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EL REY DE LOS ASESINOS 4 "SED DE SANGRE" por desire nemesis

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Shun estaba frustrado. El otro no parecía querer aflojar en su comportamiento seudo infantil. Seguía acostándose en el suelo por más que le aseguraba que su hermano no intentaría matarlo.

 

Hyoga no confiaba en sus palabras porque el pelinegro le miraba de cierta forma cuando se encontraban.

 

Pero eso lo estaba afectando más de lo esperado.

 

¿No piensas cambiar de actitud, no es así?—preguntó el peliverde.

 

¡Olvídalo!—dijo el rubio mientras terminaba de tender su futón—Dormiré en el suelo como todas las demás veces desde ese día. Lamento mucho lo que pasó entonces—

 

El pelinegro detrás de la puerta se apartó con elegancia y sin ruido. Sabía ahora que dentro de la habitación no ocurriría nada preocupante.

 

Dentro de la habitación el ojiverde gritaba--¡Como quieras!—mientras recostado en la mesa esquinera recibía al ojos azules que se inmiscuía entre sus posaderas.

 

La verdad me sorprende tu autocontrol—susurró un poquitín admirado Shun—pensé que te pondría nervioso la posibilidad de que se asomara por una ventana o algo—

 

Lo verifiqué para encontrar un punto ciego. Ni siquiera si asomara por la cerradura tendríamos problemas—le susurró al oído el Cisne.

 

¿Por qué no utilizas esa dedicación para el trabajo?—le preguntó Hades mientras sus manos se agarrotaban en el borde de la mesa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Aquí esta lo que pidió, señor!—le dijo de pronto la voz de la camarera y él que miraba la cara aburrida de Shun la miró para agradecerle.

 

Gra…--dijo antes de detenerse pues la cara de ella era…

 

Era una linda chica que podía ser la gemela del peliverde, vestía de maid y podría jurar que era una chica con esa sonrisa tan sensual.

 

Miró a su compañero que miraba por la ventana mientras les servían el desayuno—Yo no quiero pan tostado, idiota—dijo el malhumorado Hades.

 

¡Suéltame!—gritó una mujer que forcejeaba al otro lado del restaurante con un hombre que la tenía prendida de un brazo--¡Te dije que me sueltes!—volvió a ordenar con voz histérica y Hyoga decidió ayudarla. Se puso entre ambos con el entrecejo fruncido y el tipo se alejó cuando vio que la cosa iba en serio.

 

No alcanzó a volverse que ella se puso a llorar sobre su pecho—Gracias, señor. ¡Es usted mi héroe!—le dijo llorosa y él se sintió feliz. Iba a decirle que no era nada cuando ella levantó la vista hacia el rubio y entonces…

 

Tenía la cara de Shun.

 

Otra vez.

 

¡Hyoga! ¡Hyoga!—le gritó el otro acercándose desde la mesa.

 

¿Qué rayos quieres?—preguntó pasmado el ojos azules mientras se daba cuenta que todos en el estúpido restaurante tenían la cara de Sakurazukamori.

 

¡Que despiertes, imbécil!—le gritó el otro haciendo que se preguntara que estaba diciendo por lo que alzó una ceja y dijo “¿Qué?”—¡Despierta! No me dejas dormir con tu cotorreo. ¡Yo no tengo la culpa de que tengas pesadillas!—

 

En verdad si la tenía se dijo mientras intentaba volver a dormirse el Cisne y lo que pasaba era que lo estaba matando la abstinencia. Es que el sexo inacabado de ese día había sido… y ahora cada vez que lo veía pues… tenía que encorvarse un poco, para que no se le notara.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Llegó el día pertinente para llegar a cabo la trampa según Wheeler poniendo tensos a algunos y expectantes a Seichiro.

 

Este volvió un rato después de hablar con Wheeler y dijo--¡Ya está!—todos se habían reunido en una especie de sala común.

 

¿Qué está?—preguntó Renji y al ver la mirada de Sakurazukamori y del rey lo supuso.

 

¿Lo dejaste hablar con ellos solo?—se espantó el pelirrojo.

 

¿De que serviría controlarlo? De seguro hay claves con las que puede contarles lo que desee de nosotros sin que nos diéramos cuenta—dijo Joseph sin inmutarse mientras el pelinegro y él se miraban.

 

Wheeler es muy astuto—aprobó el peliverde y Hyoga no pudo discutirlo. Había más de una frase que para el contacto adecuado tenía significados distintos.

 

¡Todo esto es una tontería!—estalló el castaño de pronto y se fue como una tromba a su dormitorio. El melado primero lo siguió con los ojos y después con el cuerpo.

 

Lo encontró sentado en su cama de espaldas a la puerta por lo que su expresión era una incógnita para el rubio--¿Se puede saber que rayos te pasa? No puedes comportarte así porque te sientes inútil, Kaiba—le gritó enfadado.

 

¡Yo haré lo que quiera!—le respondió el otro con las manos agarrotadas sobre las frazadas de la furia.

 

¡Bien! ¡Haz lo que quieras, millonetas! ¡Como siempre!—replicó el rey antes de irse.

 

Seto se permitió relajarse un poco. Su actitud solo enmascaraba lo mal que se sentía. Pensaba que de seguir en aquella habitación se caería ante todos de la debilidad. Fingir un berrinche le servía. Y había alejado al rubio. En su situación actual darse cuenta de que él estaba en esas condiciones solo alteraría  a Wheeler y no podría concentrarse.


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