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Esclavo de Tu Amor por Arizt Knith

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Notas del capitulo:

Aclaracion: Perdon por tardarme en actualizar este cap, pero pasaron muchas cosas por ello ademas de que la parte donde inicia lo de Aeneas y Krest, no es del todo mio, ahi me ayudo Khian-sama aunque el muy despistado no se dio cuenta de la ENORME explicacion que le di, ademas de que tuve que re-editarlo y cambiar cosas ... e.e aun asi, espero que lo disfruten. 

Oh, tambien hay otra aclaracion... e.e 

 

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(***)

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Esclavo de Tu Amor

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Capítulo 10: Memories

Part III

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(***)

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Desde aquel entonces las cosas cambiaron radicalmente para ambos, Krest prefería pasar encerrado en su habitación. El haber perdido toda clase de comunicación con Aeneas fue lo peor, pero el haber perdido aquel pedacito de cielo que ambos habían creado con amor fue el golpe de gracia que termino desarmando por completo al más joven de la familia Verseau. Tal vez aún era muy joven y no tenía idea del mundo exterior, pero de lo que si tenía idea es que su ser había muerto con la noticia de que Aeneas había caído preso por culpa de sus padres y que su pequeño Kardia había sido arrebatado de sus manos.

–Joven Krest… –Louise había intentado por todos los medios de convencer al de ojos aguamarina, que saliera de esa habitación o al menos que se alimentara bien pero, ¿Cómo pedirle eso cuando él deseaba morir en esos instantes?-

–Quiero estar solo… –La nana del joven suspiro derrotada y salió de la habitación, lo peor de todo es que eso ahí no acababa. El padre de Krest se las había ingeniado para terminar sus negocios lo más pronto posible y así regresarse a Francia, no quería por nada del mundo que su único hijo volviera a tener contacto con alguien del bajo mundo como lo era Aeneas.

Mientras tanto Aeneas se las seguía ingeniando para superarse en el trabajo y a la vez cuidar del pequeño Kardia, debía admitir que aquel pequeño era el único que, cada vez que le miraba le motivaba a seguir adelante, aunque el recuerdo de Krest había sido uno marcado a fuego vivo en su piel y seria completamente difícil de borrar; por no decir que imposible.

–¿Seguro que estas bien? –La mirada de Calvera estaba llena de preocupación.

El rubio solo se mantuvo en silencio mientras alimentaba al pequeño Kardia con una mamadera, el pequeño tenía los ojos bien abiertos y los tenía enfocados en su progenitor mientras que sus manitas trataban de sostener por si solas el objeto con el que era alimentado, aunque el rubio mayor solo sonreía por los intentos de su hijo.

–¿Aeneas? –El otro dio un suspiro al ver que el bebé se había acabado la leche, dejo la mamadera sobre una mesa y acomodo al pequeño, de modo que la cabecita del rubiecito quedara apoyada en su hombro.

–Calvera… –Lentamente se dio la vuelta para encarar a la otra a la vez que le daba leves palmaditas en la espalda del menor, el cual soltaba pequeños eructos y bostezos– Tu más que nadie sabe que me encuentro destrozado pero, –Vio de reojo al pequeño, Kardia era un hermoso niño de apenas cuatro meses y medio; tenia piel ligeramente morena, ojos zafiros justo como los del padre y varios mechoncitos de hileras rubias- Aun así no pienso derrumbarme, al menos no ahora que tengo a este pequeño que necesita de mi

–¿Aunque sea de esa zorra? –El rubio guardo silencio por unos minutos y dejo al bebé sobre la cuna para que descansase; pues después de soltar el aire retenido había quedado en un profundo sueño.

–Este pequeño tiene mis rasgos, -Susurro e hizo una seña par que le siguiera afuera de la habitación infantil del pequeño.

En esos pocos meses que habían pasado, Aeneas se había dejado la mansión de los Iagouáros y se había comprado la suya propia, que aunque no era igual de lujosa que las demás, aun así era sorprendentemente grande para él, el bebé más los pocos sirvientes que había contratado hacia poco. La habitación más colorida y viva era la del más joven habitante. Las paredes estaban cubiertas con papel tapiz de tema infantil, ya fueran de animalitos pequeños y adorables. El suelo estaba cubierto por una mullida alfombra blanca, también había un gran ventanal con cortinas blancas y delgadas, y aun lado de este se encontraba una silla mecedora, la cual el mayor ocupaba en esas noches para arrullar al pequeño pillo que no podía dormir. Aeneas no había escatimado en gastos a la hora de decorar la habitación de su hijo, la cuna era amplia y con un suave colchoncito, más el cobertor con toques infantiles y los pequeños almohadones, también había un mueble para la ropita del bebé, la pañalera, pampers, entre otras cosas.

–Es mi hijo, no hay necesidad de hacer análisis para darse cuenta de ello –Cerro la puerta tras de sí, Calvera solo le vio curiosa.– Tiene mi sangre, lleva todo de mí, es un ser indefenso al que no puedo dejar a las garras de una fiera

–Me sorprendes –La mujer de cabellera negra cruzo los brazos.

–Además… –Continuo– Saber que hay un pequeño ser que necesita de mí, es tener algo por lo cual seguir. Yo, yo viene a este país a superarme pero también logre encontrar algo que me hacía falta

–¿Algo que te hacía falta? –Pregunto, aunque era más que obvio a lo que el otro se refería.

–Así es –Afirmo- Conocer a Krest fue como dar un giro a mi vida, conocer nuevas cosas, encontrar la felicidad. –Hizo una leve pausa- He ansiado el éxito, crecer, ir mas allá pero… El conocerle fue como encontrar mi complemento…

Sonrió más para sí mismo al escucharse decir todo eso pero debía admitir que era la realidad, era justo como él se había sentido cuando conoció a aquel bello ángel que había dejado su huella en él.

A veces el destino podía llegar a ser demasiado injusto con las personas, tal parecía que juntar a dos almas gemelas era hermoso pero más hermoso era separarles de una manera tan dramática y hasta con un final digno de Shakespeare, justo como en Romeo y Julieta, siendo algo irónico.

Pero aun así los protagonistas que dieron inicio a esta historia, se mantuvieron fieles a sus ideales y votos de amor. Ni Krest o Aeneas olvidaron aquellos besos llenos de pasión, las promesas seguían intactas y en esperanza de ser cumplidas. El amor quedo marcado a fuego vivo en sus corazones, siendo incapaz de ser borrado por alguien o por el paso del tiempo.

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(***)

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Los días pasaron lentos hasta hacer las semanas e iniciar la partida de Krest, quien por causa de sus padres tuvo que regresarse a Paris. El joven lloro hasta desfallecer, no quería partir, no quería irse de aquel país que le daba tantos recuerdos de su amor. Por otro lado, Aeneas se enfrasco aún más en el trabajo y cuidar a su pequeño Kardia.

Con el paso del tiempo Aeneas se fue formando en un poderoso hombre serio, más maduro y se fue ganando el respeto y admiración de muchos, así como la envidia de otros. Kardia fue creciendo en un ambiente cálido gracias a su padre, además de que siempre estaba al cuidado de su tía Calvera o de El Cid, un hombre de cabellera y ojos oscuro, piel blanca y porte serio quien se convirtió en la mano derecha del rubio mayor.

–Vamos, vamos, di tía Calvera~ -El menor de apenas un años y medio, mira con gran curiosidad a la mayor de hebras oscuras.

–Cave… ¿cave?... cave… –Ladeo la cabeza- ¡Caveda!

–Aww~ ¡Ya casi lo tienes! –Chillo emocionada y tomando al pequeño infante entre sus manos, Kardia soltó una risilla y aplaudió contento, aunque no tenía idea de porque lo hacía.

–Jejeje, veo que ya lo va logrando –La mayor sonrió contenta mientras volteaba a ver a Aeneas quien iba entrando a la sala. La mirada del rubio recorrió cada centímetro de la carpeta, encontrando varios juguetes, libros de cuentos y una bandeja con lo que parecía ser el refrigerio de ambos.

–¿Otro día duro? –Pregunto, el otro solo asintió con la cabeza y tomo al pequeño rubio entre sus brazos para tomar asiento en el sofá de cuero negro. –Me lo imagino

–Gracias por cuidar de Kardia –Murmuro con cierto cansancio pero aun así no borraba la sonrisa de sus labios.

–Sabes que para mí es un placer cuidar de el –Sonrió– Es un niño muy adorable

–Sí que lo es –El pequeño soltó una risita que inundo la habitación y contagio a los mayores.

Poco a poco la casa de Aeneas se había estado llenando con más vida y personas de suma confianza para él. Calvera y su esposo siempre iban a visitarles, en especial ella quien no podía pasar un minuto lejos del pequeño Kardia. Además de que esa era una forma de ayudarle al griego que a cada éxito que tenía, este se iba llenando con muchísimo trabajo. El apellido Skorpió se iba haciendo cada vez más famoso en el país, así como en otras partes del mundo.

Inclusive fue a parar a cierto lugar donde el corazón de esa persona dio un brinco cuando vio la imagen del rubio en televisión. Krest sintió las lágrimas escapársele al ver como unos periodistas trataban de entrevistar a aquel nuevo empresario, al cual las puertas se le abrían y las oportunidades de superarse parecían caerle del cielo.

–¿Aeneas? –Se sintió feliz al ver a su amado– ¡Aeneas! –Grito emocionado y dando gracias a los dioses de que estaba en su habitación.

Se sorprendió muchísimo en el cambio del rubio, quizás y solo había sido un año y medio, pero parecía como si hubieran sido más. Escuchar como aquel hombre hablaba en un fluido ingles era maravilloso, mas con ese marcado acento griego que le volvía loco; avivaba el fuego en su corazón, los deseos de encontrarle y besarle. Pero también estaba el temor latente en él, ¿Cómo podría verle a la cara y decirle lo que había pasado con su pequeño retoño?

–No podría… –Se sentó sobre sus piernas en el lecho de su cama, abrazando con fuerza una almohada y cubriendo su rostro en ella. –No cuando perdí a nuestro bebé…

Y sus deseos no cambiaron, sus anhelos y esperanzas crecieron así como parecían esfumarse de a poco cada que leía el periódico a solas o miraba las noticias y se encontraba con algo nuevo con referencia al griego. Las ansias solo le carcomía, le mataban, ansiaba correr hacia el pero a la vez el temor aumentaba, ¿Qué tal si el griego ya había encontrado a alguien más? A veces se corrían rumores de que el griego parecía estar saliendo con alguien y luego se aclaraba que no era así. A veces sinceramente ya ni sabía que pensar, pero mantenía las esperanzas de que el otro aun le amaba.

Krest siempre que podía y se encontraba en la soledad de su habitación, se dedicaba a leer el periódico o ver las noticias, algunas veces se dedicaba a escribir algo en su diario persona, tal vez fuera algo de chicas pero al menos sentía que así podía desahogarse por medio de escritos. Algunas veces eran cosas buenas, otras, resultaban ser demasiado tristes.

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(***)

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Francia, ocho años después.

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(***)

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Las estaciones pasaban lentas así como los años y los deseos se acrecentaban, un día se dio a conocer en la televisión acerca de las buenas nuevas para el gran magnate, Aeneas Skorpió, quien había contraído matrimonio con Helena Dalaras; una bella mujer de cabellera rojiza, tez pálida y de gran hermosura, quien había dado a luz a un bello niño que igual llevaba rasgos de ambos, por sobre todo del griego. Pero, ¿Qué había con los otros dos niños? ¿Acaso eso significaba que Aeneas había estado con otras mujeres en ese tiempo, acaso el griego se había olvidado de él?

Por primera vez en tanto tiempo las lágrimas volvieron a surcar sus pálidas mejillas, mientras se torturaba al ver como el griego saludaba a la cámara mientras sostenía a su esposa por la cadera.

–Aeneas… -Murmuro quedo y apago aquel aparato, aun sentía como su corazón dolía.

Ya habían pasado ocho años desde la última vez que estuvo con él, con aquel hombre al que se había entregado en cuerpo y alma, aquel que le había ensenado a vivir y que lo más simple en esta vida, podía llegar a ser lo más hermoso; pero también era obvio que aquello no iba a durar como el esperaba. Se sintió idiota, un tonto, un iluso por creer en todos esos años, de que algún día se encontraría con el rubio y lograrían ser felices por siempre. Dio un suspiro y se fue al ventanal de su habitación. Tenía ocho años de no ver al hombre que amaba, tan solo sabía que este había logrado tener muchísimo éxito en todo ese tiempo y que ahora competía con los más grandes empresarios.

–Aeneas –Murmuro a la nada mientras algunas lágrimas se deslizaban por sus pálidas mejillas y sus manos se dirigían a su vientre. Aquel era algo que siempre hacia de forma inconsciente o quizá no, así como habían pasado ocho años de que no miraba de frente a su amor, ya habían pasado ocho años desde que le habían arrebatado a su pequeño hijo.

No importaba cuanto tiempo pasara, aun así el seguía extrañando a sus dos amores. Sobre todo a su pequeño hijo, por el cual rezaba día y noche, esperando que se encontrara en un buen lugar donde fuera amado y nada le faltara. Apenas abrió el ventanal de su habitación, dejando que el aire frio entrase, aquello era algo que no le molestaba en lo absoluto; es más, sentía que aquel aire frio era como una tierna caricia en su rostro. Su mirada aguamarina carecía en ese entonces, de aquel brillo lleno de vida que siempre se le había notado. Para Krest, todo cambio desde el momento en que perdió todo contacto con aquel griego y cuando su hijo le fue arrebatado.

–Si tan solo… –Apretó con fuerza los puños hasta sentir como las uñas le lastimaban las palmas. Ansiaba con todo su ser volver a reencontrarse con él, quería verlo, quería escuchar su voz y sentir aquel tacto sobre su piel. Quería sentir como el griego le abrazaba y le transmitía aquella sensación de seguridad y bienestar; aunque fuera por unos segundos– Si tan solo tuviera esa oportunidad…

El de hebras castañas rojizas no pudo evitar embozar una ligera sonrisa al sentir con las yemas de sus dedos, aquel bello collar que descansaba en su cuello. Era algo sencillo pero hermoso, aquel había sido un regalo de su amor. La cadena era delgada y de plata, además de que el pequeño dije era de oro blanco y en forma de un copo de nieve. Él amaba el invierno y todo lo que tuviera que ver con ello, por eso mismo Aeneas le había regalado aquella pequeña pieza de joyería en cuanto tuvo su primer pago por parte de la empresa del esposo de Calvera.

–Espero que algún día nos volvamos a encontrar… –Se regresó sobre sus pasos y se fue a acostar a su lecho mientras aun acariciaba aquel collar y como cada día o noche, sonaba con volverse a encontrar con aquel griego, hasta quedarse dormido. Generalmente los días fueron pasando y con ello en las noticias aparecían los nuevos éxitos que iba obteniendo aquel hombre conocido por el nombre de Aeneas Skorpió. Hombres y mujeres parecían caer a los pies del rubio, quien con una sonrisa o mirada lograba obtener lo que el deseara. Inclusive más de uno o una lo había intentado y daba para hablar en los noticieros de un posible romance con el gran empresario.

Evans y Angelie Verseau, eran quienes más utilizaban de aquellas noticias para atormentar a su hijo, a quien creían un idiota por seguir enamorado de aquel hombre. Pero la poderosa arma de doble filo que siempre ocupaban, era aquella que se hablaba sobre los supuestos hijos del empresario, solo había pocos datos sobre ellos pero el simple hecho de creer que Aeneas le había olvidado y tenía una familia era lo que más lograba lastimarle.

Por una vez en tu vida, piensa como un Verseau y olvídate de ese hombre –Le había dicho su padre esa mañana, no sin antes abofetearle y dejar una marca rojiza en la mejilla derecha de su hijo. –Ese hombre no te amo, no te ama y jamás te amara, ¿Qué acaso no entiendes que solo fuiste usado por él? ¡Por culpa tuya has manchado el nombre de esta familia al haber quedado preñado por el!

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(***)

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Mientras tanto en otro lugar lejos de la mansión de los Verseau, pero un hombre de ondulada cabellera rubia, mirada zafiro y tez morena, se encontraba observando la bella vista que daba del balcón de su habitación a la hermosa Francia; aquel país que sin duda alguna le causaba cierto remordimiento y melancolía a ese hombre, cuya melena rubia se removía un poco por causa de la brisa invernal y sus orbes zafiro parecían cristalizarse levemente al traer de lleno a su memoria la imagen ya borrosa por el paso de los años de un galo en especial, a quien amo con todo su corazón y que jamás logró o si quiera quiso sacar de su mente.

–Krest ... -Un leve murmuro se escapó de sus finos labios al tiempo en el que veía como el cielo se iba entregando a la noche lentamente, si , no dejaba de pensarlo, pero aun así la impotencia era algo que lo colmaba por completo, obligándolo incluso a sentir cierto desasosiego e ira ocasional, no contra aquel hombre, sino contra sí mismo.

Para entonces el rubio ya había adquirido algo de sueño, por lo que se apartó de la ventana y camino hacia la enorme cama que lo esperaba, tomo asiento en una de las esquinas mientras se pasaba la palma de las manos por el rostro, lentamente, tratando así de serenar sus pensamientos y dejar de agonizar de forma interna solo por un instante, después de todo nadie se percataba de la herida interna y secreta que guardaba Skorpió dentro de sí y claro! no dejaría que alguien viese ese flanco de debilidad en él

–Mañana,... será otro día distinto – musito por lo bajo con aquella gruesa y baja voz tan seductora que poseía – sin más demora se dejó caer en la cama mientras cerraba los ojos y lentamente caía preso del sueño.

A la mañana siguiente todo se había vuelto un caos como siempre que tenía alguna conferencia o reunión con importantes empresarios. Sus triunfos y logros no se daban solo en la cuna de su empresa, sino también a nivel global, en donde rápidamente su nombre o mejor dicho apellido fue tomando campos importantes y ganando prestigio único por sobre cualquier empresa, además con tan solo unos días hospedado en la capital de Francia, Aeneas ya había logrado llamar la atención de todo un país, alcanzando no solo la fama y el respeto que ya tenía en el resto del globo terráqueo sino también más obtenciones para su enorme empresa sólida y exitosa

Hoy tendrá una rueda de prensa señor Skorpió –Menciono uno de los asesores comerciales y personales del importante empresario quien se encontraba en frente de un espejo, acomodando en moño de la corbata negra que portaba en conjunto con un traje de marca que le quedaba a la perfección, y homaba ese escultural cuerpo que poseía el rubio

-Lo sé, para ello tendremos disponible en el sur de la ciudad un restaurante de la mejor categoría –Dijo sin despegar la mirada zafiro del espejo, terminando de arreglar su traje.

Después de un par de horas Aeneas ya estaba listo y preparado para salir del cuarto de su hotel, pero los operativos para sacarle de allí eran tediosos, puesto a la enorme cantidad de periodistas y personas que ansiaban verlo, incluso acosadores de los más bajo que planeaban emboscarlo, pero todo aquello fue estropeado por el brillante plan de inteligencia militar de seguridad que tenía bajo la manga Skorpió quien se escabullo hasta el lujoso coche de vidrios blindados que lo llevaría a su sitio de encuentro con los que le entrevistarían de forma sumamente exclusiva.

–No tardemos mucho en partir, comienzo a sentirme inquieto frente a los tumultos que se están formando a la salida del hotel –Menciono con un tono lúgubre, el radiante esplendor seductor, aquella aura que lo caracterizaba lograba delatar su posición ante sus asechadores, pero, para su suerte el automóvil emprendió rumbo ágil hacia el sur de la ciudad llegando sin algún percance.

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En ese mismo instante que Aeneas se preparaba para la conferencia que tendría y sin saber, su joven amado sufría de nueva cuenta por las órdenes de su padre. La mirada aguamarina del joven se llenó de dolor, siempre era lo mismo para con sus padres quienes siempre le obligaban a ver las noticias y saber sobre aquel hombre y como este era rodeado por cientos de hombres o mujeres, quien en más de una ocasión se le habían prendado al brazo, como si se trataran de garrapatas.

–Aun así…

–¡Aun así, nada! –Le callo, el joven tan solo bajo la mirada avergonzado. La mirada aguamarina de Evans se encontraba llena de enojo contra su propio hijo –Como ya te lo he dicho antes, iras a ese restaurante para encontrarte con el hijo de Amara y Derek Wyvern.

Al bello joven no le quedo de otra más que asentir en silencio y partir a su habitación para prepararse para aquella "reunión" aunque más que reunión tal parecía que sus padres y los padres de Ryan Wyvern, buscaban comprometerlos. Y no era para menos, a pesar de aquel "pequeño desliz" que había tenido al enamorarse y quedar embarazado de Aeneas.

El embarazo no había estropeado para nada su figura, al contrario, el joven había adquirido una gran belleza que dejaba atrapado a más de uno. Era hermoso, un bello ángel de piel lechosa cual porcelana, cabellos por debajo de los hombros y de un castaño rojizo, y como olvidar aquellas hermosas gemas que tenía por ojos o esa figura esbelta que parecía volver locos a los hombres y ansiaban poseer a aquel jovencito?

..

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Momentos después el hijo único de los Verseau se encontraba con una enorme mueca de disgusto estampada en su rostro, inclusive el chofer a cargo de llevarlo aquel encuentro, pudo notar como el francés suspiraba cada tanto. Tal parecía que el joven prefería la muerte antes de ir al encuentro con aquella persona.

–Todo saldrá bien –Fueron las únicas palabras que Aldebarán, el chofer del menor de la casa, murmuro mientras miraba al otro por el retrovisor.

–Eso espero… –Murmuro quedito y hundiéndose lo más que podía en su asiento.

El viaje hacia el restaurante fue de lo más tranquilo o al menos eso aparentaba el de hebras castañas rojizas, quien se entretenía con los bellos paisajes de su madre patria. Solo pocas ocasiones habían tenido el privilegio de salir, pues casi siempre solo lo hacía para algún evento de gran importancia, ya de ahí se encontraba encerrado en la enorme mansión de sus padres.

Veinte minutos después la limosina se detuvo frente a amplio y lujoso restaurante, "Le Jules Verne" uno de los mejores restaurantes de todo el país, reconocido a nivel mundial por su elegancia, buena presentación y deliciosos platillos.

–Hemos llegado –Anuncio el brasileño con una leve sonrisa antes de salir de la limosina, y abrirle la puerta al más joven quien al salir, tuvo que fingir una sonrisa pues muchos lograron reconocerle como el Verseau que era, caminando con esa gracilidad y contoneo natural de sus caderas, no como el de muchas mujeres que lo habían a propósito para atraer las miradas y solo terminaban viéndose ridículas.

El paso elegante al interior del establecimiento, siendo acaparado por las miradas de todos los presentes, quienes parecían devorárselo con la mirada. Bufo molesto y se cruzó de brazos, esperando ser atendido.

–Joven Krest, -Se escuchó la voz de un hombre mayor. Aquel tipo lucía un smoking muy elegante. –El joven Wyvern se encuentra esperándolo

–Gracias –Musito quedo y con una leve sonrisa, para luego seguir a aquel tipo.

Sus pequeñas caderas se contoneaban de un lado a otro, su andar era bello, incitaba a los demás hombres. Su cuerpo, su voz, su belleza en si todo de él era la envidia de muchas mujeres. Pero para el joven Krest, aquello no era nada; no hasta que sus orbes aguamarina captaron la imagen de un hombre. Aquel hombre era rubio, de piel acanelada, buen perfil, cuerpo escultural y mirada zafiro. Por un momento sintió que la respiración se le acortaba y los latidos de su corazón se aceleraban.

– Ae… Aeneas… -Murmuro bajito, confuso. El miedo le había embargado, no sabía qué hacer, ¿acaso era real aquella imagen que tenía a unos cuantos metros de él?

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(***)

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Señor Skorpió, los periodistas están por llegar, quiere entrar ya en el restaurante o gusta que esperemos otro instante más –Menciono otro de los asesores personales de aquel sublime hombre

Estoy de acuerdo, démosle tiempo al tiempo, deben ser ellos los primeros en llegar, además solo tengo una hora exacta para atender a sus preguntas, después de esto iremos al helipuerto. –Por alguna razón el intuitivo hombre se sentía inquieto, sin embargo no iba a suponer un malestar en si aquella ligera sensación.

El hombre de melena rubia, perfil griego a la perfección un cuerpo esbelto y perfectamente constituido cuya aura era sublime y magistral poso su poderosa y fiera mirada en un punto fijo pues gracias al viento había logrado escuchar una frágil voz que capto por completo su total atención, haciendo así que su par de orbes se posaran en una mirada conocida, fue entonces cuando sintió su corazón palpitar con fuerza, incluso su inquebrantable semblante de seriedad se vio vulnerado.

– ¿K-Krest…? –murmuro por lo bajo, pero ya era tarde ya se encontraba sentado en aquella mesa perfectamente decorada, con un par de copas servidas del vino más exquisito de todo el país, en compañía de los periodistas de renombre y fam mundial de las principales cadenas, algo que sin duda freno el impacto de Skorpió al ver a aquel hombre que tanto amó y... amaba.

El cuerpo pequeño tembló preso de las emociones, sabía que era él. No importaba el hecho de los años que habían pasado, el jamás se olvidaría del rostro de aquel hombre que le enamoro cuando apenas eran unos jóvenes. Sabía que era el, lo sentía en su corazón y sus sospechas fueron confirmadas al escuchar a aquellos periodistas, llamar al rubio ya fuera por su nombre u apellido.

–Aeneas… - Murmuro bajito y dando unos cuantos pasos en aquella dirección. Sus manos se encontraban a la altura del corazón y su mirada parecía aguarse, quería llorar de la emoción, quería correr a los brazos de aquel hombre y decirle cuanto le había extrañado pero, la pregunta era, ¿Aeneas aún le amaba?

Aquel pensamiento le hizo detener su andar, mas al ver lo ocupado que estaba y como el rubio no había notado su presencia, o al menos así lo creía el pues las palabras de sus padres aun resonaban en su cabeza.

–Aeneas…

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(***)

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...Ocurriría a futuro? –fue lo breve que pudo escuchar de aquella pregunta larga y contúndete que le había formulado el periodista de origen chino, quien le miraba como los demás, con fijeza y sumo profesionalismo, sin embargo la mente aturdida de Skorpió estaba en shock, en caos, después de todo su asombro lo había embargado.

– ... Claro, por favor repita su pregunta –exclamo con la sutil seriedad de la que era dueño dejando a los periodistas satisfechos por el momento, sin embargo las preguntas le daban vueltas en la cabeza una y otra vez y aunque tratara de concentrarse muchas veces respondía después de unos segundos de silencio, sin duda estaba poniendo nerviosos a sus asesores personales quienes no veían con buenos ojos aquel comportamiento despistado e inusual en el multimillonario líder de la empresa Skorpió.

Por otro lado el joven Verseau sentía una enorme necesidad de correr a sus brazos, era lo que más ansiaba y por una vez en su vida dejo los miedos atrás para dar varios pasos hasta la mesa en la que se encontraba el rubio, poco le importaban los periodistas ahí presentes, el solo quería hablar con Aeneas.

-¿Qué haces aquí? -Aquella pregunta lo saco de su ensoñación, más el fuerte agarre en su brazo izquierdo. Las aguamarinas del menor se llenaron de miedo al ver al hijo mayor de los Wyvern con un semblante serio.

-Yo... -No sabía que contestarle, ni tan siquiera se había acordado que tenía aquella reunión con el inglés.

-Te hice una pregunta, ¿acaso no piensas responderla? -Volvió a preguntar y esta vez ejerciendo algo de fuerza en su agarre y sacándole un gimoteo al otro.

-Me duele -Murmuro apenas en un hilo de voz y sin apartar la mirada del inglés, suplicándole por medio de esta que le soltase.

Pero escuchar aquellos gimoteos de aquel frágil y hermoso ser que tanto amaba sin duda lo sacó rápidamente de sus casillas, el magnate fijo sus zafiros colmados en la cólera y la ira en los orbes de aquel que sometía a su amado a un fuerte y vulgar agarre, sin más se puso de pie dándole un manotazo a la mesa dejando a los periodistas y a sus asesores petrificados.

– ¡Suéltelo ahora mismo! – aquella palabras empleadas junto con un tono de voz grueso y agresivo conmocionaron a los allí presentes e hicieron evidente la furia que sentía el de melena rubia

Todas las personas ahí presentes inmediatamente voltearon a ver impresionados a aquel hombre. Claramente el semblante del griego era intimidante, se podía notar en aquella mirada zafiro que destilaba furia contra el rubio que, aun mantenía el fuerte agarre contra el joven francés.

–Disculpa, pero esto no es algo que sea de tu incumbencia -Respondió frio, el inglés no se dejó intimidar por el grito o la mirada del otro, al contrario, le pareció divertido así que decidió ejercer más fuerza en el agarre del francés.

–¡Agh! -Cerro sus ojos con fuerza, aquella mano seguía apretando con demasiada fuerza su delgado brazo, en el cual muy pronto aparecería una marca rojiza que luego cambiaria a una amoratada- Ryan... S-suéltame…

–Tenemos que irnos -Fue lo único que dijo, ignorando los quejidos de aquel joven que ya no soportaba el agarre e intentaba por todos los medios soltarse del mayor, importándole poco el atraer las miradas curiosas de los demás comensales.

–¡Aeneas! -Grito esperanzado el de hebras castañas rojizas, esperando que el rubio pudiera ayudarle, ansiando por escuchar de nuevo la voz de su amado en pos de que le ayudara y salvara de aquel desagradable hombre.

¡¿ACASO NO FUI CLARO'?! –El de melena rubia se acercó más al inglés, vaya que lo superaba por mucho en estatura además en corpulencia y en aquella fiera y devastadora mirada que comenzaba a desgarrar internamente al otro, todos de por sí ya estaban impactados más al notar aquel semblante amenazante en el potencial magnate quien sin obtener respuesta alguna por parte del inglés, le brindó un fuerte y contundente golpe en el antebrazo obligándolo así a soltar del agarre al joven y bello francés.

–Maldito -Gruño preso de la furia y soltando al otro por causa del golpe recibido. Por otro lado, Krest había aprovechado para buscar refugio en los brazos de aquel hombre que no había visto en años.

-A... Aeneas... -Parecía un niño pequeño, sus ojos estaban cerrados, tratando de impedir que las lágrimas traicioneras se escaparan mientras rodeaba con sus delgados brazos la cintura del otro.

–¡Krest! -El inglés rugió furaco y nuevamente intento tomar al otro por el brazo. Los demás presentes nunca en sus vidas habían sido testigo de un gran conflicto como ese, entre dos grandes magnates, aunque era más que obvio que el griego tenía demasiados puntos a su favor. –Krest, tienes tres malditos segundos para que le sueltes, o me veré obligado a...

Krest... –Pero el menor no reparo en las palabras del inglés, el tan solo se enfocó en la voz del griego, quien murmuro viéndole por el rabillo del ojo mientras le daba un leve abrazo que se vio deshecho puesto que el de melena rubia y de descendencia griega le puso justo detrás de si a su amado para evitar que sufriera algún daño, la ira lo invadía por completo y de por si todos lo sentían en el ambiente tan cargado de flamas coléricas que emanaba el poderoso Aeneas quien ya harto de las estúpidas amenazas de ese imbécil y cretino ingles le dio un golpe en la cara que sin duda de no ser mejor posicionado lo hubiera mandado a la morgue, pero por suerte solo fue una pequeña herida de atender en urgencias puesto que el otro cayo cual papel ligero y liviano en el suelo y seguido a ello los gritos despavoridos de las damas y algunos caballeros de perfil dudoso, los asesores y guardaespaldas de Skorpió de inmediato lo rodearon para evitar capturas hechas con cámaras de aquella escena, y sin más junto con su acompañante, Krest lo sacaron de allí directo a la limosina negra, en la cual sin duda el de melena rubia obligo a abordar al hijo de los Verseau.

La limosina comenzó a moverse rápidamente seguida por una caravana de motocicletas y otros carros color negro en el cual iban los encargados de la seguridad del magnate, al cual acompañaron hasta el lujoso y enorme hotel del cual Aeneas ya era dueño, sin embargo dentro del auto el rubio miraba en silencio a su amado Krest, sintiendo un remolino de sentimientos que se apoderaban de el a pasos de gigante– Krest... – su voz grave y seductora llamo el nombre que tanto resonaba en su cabeza.

–¿Estas bien? ...–Acaricio con suavidad las manos ajenas si quitarle la mirada de encima.

– Yo... -Alzo la mirada, sintiéndose cohibido ante aquella mirada del rubio. Apenas alzo una de sus manos, la que no se encontraba lastimada, para posarla en la mejilla derecha del griego, por primera vez en mucho tiempo quería llorar como nunca antes lo había hecho- Tu... -No le importaba su estado, el dolor en su brazo desaparecería pero no aquel que sentía en su corazón- Eres... estas aquí... -Delgadas hileras cristalinas se escaparon de sus bellos ojos, por fin se había permitido llorar después de tantos años.- Aeneas... -Gimoteo lastimero y abrazándose al mayor, escondiendo su rostro en el pecho del griego y soltando suaves sollozos- T…Tu... estas... estas aquí...

No dudo en acunarlo entre brazos, mucho más al notarle llorar, algo que sin duda flagelo su corazón ardiente en sensaciones únicas, mas su personalidad poderosa le impedía llorar sin importar lo conmocionado que estuviera– Krest... aquí estoy y tú, tu también estas aquí.. mi amado Krest –Sus manos se paseaban con suavidad por la espalda del menor, mientras aun le tenía cerca– Krest ... – dio un suspiro profundo y levemente prolongado , vaya que amaba a ese hombre que tenía entre brazos–

Los labios del menor formaron una enorme sonrisa y sus manos buscaron acunar el rostro de aquel hombre que había extrañado en todo ese tiempo. Apenas con sus pulgares acaricio aquellas mejillas morenas, en las cuales luego fue depositando pequeños besos, de los que luego termino arrepintiéndose. Que cruel fue que en un momento como ese, las palabras de sus padres volvieran a atacarle. El joven se alejó asustado del otro y bajo la mirada mientras apretaba sus puños hasta sentir como sus uñas le lastimaban las palmas.

Aeneas le vio con cierto jubilo, pues si algo era sincero en sus facciones eran sus poderosos orbes zafiro, sin embargo el romance se esfumo de un instante a otro ,haciendo que aquello fuera bastante efímero.

– ¿Ocurre algo? – Nuevamente adoptando el semblante frívolo que lo caracterizaba se acercó la peli castaño– ¿qué te está atormentando..? –Tomo el mentón ajeno para que así el otro le mantuviera fija la vista

–Aeneas -Sus pequeñas manos tomaron las del mayor, y su mirada aguamarina con un deje de tristeza se posó sobre aquella frívola mirada- Lo que dicen de ti, ¿es cierto? -Últimamente se habían estado escuchando varios rumores, inclusive en las noticias comentaban de que había una mujer viviendo en la casa del gran Aeneas Skorpió, siendo ella la madre de uno de los hijos del griego. Aquello era algo que se repetía constantemente por el noticiero, siempre había alguno nuevo que sacar, alguno nuevo que sus padres utilizaban para destruir ese amor que el aun sentía por el rubio-

Pocos segundos fueron los necesarios para que el mayor entonces comprendiera la frivolidad y melancolía en la mirada ajena, por lo que busco ser lo más sincero posible.

– Es cierto ... ella es... una de las madres de mis hijos – admitió con cierto dolor en sus palabras, puesto que se estaba comenzando a odiar a si mismo por no acoger a Krest como único en su vida, pero aquella era la forma que tenia de olvidarle, si, antes tramaba hacerlo después de todo le había perdido completo rastro– Te amo ... siempre lo hice, pero jamás creí que el destino fuera amable conmigo y me dejara verte de nuevo... sabes que siempre serás al único a quien sea capaz de amar sobre la faz de este mundo.

El joven sintió como las lágrimas volvían a formarse en sus ojos, luchando por escapársele, cada palabra era como una daga directo a su corazón. Aquello era tan injusto, él ni tan siquiera había dejado que su cuerpo fuera tocado por otro hombre, es más, el siempre mantuvo la fe en que se encontraría con el rubio.

–¿Porque? -Preguntó- Yo... Yo jamás te olvide... Nunca... Nunca quise olvidarte... -Sus pálidas mejillas se tiñeron en carmín y por estas rodearon hileras cristalinas- Jamás... Jamás deje que otro hombre me tocara... ¿Porque tu si intentasteis olvidarme? Porque... -Ni aunque las latinas palabras del rubio fueran sinceras, aun así no podía evitar sentirse mal. Él le había esperado por ocho años, había peleado con sus padres por ocho años para mantenerse lejos de posibles pretendientes. El solo quería y podía darle hijos a un solo hombre, y era aquel mismo que tenía enfrente- ¿Porque nunca me buscaste? -Exigió molesto y golpeando el pecho ajeno, aunque aquel golpe significó nada para el rubio, pues apenas y le había dolido o eso noto el menor- Siempre... Te estuve esperando

–¡No digas tonterías como esas! ¿Acaso no sabes lo empeñado que estuve en hacerlo? Pero tus padres siempre se entrometían en mi búsqueda! mandando al carajo años o meses de investigación! siempre cambiando de residencia, de número, ¡incluso de código de área! no puedo hacer magia Krest! Pero te busque incluso puedo asegurar que más del 20 % de mi fortuna se empleó en hallarte! – para ese entonces el poderoso magnate ya comenzaba a sentirse herido, pues si, había tenido sus andanzas pero era apenas necesario para alguien quien andaba en el ojo del huracán mediático– ¡Mierda! ¿Que acaso no te das cuenta de lo obsesionado que estaba contigo?

El menor hizo un leve puchero, debía admitir que aquello tenía algo de lógica pues en varias ocasiones sus padres lo sacaban del país o cambiaban de domicilio o número telefónico, pero eso no quería decir que se iba a andar metiendo con cualquier hombre.

– ¡Aun así! -Las lágrimas seguían descendiendo, pero ahora su mirada era iracunda, una faceta nunca antes vista por el otro- ¡¿Quién carajos te manda a coger a otras?! ¿Crees que yo me puse a abrirle las piernas así como hice contigo? ¡No! ... Eres un

–¡Por dios, Krest! ¡Te busque por cielo y tierra! Al no hacerlo me embriague hasta casi quedar inconsciente y es allí donde las arpías y los malditos busca fortunas se apoderan de mí, ¿crees que es más que solo sexo?...! Pues te equivocas! ¡Es solo coger y es todo! ¡Se acaba la noche se largan! ¿Por qué? ¡Porque eres al UNICO a quien AMO! Pero porque carajos jamás puedes creer en mis palabras como yo creo en las tuyas? Por qué siempre tiene que haber tanto misterio que te embargue?! Por qué Krest?! –Lo tomo por ambos hombros siendo cuidadoso pues lo que menos deseaba era herirlo, en esas, el auto se detuvo y uno de los escoltas anuncio:

Hemos llegado al hotel mi señor Skorpió… -El menor bajo la mirada, sintiéndose levemente avergonzado pero más que todo herido.

Menos parte estaba herido por la verdad en las palabras del rubio, ni tan siquiera perdió tiempo y abrió la puerta para salirse de la limosina, necesitaba aire fresco. El frío aire todo su rostro y aquellas lagrimas que querían escapársele.

¡Krest!–El magnate se bajó de la limosina por igual, y rápidamente busco a su querido galo al cual atrapo en brazos con fuerzas y lo cargo pese a la resistencia ajena y lo llevo dentro del hotel donde los empleados esperaban dichosos a su jefe, quien entro con cara de pocos amigos y sin más se dirigió a la habitación presidencial dedicada solo y exclusivamente para él.

¡N-no! ¡Bájame! -Pedía el más joven a base de chillidos y golpes contra aquel pecho, pero el griego parecía no sentirlos pues ni una mueca o gesto hacia. El rubio entro como tromba al establecimiento y se metió a aquella habitación suya, dejando al menor aún más afligido- ¡Noooo! Tu ¡Bájame maldito mastodonte! -Pero no pudo soportarlo, eran ocho años los que habían pasado. Ocho años en los que aquel hombre se había vuelto aún más fuerte, más maduro, más varonil.

–No me pidas eso, cuando por fin nos hemos reencontrado –Ya estaba intranquilo, estaba nervioso y ansioso; más aún al sentir aquel pequeño cuerpo removerse entre sus brazos.

Y aun ya solos en la habitación del rubio, Krest parecía no querer ceder ante los constantes ataques de aquel hombre que ansiaba besarle y que cada tanto hacia un mohín. Krest negó con la cabeza y acuno el rostro de su amado entre sus pequeñas y blancas manos.

–Aeneas -Murmuro querido y con lágrimas en sus ojos antes de juntar sus labios con los del moreno, ansiaba sentirlo, ansiaba sentir aquel hombre de nuevo. Su calor, su aroma, todo de él.

El mayor se vio privado de siquiera dar respuesta alguna, de un instante al otro ya tenía sobre sus labios los dulces y frágiles labios ajenos, por lo que no titubeo y en instantes sus poderosas manos se posaban en la delgada cintura ajena mientras que fogosidad le correspondía el beso, que inicio con dulzura y se fue convirtiendo en un torbellino de sensaciones únicas y que lentamente le iba robando el aire a ambos entre suspiros. Los delgados brazos del de mirada aguamarina, rodearon el cuello del otro, sintiéndose mareado por la sensación que hacía tiempo no sentía pero que aún recordaba.

–A...Aeneas... -Murmuro quedito antes de volver a atacar aquellos labios o soltar tiernos gemiditos o suspiros-

El poderoso hombre de melena rubia se vio invadido por los recuerdos, pero...que mejor que el pasado que un presente así, con la persona que tanto deseaba y amaba? , cada beso iba cargado de una pasión colérica única que arrebataba cantidades sublimes de gemidos por parte del menor, a quien por igual acariciaba con ambas manos, delineando su delgada y sensual silueta.

–Amm... Krest! quiero... quiero todo de ti…

–Y-yo... Aghmm -Sus manos fueron a parar en el cuello del otro, rodeándole, atrayendo aquel cuerpo que tanto había extrañado en todo ese tiempo- Sabes que... -Gimió quedo, su mirada aguamarina se había escondido al sentir un terrible escalofrío recorre le el cuerpo, sonrío, se sentía feliz al sentir aquella sensación- S...sabes que... Soy completamente tuyo... H-hazlo... P-por favor...

El mayor le dedico una mirada cargada de una llama inmensa de amor y lujuria a la perfección– Te amo… ¡Te amo Krest! –Fue entonces cuando comenzó a retirar cada prenda del otro en medio de besos cargados de éxtasis y delirio puro una tras otra las prendas de ambos fueron cayendo al suelo de forma aleatoria, dejándolos en perfecta y seductora desnudes; el cuerpo corpulento y fuerte de Aeneas Expedia esa llama de fineza y fuerza única en el, este tomo en brazos aquel cuerpo de porcelana de su amado llevándolo a la cama en donde fue recostándolo. Se encargó de comenzar a llenar cada centímetro de piel de besos fogosos y húmedos, mientras que con las manos acariciaba las piernas y los muslos ajenos.

El cuerpo más pequeño se removía inquieto y sus manos serpenteaban ansiosas por tocar cada parte de aquella piel morena- Mas... -Gimió fuerte, alzando ambas piernas para rodear las caderas del otro.

– H-hazme tuyo... -Tenía los ojos entrecerrados, sus manos en aquel rostro, le atrajo y beso repetidas veces mientras se movía acompasado para que ambos sexos se rozasen- Aeneas... T-te amo... Quiero... Quiero sentirte de nuevo... -Sus pequeñas manos viajaron por aquella espalda, acariciándole, rozando sus uñas en esa deliciosa piel que el griego tenía, deleitándose con aquel cuerpo escultural.

–Ahh.. Te hare mío, pero siempre lo has sido, cada parte de tu piel, cada segundo de tu existencia, ¡Siempre fuiste y eres mío! – Sus labios se posaron en el cuello del galo, besándolo o mejor dicho devorándolo mientras que sus fuertes brazos apretaban con cierta fiereza el cuerpo ajeno en un abrazo que demostraba lo posesivo que el griego podía ser con aquel hombre que tanto amaba– ¡Te amo! – volvió a admitir y esta vez tomando ambos sexos semi-erectos, comenzó a estimularlos a la par, arrebatando miles de aquellos gemidos frágiles que tanto amaba de su amado, a la par que su otra mano tallaba con desesperación el cuerpo ajeno, recordándolo, memorizándolo, poseyéndolo

Las pequeñas lagrimillas se fueron acumulando en esos ojos aguamarina, aquella estimulación en su miembro era algo que no había sentido en años. Jadeaba, gemía, suspiraba, pronunciaba una y otra vez aquel nombre mientras su voz se perdía en la habitación- Y...yo... -Echo la cabeza hacia atrás, sus manos agarraron con fuerza las delicadas sabanas, no pudiendo soportar aquella sensación que le atacaba. Los besos que el griego depositaba en su cuello, eran muy posesivos, lo más seguro es que quedaran muchísimas marcas en el- T-te amo... Te... Aghmm aahgg te deseo

–Kres… Cada parte de ti… la amo… –La poderosa, gruesa y baja voz del griego parecía enloquecer al galo, más aun cuando el de melena rubia le susurraba cerca del oído y seguido a ello lamia su cuello dejando una que otra marca al morderle– Te hare el amor, te reclamare como mío y solo mío una y otra vez –Sus manos se daban el lujo de tallar todo el cuerpo ajeno terminando el exquisito recorrido justo en las piernas del peli castaño, Aeneas las tomo con ambas manos y las ubico en los hombros, apoyándolas, seguido a ello se acercó cual semental agonizante de lujuria y sed carnal al otro y le devoro los labios, ahora su poderoso trozo de carne rozaba aquel pequeño y frágil agujerito, produciéndole una sensación eléctrica al menor ante el choque térmico.

–E-eh? -Sus ojos se abrieron por completo al sentir aquel grueso miembro rozar su entrada, trago grueso, debía admitir que el habían algunas cosas que habían cambiado en demasía con el rubio y una de esas era "eso" de ahí. ¡Era enorme!- Aeneas... -Ladeo ligeramente la cabeza, su mirada aguamarina estaba oscura por la pasión y lujuria, sentía algo de miedo por aquella cosa, pero también la curiosidad de tenerlo en su interior y volver a ser poseído era algo que le gustaba-

Una sonrisa cargada de seducción y tenaz lujuria se dibujó en el rostro del griego, había percibido el temor ajeno, y eso solo lo incitaba más a hacérselo, su hinchado sexo ansiaba adentrarse entre aquellas apretadas paredes que sin duda lucharían por sacarlo, pero daría la lucha y la ganaría, después de todo ansiaba tener aquella sensación de estar unido al ser que tanto adoraba.

–Seré gentil contigo como siempre lo fui... eres mi adoración –Se llevó entonces una mano hacia su hinchada erección desenfundado su glande el cual había dejado escapar algunas gotas de pre semen caliente y espeso, el cual fue utilizado por Aeneas como lubricante que unto justo en aquel lindo agujerito, haciendo uso no de sus dedos, sino de su propio miembro viril, el cual fue ingresando leves milímetros, todo debido al vaivén de caderas lento y pausado que el poderoso semental ejercía– Aaghhh

–¿Eehh? Aaagh… N-no... E-espera... -Hecho la cabeza hacia atrás, sus manos tomaron con fuerza las sabanas y almohadas, por más que ese miembro fuera entrando de a poco en su interior, aun asa no podía evitar sentirse inquieto. Su pecho níveo ascendía y descendía rápidamente, y sus suaves cabellos castaños rojizos se encontraban esparcidos por la cama- Aeneas... -El nombre se escapó en medio de un gemido, y su cuerpo correspondió solo. La incitación era algo de la que no podía escapar, su cuerpo reaccionaba solo, quería sentir aquella sensación desgarradora por lo que sus brazos rodearon el cuello del otro para juntarse aún más, y permitir que gran parte de aquel miembro viril entrara en su interior, el cual pareció recibirlo ansioso.

–Ahhhmm! ...– un gruñido tosco y ronco broto por los finos labios del de piel canela, su enorme sexo sentía algo sublime ante el calor y la estrechez del interior ajeno, este parecía engullir su enorme miembro pese al gran tamaño que tenía, y aquello sin duda era un sensación diabólica, era exquisita y única – ¡K-Krest!...– nuevamente abrazo al otro entre sus fuertes y musculosos brazos color canela para atraerlo más, para tenerlo más cerca mientras que sus caderas volvían a moverse hacia adelante ejerciendo la fuerza necesaria para que su poderoso sexo ingresara otro poco más.

–Aghhhh... -Gimió fuerte, sus uñas se enterraron en aquella piel y sus labios buscaron de forma desesperada el cuello del heleno. Hacía tiempo que no sentía aquello pero no por ello quería decir que no sabía cómo darle placer- Mas... mas... -Su voz era como suaves ronroneos, sus caderas se movieron inquietas, engullendo de lleno aquel miembro y su lengua se paseaba por el cuello del griego- Aeneas... mjmmghhm... mas... -Sus dientes atraparon suavemente el lóbulo izquierdo, el cual luego lamio y susurro- Lléname con el -Pidió, parecía como uno de esos gatitos en celo mientras restregaba su mejilla con la del otro.

–Mi amado...mi Krest – el rubio beso los labios ajenos con fiereza pero con pasión, demostrando el enorme amor que le tenía, tanto así que su corazón latía con fuerza con solo el tacto leve con aquel angelical ser– Mío... solo mío… –Sin más termino de meter de lleno toda su hombría en aquel majestuoso ser, dando así un glorioso y ronco gemido que resonó en todo el cuarto.

–Escondió su rostro entre el cuello y hombro izquierdo, gimiendo con fuerza al sentir aquel trozo de carne invadir por completo su interior. Tenía que admitirlo, esa sensación era muchísimo mejor de lo que recordaba- Aene... Aeneas... -Continuo restregando su mejilla a la ajena, sus caderas se movieron y una de sus manos atrajo aquel rostro moreno para besarle con pasión. Sus finos labios se movían desesperados, en busca de aquella boca y sabor que aun recordaba.

–Mmhgg...–Su sexo se humedeció estando en el interior ajeno provocando otra oleada de calor sublime en ambos, el rubio no podía soportarlo más, tenía que comenzar a poseer ese precioso cuerpo que tanto amaba y así fue, con un vaivén demandante y certero comenzó a hacerle el amor de forma pasional pero tediosa a su amado Krest, mientras que con besos marcaba todo su cuello y sus labios.

–Aghhh... -Sus manos tomaron el rostro ajeno, degustándose con aquellos besos, parecían como dos animales en celo pues en ninguno momento se alejaban, a menos que fuera para recuperar algo de oxigeno pero de no ser así, seguirían devorándose- Aeneas... mas... aghmmm mas... -Arañaba, pedía, rogaba, gemía, sus caderas se movían rápidas provocando que aquel trozo de carne emitiera un sonido húmedo cada que entraba o salida. Rápidamente la habitación se fue llenando de la sinfonía de gemidos y gruñidos por aquella pareja que a pesar de los años aun conservaban ese amor y deseo por el otro-

La llama del amor y la pasión era intensa y se alzaba entre ambos hombres quienes jadeaban y entre gemidos profesaban su amor por el otro, mientras que ambos cuerpos chocaban con fuerza produciendo sonidos sumamente eróticos y obscenos que delataban la pasión del acto carnal que los mantenía a basto de la euforia y el éxtasis del momento, cada segundo, cada instante que transcurría, parecía que el alma se les fuera a escapar por causa del delirio, de la locura de enfermiza necesidad de tocarse, sentirse, unirse.

–Aahhhhhh! K-krest! …Aaaghhh! –La habitación estaba siendo inundada por los alucinantes sonidos del extasis en su más puro estado, a pasos agigantados ambos se acercaban al clímax a ese sublime orgasmo que concluiría aquella perfecta muestra de amor.

–Aghhmmmm... -Arqueo la espalda, sus paredes internas se contrajeron y atraparon de una forma deliciosa aquella virilidad, volviendo aún más loco al rubio que no dejaba de embestirle con locura, con placer, degustando cada segundo como ese cuerpo succionaba su miembro, de como aquel francés de apariencia frágil soltaba tantos gemidos de la manera más erótica con esa voz tan angelical.

–Yo no... aahjmmm... Aeneas! -Sus pupilas se dilataron, había sentido como el miembro ajeno había golpeado un punto en su interior que le había vuelto loco. El rubio pareció darse cuenta, por lo que aquellas embestidas empezaron a ser mas rápidas, mas certeras, seguras, ansiosas por tocar, no, por golpear con fiereza la próstata del menor quien se aferraba a los brazos del mayor- Hazlo... -Rogo sumiso, sabiendo que muy pronto el otro se cansaría y llegaría al final- Haz... hazlo en mi…

–AHH AHHH! – jadeo con fuerza sin dejar de estocar ni por un segundo el cuerpo ajeno, aquel trozo de gloria, sin duda era el cielo, así se sentía Aeneas al hacerle al amor a su preciado ángel a quien no dejaba de arrebatarle constantes gemidos que se desbordaban y extendían a lo ancho del cuarto– voy a ..aa ... a llenarte amado mío MMhh! Krest! …

El fuerte cuerpo del rubio comenzó a temblar ante el delirio sexual del orgasmo al cual estaban comenzando a someterse ambos al mismo tiempo, dejando así que sus cuerpos perdiesen el entero control por esos breves segundos en los cuales el cielo se hizo presente, colmándolos de una sensación única mientras que el semen de ambos sexos comenzaba a fluir, uno llenando el interior ajeno y el otro manchando el pecho contrario. Las uñas del francés marcaron con fuerza la piel morena y sus dientes se encajaron en uno de los hombros del otro, jadeando con fuerza y dejándose llevar.

–Ahghhmmmm... ahhh... -Se abrazó con más fuerza y sonrió. En ningún momento Krest deseo separarse, al contrario, dejo que aquel liquido siguiera llenando por entero su interior, ni tan siquiera pensando que aquel reencuentro y esa entrega de amor mutuo podría llegar a crear algo muy hermoso, pero eso ya el tiempo lo diría- Amor... -Pronuncio somnoliento, su cuerpo estaba cansado y lleno de una fina capa de sudor con algunas marcas de besos y mordidas-

El griego se dejó caer en la cama justo después de retirar su sexo del interior ajeno, solo para asi abrazar a su amado en lo que recuperaba el aliento, pero el cansancio le pudo y le cobro factura ya que ambos cayeron allí, abrazados, entrepiernados , juntos en un profundo sueño.

.

(***)

.

Las horas pasaron y con estas el griego se despertó de su sueño, por la ventana se notaba el rojizo atardecer más aquello no le indicaba por completo la hora, por lo que levantándose con cautela de no ir a despertar a su amado, se acercó a su pantalón, llevándolo a la cama, sacando cuanta cosa tenía en los bolsillos, cosas como su billetera, algunas tarjetas de presentación hasta al fin darle hallazgo a su reloj de mano de oro blanco.

–Seis de la tarde...– se dio el lujo de estirarse y sonreír al ver a su ángel allí adormilado, sin más opto por tomar una breve ducha para así invitarle a cenar más tarde en la noche, por lo que sin titubear se fue directo al baño.

–Amhgh~ -El menor poco a poco se fue removiendo en aquella cómoda cama, no pidiendo evitar sentirse cansado. Con ambos puños tallo de forma delicada sus ojos, levantándose con cuidado y soltando un gruñidito por el dolor en sus caderas, fue ahi donde reacciono. Sus aguamarinas vieron toda la habitación y los recuerdos le golpearon al instante. El restaurante, Aeneas, los besos, las caricias y aquella entrega mutua- Fue real... -Murmuro al ver las marcas en sus brazos y piernas, además de sentir algo deslizarse por entre sus piernas.

El más joven soltó una risilla, una que parecía mas el trinar de las aves, la mirada curiosa del francés observaba todo con gran admiración. Debía admitir que aquella habitación tenía una exquisita decoración, ya fuera desde el papel tapiz en las paredes, hasta los bellos muebles con delicados grabados.

–Nada mal... -Se dijo para sí mismo.

Alzo los brazos, tan solo para des esperezarse un poco, también preguntándose donde debía estar el rubio pero al escuchar el constante ruido de la regadera, supuso que debía estarse bañando.

–¿Pero... pero qué? -Sus orbes se posaron sobre los objetos sobre la cama, tomándolos entre sus manos y viéndolos uno por uno hasta llegar a la billetera del otro- Uh... ¿será que aún conserva esa foto? -Se preguntó, pues hacia años atrás, cuando ellos salían a escondidas se habían tomado una foto juntos, él se quedó con una y el rubio con otra, guardándola en su billetera por lo que se moría saber si el otro también lo hacía en esta. –No creo que se enoje -Murmuro quedito y soltando una risilla por su pequeña travesura, viendo cuanta cosa tenía en griego en su billetera, desde algo de dinero en efectivo, tarjetas de crédito o presentación, un pedazo de papel con un garabato, hasta encontrar un par de fotos dejándolo helado.

El cuerpo del menor pareció temblar mientras sostenía una de ellas, la otra solo descansaba sobre la sabana. Aeneas si había conservado aquella foto de antaño y parecía que en todo ese tiempo había cuidado muy bien de ella pero, había otra que le había dejado helado. Era una donde salían tres niños,

Al pasar los minutos el rubio salió de la regadera, y para evitar el derrame de agua molesto en el suelo, seco todo su escultural y fornido cuerpo con la toalla, mientras aun el vapor escapaba de su cuerpo canela, al terminar se amarro la toalla en la cintura y sin más tardar salió del cuarto de baño, topándose con que su bello ángel estaba ya despierto y... congelado, al parecer había estado husmeando su billetera y en esta había encontrado algunas fotos...en especial una que sospecho lo había dejado de aquel modo.

–¿Krest? –Le llamo, pero el otro parecía no hacer amago de escucharle.

–Mi bebé ... -Fue lo primero que murmuro después de largos segundos en contemplar aquella foto- Es... es mi bebé -Volteo a verle, se notaba alterado y con varias lagrimas deslizándose por sus mejillas- ¡Es mi hijo!-Bramo molesto, ahí entre sus manos estaba la prueba. Aquella foto mostraba tres niños. Los dos mayores eran una viva imagen de Aeneas, en especial el rubio mayor, aquel niño de mejillas rechonchas y radiante sonrisa que en sus brazos sostenía un pequeñín de apenas un año- ¿Porque mi bebé está contigo?

–...Es Kardia, pero... Acaso estas diciéndome que es tu hijo... es nuestro hijo? ––Los ojos del rubio se abrieron como platos ante aquellas palabras, acaso... su... Su hijo... ¿Acaso estaban hablando de la misma criatura? Sintió que un aire lúgubre le recorrió todo el cuerpo, por lo que el recordaba, la última vez que se había visto con Krest supo que este estaba esperando un hijo suyo, pero nada más; pues los padres de este se habían encargado de culparlo por violación hacia su hijo y de ahí paso algunos meses en prisión, hasta que Calvera logro contratar al mejor abogado y sacarle de ahí.

Desde aquel entonces había perdido contacto con el francés y toda noticia de su hijo, ni tan siquiera la peli negra se había atrevido a decirle algo. Aunque todo cambio en cuanto aquella mujer extraña, que apenas y recordaba por sus borracheras, se atrevió a decirle que ese infante que cargaba en sus brazos era hijo suyo, ¿acaso era el mismo bebé? Muchas eran las incógnitas que el tenia, pero ni una respuesta.

–¿Krest, estás seguro de ello? –Pregunto, el otro solo volteo a verle como fiera y aun lagrimas surcándole las mejillas.

–¡Claro que sí! ¡Él es mi hijo! -Gruño molesto y lanzando la billetera contra la cabeza del griego, quien por desgracia no logro esquivarla– No importa cuántos años hayan pasado, yo reconocería a mi hijo donde fuera! ¡Idiota! -Bajo la mirada y se puso a sollozar, no pudiendo resistir todo ese cumulo de emociones- Mi bebé... -Sus delicados dedos acariciaron con ternura la imagen del pequeño Kardia, quien sonreía ampliamente junto a su otro hermano (Milo) y el pequeño infante de cabellos rojizos.

– ¿...Por qué me atacas? –Acertó en decir el rubio quien comprendía el dolor ajeno más. Seguía estando confuso ante la agresión del galo más el asunto de Kardia– Krest… ¿Cómo fue que esto sucedió? La última vez que nos vimos, tú…

El otro volteo a verle, su mirada aguamarina se encontraba llena con más vitalidad que antes, pero no por eso estaba del todo recuperada como antes.

– Mi Kardia, mi bebé... Aahh... Yo... Ellos... Ellos me lo quitaron... N-nuestro bebé... -Sintió su cuerpo flaquear. Bajo la mirada, aún con lágrimas recorriendo sus mejillas, Aeneas entonces acorto la distancia y fue a sentarse junto a su amado, acunando aquel rostro níveo entre sus manos morenas– Y...yo... -Tenía un nudo en la garganta, uno que le podía hablar claramente y contar lo que había sucedido- Ellos... M-me... Me lo quitaron... Yo no... -Negó repetidas veces y escondió su rostro en el pecho del griego, dejando que el aroma corporal le calmase.

–Mi amor, mi amado, yo no... No sabía aquello, te ruego y me disculpes –La voz del poderoso hombre de melena rubia sonada herida, dolida, si, le estaba ardiendo el pecho por conocer aquella terrible realidad, acaso su hijo, su pequeño, el simple hecho de que la criatura que con tanto amor le había hecho a Krest sin estar consciente, hubiera ido a parar a otras manos que no hubieran sido las suyas, le aterraba–Perdóname… yo... Yo debí hallarte lo más antes posible, pero para entonces no tenía forma –Negó con la cabeza y se abrazó a aquel pequeño cuerpo– Hice todo lo que pude, nunca deje de pensar en ustedes pero… Pero al menos él está conmigo, siempre lo ha estado y siempre le he brindado amor…

Por primera vez en tantos años ambos corazones parecieron volver a latir como uno solo, era increíble saber cómo por azares del destino, aquel hermoso ser que habían creado de forma inconsciente había ido a parar en las manos del rubio. Pero aun así Krest agradecía a dios por ello, estaba feliz porque su pequeño Kardia al menos había ido a parar bajo el cobijo de su padre, pero aun asi quedaban algunas incógnitas mas por resolver.

 

 

Notas finales:

Me disculpo si hay algun error, uwu pero tuve que terminarlo lo mas rapido porque no queria atrasarme mas, pero si aparece algo malo lo corregire al instante.... ademas de que saldra otro cap de ellos xD pero ya en el siguiente se acaba este flashback? como sea y empieza el gran avance que han tenido Milo y Camus~


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