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Segundas Partes por Rising Sloth

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Notas del capitulo:

Y he aquí la parte que faltaba en el capitulo anterior, que menos mal que la dejé para el capitulo diecinueve, porque también a quedado algo larguilla xD

Capítulo 19. Medicamento especifico III

Cualquiera que conociera un mínimo a Luffy podía entender que era una persona que pocas y raras veces le cogía tirria a nadie; todo el mundo le caía bien, incluso con los que alguna vez tuvo un roce más o menos turbulento acababan cayéndole bien...

No soportaba a Lami.

Mira que al principio le daba igual, al fin al cabo él siempre había sido de "cuantos más mejor", pero estaba cansado de tenerla todo el día pegada como una lapa a ellos dos; mentira, a ellos dos no, al médico y a su brazo, del cual se pasaba la mayoría del rato enganchada. No entendía qué tenía esa chica con Law o porqué se presentaba en todas sus citas, pero sobre todo no comprendía porqué Law jamás, jamás, la mandaba para su casa, por que por ello y no por más, hacía mucho que no tenían ni un miserable rato a solas.

–Se conocerán de hace bastante –le comentó Nami, su nueva psicóloga en el amor, mientras le echaba un poco de azúcar a su café–. Al menos lo suficiente para que a tu novio no le moleste e incluso tenga asumida su presencia en su vida.

–Pero si a Torao le molesta todo el mundo –le espetó rabioso a la vez que mordía la pajita de su batido–. ¿Por qué ella no?

Nami se quedó pensativa.

–Tal vez ella sea especial –se encogió de hombros–. Es posible hasta que tuvieran una historia en común. Ya sabes, que fueran pareja.

–¿¡Qué, qué!? ¿¡Qué Torao y ella fueron novios!? ¡No puede ser! ¡Me lo hubiese dicho!

–¿Estas seguro?

Luffy se tuvo que callar. No, ciertamente Law no tenía porqué habérselo dicho, como tampoco le decía muchas cosas, era tan reservado.

–Aunque... –siguió la chica–. Bien pensado, si tuvieron algo alguna vez, sí sería raro que Law dejara que estuviese todo el día con vosotros; a menos, claro está, que quisiese vengarse por ponerlo de sujetavelas.

–¡Otra igual! –se indignó–. Que yo no lo puse de sujetavelas, era una quedada de amigos.

–Pero no sé... –ignoró la queja de Luffy y continuó con sus elucubraciones–. Hay algo que no me cuadra. Para empezar, esa tal Lami no ha aparecido hasta ahora ¿verdad? Quiero decir que cuando erais solo amigos ella no dio señales de vida.

–No. Para nada.

–Y tampoco es que apareciera justo cuando empezaste a salir con él... ¿Ha pasado algo entre Law y tú últimamente?

A Luffy se le subieron los colores al instante. Intentó fingirlo, pero Nami entrecerró los ojos con sospecha. Era inútil, aunque supiese mentir como un jugador de poker ella le pillaría al instante.

–El quiere tener sexo conmigo, pero dijo que esperaría a que yo estuviese preparado.

–¡Eso es! –gritó la chica dándole un sobresalto–. Claro, eso encaja perfectamente. Escucha Luffy, partamos de la teoría que esta Lami siente algo por Law, ¿vale? Al ser él como es tal vez pensó que él nunca se enamoraría de nadie y menos de ella, se resignó a tenerlo como amigo. No obstante, vas y apareces tú, deshielas el frio corazón de Law y se descubre que aún siendo un cruel rey de un páramo helado es capaz de amar. Si yo fuera ella aprovecharía cada problema de pareja que os surgiera.

Luffy metió los labios tras los dientes.

–Mmm... Pero es que tú eres muy rastrera.

–¡Oye, sin insultar!

Luffy no creyó mucho que Lami tuviera un motivo oscuro y oculto detrás de sus intenciones, le parecía más bien que era una tremenda pesada. Pero si le preocupó por la parte de Law; Nami había entendido sus "problemas de cama" como una crisis de pareja. Pensó que quizás el médico se estuviese cansando de él porque no tenían sexo. Porque, además, sabía por Zoro que Law era de usar y tirar relaciones y, tal vez, eso fuera lo único que quería con Luffy desde un principio, nada de esperar a que el estuviese preparado ni cosas por el estilo. Después de todo, eran muy diferentes, casi incompenetrables... Casi destinados al fracaso...

¡No! Se dijo así mismo con el puño alzado y la mirada llena de determinación ¡No puedo pensar en esas cosas! ¡Torao no es así! ¡Yo no soy así! ¡Y voy a luchar por demostrarlo!

Rió a carcajadas de vuelta a casa, ignorando como de costumbre el cante que daba por la calle, así como ese run-run en su cabeza que le atormentaba al recordar que cuando le dijo a Law que le quería éste no respondió de la misma manera.

 

 

 

–Qué buena ha sido la película, ¿no? –comentó Lami a la salida del cine.

Luffy gruñó un asentimiento.

–¿Te pasa algo? –le preguntó Law–. Creí que tenías ganas de verla.

¿La película? Por supuesto que tenía ganas de verla, pero no con Lami sentada en medio.

–Es que algo me ha sentado mal al estómago.

–Normal, ¿cuantos paquetes de palomitas te has comido? –preguntó ella– ¿Cuatro?

–Cinco –respondió el médico por él–. Pero es raro que le siente mal, normalmente se come hasta más de ocho.

–¿Habrá sido porque la película era de zombies?

Ella si que era una zombie.

Le preguntaron si quería que se pasase por una farmacia, pero el se negó casi con vehemencia, prefería comer más, hasta hartarse aunque eso le reventara el estómago. Así fueron a una hamburguesería y sus dos acompañantes observaron con pasmo como, en bocados de par en par, devoraba una a una la veintena de hamburguesas que se había pedido.

–Es increíble –pronunció la chica–. Se ha convertido en un agujero negro.

–Oye, Luffy. Para el ritmo, no tienes un estómago de goma.

El chico le miró mosqueado.

–Tengo hambre.

Y continuó comiendo. Law resopló resignado.

–¿Quieres de mis fingers de pollo? –le ofreció Lami al médico–. Sé que es uno de los pocos tipos de "pan" que soportas.

Luffy paró en medio de un mordisco.

–¿No... No te gusta el pan, Torao?

–¿No lo sabías? –contestó Lami con otra pregunta–. Si lo evita lo más que puede. Aunque ahora que lo pienso también intenta decirlo lo menos posible.

–La gente se pone muy irritante cuando se entera –dijo él–. Prefiero no comentarlo.

Luffy, cabizbajo, siguió comiendo. "La gente", no él sino la gente; pero como a él tampoco se lo había dicho también era parte de esa gente. Al contrario que Lami.

–Unos amigos de la faculta me hablaron de un parador que alquila un par de cabañas en el campo –comentó la chica–. ¿No te apetecería ir, Law?

El medicó marcó en su cara una exagerada expresión de desgana.

–¿Qué pinto yo en medio del campo?

–Venga, si dentro de poco hay unos días de fiesta. Seguro que nos lo pasamos bien.

Ahí empezó de nuevo un tonteo entre los dos, uno sobre ir al campo juntos o no. Las pulsaciones de Luffy empezaron a tomar velocidad y fuerza. Si Law cedía...

–¡Yo también quiero ir al campo!

–¿¡Qué!? –exclamó Law en un tono de pánico que nadie entendió.

–¿En serio, Luffy? ¡Eso es genial! –se ilusionó Lami más que soñadora–. Podremos ver animales en libertad.

–¡Y cazar insectos! –se contagió el chico de su ilusión.

–¡Hacer senderismo!

–¡Comer en una finca!

–¡Montar a caballo!

–¡Ir de aventura por el bosque!

De esta manera perdió su objetivo inicial puesto que, lo que empezó siendo una estratagema para que Law y Lami no se quedasen solos de velada romántica en un apartado parador, acabó siendo una colaboración entre Lami y él para que el médico les llevara a divertirse por el campo. Más tarde se daría cuenta de lo que había hecho y se deprimiría, no como Law, que se le notó la cara de querer pegarse un tiro en cuanto se vio que sus días de fiesta, tranquilos en el sofá, habían sido despóticamente asesinados.

 

 

 

El primer día de festivo, Luffy se puso seis alarmas con intervalos de diez minutos para despertarse. Con orgullo pudo fardar de haberse levantado a la tercera ¿la razón? Que seguía en sus trece de no dejarse vencer. El primer plan de Law iba ser ir al alquiler de coches y después recoger a Lami y a él. Pero la chica dijo que ella se pasaría por su cuenta por el apartamento del médico porque no se fiaba mucho de que abriera los ojos a su hora. Con lo cual, Luffy decidió hacer lo mismo.

Desayunó fuerte y salió rápido por la puerta con todos los bártulos propios a la espalda. Iba a llegar antes que Lami costase lo que costase. O eso creyó él. Se la encontró de frente, cara a cara en el portal del piso de Law y Zoro.

Hubo una mirada directa entre los dos, un mirada de puro desafío.

Un paso adelante para ambos y la carrera empezó. Embistieron contra la puerta principal, a la vez. Pero ocurrió algo, que Luffy iba más cargado que ella y para atravesar la puerta tendría que haberse puesto de lado. Lami no dudó y fue hasta el ascensor. Luffy le siguió pisándole los talones, pero esa pequeña distancia de diferencia fue lo que lo cambió todo. Lami entró en la cabina mientras él se daba de cara contra la compuerta. Cayó al suelo de culo.

–¡No, no, no, ni hablar!

Se levantó y subió por las escaleras, más rápido y sofocado que una tren de vapor. Se estrelló contra la puerta, de cara otra vez, y pulsó el timbre una y otra vez. Hasta que le abrieran la puerta o se le desintegrara el dedo, una de dos. Oyó como el ascensor se abría a su espalda. Se giró con pánico.

–¡Te voy a partir la jodida cara puto gilipollas de mierda! –le rugió un Zoro recién levantado.

Lami aprovechó el despiste del vocinazo para hacer el último sprint. Adelantó a Luffy y se agachó para pasar por debajo de brazo del peliverde. El chico intentó hacer lo mismo, pero sus voluptuosos petates se la volvieron a jugar; se toparon con el vano, cayó al suelo otra vez. Ahí acabó todo. Lo supo porque al momento escuchó esto:

–¿¡Pero es que no tienes otra forma de despertarme que no sea tirándote encima!? –era la voz de Law. Lami había llegado antes que él.

–¡Ah! –se quejó en en alto el chico–. ¡Que rabia! ¡Yo quería llegar primero!

Zoro se le quedó mirando con molestia.

–¿No estas un poco mayorcito para estas chorradas?

Aún con ese malhumor el peliverde le tendió una mano para ayudarle a levantarse y, con un aire de paciencia, le ofreció entrar en el piso.

–¿Perdón por haberte despertado? –se sentó en el sofá.

–Es igual –dijo en dirección a la cocina para preparase un café–. Adelantaré un poco de trabajo antes de ir a la estación.

–¿Vas a ir a por tus amigos esos? Que chufa. A mi también me hubiese gustado conocerlos.

–Para otra vez si quieres.

–Hum...

Desde el cuarto de Law se oía como los otros dos se peleaban entre tejemanejes y bullas. Luffy se sintió fuera de lugar.

–¿Te pasa algo? –le preguntó Zoro ya con la taza de café en la mano–. Conociéndote parece que vas a un funeral más que al campo.

–Es que... –hizo un puchero–. Quería estar a solas con Torao.

El peliverde se sorprendió de escuchar así.

–Bueno, tampoco vais a pasaros el puente entero los tres juntos como mormones. Algún rato digo yo que tendréis.

Luffy resopló deprimido, desesperanzado.

–Deberías valorar más lo que tienes –Zoro se sentó a su lado–. Yo os envidio bastante, ¿sabes?

–Porque tú no sales con una persona normal.

–¿Normal como quién? –se ofendió– ¿como tú?

Law y Lami salieron. La chica estaba resplandeciente, lo que hacía que el médico, recién desvelado, pareciera un monstruo fangoso del averno que avanzaba arrastrándose entre los tormentos de los mortales.

–¿O cómo él? –se preguntó el peliverde así mismo.

–¡El equipo "L" está en marcha! –anunció Lami. Nadie la coreó. Tampoco ella lo esperaba.

Recogieron el resto del equipaje y se dispusieron a salir por la puerta. Pero antes Law tomó su desayuno, que no fue otra cosa que la taza de café que robó a Zoro en las manos.

–¡Puaf! –escupió–. Has vuelto a calentar el café de ayer al microondas, ¿verdad? Encima lo has sobrado de leche.

–Eso te pasa por coger lo que no es tuyo cuando eres tan delicado. Y no le he puesto más leche que un cortado.

–La suficiente para que me repugne.

Ese detalle parecía una tontería, pero hacía intuir que el viaje no estaba empezando bien. De hecho, no fue el único detalle, también se le añadió el cargar todos los bártulos entre las lineas de metro hasta el alquiler de coches cuando no hacía ninguna falta. La cara de Law se avinagraba más.

–Os dije que yo iba al alquiler y os recogía. A parte de que no entiendo para que os habéis traído tantas cosas –lo decía sobre todo por Luffy–. Nos vamos cuatro días, no un año.

–Es que me llevo la tienda de campaña, por si nos apetece una noche dormir más en el bosque –sonrió. La verdad es que su idea era que Law y él se fueran a dormir al bosque y Lami se quedase en la cabaña. Pero por alguna razón la respuesta que esperaba no fue por parte del médico.

–¡Es genial, Luffy! –se entusiasmó la chica–. Así podremos estar bajo las estrellas si queremos.

Después, les esperó un viaje en coche de seis horas. Respecto a eso no hubo mucho que comentar nada más que el ambiente de tensión y/o desgana que se respiraba. Excepto por Lami que se mostraba inmune a la par que habladora. Llegaron así al parador de estilo rural, muy pequeño y acogedor. Allí se registraron y recibieron las indicaciones de como llegar a su cabaña enumerada. Indicaciones que los llevaban por un camino corto pero exageradamente angosto por el que no podían pasar vehículos algunos; cargar los bártulos hasta allí fue una odisea. Terminaron para el arrastre, pero antes de atreverse a tirarse en las camas; que por cierto, se trataba de una individual en un cuarto y una litera en otro; regresaron al parador para comer algo.

–Me encanta la comida de campo –comentó la chica disfrutando de una buena cazuela.

–A mi también –contestó Luffy, devorando la carde de su plato, por inercia.

A todo esto, el parador pertenecía a un matrimonio que había trabajado duro toda su vida para llevar aquel sitio adelante; con este legado había seguido su hijo, un joven atractivo encantado de conocerse así mismo que en cuanto entró y vio a Lami sentada en una de las mesas no pudo sino enamorarse profundamente. De manera que este chico de nombre Desconocido no hizo reparos en acercarse y decirle a la chica, con una seductora sonrisa:

–¿Cómo va eso?

Eso sí, por mucho que Desconocido tuviera una bonita cara y un bonito parador con el que atraer a indefensas damiselas sus frases de cortejo estaban bastante limitadas. De hecho, esa que le soltó, la había sacado de un personaje de Friends.

Por su parte, Lami, con calidez y naturalidad, se giró hacia Desconocido, todavía con la cuchara en la boca, y le sonrió.

–Muy bien, ¿y a ti?

Desconocido sufrió una sacudidas muy parecidas a las que sufría Sanji cuando veía Nami, como Luffy pudo comprobar con poco interés, a continuación se recompuso y le comentó a Lami el hermoso paseo a caballo que podían dar por la vereda, oyendo el berrear de los ciervos en celo; música para los oídos, afirmó. La chica dijo que le apetecía muchísimo, pero que acababan de llegar y que estaba bastante cansada, que quizás para el día siguiente. Desconocido se puso un poco más insistente; empezó a tocarle los cojones a Law.

–Es que hoy me gustaría estar más con mis amigos –se volvió a escusar ella.

Desconocido le hecho una mirada a los otros dos.

–Oye, preciosa, no me dirás que uno de estos es tu novio, ¿verdad?

Y lo dijo con tal burla que ya no hubo marcha atrás.

–¿Tienes algún problema con ello? –le amenazó el médico.

Luffy se estremeció, se fijó en Law y vio que estaba enfadado de verdad. Mientras, Desconocido mostró una sonrisa de suficiencia.

–La verdad es que me da igual.

Se miraron el uno al otro como si pudiesen lanzarse rayos con los ojos. La tensión, por muy tópica que sonase la frase, podía cortarse con un cuchillo.

–No, si no lo es –intervino Lami en tono distraído e inconsciente–. Ninguno lo son. Pero de verdad, estoy cansada, mañana iré a montar en caballo contigo. Es una de las razones por las que quería venir a este parador.

Fueron las justas frases para que Desconocido desistiera, ruborizado incluso. La información de que la chica que estaba soltera y la insinuación de que había venido a ese parador para estar con él fue en justa medida lo que hacía falta para que se marchara, aunque ambas cosas tuviesen más de imaginación que de realidad en su cabeza.

–Te lo advierto –la regañaba Law de camino a la cabaña–, como se te ocurra montarte en un caballo cojo un rifle de esos que tienen en las paredes y le pego un tiro. Y no me refiero al animal.

–Yo haré lo que me de la gana que para eso soy dueña de mi destino.

–Dueña de tu destino, claro –se rió con sarcasmo–. Ese tío va a lo que va y tú le estas dando pie.

–Será porque quiero dárselo.

–¿Pero tú te oyes? Que la gente de campo no es como tú o como yo, que ese seguro que después de beneficiarse de ti te pone a cocinar y a limpiar.

–Tú también deberías oírte de vez en cuando.

Luffy los seguía a la zaga, sin entender muy bien cuál era el problema. Law no quería que Lami se acostara con Desconocido. ¿Por qué? ¿Qué más le daba a él? Ni que estuviese celoso.

Se le abrieron los ojos, una presión dio con su pecho. Los miró a ambos, que seguían con su discusión como si el no existiera. Pensó que tal vez no era Lami la que iba a por el médico, sino al revés; pensó que tal vez él era un mero sustituto para evadirse. Le dolió.

 

 

 

 

Poco tiempo había pasado desde que anocheció, aún así el agotamiento los llevó con premura para los catres. Luffy estaba tirado bocabajo sobre la litera superior, con los ojos cerrados. Los abrió al escuchar los pasos de alguien adentrándose en la habitación.

Law había querido ducharse para quitarse la fatiga del viaje, además de los disgustos. Salió con los pantalones del pijama y el torso al descubierto. Luffy se quedó embobado, esa era la primera vez que veía tanta desnudez del médico. Se fijó en las lineas oscuras de su piel mientras pululaba por la habitación; tanto el pecho como la espalda iban marcados, los hombros también. Sonrió.

–Te gustan los tatuajes.

Law le miró, se miró a si mismo.

–¿Te molestan?

–No, me gustan mucho.

Law sonrió. Se cubrió con una sudadera y sacó el móvil para contestar algunos mensajes de sus compañeros de trabajo. Estaba de espaldas a Luffy.

El chico se percató de algo: no había nadie más en esa habitación a parte de ellos dos. Vigiló de reojo la puerta; Lami hacía rato que se había acostado, seguro que ya estaba durmiendo, sería raro que apareciera otra vez a molestar.

Con una sonrisilla, alargó la mano fuera de la cama y agarró la capucha de Law; tiró de ella y el médico acabó con los hombros pegados a la litera. Luffy se abrazó por detrás a su cuello.

–Eh, ¿qué haces? –le preguntó un poco nervioso al ver como el chico el olía el cuello.

Luffy lo sintió como una bocanada de aire. Reparó en que, gracias a Lami, no sólo sus momentos a solas habían sido reducidos a cero, también sus contactos. Hacía tiempo que no se besaban. Tocó dos veces la mejilla izquierda de Law con su labios. Llegó hasta la boca del otro, pero a penas fue un roce antes de que el médico se apartara.

–No es buena idea –dijo, tranquilo pero tajante.

–¿Qué? ¿Por qué? Si no...

–Por que no –ahí fue solo tajante.

El chico, cortado, soltó al otro. El médico se sentó y luego se escondió bajo su litera.

–Buenas noches –y apagó la luz.

Luffy se puso de cara al techo. No pudo dormir en las siguientes horas, y antes tuvo que atracar los víveres que habían traído de casa. Todos los víveres.

 

 

 

 

Lami, con ese resplandeciente e irritante ánimo, los despertó a una buena hora, ni muy tarde ni muy temprano; lo que no quería decir que se levantaran como rosas. Desayunaron en el parador, que por suerte no se les acercó nadie a sugerir un paseo a caballo, y una vez comidos y completamente desvelados volvieron a la cabaña para equiparse. Era día de senderismo.

Luffy se insufló rápidamente de un ambiente de aventura. Era lo que necesitaba para quitarse ese miasma sólido y pesado de la espalda. Se sentía optimista, contento. Quería atravesar la sierra de lado a lado.

–Eso es imposible –le bajó Law los pies al suelo–. Necesitaríamos semanas y yo no se tú pero el martes pienso estar de vuelta sí o sí. ¿Entendido?

–Vaaale.

Fuera como fuese, no se decepcionó. Vieron ciervos a los que pudieron dar de comer y Luffy se llevó un mordisco; pasaron por un puente colgante frente a una cascada; y, hasta que Law se hartó de ir a buscarlo para que no se perdiera, el chico pudo ir a cazar insectos. Todo era perfecto. Excepto por Lami.

Daba igual en que momento los pillara, siempre veía al médico siendo el hombro de apoyo de la chica. Para subir un desnivel, para que no perdiera el equilibrio, para lo que fuera... Mientras ella no se quedaba corta tampoco pidiendo ayuda una y otra vez, muy pegada, muy cariñosa, tan dulce que Luffy creyó que se le iban a caer los dientes de caries. El colmo fue cuando se sentaron a descansar y vio como Lami abrazaba por el cuello a Law. El médico no la apartó.

 

 

 

 

Estuvieron de regreso justo para la hora del almuerzo. Luffy se atracó en pos de hundir esa presión de ansiedad que sentía. Era increíble, hasta ese día nunca habría pensado que una excursión al campo le podría resultar tan muermo; en las últimas partes del trayecto sólo quería que se acabase. Lo peor era que estaban a la mitad del segundo día de fiesta.

Pagaron la comida y se dispusieron a volver a la cabaña, tal vez para echarse una siesta y pensar en que podría gastar el resto de la tarde. Sin, embargo, entre esto y aquello, olvidaron que Lami tenía un pretendiente, uno con el que se cruzaron justo al salir por la puerta principal del parador.

Los ojos de Desconocido se ensancharon con ilusión al ver a la chica; de nuevo, con gran intensidad, invitó a la chica a montar a caballo.

–Claro que sí, me encantaría –dijo Lami mientras que tanto a Desconocido como a Law, aunque por razones diferentes, les iba a dar un infarto.

Ciertamente, el médico intentó intervenir, alegar que Lami nunca se había montado en un caballo y podría, con muchas posibilidades, tener un accidente. Desconocido prometió que la cuidaría bien, que para la noche ella montaría mejor que nadie encima de un caballo o de cualquier ser vivo. Law entendió eso como un provocación y a punto estuvo de endiñarle una piña. Lami lo evitó y, no quedándose en eso, despachó al médico.

–Pero...

–Law –la chica le miró directamente a los ojos, seria, imponente y con atisbo de amenaza que el que se percatara se le secó la boca–. Haz el favor de dejar de ser tan plasta, cerrar la boca y largarte.

La gravedad de su voz no dejaba opción a alternativa, por lo que Law dejó de ser tan plasta, cerró la boca y, junto con Luffy, se largó. Lo cual no quitó que nada más abandonar el edifico empezara a mascullar cabreado.

–Será imbécil... ¿Qué mierda habrá visto en ese paleto? ¿El caballo? Tanto Pasión de Gavilanes le frió el cerebro a los quince años. Se cree qué por estar en cuarto año de carrera ya es mayor y madura. Será posible... Si hace nada se dedicaba a quitar los macarrones verdes de los platos de pasta. Después que no me venga llorando. Yo me he desgañitado advirtiéndole, más no puedo hacer. Bueno sí, matar a ese cabrón como se le ocurra hacerle algo, que de eso tendrá la culpa ella por no hacerme caso. Si esto fuera la prehistoria le arrearía con un tronco, me la llevaría de los pelo y la metería en el coche de vuelta a casa, pero no, para eso sí hemos tenido que civilizarnos, manda huevos. Que me calle y que me largue... Ella sí que debería callarse y largarse.

Tuvo que parar en seco, de hablar y de andar, puesto que Luffy se había detenido delante suya. El chico se volvió y le miró indignado, iracundo y sobre todo dolido. Tomó aire, gritó:

–¡Pues vuélvete abajo de una vez! ¡Me tienes harto! ¡Lami esto, Lami lo otro! ¿¡Porqué no rompemos ahora mismo!? ¡Seguro que te lo pasarías mejor hablando de enfermedades terminales con ella que comiendo cualquier cosa conmigo!

Hasta los pájaros guardaron silencio en varios kilómetros a la redonda. A la vez, la cara de Law era parecida a la de alguien que intentaba dividir doscientos treinta y dos entre trece.

–¿Qué? –desde que conoció a Luffy esa pregunta se había enraizado en su vida. No daba crédito–. ¿Estás celoso? ¿De Lami?

El chico sintió los nervios en sus brazos, apretó los puños, se puso firme.

–¡Sí, lo estoy! ¿Qué pasa? ¡Por su culpa nunca estamos a solas! ¡Y si lo estamos tú te la pasa hablando de ella! ¡O no me dejas que te toque! ¡Pero a ella sí! ¡Y me fastidia! ¡Quiero ser el único que pueda tocarte!

Ahora no fueron los pájaros, también los insectos y lagartijas.

–Luffy... Tú sabías que Lami es mi hermana pequeña, ¿verdad?

Se le cayó el color de la cara, de hecho, de haber podido, también se le hubiese caído la cara.

–¿Tu... hermana pequeña?

El silencio se hizo aún más absoluto, hasta los gusanos de la tierra dejaron de hacer ruido. Law se llevó la mano a la boca. Para entonces, el color había vuelto a la cara de Luffy, le ardía.

–¡No te rías imbécil! ¡Enfermo del sexo! ¡Que sólo quieres rellenarme como un pavo y tirarme como un trapo!

Salió corriendo en dirección a la cabaña, Law reaccionó y fue a por él, pero le sorprendió un ciervo en mitad del camino. Resbaló entre las hojas caídas de los árboles de pura impresión. Tuvo que dar un rodeo para evadir al cornudo animal.

 

 

 

La cabaña tenía un porche y, en éste, había un balancín rústico, de madera, donde Luffy permanecía sentado, con la cara escondida y abrazado a sus rodillas. Law, manchado de barro y alguna que otra hoja pegada al cuerpo, resopló. Se sentó a su lado.

–Será mejor que me expliques eso de "enfermo del sexo". Por lo que todavía puedo entender no te empotrado contra la pared.

El chico alzó al cabeza, su gesto era un mohín penoso y aniñado.

–Creí que sólo estabas conmigo por eso, que te estabas cansando de mi.

–Y pensaste que te iba a sustituir por Lami.

Luffy asintió. El médico le observó un minuto.

–Incluso sin saber que era mi hermana, ¿cómo se te ocurrió eso?

Luffy se mordió los labios, dejó la cabeza gacha.

–Aunque estemos los tres juntos pasas más tiempo con ella que conmigo, sabe más de ti que yo y... Ayer me apartaste.

–¿Ayer? ¿En el cuarto?

–Sí.

Law, incómodo, oteó de izquierda a derecha el paisaje, de arriba a abajo, intentó fijar su vista en cualquier punto que no fuese Luffy.

–Me provocaste una erección –confesó con vergüenza.

–¿¡Qué, qué!?

–No te sorprendas tanto –se defendió–, es lo normal cuando tu pareja empieza a ponerse excesivamente cariñosa. No quería presionarte, así que me lo calle.

Luffy procuró codificar toda aquella información y hacer su propias conjeturas.

–¿Por eso ya no me abrazas ni me besas?

–Sí.

–¿Pero entonces te ha pasado más veces?

–Eso no es de tu incumbencia –suspiró por la nariz–. Mira, es verdad que Lami se empezó a apuntarse de más a nuestros planes, pero pensé que así no te sentirías agobiado si creías que yo estaba impaciente por acostarme contigo. Y lo de que ella sepa más de mi que tú... Bueno, por algo somos hermanos.

Luffy apartó otra vez sus ojos del médico. Con todas esas revelaciones debería haberse quedado satisfecho, pero no fue así.

–Torao...

–Dime.

–Aquella vez yo te dije que te quería, pero tu no me contestaste.

Law perdió la expresividad en el rostro, su mirada fue al bosque, al infinito.

–Para mí, decir algo como eso, no es tan fácil.

Luffy interpretó el tono de voz, vio al otro tomar fuerzas.

–Fue lo último que me dijo una persona que ya no está aquí.

El chico notó como se le encogía el corazón nada más que por oír como pronunciaba Law aquella frase. El otro se dio cuenta y estiró una comisura para formar una media sonrisa que se mostró algo triste.

El día era luminoso, la paz del bosque los rodeaba, pero no concordaban con lo que ninguno de ellos sentía en ese momento. Law se levantó, se apoyó de codos en la balaustrada del porche, si hubiese una forma exacta de describirle, cualquiera hubiese dicho que estaba gritando, a pleno pulmón aunque ni siquiera Luffy, que estaba a pocos pasos de él, pudiese oírle.

–Luffy –le llamó, aunque se mantuvo dándole la espalda–. No sé si algún día podre decírtelo.

Sonó como una disculpa, como un adiós resignado.

–Si me dices que no está conforme, lo entenderé.

Siempre igual, siempre con un pie fuera y otra dentro. No lo soportó. Se levantó de un salto y fue hasta él; le abrazó, hundió la cara en su espalda, agarró su camisa por el pecho. Temblaba. Le aferró con más fuerza. No quería que se fuera o desintegrara como parecía que iba a hacer.

La mano del médico se colocó sobre una de las suyas; la tomó con cuidado y, sin dejar de sostenerla, se deshizo del abrazo del chico para girarse hacia él; acarició su mejilla. Luego, aquella mano, fue hasta su nunca. Le atrajo hasta su boca.

Se habían besado antes, pero no como en ese momento. Compartían el miedo de perderse el uno al otro; y no querían, por nada del mundo querían separarse. Los brazos de uno cubrieron el cuerpo del otro. Sin darse cuenta había ido hasta la pared, donde el mayor acorraló al más joven. Luffy enredó sus dedos en el cabello de Law, mientras éste fue marcar su cuello con la boca. El chico abrió los labios para soltar con débil gemido.

Tan débil que no se oyó, sobre todo porque al unisono se proclamó un berreo de ciervo en celo, con tanta intensidad que los dos amantes pegaron un bote. Ambos miraron al desesperado animal que seguía agonizando por un poco de reproducción; al no encontrar cónyuge se fue, junto con el ambiente sexual que se había creado en pocos segundos.

Se miraron de nuevo. Law liberó un suspiró por la nariz a la vez que sonreía algo forzado. Se apartó.

–Será mejor que me vaya a la ducha.

Entró en la cabaña y cerró la puerta tras de si. Luffy aún mantenía la espalda pegada a la pared. Sentía el calor en la cara con fuerza; aturrullado, descubrió que más abajo también. Cerró los puños y los ojos, se armó de valor.

–¡Torao! –abrió la puerta de la cabaña. El médico se volvió hacia él un tanto sorprendido–. ¿Pu... Puedo ducharme con... tigo?

En la vida le había costado más algo que aquella pregunta, la cual acertó como un cañonazo en el pecho de Law.

–¿Estas seguro?

Luffy, con un pronunciado movimiento de cabeza, asintió. El médico, sin creérselo aún, digo:

–Vale.

Fueron al cuarto de baño, sin ser capaces de mirarse el uno al otro, sin saber por donde empezar. Una cosa era sentir un arrebato y otra decidir en tus cabales. Law se atrevió a tomar el rostro de Luffy entre sus manos y besarle. Luego le miró interrogante a los ojos. Luffy volvió a asentir para indicarle que siguiera. Le besó otra vez. Intentó imitar el beso del porche, pero nada tuvo que ver. Ofuscado, el médico se apartó. Se quitó la camiseta. Las pupilas del chico se pasearon por su torso como la noche anterior, pero de manera diferente, con mucho más deseo, con mucha más incertidumbre. Pero entonces, se fijó en las manos de Law, que quería ir hacia él, pero no se decidía; se dio cuenta de que el médico, a pesar de contar con la carta de la experiencia, estaba igual que el. Eso le tranquilizó un poco, un poco nada más. Y fue él el que se acercó.

Law le vio venir, y de manera insospechada hasta para él, se retiró hasta dar con la puerta cerrada. Ahora era Luffy el que lo acorralaba a él. Sin embargo, el chico no se dio cuenta de ello, prefirió pensar lo menos posible y dejarse llevar. Besó el pecho del médico, justo en el centro del corazón tatuado. Fue bajando, a la vez que plegaba sus piernas para arrodillarse. Retiró un poco del pantalon de Law y acarición con sus labios aquel principio de vello.

–Luffy –pronunció su nombre extasiado–. Espera, no tienes que... ¡ugh! –se contuvo al sentir la mano del chico sobre la tela del pantalón encima de su entrepierna.

Desde fuera, Luffy parecía muy seguro, pero sus manos temblaban y eran torpes. Le dio la sensación de que tardaba en desabrochar aquel pantalón una eternidad. Una vez lo consiguió, metió los pulgares bajo la tela de los calzoncillos de su amante, flanqueando las caderas. Se detuvo antes de desnudarle, no sabía si lo estaba haciendo bien, ya no solo le temblaban las manos, sino todo el cuerpo; creía tener fiebre. Miró a los ojos de Law. Se le reveló entonces un gesto desconocido hasta el momento. El médico estaba completamente ruborizado, cohibido, tímido, completamente diferente a aquella vez en el apartamento o hacía un segundo en el porche. El deseo de Luffy se disparó; no sólo el deseo de disfrutarle sino también de devolverle aquel placer que en la anterior ocasión le había dado. Bajó su ropa hasta las rodillas.

Law liberó un gemido ronco al encontrarse dentro de la boca de Luffy. Se agarró del manillar de la puerta con una mano y del lavabo con la otra. Gimió otra vez, con un poco de dolor.

–Luffy... los dientes... cuida...

Se guió por sus exhalaciones y pequeñas bocanadas, por el contraer de sus músculos. Quería querer a Law de todas las maneras que fuera posible, que dejara de intentar escaparse o pensar que se escaparía él. Notó como el mayor le agarraba de la cabeza para apartarle, supo porqué y se negó en rotundo. Sintió caliente su esencia en su boca. Se retiró por su cuenta y tragó. Levantó la mirada, preocupado.

–¿Lo he hecho bien?

Luffy no pudo imaginar el trastorno que provocó esa pregunta en el interior de Law, pero palpó de primera sus efectos secundarios puesto que, el médico, se arrodilló casi abalanzándose sobre él y le comió la boca con arrojo. Todo lo parecido a la timidez se extinguió. Law llevó a Luffy a tumbarse sobre el suelo y allí le desnudó para que ambos quedaran a la par. Se tocaron, se rozaron, se marcaron. Law llevó la mano a la entrepierna de Luffy, que se estremeció en el acto. Sintió el masaje, dulce y picante a la vez, mientras miraba directo a los ojos del médico, que le sonreía, satisfecho de verle así. El chico se enganchó a su cuello y juntó su labios, al mismo momento que se iba en la mano del otro.

Se separaron para recobrar el aliento. Law, en una caricia, le apartó el pelo, húmedo de sudor, de la frente y posó allí sus labios, luego en la nariz, en la mejilla. Luffy recibió su aliento cálido en su oído antes de notar como le daba un pequeño mordisco.

–Luffy... –le susurró. La misma mano que había masturbado al chico se acercaba ahora a su entrada–. No quiero detenerme ahora.

Era una proposición, una pregunta, una súplica, un anhelo que el más joven podría cortar con solo negarse. Luffy tragó saliva, ¿para qué mentir? Estaba acojonado. Pero quería seguir sintíendole. Reforzó su abrazo en el cuello del otro y hundió los ojos en su cuello.

–No lo hagas.

Law debió dudar, sus dedos no se abrieron paso al instante. Aún así, en poco, los sintió en su entrada, tantear el anillo. Y dirigirse al interior. Luffy se guardó el quejido y los que vinieron siguiéndole. Era extraño, era molesto, pero a la vez tenía algo que era adictivo. Los dedos salieron fuera, se preparó para lo que venía. Law separó sus nalgas y fue a adentrarse en él.

No fue fácil, a pesar de haberle preparado de antemano, estuvieron un rato ahí; incluso en un momento dado, Law tuvo que incorporarse para tomar algo de jabón y dilatar mejor. Tuvieron, incluso, la lucidez de cambiar de localización, de ir al sofá del pequeño saló que era la cabaña, donde estarían más cómodos. Ahí fue donde se unieron de verdad, donde creyeron con toda el alma que, pasase lo que pasase, cambiasen lo que cambiasen, eso les iba a unir, si no para siempre, sí para muchísimo tiempo.

 

 

 

El aroma y calidez de Law aún le envolvía cuando abrió los ojos. Se había quedado dormido en el sofá, entre los brazos del médico, con la frente pegada a su pecho. Levantó la barbilla para mirarle; sonrió. Su respiración era pausada y su ceño estaba lejos de estar fruncido, no parecía el de siempre; y sin embargo lo era.

Levantó su mano derecha, acarició su mandíbula y fue hasta su perilla, a la que dio un par de tironcitos. Fue suficiente para que Law se despertara. Algo desorientado, su mirada coincidió con la del chico, le correspondió la sonrisa.

–¿Te encuentras bien?

–Estupendamente, ¿por? Aunque tengo un poco mucho de hambre.

–Normal, ya es de noche –se fijó en las ventanas. De repente se sobresaltó, se incorporó tan de golpe que tiró a Luffy al suelo–. ¡Lami sigue con ese tío!

–¿¡Qué dices!? –se sobresaltó el también; sabido el lazo familiar sus celos habían perecido en una muerte rápida y sin dolor–. ¡Ahí que ir a por ella! –se puso en pie con la minga al aire–. ¡Te juro que como el caracaballo le haya hecho algo lo mando por los aires!

–Vístete primero.

Descendieron por el camino que les guiaba hasta el parador y encontraron a Lami sin ningún esfuerzo; terminaba su cena junto con Desconocido.

–Oh, pero mira quién está aquí –dijo al verles–. Menuda siesta que os habéis echado en el sofá, ¿eh? Hace poco que os fui a buscar para cenar todos juntos, pero me dio pena despertaros.

Ni falta había decir como afectó ese impúdico comentario a su hermano mayor, al contrario que a Luffy que había vuelto a su natural inconsciencia:

–Vale, gracias, eres muy amable.

–Nada, nada –se encogió ella de hombros–. Sí así puedo dejar de actuar como la tercera en discordia –nadie la entendió–. Es igual, cosas mías. ¿Queréis que os cuente mi tarde a caballo?

–No –respondió Law de mala leche.

–Pues deberías oírla –opinó Desconocido–. Tu hermana cabalga como un amazona.

–Fuera de mi vista.

A pesar de eso, cenaron en paz. Más tarde, ya de nuevo en las literas, Luffy bajaría de la suya y se metería en la de Law. Se dieron algún que otro golpe en la cabeza, se cayeron alguna que otra vez del estrecho catre, aun así no se mitigaron sus ganas de tenerse.

 

 

 

Law cerró el maletero de un golpe y ocupó el asiento del conductor. Se puso el cinturón y observó a Luffy. El chico miraba su móvil con gesto enfurruñado.

–¿Qué te pasa?

–Es Zoro. Ha visto las fotos que le mandé ayer –fotos que el chico insistió en hacerse en el segundo día de senderísmo, el cual lo pasaron los dos solos porque Lami estaba con su ligue de puente–, pero no me ha comentado nada.

–Zoro no es de los que comentan esas cosas, deberías saberlo.

–Es un borde.

Law echó una mirada al retrovisor, el cual enmarcaba tanto a Lami como a Desconocido, que todavía no habían terminado de despedirse a pesar de llevar ahí más de veinte minutos. Le dio un tic en el ojo. No se podría decir que había pasado un mal puente; tras su perdida de virginidad Luffy se había convertido en un neófito del sexo, tanto que incluso quiso hacerlo en pleno bosque a la sombra de un árbol; pero por eso mismo tenía sueño atrasado y estaba muy suceptible, sobre todo con un viaje de seis horas en coche por delante.

Tocó el claxon.

–¡Ya voy! –se quejó la chica. Se despidió por última vez de Desconocido y se metió en la parte trasera del coche–. Que pesado eres, siempre con la bulla.

–Seguro que tú eres la que más ganas tienes de que arranque para alejarte de él.

–Pues para tu información es uno de los chicos más dulces con los que he estado. Algo tontorrón, sí, pero bueno y dulce.

–Suena a de los que te cansas fácilmente.

Lami le clavó una mirada entrecerrada, pero al segundo decidió deshacerse de ese mala aura.

–¡El equipo "L" en marcha!

–¡En marcha! –le coreó Luffy.

–Ains... –se descompuso Law.

Después de todo lo ocurrido, Lami y Luffy había hecho buenas migas, demasiado buenas para gusto del médico. Cada uno era intenso a su manera y juntos eran un bomba atómica de intensidad. No pararon de hablar ni un segundo de esas seis horas. Cuando Law la dejó a las puertas del piso que compartía con una amiga no se lo podía creer. Le quedaba Luffy, pero su presencia por separado era más llevadera, no del todo pero al menos ya se iba acostumbrando.

–Gracias por traerme, Torao –dijo una vez pararon en un enorme edificio en el cual el chico aseguraba que vivía.

–Espera, ten ayudaré a subir la tienda de campaña –la inútil e inutilizada tienda de campaña.

Subieron así los bártulos entre los dos. Al último piso que resultó ser el doceavo. Al entrar, Law, se quedó con la boca abierta. La casa parecía sacada de una revista de decoración. Minimalista, de paredes blancas y muebles oscuros, con cuadros y objetos de decoración claramente caros. Como si ya no fuera suficiente con vivir en un ático que ocupaba dos pisos ¡Un ático duplex!

Law recordó algo, Zoro le había dicho que Luffy era hermano de un recurso humano, y con esa copla se quedó, pero Nami había corregido aquella información posteriormente. Según ella, Luffy era... " heredero de la mayor revista de deportes que se ha conocido en todo el país".

Su mente se quedó en blanco.

–¡Ya estoy en casa! –avisó el chico.

–¿Luffy? –sonó una voz.

Desde la terraza apareció un hombre de mediana edad, pelirrojo. Law pudo reconocerlo, era la cara de Grand Line, uno de sus dirigentes, Shanks Akagami. Antes de que el peliverde se presentara a la entrevista le había oído varias veces hablar de él.

–¡Por fin! Ya creíamos que te habías perdido por el campo. A punto he estado de llamar a los guardas forestales.

–Ni que yo fuera tan imbécil.

El pelirrojo se rió.

–Pasad a la terraza, ahora os traigo algo de beber, y comer, que seguro que lo necesitáis.

–¡Sí! –respondió obediente, aunque más por el interés de comer que por otra cosa–. Vamos, Torao.

Le siguió y, una vez fuera, volvió a quedarse impresionado. No solo por la vista panorámica y casi aérea de toda la ciudad, sino porque los metros cuadrados de la terraza era mayores a los del piso que compartía con Zoro. La piscina; sí, había una piscina; ocupaba la mayoría, pero había espacio de sobras para una mesa con sombrilla y dos pares de hamacas.

Al ser sus padres dueños de un hospital, Law nunca se había sentido desfavorecido económicamente hablando, pero lo que tenía Luffy era pasarse hasta para él.

Bajo la sombrilla había alguien trabajando, otro hombre de mediana edad, moreno y de unos ojos marrones tan claros como para verse amarillos.

–¡Hola, Mihawk! !Ya estoy aquí!

Law también recordó que el nombre de "Mihawk" pertenecía al otro dirigente de Grand Line. Surrealismo mágico.

–¡No hables con él! –salió una voz de la piscina junto con una chica pelirrosa realmente enfadada–. ¡Es un traidor y no se merece que nadie le dirija la palabra!

–¡Perona! –se alegró Luffy–. ¡Ya estas aquí! Que tiempo hacía... ¿Pero porqué no puedo hablarle?

–Uff... –apareció Shanks con una bandeja de bebidas y bocadillos–. Mejor no le preguntes por ello, el tema es tabú.

–¿Qué va a ser tabú? –se indignó la chica, ya fuera de agua–. Me dejó plantada –explicó a la vez que se envolvía en una toalla y ofuscada se sentaba en una de las hamacas–. Será posible... termino el máster con resultados excelentes, vuelvo para celebrarlo y me deja plantada con este –señaló con la cabeza a Shanks.

–Nos fuimos de viaje familiar a un hotel en la playa –le explicó el pelirrojo al médico–. Pero Mihawk no soporta tanto los sitios de veraneo y se fue.

–¡Era nuestro fin de semana padre e hija! –lloriqueó Perona.

–Que yo recuerde estuve más que un fin de semana –matizó el tal Mihawk–. Me fui ayer por la tarde, no es para tanto.

–¡Padre traidor! –se levantó de un salto y fue hacia él–. ¡Debería arrancarte eso bigotillo que tienes para que expíes tu culpa! –le amenazó tirando de ambos extremos del bigotillo.

–Perona, ya no eres un niña y yo tengo mucho trabajo. Hazme el favor de parar.

Y siguieron y siguieron. Mientras, los otros tres se mantenían de espectadores; Luffy comiendo de la bandeja que Shanks aún sostenía.

–Van a ser unos días ajetreados en casa –asumió el pelirrojo.

–Te dije que yo era el hijo bueno –dijo el chico con la boca llena.

–Y yo el padre responsable. Luffy, aún no me has presentado a tu amigo.

–Ah, es verdad. Torao, este es Shanks, mi padre.

–Encantado.

–Igualmente.

Shanks sostuvo la bandeja con una sola mano para tenderle la otra a Law en un apretón.

–Por tu cara diría que Luffy no te ha explicado nada de la familia con la que vive. Este niño... que poco remedio tiene. Todavía no ha sido capaz ni de presentarme a su novia.

–Torao es mi novio, Shanks.

Y lo dijo al momento en que Law se atrevió a coger uno de los vasos con refresco de la bandeja, el cual no llegó a alcanzar puesto que Shanks se lo apartó deliberadamente.

–Vaya, ¿en serio? –dijo con una falsa sonrisa–. Que buena noticia.

Así fue como Law, después de cuatro días por el campo, dos viajes de seis horas en coche, los disgustos que le dio su hermana, el descubrimiento sexual de Luffy y el odio repentino de que podía considerarse su suegro, acabó dejándolo para el arrastre. Cuando llegó al piso con Zoro, rió por no llorar.

Continuará...

Notas finales:

Nunca pensé que este capitulo me iba a costar tanto como me ha costado. Me costó ponerme, me costó arrancar, me costó desatascarme en algunas partes y me costó rematarlo. Puedo decir con sinceridad que no sé como ha quedado, pero espero que mi sufrimiento haya servido para que en la misma medida lo disfrutéis vosotros xD

Nos vemos para el siguiente, bye!


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