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Kurama por Higary

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Notas del capitulo:

Holi hola, gente bonita!! Después de una larga espera, finalmente aquí les traigo la segunda parte de ese peculiar fic (Kyuu: Peculiar porque el protagonista no es parte de la pareja principal de la historia). Tenía contempladas más cosas para este capi, pero decidí mejor dejarlas para el siguiente, donde se incluirá una escena que ansío escribir, jeje, pero bueno. Muchas gracias por los comentarios recibidos, me disculpo por haber tardado en contestarlos, pero saben que siempre los leo con cariño. Y ya les hice esperar mucho, así que mejor les dejo para que pasen a lo que vinieron: ¡¡a leer!!

 

La pared de los lectores: sapphr13 (¡primer review!), Zanzamaru (¡mención honorífica por todas las imágenes que me pasó para inspirarme!), Nezumi, Uzuna, soul evans, Arairy, lulubell, Hikari XD, MiYuKy61, yuecatleen, KIRAdesu, irlandaKII, nezumi ross, Xio, Acosadora-chan (?) y SunaLove51.

 

Disclaimer: Como es bien sabido, los personajes son propiedad de Masashi (vendido) Kishimoto. La idea para este fanfic no recuerdo cómo surgió.

SEGUNDA PARTE

 

Con tan sólo tres meses de edad, el pequeño Naruto ya estaba habituado a la persona de cabello anaranjado que todos los días se encontraba a su lado y le sonreía cuando se quedaban a solas. Kurama lo acompañaba siempre, tanto en forma humana y animal, justo como en ese momento lo hacía. Estar junto a ese bebé le producía un mar de emociones que no le permitían quitarle un ojo de encima, pues no deseaba que nada malo le sucediera. Pero el zorro tuvo que salir de su ensoñación cuando escuchó el teléfono sonar y a Kushina apresurarse a contestar antes de que el ruido despertara a su hijo.

-¿Diga? Ah, Minato, ¿qué pasa?

El demonio movía las colas para entretener al pequeño, quien sonreía e incluso estiraba sus bracitos para intentar sujetarlo. Observó a Kushina colgar el teléfono y suspirar.

-¿Ocurrió algo? –le preguntó

-Minato ocupa que le lleve algunos documentos, pero está lloviendo y no quisiera que Naruto se moje.

-Ve, yo me quedo con el mocoso.

-¿Seguro? –preguntó y lo vio asentir con seguridad- ¡Gracias, Kurama!

Quizá para muchos sería difícil dejar a su bebé al cuidado de un demonio, pero la pelirroja confiaba ciegamente en Kurama y sabía que él protegería a Naruto con su vida. Ella creció a su lado, era su gran amigo y confidente, por eso no dudaba de sus capacidades.

 

Una vez que la mujer se marchó, el demonio adquirió su forma humana, de esa manera podía cargar al pequeño quien en cuanto miró al hombre de cabellos naranjas, de inmediato comenzó a removerse, señal de que quería que lo alzaran en brazos.

-Eres demasiado pequeño para actuar como un mocoso consentido –le dijo, ganando una sonrisa del bebé y provocando que le correspondiera de la misma manera-. Voy a cuidarte bien, Naruto. Te lo prometo.

 

Uzumaki Naruto trajo cambios tanto para el joven matrimonio como para su amigo y compañero de vivienda. Los tres tuvieron que aprender a cambiar pañales, preparar biberones, cargar a un bebé y bañarlo con cuidado. O bueno, en realidad el matrimonio tuvo que aprender eso, ya que Kurama había pasado esa misma situación con Kushina, su padre y varios de sus ancestros. Pasaron noches en vela cuando al niño le daba por llorar, corrían al médico cuando llegaba a enfermarse (lo cual era raro, generalmente eran ellos quienes exageraban y entraban en pánico) e incluso a veces se peleaban por ver quién sería el que jugara con el pequeño.

 

Minato se encargaba de capturar todos esos momentos en fotografías y videos. Estaba convencido que cuando su hijo fuera mayor, le agradaría ver esos recuerdos que atesoraría toda su vida. Justo como en ese momento que intentaban enseñarle a hablar.

-Vamos, Naruto, di “kaa-san” –pedía Kushina

El bebé tenía su sonaja en una mano y observaba a su madre para balbucear de vez en cuando. Estaba más concentrado en seguir moviendo su juguete con alegría.

-Anda, Naruto, yo sé que puedes hacerlo.

-Creo que es muy pequeño para esto, Kushina –opinó el rubio

-Pero si se la pasa haciendo ruiditos y parece como si platicara con nosotros. Estoy segura de que él ya desea hablar.

-Si eso es cierto, entonces seguramente será igual de escandaloso que tú, habanero.

-¡Kurama! –reclamó ella

-Precisamente a eso me refiero, ¿o no, Minato?

-Eh… Bueno…

-¡Minato!

-… Ku –dijo de pronto Naruto, abriendo y cerrando sus manitas

-¿Ku? –repitió la pelirroja- No, cariño, es “kaa-san”.

-Ku –volvió a decir, esta vez señalando con su juguete al zorro

-Kurama –habló Minato, entendiendo lo que su hijo trataba de pronunciar

-Kuda… Ku.

-Te dije que yo sería su primera palabra –comentó el demonio en tono ufano-. Tendrás que pagarme, habanero.

-¡Rayos! Eso no es justo.

-¿Apostaron? –se escandalizó un poco el Namikaze

-Hace muchos años, cuando tú y yo todavía ni salíamos –suspiró-. Siempre tuve la esperanza de que la primera palabra de mi primogénito fuera “kaa-san”. Pero –giró el rostro para ver cómo el zorro se había acercado al bebé y este lo abrazaba como si se tratara de un peluche- tampoco es como si me molestara que ellos sean tan unidos.

-Estoy seguro de que tú lo tratabas igual que Naruto lo hace.

-De eso no tengo ninguna duda –rió con alegría

 

Los días pasaron y el rubio menor comenzó a tratar ponerse de pie. Hasta el momento todos sus intentos eran inútiles, siempre terminaba cayendo de sentón (por fortuna sus pañales amortiguaban el golpe), pero eso no lograba desanimarlo, al contrario, se esforzaba con más ganas.

-Es igual de terco que ustedes dos –les decía el zorro a los esposos

-Son los genes de Minato –aclaró Kushina, bebiendo té

-¡Oye! –reclamó el aludido

-Querido, los tres sabemos que eres más testarudo que yo, sólo que no lo demuestras tan abiertamente.

-Te dije que lo de llamarlo genio debía ser una simple fachada, habanero.

-Cierto, pero eso no quita que sea guapo. Digo, con ese cabello rubio, ojos azules y radiante sonrisa, era imposible no prestarle aunque fuera un poco de atención.

-Viéndolo de esa manera, con razón te fijaste en él.

-Ambos son crueles conmigo –suspiró el hombre

Al ver que su progenitor parecía afligido, Naruto intentó nuevamente ponerse de pie y lo logró. Con paso tambaleante, y sin que los demás se dieran cuenta, se encaminó hasta llegar frente a su padre y lo jaló del pantalón para llamar su atención

-Otou… -dijo y sonrió; al parecer intentaba animarlo

-¡Naruto caminó! –gritó Kushina y lo cargó de inmediato, llenándole el rostro de besos- ¡Muy bien hecho, cariño!

-Mi bebé caminó –balbuceó el Namikaze, sonriendo bobamente

-Entonces ya sabemos cómo motivar a Naruto: deprimiéndote –sonrió con maldad el zorro

-Sí, eso es… ¡¿Qué?! ¡Kurama! ¡Eso es cruel!

-¿Dónde quedó el “san”, Minato idiota? Además te recuerdo que soy un demonio, kukuku.

 

En cuanto Naruto aprendió a caminar, Kurama lo vigilaba más constantemente porque ese niño resultó todo un torbellino inquieto. Le encantaba explorar la casa y tocar cuanto objeto nuevo o brillante se le atravesara. Lo que sí podía destacar de él, es que a pesar de ser tan joven no era egoísta, sobre todo con la comida.

-Kudama, ¿galleta? –preguntó mientras le ofrecía de las galletas que llevaba guardadas en su ropa

-Claro, mocoso. Toma unos dulces que saqué del cajón de Minato.

Gashias, Kudama!

Ya que hacía rato que no escuchaba ruido (y eso era algo preocupante en su casa), Kushina fue a investigar qué hacía ese par y los encontró en la habitación del rubio muy entretenidos devorando las galletas. Podría haberlos regañado por estar comiendo golosinas y galletas antes de la cena, pero lucían tan adorables ahí juntos compartiendo su botín, que no tuvo el corazón para hacerlo.

 

De esa manera pasaba la convivencia en aquella familia de tres humanos y un demonio. Comían juntos, platicaban, los fines de semana jugaban en el jardín, Kushina y Naruto molestaban a Kurama mientras Minato trataba de mantener orden… Pero siempre terminaba uniéndose a ellos y un enorme zorro de nueve colas los perseguía por todo el patio.

 

Los años transcurrieron y el pequeño Naruto llegó a la edad de cuatro años. Una tarde que Kushina llevó a su hijo para que jugara en el parque, Kurama aprovechó para dormir lo más posible. Ese niño hiperactivo lo traía de arriba abajo e incluso para él, siendo un demonio, era difícil seguirle el ritmo. Y hablando del niño, entró corriendo y de inmediato llegó a la sala para arrojarse encima del demonio que ya estaba acostumbrado a esa acción, de modo que lo sujetó con sus colas.

-¡Kurama! ¡Tengo un nuevo amigo! –declaró con alegría

-¿Un amigo? –preguntó, arrugando el ceño

-¡Sí! Conocí a un niño gacioso y jugamos mucho.

-Se pronuncia gracioso, mocoso.

-Hijo, ve a lavarte las manos –pidió Kushina, dejando las bolsas del supermercado

-Está bien, kaa-chan –y se fue corriendo

-¿Qué clase de niño es el que Naruto mencionó?

La pelirroja sonrió ante el lado sobreprotector del demonio, pero decidió no hacer comentarios al respecto.

-Descuida, es un pequeño de la misma edad de Naruto, bastante educado para su edad. Se llama Sasuke.

-¿Sasuke?

El demonio se quedó callado, giró la cabeza hacia la dirección por la que el rubio se había ido corriendo y su mirada se tornó vacía. Kushina se percató de esto, por lo que tomó asiento a su lado y le pasó una mano por la cabeza para acariciarlo.

-¿Qué sucede, Kurama?

-… No es nada –suspiró y luego sonrió con maldad-. Sólo recordaba cómo parloteaste sin parar cuando conociste a Minato. Pensar que al inicio no te agradaba mucho que digamos y terminaste casándote con él, habanero.

La Uzumaki se sonrojó, pero soltó una ligera carcajada porque todo aquello era cierto. Kurama se acurrucó a su lado y dejó que siguiera acariciando su pelaje. Él había visto crecer a esa hermosa mujer, la quería mucho y estaba enormemente agradecida con ella por darle a la persona que esperó durante bastantes años. Kurama quería que ellos dos (y también Minato) fueran realmente felices. Así que vigilaría bien a ese supuesto nuevo amigo para que no llegara a lastimar a Naruto.

 

La siguiente vez que Kushina llevó a Naruto al parque, Kurama (en forma animal) se escabulló para vigilarlos oculto desde unos arbustos. El chico de ojos azules estaba jugando en el cajón de arena y no pasó mucho tiempo para que otro niño de cabello azabache, ojos negros y piel blanca llegara a su lado, acompañado de un pelinegro como cuatro años más grande.

-¡Sasuke! ¡Itachi nii! –alzó la mano el rubio y sonrió

-Buenas tardes, Kushina-san –saludaron ambos recién llegados y de inmediato el menor se fue corriendo hacia Naruto

-Buenas tardes, Itachi-kun, Sasuke-kun –sonrió-. Quiero suponer que a Sasuke-kun le agrada mi revoltoso hijo.

-Sí, y eso es raro –comentó Itachi y sonrió un poco también-. Sasuke no es muy amistoso que digamos.

 

Desde su escondite Kurama observaba a esos dos niños jugar. Su pequeño rubio sonreía de manera radiante al otro infante, quien aunque más reservado, no dejaba de dedicar pequeñas sonrisas de vez en cuando a su alegre amiguito. Algo se removió en las entrañas de Kurama al presenciar esa escena. El pequeño Uzumaki era feliz y eso era lo que el demonio siempre deseó para él, desde que despertó y supo que lo estaba esperando. Deseaba con todas sus fuerzas que una sonrisa siempre adornara el rostro de Naruto y fuera la persona más dichosa del mundo. Cierto, tarde o temprano debería pasar por tristezas y preocupaciones, pero se encargaría de estar ahí para apoyarlo y consolarlo, si era necesario. Pero nunca estaría solo. Y ese Uchiha era la prueba de ello.

 

-¿Qué sucede, Naruto? –preguntó de pronto Sasuke

-Pensé que alguien nos veía –volteó a su alrededor, pero los únicos que estaban cerca eran su madre e Itachi, quien leía un libro

-¿Alguien malo?

-No sé –se encogió de hombros y sonrió-. Mejor sigamos jugando. ¡Pometiste enseñarme a hacer una casa de arena!

-Se llama castillo de arena –corrigió-. Bueno, vamos.

 

El demonio alcanzó a esconderse a tiempo. Jamás les había dicho que a veces, cuando Kushina y Naruto salían a la calle, él los seguía a la distancia para vigilaros y cuidarlos. Prefería que no se enteraran, y no porque fueran a molestarse, sino porque seguro que la pelirroja gritaría emocionada que él se preocupaba mucho por ellos, Naruto tal vez no entendería, pero se emocionaría igual que su madre, y Minato no dudaría en aprovechar para burlarse de él. Tal vez no debió molestar tanto al rubio mayor, ahora el mocoso (ya adulto) no dudaba en responder a sus comentarios mordaces.

 

Así una nueva rutina se estableció, en la cual se hizo frecuente que Naruto acudiera al parque y jugara con Sasuke, en ocasiones obligaban a Itachi para que se uniera a sus juegos. El hermano mayor era bastante tranquilo y paciente, así que no le era difícil seguirles el ritmo a esos dos, además valía la pena porque estando el rubio cerca, su hermanito se comportaba más como un niño inquieto y travieso. Kurama los observaba en ocasiones, cuando se dio cuenta que nada malo le pasaría a Naruto mientras estuviera con ese par de hermanos, decidió confiarles su cuidado mientras él se quedaba tranquila y pacientemente en casa, sabiendo que al regresar, el hiperactivo infante de ojos azules le contaría todas las aventuras del día junto a su amigo Sasuke.

 

-Tomen, niños –dijo Itachi mientras les extendía unos helados

-¡Gracias, Itachi nii! –exclamó el rubio con alegría

-Gracias, nii-san –respondió el pequeño moreno, más calmado

-¿Y para ti, Itachi nii?

El mayor le mostró un chocolate, a lo que Naruto rió con diversión. Desde su perspectiva, Itachi era fabuloso: inteligente, amable, fuerte y le encantaban los dulces. En cierta medida envidiaba a Sasuke por tener un hermano mayor tan genial, pero en un arranque, mientras se notaba deprimido y le hizo tal confesión a su amigo, éste le prometió que sólo con él aceptaría compartir a su hermano. A Naruto la idea le fascinó, de modo que ahora con más confianza se colgaba de Itachi y jugaba con él. Y por todo esto él comenzó a platicarles un poco de su amigo Kurama, de las cosas que le enseñaba, lo que veían en la televisión o incluso lo que comían a escondidas de sus padres. Quería contarles lo increíble que era Kurama, pero desde muy pequeño tanto Kushina como Minato hicieron énfasis en que la existencia del demonio era un secreto de familia y debían ser muy cuidadosos con ello. Él no entendía mucho, ya que a su parecer era increíble vivir al lado de un demonio con forma de zorro de nueve colas que además podía adquirir aspecto humano, pero como sus papás lucían tan serios siempre que tocaban ese tema, el infante trataba de contenerse (lo más que su pequeña mente le permitía).

 

La amistad sincera entre aquellos tres niños sólo continuó fortaleciéndose. La presencia de Naruto incluso ayudó a que hubiera más confianza entre Sasuke e Itachi, pues debido a que su padre era bastante serio y estricto, en ocasiones el pequeño Uchiha se sentía opacado por su hermano y se alejaba de él. En cambio ahora lo incluía en sus juegos; el hecho de que el posesivo Sasuke le permitiera ser parte de su mundo y el de su preciado amiguito rubio, causaba gracia y ternura al mayor de los hermanos. Así fue como llegaron al primer día en que los más pequeños asistirían al Jardín de niños.

Notas finales:

HIGARY-NOTAS:

La verdad se suponía que en este capítulo iba a pasar toda la infancia de esos tres amigos, pero creo que me emocioné de más con la familia Uzumaki, jejeje, así que para el siguiente capítulo sí veremos cómo será la vida estudiantil de Sasuke y Naruto, además que los hermanos Uchiha finalmente conocerán al famoso Kurama XD (Kyuu: ¬¬). Como siempre esperaré sus comentarios con saludos, golpes, pedradas, cebollazos, flores, amenazas, felicitaciones, jitomatazos, bombas y demás. Ya estoy casi por terminar la segunda y última parte de Desde las sombras, necesito concluir ese fic para poder dedicarme enteramente a mi siguiente comedia romántica larga. Pero por hoy esto es todo, queridos lectores, se me cuidan mucho y nos leemos en otra ocasión. Bye byeee!!


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