Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El arte del perdón por Aquarius No Kari

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El arte del perdón

 

Cicatriz

 

POV Of Aioros:

 

Inevitable es el sentir lo que mi corazón hacia ti profesa; pero aún más lo que mi conciencia dicta que sienta: odio.

 

Yo te amaba, tú fingías
Como un ángel, me tratabas
Como si fuera yo tu único ser...

 

Porque tú traicionaste aquello que yo consideraba más sagrado, aún más que mi lealtad hacia la diosa, incluso que mi propia vida y deber.

 

Si tan sólo aquella noche me hubieras escuchado. Tan simple con abrir tus oídos y cerrar los ojos. Tanto como el creer en mis palabras por encima de lo demás, a pesar del que dirán. En realidad que si me hubieras amado...

 

Yo, para tu desgracia, recuerdo tal como fueron las cosas. Tu necedad para creerme, las duras palabras que atravesaron aún más que la técnica de tu espada, mi corazón.

 

Me eh mirado más una vez más dentro de tus verde oliva pupilas, como para no ser más que suficiente el hecho de saber que si lo hago una vez más, me perderé dentro de ti, descubriendo a fin de cuentas, que llevas una carga acuestas sobre ti. Sin embargo, tu penar ahora no es basto para mí. No lo es. Te odio. Ya no deseo que sientas mi piel, ni siquiera el sabor de mis besos, nada, nunca más. Estoy más que decidido a odiarte hasta la nueva eternidad y que en tu vida no sientas mi calor humano una vez más.

 

Yo me creía tus mentiras
Y tú reías a mi espalda
Y robabas lo mejor, ladrón, tu...

 

Porque te amaba con locura. Por que tú me traicionaste. Jamás creíste en mi, me dejaste a mi suerte con aquella bebé en los brazos, mientras reclamabas algo que yo no hubiera cometido, eso bien lo sabias, si me hubieras amado como decías, seguro estoy de que otra cosa pudo haber ocurrido...

 

Pero no fue así...

 

La noche que morí, desee nunca haberte conocido. Ese nefasto día con el corte de tu brazo, lograste arrancar el sentimiento profundo que llegue a sentir, reaplazándolo por odio y rencor. Y es que no te bastó con enamorarme, con tus niñerías, tus miradas y aquella sarcástica forma tuya de ser; si no que te llevaste contigo mi esencia y el tiempo que por compartir contigo no aproveché con mi hermano...

 

Y hoy te digo que yo
Te di toda mi fuerza, mi ilusión
Y en cambio me dejas solo, confuso
Y lleno de desilusión

 

Aunque eso ahora no importe, ni mucho menos el recordar viejas cosas sin sentido que me atormentan, haciéndome tomar decisiones incorrectas como el mirarte.

 

Necesitaba un apoyo que me negaste. Tú a quien menos imaginé encontrarme detrás de mi cabeza. Persiguiendo la vida de alguien a que le prometiste algo que no pensabas cumplir...

 

El dolor, que dejaste al pisar mi corazón
Y si crees que eres tú
Ya verás cuando vuelvas aquí
¡OH!, se irá el dolor

 

Mi rostro escondido entre la suave almohada, la cual logré sujetar con mis dedos con furia, cubre un semblante lleno de amargura y unas lágrimas que aunque intente reprimir, me hacen recordar lo que trato de olvidar: que lamentablemente soy humano.

 

Y tu sombra me persigue,
Me asfixia y me rompe
El fantasma que ahora eres tú...

 

Si algo pudiera desear, pediría morir; porque hago una promesa que no puedo cumplir, porque es mucho más fuerte que yo, ya que lo que aún siento por ti me carcome sin piedad, llamando a mis orbes a que se embelesen contigo, a mis oídos que se maravillen con el sonido de tus voz y a mis labios a endulzarse con el pronunciar de tu nombre...

 

Pero es una fantasía. Ya no eres lo que fuiste, no desde que volviste de entrenar en las montañas de España. Una vez que regresaste al santuario con tu técnica perfeccionada, las cosas no volvieron a ser lo mismo de antes...

 

Y sonrío en mi locura, porque fueron para bien. ¿Cómo olvidar los tiempos antes de que fueras un caballero?

 

Siempre fuerte, siempre débil
Terminar, regresar
Nada es estable y yo rompo el vicio, aquí...

 

Aún recuerdo al Shura tembloroso y tímido que llegó aquél día a Grecia, hablando a penas español a sus siete años, logrando aprender con prontitud el griego que me pediste te enseñara. Las veces que tus pequeñas manos se aferraban a las mías cuando tenía que marcharme. Ocasiones sin fin en que compartimos el mismo reposo a tu falta de edad, sintiendo la oscuridad como adversario mayor a ti mismo.

 

Como el río, el tiempo siguió su cause, permitiendo que salieras victorioso de entre todos los aprendices que codiciaban la dorada armadura de Capricornio, La portaste con orgullo aquella tarde, mientras los rayos del sol, que desaparecía detrás de una montaña, iluminaban tu rostro al igual que esa sonrisa satisfecha. Correspondiendo el ademán que tuviste al saludarme con tu blanca mano, yo te estreché contra mi pecho, permitiendo que tu respiración golpeara mi hombro. Y cuando el aire dejó de fluir hacia tus pulmones, debido a mi fuerte agarre, de mi te separaste con un sonrojo en tus níveas mejillas, cruzando una intimidada mirada con la mía orgullosa.

 

Fue ahí cuando comprendí que algo estaba cambiando.

 

Un año más tarde te vi. Habías partido hacia España para perfeccionar una técnica que a mi parecer, con el hecho de ser tuya, era más que perfecta.

 

Aquél día estabas parado en la cima de esa roca, contemplando con el entrecejo fruncido, una dirección contraria a la misma donde yo venía. Meditabas sobre algo, no por nada bien te conocía. Te llamé y tu rostro iluminado hacia mi giraste. Asombrado estaba por tu cambio, aún más por el poder que momentos antes habías desprendido contra la roca a la que con tanto afán estudiabas. Entonces me abrazaste, dejando que notara el calor que a mi cara acudía y que en matiz rojo se exponía. Sentí un hormigueó con tu tacto, aún más un cosquilleo en mi vientre, y una intimidación mayor cuando me sonreíste después de que alabé tu crecimiento tanto mental como físicamente.

 

Y lo que siguió después fue mi calvario, el dolor más exquisito que jamás hubiera experimentado. Tus mentiras y traiciones. Las noches que cuestionaste mi decisión de seguir con la tarea que Shion debía dejar, y tus réplicas ante mi silencio.

 

El glorioso instante en que de mis labios salió lo que verdaderamente sentía por ti. La noche en que nuestras bocas probaron algo aún más dulce que la miel, y el tacto más suave que la llamada brisa de verano. Las palabras que con caricias callamos, y con miradas profundizamos....

 

Pero todo ah quedado en el pasado, en lo más recóndito de una oscuridad que no deseo iluminar, dejando que se convierta en un recuerdo perdido que no ambiciono recuperar.

 

En la cama me siento, negándome a volver a abrir la tumba que por muerto lleva a mi propio corazón.

 

Con frustración repaso mi rostro, dejando que las gotas saladas de llanto, que un camino han marcado hasta mi barbilla, se impregnen en mis morenos dedos hasta desaparecer las huellas de dolor.

 

Mis pies me llevan fuera de la habitación, hacia el corredor para luego salir de mi templo. No me place la idea de atravesar Capricornio tan sólo porque el patriarca ordenó que lo hiciera, si pudiera volar sobre ella, o fingir aún más indiferencia de la que mi cansada alma ya profesa, lo haría; pero las fuerzas son pocas, mi odio aún no es basto para hacerlo, y temo no sólo encontrarlo, si no caer rendido ante sus encantos.

 

Quizá a la vida no le parezca suficiente la multa que ya me ha cobrado, ahora me martiriza la escasa humanidad en mí, con la presencia de él... de Shura...

 

Tengo un pie en el primer escalón del templo que custodia, del mismo que le ayudé a conseguir. Mis ojos, sin que yo me lo proponga, se han cruzado con lo suyos, mientras él salía a estirarse un rato, parado en una extraña poción con los puños hacia el cielo, el obligo descubierto y el cabello más alborotado que como solía yo recordar.

 

Sus labios se mueven, puedo ver sus marfilados dientes asomarse tímidamente entre ellos... (“No te atrevas a decir mi nombre...” En silencio lo pienso). Mi corazón late a una velocidad con la cual no recordaba que pudiera hacerlo. Escucho un leve sonido proceder de su boca... (“No te atrevas...” Le exijo)

 

-“Aioros...”- Musita con un destello en sus ojos que vuelve a encantarme.

 

No hay nada que decir
Ya no tienes que mentir
Trágate tu vil traición
Yo me voy

 

Pero lo odio.

 

Ni quiero, ni puedo controlar lo que siento.

 

Lo aborrezco tanto...

 

Un torrente de sentimientos me atormenta, y en mi corazón se forma, un pedazo de rencor. Mis puños se aprietan en la misma posición donde los tenía. Mis dientes proceden a imitar mis extremidades, en lo que un temblor recorre mi cuerpo haciendo vibrar cada célula viva de mi interior.

 

-“Espera... no te vayas...”- Me llama. No, me ordena que no lo haga; ¿Pero quien es él para mandar sobre mis actos cuando no quiso escuchar antes mis razones?

 

Con veloces pasos me alejo. Siento saltar mi cuerpo al bajar con la rapidez con la cual lo hago, cada peldaño de camino hacia mi resguardo, el único lugar donde él no volverá a dañarme y en el que me quedaré, como perla que es celosamente protegida por una ostra.

 

Pero algo me detiene, obligándome a que mire hacia capricornio debido a que por la impresión mi rostro se gira hacia donde mi opresor toma mi brazo

 

-“Tenemos que hablar. Te lo ruego, escúchame...”- Esa mirada que me dedica me asfixia, me debilita al grado de sentir mis rodillas siendo atraídas magnéticamente hacia la grisácea roca. Sus pupilas tiemblan, me taladran llegando hasta el más oscuro rincón de mi corazón...

 

-“¿No quieres que te explique?

 

-“Muere como un hombre. Te permitiré morir con mi espada sagrada Excalibur...”

 

Las palabras llegan directamente a mí desde el fondo de algún recuerdo oculto, desde la noche en que tu vil traición devoro en pedazos mi corazón.

 

Con la fuerza que obtengo de algún lugar desconocido hasta para mí, de un jalón me deshago de su agarre, obteniendo como resultado, el quedar libre para escapar de las garras de tu mentira

 

-“Aioros...”- Suplicante baja detrás de mi

 

-“¡No te atrevas a decir mi nombre una vez más!”- Le grito desgarrándome la garganta, sin importar que el eco de mi voz resuene en las erosionadas rocas. Sorprendido me mira. Y no es para menos si esperaba que yo lo recibiera con los brazos y el corazón abiertos, cuando a punta de patadas me echó de su vida

 

No existe un perdón,
No existimos tú y yo,
No aguanto tu actitud...
Yo me voy

 

-“Perdoname... nunca hubiera sido mi intención el lastimarte... no en otra situación”- Musita culpable, incluso miserable. Se lo merece, lo sé; pero mi alma no siente tranquilidad, sólo penumbra y soledad...

 

Nuevamente le doy la espalda, oponiéndome al deseo que mis ojos expresan por dejar brotar de ellos algo líquido que ahora aborrezco, haciéndome tan débil e inmune a cualquier deseo y suplica suyas...

 

-“Tu mirada mata...”- Escuchó que murmura a mis espaldas, provocando que la sangre hierba aún más en mi ser.

 

-“No tanto como tu traición...”- Le respondo con la voz tan fría como el poder de Camus, esperando que de igual forma congele cualquier acto reconciliador entre nosotros. De nuevo detengo mi andar. Ha tomando entre la palma de su mano mi brazo, procurando que me quede con él y no huya

 

-“¡Tienes que escucharme!”- De nuevo suplica, tomando mi otro brazo también para que lo encare. A mis extremidades descubiertas, un hormigueo las recorre, siendo más que gratificante, aborrecido su contacto

 

-“Si es para que tu pobre alma atormentada descanse, no pienso hacerlo”- Respondo con dureza y frialdad, sin inmutarme por el gesto sorprendido y melancólico con el que ahora me mira, tratando de descubrir en mis ojos algo que se ah perdido. Una vez más obtengo fuerza y me deshago de sus manos, salvo que ahora no le doy la espalda y lo encaro, mirándolo con unos ojos que sé delatan mi odio  

 

Lo que ves es lo que soy...

 

-“Tú no eres Aioros...”- Balbucea desconcertado, contrayendo el entrecejo hasta fruncirlo y arrugar graciosamente su frente.

 

¿Me desconoce? No debería. En esto me ah convertido  

 

Sonrió triunfante al ver su afligido semblante, cubierto por desesperación y rastros de una amargura que merece  

 

Lo que ves ya se marchó...

 

-“La persona que tanto amo...”

 

-“Murió por tu propia mano”- Clavo la daga en su corazón, aunque me pese decirlo, incluso más el sentirlo –“El que surgió del fondo del barranco te aborrece. Y está tan lleno de odio...”

 

-“Mientes”- Interrumpe mis inyectadas palabras de odio, con un tono lastimero y entrecortado en su voz –“Diferente, pero aún esta en ti...”- Silencio sus ingenuas palabras con una fría –espero que también sarcástica- risa

 

-“El Aioros que conociste hace años ya no existe”- Le digo apretando los dientes y tomando con los puños su camiseta. Coloco un dedo en su cien con firmeza –“Lo que ves aquí, desapareció... ”- Con una mano señalo mi corazón –“Y aquí ya sólo hay odio...”

 

Me alejo de su lado con el paso aun más apresurado, dando grandes zancadas para salir de su alcanza antes de que regrese del lugar al que mis palabras lo han mandado  

 

Y al dar la vuelta, siendo consiente de que una peña cubre mi huída, recargo la palma de mi mano sobre la superficie de una roca erosionada, para impedir caer al suelo mientras mi rostro ensombrecido es cubierto por las lágrimas que arriba no quise permitir que viera

 

¿Por qué a pesar del odio que le profeso, tengo que sentir esta dualidad entre mi corazón y la razón?

 

¿Albergaré aún ese sentimiento tan profundo, llamado amor hacia él?

 

Yo creo que no...   

 

 

Extras: Canción de RBD, Me voy

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).