp, ¿Dónde esta el cardenal? —preguntaba Ace tomando por los hombros al moreno.

—Se marchó a la estación, dijo que trataría de impedir que Sanji se fuera.

—Entonces, vayamos por él también.

—La estación es enorme Ace, ¿Dónde comenzaremos a buscar? —preguntaba Marco.

—En el anden que tomó la primera vez que se marchó.

Instintivamente miraron a Zoro, un leve destello de esperanza se vio en su mirar, en su memoria él recordaba la primera vez que Sanji se marchó, él le obsequió un peluche verde en forma de circulo, según el mismo rubio era su versión acuática diciéndole que si lo conservaba siempre cerca era como tenerlo a él a un lado; el marimo abrazó el peluche verdoso, esponjado y con un par de ojos enormes que le agregaban el toque de ternura que incluso a un niño como Zoro lo doblegaba al punto de abrazarlo —con una mano— y conservarlo cerca; el cardenal únicamente hizo lo que pudo en su momento, sujetar el hombro del pequeño que agitando su mano, miraba partir al cejas rizadas sin poder detenerlo.

 Ace lo sujetó por el brazo sacándolo del trance, al mismo tiempo que tomaba la mano de Marco, indicándole que los llevara de inmediato.

Asintiendo, el rubio y compañía salieron, dejando a los demás que los alcanzaran a su ritmo. En el trayecto  Marco y Ace miraban por el retrovisor las facciones del empresario, rascaba su ceja, mordía su labio y pasaba sus dedos por la verde cabellera constantemente, más que obvio, el nerviosismo se apoderó de él y la única oportunidad que tenía en ese instante, residía en que Zeff lograse encontrar a Sanji antes de que abordara y lo entretuviera.

El cardenal uso cada gramo de experiencia en encontrar en esa enorme terminal a su hijo, más de la mitad de las partidas se dirigían a Roma, después de todo esa ciudad siendo una de las capitales turísticas del mundo recibía miles de visitantes por día y su hijo, estaba por convertirse en residente de ella.

‘Pasajeros con destino a Roma, prepárense para abordar, destino a roma partiendo en unos minutos’.

—Esa es mi salida —mencionaba Sanji con alegría resignada en su voz —Espero que el viejo no se moleste, pero, luego se le pasará.

Él ya se encontraba en el andén antes mencionado, y miraba atento el panorama. En su interior esperaba que algo o alguien le detuviese de subir al tren, que en realidad la farsa fuera descubierta y si no, cuando menos deseaba ver una sonrisa de alguno de sus hermanos, pero que tonto era a nadie le dijo de su partida su teatro del llanero solitario le estaba machacando las entrañas y lo único que podía hacer era afrontar la realidad y subir al tren.

La agudeza en la vista del cardenal le acompañaba desde siempre y a la distancia, observo más que nada, el bailoteo propio de su hijo, las manos en alto, tambaleándose según él, demostrando la belleza de las chicas, con el simple hecho de observar como las damas se alejaban de cierto punto en particular, comprendió que su hijo estaba en ese sitio y agradeció que continuara siendo así, un coqueto que con sus exageraciones nunca conseguía nada más que risillas coquetas y rechazos propios; la exageración de Sanji fue lo que guió, en sí, a Zeff hasta él justo a tiempo para escucharlo decirle “Viejo” una vez más.

—En primera, no me digas viejo y en segunda, no se pasará.

Obviamente, fue sorprendido.  Miró a su costado y hay estaba su padre,  en su rostro se notaba que no estaba nada contento. —Antes de que te vayas, quiero que me expliques dos cosas, una de ellas, ¿Por qué estas adelantando tu partida? Y la segunda ¿Por qué quieres ser sacerdote?

—No tengo tiempo para esas cosas viejo, ¿A que vienen esas preguntas? Seré lo que siempre hemos querido y eso es lo importante.

— ¡No lo es! Chibi-Nasu, ¿Qué es lo que en verdad quieres?— preguntó el cardenal interponiéndose en el trayecto del rubio a la puerta del tren.

—Viejo no tengo tiempo para esto, el tren se va, hablamos en unos días. —insistía el seminarista, rodeando al cardenal, evitando esa conversación y apresurándose por subir.

Zeff nunca lograría sacar a su hijo del terco pensamiento y menos si con sus acciones, él conservaría todo lo que en ese momento tenía. Dirigiéndose a la entrada del tren, Sanji le dio la espalda, si se quedaba por más tiempo, la idea demente de no marcharse le golpearía de nueva cuenta y apenas si se estaba librando de ella.

—Dime que ese “No” era mentira—escuchó Sanji a la distancia, con voz demasiado familiar y sobre todo, molesta— Dime, que fue para no perder el orfanato— su conciencia le hablaba e incluso le ¿gritaba?— Dime, que ser sacerdote lo haces para que tu padre conserve todo lo que tiene, pero ¡Dímelo a la cara!

Sanji detuvo su andar al instante de escuchar esa voz ya con claridad suficiente para discernir de quien se trataba, su ojo visible se abrió casi saliéndose de su cuenca, sus piernas incluso, temblaban un poco y su estómago revoloteó, como nunca en su vida, le causó las nauseas que ahora sentía. Su cuerpo le gritaba que corriera, pero su cerebro y corazón —por primera vez— se pusieron de acuerdo y juntos le obligaron a quedarse en ese sitio, congelado.

Era tiempo de aclarar toda la situacion y Zoro esperaba por respuestas, o eso pensaba. Negaba mirando al piso y apretaba fuertemente la mochila en la que llevaba el poco equipaje.

—Chibi-Nasu, no puedes continuar así, el orfanato lo podemos sacar delante de otra manera, mi titulo sólo lo conservo porque tú me dijiste que querías ser sacerdote y con ayuda de ser “Cardenal” la educación no costaría nada, me quedé siendo lo que soy, porque tú me dijiste lo que querías, pero nunca mencionaste esa platica; Sanji, el titulo, el orfanato y todo lo demás no me importan más que tu vida, y tu felicidad, eres mi hijo ¿Lo recuerdas?

La mandíbula del rubio temblaba y sus ojos de a poco se llenaban de agua, tragaba saliva dolorosamente en lo que jalaba aire con fuerza. Su padre y el hombre que amaba le estaban deteniendo de ser algo que no quería, le estaban devolviendo algo más que su libertad: su vida pero, ¿Sería egoísta si no le daba a Zeff, quien también trabajó hasta desfallecer, rompió su orgullo, y doblegó su espíritu, lo que en verdad merecía?

—Sabes bien que te ayudaré con todo lo que quieras y necesites, —declaraba Zoro, iniciando así una pelea severa interna en el seminarista—,  Dame la oportunidad de hacerlo, dame la oportunidad que te he pedido. —rogaba Zoro acercándose lentamente a él e, inclinando la balanza más a favor de la visión de quedarse a su lado para siempre, de quedarse en la cafetería y a como decían el empresario y su padre, sacar a los pequeños adelante de otro  modo; su pecho se hundía e inflaba violentamente, trataba de tragarse el llanto.

Ace y Marco sonreían mientras miraban toda la escena.

—Estúpido cocinerucho, no te pido que correspondas a todo lo que yo quiero de ti, pero sí que me, —el cafetero se fastidió únicamente de verle la nuca pálida y girándolo violentamente le señaló a sus recién llegados, compañeros, hermanos de lazo a su espalda —Nos, permitas ayudarte con la carga; ¿Cuánto has sacrificado ya por nosotros? Vale la pena que nos permitas retribuirte algo, ¿no lo crees?

Zoro extendió su brazo, rodeándole el cuello y sonriendo como en su niñez, tratando de hacerle entender que no estaba solo, que contaba con todos los presentes: Luffy, Usopp, Ace y  los agregados como Nami, Robin, Franky y Marco, Zeff junto con todos ellos. Al ver todo el cuadro, Sanji inició a tiritar y no de frío sino por tratar de ocultar sus sollozos; sus muecas enternecían a sus allegados, trataba de sonreír cuando en realidad lloraba discretamente.

—E-el papeleo esta hecho… —respondió con la voz cortada, dolida— No puedo dar marcha atrás.

—Claro que si, después de todo con no presentarte es más que suficiente para ser reconocido como abandono.

 Ya no tenía argumentos validos a favor, no le quedaba nada más para objetar, Sanji fue derrotado sin siquiera dar batalla; además no la daría, porque a ¿Qué recluso le ofrecen la libertad y repela ya en la puerta abierta? Ninguno y ahora sólo restaba que disfrutara de su libertad y sobre todo, que juntos, todos, cumplieran su parte de la oferta…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno, ya estoy maquinando lo que sigue, gracias por leer, nos vemos...

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