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EL REY DE LOS ASESINOS 4 "SED DE SANGRE" por desire nemesis

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Estaban merendando chocolate caliente en esa tarde invernal. Subaru se ofreció a ir por leña. Joey estaba enojado con Seto porque se mostraba más huraño e irascible que de costumbre. Entendía que con su carácter controlador estaría frustrado pero en un momento así eso no sumaba. Shun miraba enojado a su hermano mientras Hyoga intentaba ignorar a los dos y Renji solo estaba preocupado por Sumeragi.

 

Había caído una capa de nieve durante la noche anterior que cubría todo con su manto blanco y níveo. Personas vestidas de oscuro y muy sagaces  recorrían dicho manto entre los montes de abetos y arces que cubrían esa boscosa llanura. Eran silenciosos y sus pasos disciplinadamente callados.

 

 

 

 

 

 

 

 

Señor Wheeler. ¿Cuándo cree que lleguen esos tipos?—le preguntó Renji.

 

En ese momento, en algún lugar del bosque alguien pisó una indeterminada trampa haciendo que una mina de proximidad explotara mientras varios árboles eran despedazados el rumor recorría el bosque como un animal furioso en plena embestida.

 

¡Ya llegaron!—contestó Joseph.

 

¡Subaru san!—gritó el otro parándose nervioso. El pelinegro estaba afuera y en peligro.

 

De pronto algo atravesó una de las paredes exteriores y el melado dijo—Ya llegaron dentro—

 

Pensé que las trampas les pararían—reclamó el tatuado.

 

Las trampas solo son para diezmarlos, recuerda que son soldados de elite, no todos pueden caer con esa clase de trucos—le respondió el asesino mientras corría al muro exterior a ver que pasaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se encontró con un hombre grandote que blandía un hacha tan grande como este—Tu eres el tipito ese al que llaman el rey—aseveró casi a desgano el grandote.

 

Joey sonrió.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dentro de la casa Shun, Hyoga, Renji y Seichiro se encontraron con rivales un tanto distintos pero como era de esperar tan mortales como el del hacha.

 

Sei se las veía con una mujer que usaba un látigo. Shun con un tipo que usaba una lanza de hierro, a Renji uno que usaba un disco de metal de gran tamaño tanto como escudo como para atacar y Hyoga fue el que se encontró con tal vez el peor de todos los enfrentamientos.

 

¡Hermano!—dijo el ojos azules.

 

¿Qué haces Hyoga? ¿Por qué nos deshonras de esta manera?—preguntó el mayor, su larga cabellera rubia y su mirada casi atemporal eran un duro muro que castigaba al menor de ambos. Ambos eran huérfanos adoptados por el Yamitori para convertirlos en sus soldados. Habían pasado por mucho soportándolo todo para ser reconocidos. Por eso es que Saga estaba tan furioso con Hyoga.

 

 

 

 

 

Como era de esperarse los hermanos Sakurazukamori terminaron rápido con sus respectivos oponentes.

 

El del hacha había despojado ya a Wheeler de sus armas, primero se protegió de sus balas con las hojas gemelas de su instrumento mientras se reía de que el otro dependiera de tan débil elemento como armas de fuego.

 

¡Ahora no te queda más que morir!—le dijo abalanzándose a por él.

 

¿Qué? ¿Crees que estoy desarmado?—preguntó el asesino con una sonrisa torcida mientras saltaba hacia él girando en el espacio mientras el hacha pasaba por debajo suyo y el otro hacía un colosal esfuerzo por hacer que esta corrigiera su curso después de parar y le defendiera a la vez que hería a su atacante—Tú más que nadie debería saber que se puede usar el propio cuerpo como arma—añadió.

 

Joseph encorvaba su índice y su anular mientras elevaba su hombro y codo, de estar flexionados los dedos estos tenían solo posibilidad de lastimar los ojos si no se aplicaba la fuerza correcta pero irguiéndolos para atrás mientras apuntaba con ellos a los globos oculares convertía a estos en rígidas saetas que no se detendrían hasta traspasar estos, atravesando una de las letales puertas al cerebro.

 

Su enemigo miró con estupor como esos pequeños pedazos de carne y hueso se acercaban inexorablemente en una fracción de segundo a sus ojos y luego no vio ni oyó nada más.

 

Fue un movimiento realizado en milisegundos por un experto, fue como la picada de un escorpión cuando estira su cola y pica con su agijón.

 

El del hacha cayó al piso ya sin vida y el rey sonrió después de caer en sus cuatro extremidades.

 

 

 

 

 

 

Así que te has unido a ellos después de todo—dijo la mujer con desdén—Sabes, yo quería ser como tú pero ahora veo que solo eres un asqueroso traidor—

 

¡Me halagas!—dijo el de lentes oyendo lo que quería oír e ignorando el resto—Lo pondré en tu lápida. ¿Si?—dijo el segundo con una sonrisa ladina y una mirada asesina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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