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Dèjá Vú (5927) por Mahiko

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Notas del capitulo:

Un poco más tarde de lo que los tengo ya acostumbrados pero por fin traigo actualización de esta cosa! Para ser honesta, quería publicar esto el fin de semana pasado pero entre que no estaba bien de salud y que se me acumularon un montón de deberes de la uni no fue posible...Y así aumenta el suspenso después del primer capi (?

Bueh, antes de finalmente dejarlos en paz enviaré las dedicatorias de siempre, a mi Beta Ricchan y a la gente de 5927 Fans unite en FB <3 

 

— ¡Yo contesto!— Anunció Tsuna animadamente al tiempo que se dirigía a paso apresurado hacia donde se encontraba el teléfono, cuyo característico sonido de alerta resonaba por toda la habitación— ¿Diga?—continuó amablemente luego de acercar el auricular a su oído.

— ¿Tsuna?— Inquirió una voz femenina desde el otro lado de la línea en un todo de voz que no dejaba ver rastro alguno de emoción. Dicha voz sonaba sumamente lejana, más el aludido la reconoció al instante.

— ¿¡Bianchi!?—Exclamó el peliplateado en un tono de voz que mesclaba alegría y alivio— ¡Qué bueno que llamaste! ¿¡Estás bien!? ¿¡Dónde estás!?—

Y es que hace una semana, la misteriosa y a veces peligrosa novia de Reborn recibió una llamada y salió corriendo de la casa a toda velocidad, con una expresión de profunda preocupación en su rostro y sin dar ningún tipo de explicación, tras lo cual no habían sabido nada de ella hasta aquel instante.

—Escucha, lo siento por haber hecho que tú y los demás se preocuparan por mí, pero ahora no tengo tiempo de dar explicaciones— Dijo la aludida a modo de disculpa en el mismo tono desprovisto de emoción que había utilizado anteriormente—¿Está Reborn cerca? Necesito hablar con él…—

—Entiendo, ahora iré a buscarlo…—Anunció el ojimiel amablemente, más no fue necesario, puesto que el Tutor ya estaba frente a él cuando volteó. Acto seguido, este  le arrebató el auricular del teléfono desde sus manos en un ágil movimiento.

Dejando escapar un leve suspiro, Tsuna dio un paso al costado y se concentró en observar fijamente a Reborn, intentando obtener alguna pista acerca del contenido de la conversación en las expresiones faciales del Tutor, más este permaneció completamente impasible mientras se limitaba a formular preguntas breves como ¿Dónde estás?, ¿Cuándo volverás?, y responder con monosílabos.

— ¿Tsuna, podrías dejarme a solas un momento?— Pidió repentinamente el pelinegro, sorprendiendo al aludido.

— ¿Eh, por qué?—Preguntó el castaño con un leve rastro de confusión en su voz— ¿Qué podrías tener que hablar con Bianchi que no pueda escuchar?—

— ¡Nada que te incumba! ¡Deja de hacer tantas preguntas y ve a tu habitación o algo!— Exigió el tutor en un tono de voz que ponía en evidencia la molestia que en aquel momento sentía al tiempo que miraba fijamente a su alumno.

Comprendiendo que seguir insistiendo era completamente inútil y podría incluso resultar perjudicial, el ojimiel se volteó y subió las escaleras en dirección a su habitación a paso lento y de mala gana.

Una vez llegó a su destino, se recostó sobre la cama con la mirada fija en algún punto del techo y sin ser capaz de apartar su mente de lo que había sucedido instantes atrás.

¿Qué no le incumbía? Objetivamente hablando, aquello era cierto. Sin embargo, por muy ilógico e incluso egoísta que pudiese parecer, desde que escuchó la voz de la pelimorada a través del teléfono, algo dentro de él había insistido en que sus palabras ocultaban una crucial pista para comprender lo que estaba sucediendo últimamente y  encontrar una explicación para la constante sensación de vacío en su corazón que experimentaba.

Al regresar ese día del cine, había narrado a medias lo sucedido allí a su madre y a Reborn ante la insistencia y preocupación de ambos. Desde entonces, a cada instante intentaba no pensar en eso con todas sus fuerzas, sin embargo, aquella extraña y angustiante sensación de que algo no marchaba bien, de que algo sumamente importante faltaba, se negaba a abandonarle sin importar lo mucho que se esforzara para distraer su mente y mantenerse ocupado.

Suspiró al tiempo que se cuestionaba a sí mismo cuánto tiempo más podría aguantar esa situación antes de que la locura lo consumiese por completo. Si de verdad había algo importante que faltaba, y encontrar ese algo era la única forma de aliviar la inquietud y tristeza en su interior, ¿Dónde se suponía que debía empezar a buscar? Después de todo, ni siquiera tenía la más remota idea de qué era lo que tenía que buscar, y lo único remotamente parecido a una pista con lo que contaba era el presentimiento de que la conversación telefónica que Bianchi y Reborn estaban sosteniendo en aquel preciso instante contenía alguna especie de información relevante para su búsqueda, y ni siquiera contaba con algún argumento lógico que respaldara dicha convicción ni tampoco conseguía imaginar de qué forma la pelimorada podría estar relacionada con todo esto. Sin embargo, rendirse y descartarla sin más significaría seguir exactamente igual que ahora, conviviendo con la angustia a cada momento, buscando a ciegas, sintiendo que cada día estaba más cerca de enloquecer.

El sonido de unos pasos subiendo rápidamente las escaleras y dirigiéndose hacia su habitación lo sacó de sus cavilaciones. Segundos después, Reborn apareció en el umbral de la puerta de la estancia y entró en la misma sin pronunciar palabra alguna.

— ¿Terminaste de hablar con Bianchi?—Inquirió el castaño al tiempo que se sentaba sobre la cama, desviando la mirada y procurando que su tono de voz no dejara entrever el nerviosismo que crecía en su interior.

—Así es—Respondió el pelinegro desinteresadamente.

— ¿De qué hablaron?—Habló aceleradamente, sin detenerse a pensar

— ¿Por qué insistes  tanto en saber? ¡Ya te dije que no es tu asunto!— Afirmó el tutor en un autoritario tono de voz al tiempo que miraba a su alumno fijamente a los ojos.

—Verás…—respondió tímidamente el ojimiel, apretando los puños para infundirse valor— ¿Recuerdas que hace unos días te dije que tenía la impresión de que estoy olvidando algo muy importante?—

—Creo que sí—Afirmó el pelinegro levemente confundido— ¿Qué tiene que ver eso con todo esto?—

— ¡No lo sé! ¡Ese es precisamente el problema!—Exclamó el ojimiel, alzando la voz por sobre lo que pretendía y sin poder evitar que sus palabras dejasen entrever la angustia que experimentaba— Sé que suena ridículo, pero cuando contesté el teléfono y escuché la voz de Bianchi, algo dentro de mí me dijo que ella tenía alguna especie de pista, que ella podría ayudarme a entender lo que está pasando—

— ¿Es cierto eso?— Inquirió Reborn en un tono de voz que hacía evidente que el asunto había captado su interés—Cuando me hablaste de esto el otro día, no le di mucha importancia, pero si lo que dices es verdad, podría ser tu Súper Intuición tratando de darnos un aviso de algo—continuó, pensativo—Aun así, la respuesta es no.  Después de todo, no sabes nada sobre máquinas del tiempo…—

— ¡¿M-máquinas del tiempo?!— Musitó Tsuna al tiempo que aquellas palabras resonaban una y otra vez en su mente y una nueva y firme convicción de que su búsqueda iba en el rumbo correcto crecía en su interior.

—No debí haber dicho eso, pero supongo que ahora no tengo opción—Afirmó Reborn a forma de reproche a sí mismo— Confiscaron una máquina del tiempo que el papá de Bianchi estaba construyendo—

— ¿¡La confiscaron!?—Repitió el castaño en un tono de voz que ponía en evidencia la gran curiosidad que el asunto despertaba en él— ¿Quién? ¿Por qué?—

—La Familia Scaglietti, los dueños del Centro Nacional para la Ciencia y Tecnología italiano— Explicó calmadamente el tutor—En apariencia, ese lugar no es muy distinto a cualquier otro centro de investigación, pero en realidad allí se llevan a cabo experimentos que no pueden realizarse en ninguna otra parte por…uhm, razones éticas, no sé si me explico—Se vió obligado a hacer una breve pausa para tomar aire antes de continuar—También supervisan la mayor parte de las investigaciones científicas independientes que llevan a cabo otras Familias, y son capaces de tomar serias medidas si consideran que esas investigaciones comprometen los intereses de la Mafia por completo. Al parecer, creen que es demasiado peligroso que una máquina del tiempo esté en manos de alguien que no sabe usarla adecuadamente, por eso la confiscaron—

—En resumen, ¿El papá de Bianchi está en serios problemas?—Inquirió el ojimiel al tiempo que se esforzaba para analizar y comprender en su totalidad la información que acababa de serle entregada

—No siempre y cuando colabore con la investigación y se comprometa a no volver a intentar construir algo así—Aseguró el pelinegro—De lo contrario, nadie sabe qué podría pasar…por eso Bianchi tiene que quedarse en Italia hasta que se decida cuál será el futuro de su padre—

— ¡Lo decidí! ¡Debo ver esa máquina del tiempo!— Exclamó Tsuna luego de unos instantes de silencio, hablando aceleradamente y en un tono de voz que no mostraba rastro alguno de vacilación.

— ¿¡Acaso te volviste loco!? ¿¡No escuchaste nada de lo que te dije antes!?— Inquirió Reborn al tiempo que la molestia que experimentaba en aquel momento se hacía evidente en su voz— ¡Eso es imposible! ¿Tienes idea de lo bien custodiada que debe estar la máquina del tiempo? ¡Aunque seas el Décimo Vongola, Jamás te dejarían entrar!—

— ¡Aun así, necesito intentarlo!—Insistió el castaño, haciendo su mejor esfuerzo para ocultar sus nervios y sonar lo más convincente posible— Escucha, no sé si esto tenga que ver con esa súper intuición de la que hablas, pero si hay algo de lo que estoy seguro ahora mismo es de que, si pudiera ver esa máquina del tiempo con mis propios ojos, por fin encontraría las respuestas que busco, y entendería lo que está pasando—

—Ya que insistes, veré qué puedo hacer—Anunció el tutor en un frio tono de voz al tiempo que daba media vuelta y abandonaba la habitación a paso apresurado.

Por su parte, el ojimiel permaneció sentado sobre la cama, en absoluto silencio y con la mirada perdida en algún punto de la pared. Sólo en aquel instante fue completamente consciente de los alcances de lo que pretendía hacer. Para ver la máquina del tiempo con sus propios ojos, debía viajar a Italia, lo cual muy probablemente no podría hacer sin antes mentirle a su madre. Y eso era sólo el principio, puesto que una vez que llegara al país europeo seguramente no tendría alternativa más que infiltrarse en el centro de investigación en el cual la máquina del tiempo permanecía bajo custodia. ¿Cómo lograría algo así? ¿Qué sucedería con él si lo atraparan? Y aunque lograse llegar hasta la máquina del tiempo ¿Qué pasaría si resulta que no encuentra ningún tipo de respuesta allí? ¿Si después de haber sorteado tantos obstáculos las cosas siguieran tal y como hasta ahora? ¡Seguramente Reborn se enojaría con él como nunca antes!

Mientras consideraba todas aquellas posibilidades, no pudo evitar cuestionarse si aquello que buscaba era en verdad tan importante como para justificar tomar tantos riesgos.

El ojimiel estaba tan sumido en aquellos pensamientos que no se dio cuenta de que Reborn había regresado a la habitación

—Hice unas cuantas llamadas y ya está todo listo—Anunció el pelinegro desinteresadamente—Viajaremos a Italia en 3 días más. Bianchi se reunirá con nosotros cuando lleguemos, dijo que a ella también le daba curiosidad ver la máquina del tiempo—

— ¿E-eh? ¿De verdad iremos?— Balbuceó el castaño sin poder ocultar la confusión que se había apoderado de él

— ¿O es que acaso te vas a arrepentir después de haber insistido tanto?—Inquirió el tutor en un amenazante tono de voz—Ya es demasiado tarde para eso, así que empieza a hacer todos los preparativos para viajar y más te vale que encontremos algo útil—

Tres días después de aquella conversación, todo estaba listo y dispuesto para dar inicio a la arriesgada travesía. Por sugerencia de Reborn, Tsuna le había dicho a su madre que aquella noche se quedaría a dormir en casa de un amigo de la escuela, sin embargo, en realidad abordaron un taxi que los llevó a las cercanías de un viejo aeropuerto abandonado. Un guardia de seguridad custodiaba el acceso al lugar, más este les permitió entrar sin poner objeción alguna luego de que Reborn intercambiara algunas palabras con él. Un único avión esperaba en la pista y, luego de ver que el pelinegro lo abordaba, el ojimiel se limitó a hacer lo mismo sin hacer ningún tipo de comentario al respecto. Pese a la ansiedad y las dudas que lo habían acompañado prácticamente a cada momento de los últimos 3 días, y que en aquel momento no hacían más que intensificarse, el castaño consiguió dormir durante la totalidad del trayecto. Al llegar a su destino, Bianchi los estaba esperando en el aeropuerto. La pelimorada actuó con absoluta normalidad y se abstuvo de hacer preguntas.

Al salir del terminal aéreo, la puesta de sol teñía la cuidad por completo con sus tonos anaranjados. Abordaron un taxi que, luego de un largo recorrido, los condujo hasta las cercanías de un imponente edificio de varios pisos de altura. En una inscripción ubicada sobre la puerta de entrada del mismo era posible leer Centro Nacional para la Ciencia y la Tecnología, primero en italiano y luego en inglés.

Reborn se acercó hacia el lugar desde el cual un hombre vestido completamente de negro custodiaba la entrada al edificio e intercambió con este unas cuantas palabras en italiano. Acto seguido, el hombre extrajo un walkie-talkie desde uno de sus bolsillos, dictó un par de órdenes a través de este y, luego de unos minutos, un hombre de vestimenta similar al primero apareció en el lugar e hizo un gesto con la mano para indicarles que lo siguieran hacia el interior de la imponente construcción. Tanto el tutor como la pelimorada obedecieron dicha orden, por lo que al castaño no lo quedó otra opción más que imitar el gesto e ignorar el mal presentimiento que empezaba a tomar forma en su interior.

Un grupo de personas vestidas con batas de laboratorio inmaculadamente blancas conversaban animadamente entre ellos en el amplio y elegantemente decorado hall de acceso del edificio, más los visitantes no tuvieron tiempo de observar el lugar en detalle, puesto que su guía se dirigió rápidamente hacia donde se ubicaban los ascensores y abordó uno de estos.

Al descender del ascensor se encontraron en un subterráneo débilmente iluminado. El hombre de negro avanzó a paso apresurado por una gran cantidad de estrechos pasillos conectados entre sí asemejando un laberinto hasta detenerse frente a una puerta. Extrajo una llave de su bolsillo y la introdujo en la cerradura, tras lo cual la puerta se abrió, y el guía dio un paso al costado, haciendo un gesto con la mano para indicarles a los visitantes que entraran, cerrando la puerta tras ellos una vez hicieron ingreso a la estancia.

La tenue luz de la habitación iluminaba una mesa ubicada al fondo de la misma sobre la que descansaba la supuesta máquina del tiempo, la cual no distaba mucho de una computadora de escritorio común y corriente, con un monitor, un teclado, unos audífonos y algo que se asemejaba bastante a una torre de CPU.

— ¿Se supone que esa es la máquina del tiempo?— Inquirió Reborn incrédulo.

—No lo sé…—Afirmó Bianchi en un tono de voz que ponía en evidencia su desilusión—Esperaba algo más…impresionante, por decirlo de alguna forma—

— ¿Qué piensas tú, Tsuna-?— El tutor se vio obligado a interrumpir su pregunta al ver que su alumno se encontraba ya frente a la supuesta máquina del tiempo.

Sin mostrar el más leve rastro de duda, el aludido presionó un botón del teclado. Acto seguido, la habitación se llenó de un estruendo proveniente de aquella especie de torre de CPU y una gran cantidad de texto apareció en la pantalla

— ¡¿Qué crees que estás haciendo!?— Exclamó el pelinegro sumamente molesto

—Buscando respuestas—Respondió el castaño con una sonrisa al tiempo que se volteaba para mirar a los ojos a Reborn—A eso vinimos, ¿no?—

Notas finales:

...No me miren así, juro que este fic tiene una trama sólida y está yendo hacia alguna parte (? en la próxima actualización lo entenderán todo mejor, ya verán (???

 

/mahiko runs


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