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EL REY DE LOS ASESINOS 4 "SED DE SANGRE" por desire nemesis

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Esperó dos horas en el acceso de las barracas Irashi a que el Sakurazukamori se le reuniera para salir juntos rumbo al lugar donde encontrarían el objetivo que previamente le indicaran. El chunin le dijo lugar y le dio los papeles. En ningún momento se vieron pero él esperaba al loco. Debía tener un aura peligrosa inconfundible.

 

De pronto alguien le gritó--¡Hey! ¿Qué haces ahí parado?—

 

Espero a alguien—le contestó enfurruñado Hyoga ya que el otro llevaba retraso.

 

¡Lo sé! Me mandaron decirte que Sakurazukamori está en la puerta esperándote hace rato, que ya se impacientó y que se va sin ti—le indicó el otro genin.

 

El ojos azules puso los ojos como platos. ¿Cómo? Si eso llegaba a saberse sería reprendido. ¿Acaso el otro lo eludió? Furioso se fue tras el tipo que lo dejaba mal.

 

Entonces cuando llegó a la entrada del campamento academia de los Yamitori vio a la joven kunoichi de hace un rato, un poco escuálida pero muy mona. Posiblemente una médico porque no podía dar mucha pelea.

 

Iba a preguntar al portero donde estaba Sakurazukamori cuando la joven volteó y comenzó a alejarse. La miró un momento y luego se impuso preguntarle a este.

 

¡Oye! ¿No eres tú el que acompañará a Sakurazukamori? Entonces… ¿Qué esperas?—preguntó el tipo señalando la espalda de la que descubría que no era una linda joven.

 

Era Shun Sakurazukamori, el loco o Hades, como se le denominaba en clave.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Vámonos!—le indicó el peliverde luego del disparo.

 

¿Pero que has hecho?—preguntó el rubio.

 

Shun no resopló no nada parecido. No sentía  ni orgullo ni frustración. Solo esperaba a ver donde lo llevaba el destino. Había descubierto la paz propia de los muertos por eso había elegido ese nombre clave. Por eso y…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estaba leyendo o tratando de leer el libro que dejara su hermano al ir al baño, tenía el libro en sus manos cuando el otro volvió.

 

Dejó el libro de inmediato y lo miró muy tieso. Su hermano era un ser poco demostrativo y callado pero esa vez le sonrió y Shun descubrió que el otro tenía una sonrisa gentil. Se sentó en la silla a su lado y le preguntó--¿Te gustó?—

 

¿Qué es nii san?—preguntó el niño después de asentir.

 

Se llama mitología griega. Lo leía cuando era niño. Ahora será tuyo—dijo obsequiándoselo.

 

Hades es el dios de la muerte en ese libro. Por ello y lo que hizo aquel día decidió tal apodo.

 

Hyoga no sabía que hacer mientras lo veía apuntar al otro tipo convencido que era el rey.

 

¿Y si no es?—preguntó el ojos azules.

 

Será un simple error—dijo el frío asesino.

 

Yo estoy aquí para…--trató de advertirle el rubio.

 

¿Detenerme?—preguntó sin mirarlo y en su voz resonaba el sarcasmo como si concibiera imposible que un mosquito atrapara a un sapo.

 

En la mira vio la cara de su objetivo volverse hacia él y buscarlo con la mirada. Pensó por un momento en dispararle pero algo lo detuvo. Fue como una emoción distinta. Quería verse cara a cara con el rey de los asesinos y si esperaba tendría la oportunidad de que el escurridizo asesino se enfrentara a él cuerpo a cuerpo. Dejó el rifle con mira telescópica en el suelo y se puso a hurgar en su mochila.

 

¿Qué haces?—preguntó el rubio al verlo así.

 

Viene para acá—le dijo muy tranquilo Hades dándole la espalda.

 

¿Y lo dices tan tranquilo?—se asombró Hyoga.

 

¿Qué? ¿Te asusta?—preguntó el de ojos verdes.

 

Por supuesto. El tipo es el mejor asesino del mundo. ¿Qué? ¿A ti no?—preguntó su compañero.

 

El peliverde miró al estrellado cielo y respondió—En realidad me parece emocionante—

 

“En verdad está loco” se dijo el ojos azules y de pronto sintió el repiquetear de algo en el suelo y al mirar bien se dio cuenta de lo que se trataba. Se le heló la sangre. Eran los eslabones de una gruesa cadena plateada. De pronto recordó la historia del otro estudiante y dio un paso hacia atrás.

 

¿Qué? ¿Te pusiste nervioso?—dijo el otro sin mirarlo como si supiera de su inconsciente retroceso y disfrutara el olor a temor del aire. Después de una pausa se paró y volteó. Tenía una máscara plateada en la cara donde solo tenía dos rasgaduras por ojos. Era ominosa como se la mirara. Al rubio le preocupó su propia seguridad por primera vez.

 

 

 

 

 

 

 


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