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La luz en mi oscuridad. {Wigetta} por PinketDiana

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Guillermo.

 

 

 

A veces, una sonrisa esconde mucho más de lo que pretende. Una simple mueca puede ocultar lágrimas, odio, pena, enfado, depresión. Una sonrisa puede ser el detonante. Una sonrisa... puede cambiarlo todo. Y bien sabía do era para Guillermo, quien se encontraba tumbado en la cama, intentando no moverse por nada del mundo.

 

-Una sonrisa...- Se repetía una y otra vez. Seguramente deberia estar pensando en como duelen los golpes, moretones y heridas abiertas que hay en su cuerpo, o en como se siente. Quizá en cuanto se odia y como desea acabar con su vida. Pero él está pensando en Samue, como toso el tiempo en estos meses. En su sonrisa, su jodida, sensual, adorable y magnífica sonrisa. Porque si, aquella simple cosa lo había transportado a mundos jamás visitados. Lo hacia sentir seguro, confortado, alegre, ¿y por qué no? Incluso querido. Pero también sabe que no debe dejarse llevar, claro que no o acabará de la forma en la que se encuentra ahora una, otra y otra vez.

 

"Pero la sonrisa de Samuel... a veces se siente distante"

 

Sacude la cabeza en un muy lento y precavido movimiento. Apenas puede moverse. Hace solo dos días desde que el "asunto" del diario pasó y su padre ha desaparecido de casa. Parece que simplemente la tierra se lo ha tragado. ¿Eso estaba bien, verdad?. Sin su progenitor en casa todo debía mejorar, no había golpes, ni riñas, ni exigencias ni nada... Bien, eso no era así. Porque su padre antes de irse a aquel viaje, se había encargado de dejarle tales marcas para que si tan siquiera pudiese moverse, salir de casa o... Sentarse. Solo quedarse allí tumbado en la cama, como un idiota. Y si bien ya no dolían tanto como hacia más de 48 horas, aun es cocían, quemaban y cada vez que se movia, ya fuese sutilmente o un movimiento algo mas brusco, quería gritar con todas sus fuerzas hasta quedarse sin voz. Aunque como siempre dicen, el dolor mas fuerte es emocional, y ese no desaparecía de Guillermo.

 

"Aunque se hacia llevadero cuando Samuel estaba junto a él. A veces mirándolo desde su pupitre, otras obligándolo a comer, otras haciéndolo reír como tonto sin preocupaciones, otras acariciando su mano hasta que todo lo que había en su cabeza se marchase... O simplemente, estando a su lado, escuchando su voz. Siempre, Samuel conseguía que aquella mierda se transformase en una bonita cosa sin dolor"- Entre sus desvaríos en tercera persona, Guillermo se dijo a si mismo que aquello no tenia sentido alguno. 

 

Se silenció -o hizo todo lo posible por acallar los susurros en su cabeza- algo confuso, y es que juraría que había escuchado ruidos fuera de casa. Pero eso no era posible. El repartidor no pasaba los jueves, el periódico se dejaba en el buzón, los vecinos jamas habían dado señales de vida -menos aun cuando él, hace años, gritaba y suplicaba ayuda a gritos ante los primeros maltratos de su padre-, y bueno, su padre jamas recibía visitas y él.... No tenia a nadie. Salvo a Samuel. Pero el mayor no vendría a su casa. No tenía porqué venir a su casa, y hasta ahora no lo había hecho. Y eso estaba bien, grenial en realidad, porque ni de broma Guille deseaba que sus mundos colisionaran.

 

Pero el timbre sonó. Porque la vida a veces cumple nuestros deseos reprimidos. A veces nos da ese pequeño empujón que tanto nos hace falta. A veces, y solo a veces, la vida nos tiende una mano que debemos saber agarrar con fuerza porque quizá no habrá otra.

 

Una.

 

Otra.

 

Y otra vez.

 

El 'din don' parecía no callarse nunca. Pero lo peor no fue eso, si no que segundos después de aquel molesto sonido que taladra a los oídos del menor, quien a pesar de no poder hacer movimientos bruscos, se abrazó a si mismo quedando en posición fetal, se escuchaban pequeños piquetes en su ventana. ¡Dios, estaba en un segundo piso, ¿cómo alguien podía hacer ese maldito ruido?!.

 

"Callate, me cago en todo, callate"- Repetía para si. 

 

Pero el sonido no cesó. Y se levantó de golpe de aquella cómoda aunque dolorosa postura, acercándose a la ventana ignorando los fuertes calambres, dolores y escalofríos que recorrían su cuerpo.

 

Se quedó estático mirando la ventana. ¿Qué hacia Samuel allí, mirándolo atentamente?.

 

-Chaval, ya creía que habías desaparecido del mapa...--¿Perdona?. ¿Qué?. Si Guillermo no tuviese su cuerpo en aquel estado, seguramente pensaría de manera completamente seria entre si debía arrojarle un mueble a la cabeza o preguntar qué hacia el mayor bajo su ventana, en una extraña semejanza con la película Disney "Rapunzel" que tantas ves había visto el de ojos rasgados con su hermana.

 

-¿Qué...?-Las palabras no salian de sus labios.- ¿Samuel? ¿Qué haces a-aqui?.

 

-Yo...- El menor pudo jurar que Samuel se puso livido en un segundo, pero quizá solo fue su imaginación, porque en un abrir y cerrar de ojos, el mayor estaba de nuevo mirándolo atentamente, con aquella sonrisa penetrante que parecía leer cada centímetro de la dañada, aunque pura, alma de Guillermo.- Abreme, que me muero de frío...- Pero el pelinegro no se movió, se quedó mirandolo, más a la nada que a él mismo, debatiéndose en lo que significaría que sus dos mundos colisionaran. La felicidad, o algo parecido a esto, y la absoluta tristeza. Lo extraño* y lo odiado. Lo que salvaba su vida contra lo que lo arruinaba. Todo y nada. Pero... Era Samuel.

 

-Voy-Susurró para nada seguro. 

 

Notas finales:

 

(*): Guillermo no sabe exactamente qué siente por nuestro amado Samuel. 

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¿Por qué la inspiración es tan malvada que viene a estas altas horas de la madrugada, haciéndome escribir un capitulo extraño? ¿¡Why?! ¿!!Why?!!

 

Aunque Samu es demasiado adorable, y Guille... T.T su papá lo dejo marcado para que no olvodase que el merecía sufrir, antes de irse a su viaje ;-;.


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