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Esclavo de Tu Amor por Arizt Knith

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Notas del capitulo:

Primeramente quiero agradecerles a todas las personitas que se han tomado la molestia de dejar un review!! Gracias atavaka, Ladyantares, Lynn_22, Charlotte, Ryu, Jesica Black (gracias por las buenas críticas y demás!! Estoy agradecida) juvia, guidecalain, e Inverno81!!!

Muchísimas gracias por sus bellos comentarios, me siento feliz de que hasta el momento les vaya gustando y me disculpo de ante mano por haberme tardado tanto en actualizar. Bueno, ya no les entretengo y disfruten del capítulo. 

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Esclavo de Tu Amor

Capítulo 4

"You Can't Escape"

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A la mañana siguiente los molestos rayos del sol se infiltraron entre las delgadas cortinas celestes, y fueron a dar de lleno en el rostro de un bello joven de largas y sedosas hebras verdosas. El joven empezó a removerse inquieto en la enorme cama, sintiendo por ratos como un terrible dolor recorría sus caderas y espina dorsal, aquel era un dolor que nunca antes había sentido. Era como si un enorme tractor hubiera pasado sobre él, no, quizás algo mucho peor que eso.

Agh… - Con mucho pesar fue abriendo sus ojos.

Fue de a poco para acostumbrarse a la iluminación del lugar, cuando lo hizo, se dio cuenta de que no se encontraba en aquel pequeño cuartucho. Al contrario, esa habitación era enorme y de un tono perlado mientras que los bordes inferiores eran de cedro. También estaba aquel gran ventanal con cortinas celestes, y por el cual se infiltraban los molestos rayos de sol. Pero lo más impresionante o más bien traumático, fue encontrarse así mismo solo en una cama, sin ninguna de sus prendas y con algo entre sus piernas.

– No… esto… esto no puede ser verdad… -A duras penas se fue levantando de la cama y sintiendo de lleno unas terribles punzadas en sus caderas y en cierto lugar. Apretó sus puños y ojos con fuerza, evitando llorar por la impotencia mientras los recuerdos de la noche lo golpeaban de manera brutal –No puede ser… -

Ah, ¿así que ya has despertado? – Los ojos del menor se abrieron como platos al escuchar aquella voz grave y conocida. Inmediatamente volteo a verle, deseando que todo eso fuera una simple pesadilla; pero no lo era.

Kardia se encontraba bajo el dintel de la puerta recién bañado y con una toalla blanca atada a la cintura mientras usaba otra para secar sus largos cabellos azules con una toalla. El menor vio con los ojos aterrados a aquel hombre quien solo le sonreía con sorna.

– ¿Quién eres? – Pregunto temeroso. El griego solo sonrió ladino y cruzo los brazos sobre su pecho expuesto.

Soy tu dueño –Aquella simple respuesta dejo helado al menor y Kardia lo noto, pudo ver como aquella hermosa mirada violácea se llenaba de terror.

Ambos jóvenes se mantuvieron en la misma posición. Degel buscaba algo en su cabeza, algo que le dijera que todo eso era una pesadilla, una maldita y retorcida pesadilla. Pero por más que lo intentase, por más que rogase a los dioses sabía que era verdad lo que estaba viviendo. El dolor en su cuerpo, las marcas en sus brazos sumándole los recuerdos de la noche pasada, esos que le hacían enrojecer y avergonzarse por haber disfrutado por breves momentos que aquel maldito hombre le quitara la poca dignidad que le quedaba.

Y mientras Degel se recriminaba mentalmente por lo que había pasado, Kardia se encontraba con la mirada puesta sobre su nueva adquisición. Debía admitir que aquel muchacho había sido más que esplendido a la hora de follar, su cuerpo era flexible y mejor que el de una mujer. Relamió sus labios. Degel tenía una hermosa y tersa piel, sus largos cabellos verdosos eran sedosos, y ni que hablar de aquella dulce voz la cual profería los mejores gemidos que le encendían aún más. Un calor abominable se apodero del griego quien solo gruño y tiro la toalla al suelo. Degel seguía en su mundo que ni cuenta se había dado de la forma en la que el otro le miraba y se acercaba a él.

El peso extra en la cama fue lo que alerto al menor, pero para entonces ya era demasiado tarde y se encontraba nuevamente preso en las manos del moreno.

– ¿Qué demonios crees que estás haciendo? – Sus orbes violetas observaban con horror al mayor. Kardia solo sonrío malicioso y se acomodó de nuevo entre las piernas del menor, haciendo que su miembro erecto rozara contra él.

– ¿Lo sientes? –Pregunto. ¡Claro que lo sentía! Pensó el galo mientras se removía desesperado en el lecho y buscaba la manera de escapar de su opresión –Me encantas, me encanta ver esa expresión llena de terror en ti

– ¡Maldito! N-no… ¡N-no me toques! –Grito desesperado y dándole un fuerte cabezazo al mayor que lo dejo aturdido y aprovecho para levantarse y salir corriendo de ahí.

Kardia cerró con fuerza sus ojos al recibir aquel fuerte impacto contra su cabeza, debía admitir que eso era algo que no se esperaba. Gruño y se levantó de un brinco para alcanzar al menor en menos de dos zancadas y tomarlo con fuerza del cabello. Degel dejo salir un lastimero sollozo al sentir como aquel hombre jalaba con fuerza sus cabellos desde el pasillo, hasta llevarlo de nuevo a la cama y tirarlo en esta. Sentía miedo y el otro lo sabía, pero no solo por eso iba a dejarse dominar justo como la noche anterior.

¡No puedes hacerme esto!–Su mirada violeta estaba roja por las lágrimas contenidas. Sentía odio, sentía rencor y asco hacia aquel hombre y hacia sí mismo.

–¿Pero qué dices? ¡Claro que puedo! Eres mío, ¿acaso no lo entiendes? –Nuevamente el peliverde dejo salir otro sollozo al sentir como Kardia le tomaba de los cabellos y juntaba sus rostros. –Puedo hacer lo que se me venga en gana, te he comprado, eres mío, eres de mi propiedad

Sonrió complacido que ni esas palabras habían quebrado el espíritu del menor, ¡Era eso lo que al peli azul le gustaba! El aborrecía con todo su ser a aquellos que se doblegaban tan fácilmente pero, oh, el enloquecía cuando encontraba a alguien con un espíritu y orgullo así de grande como el de él. Pero esto no era nada, las cosas irían subiendo de nivel hasta ver hundido en la desesperación al pobre peli verde.

Ambos jóvenes se vieron por eternos segundos, ninguno de ellos pensaba ceder. En especial Degel, quien ya había demostrado un lado muy vergonzoso ante aquel ser despreciable.

–Se una buena putita y quizás sea bueno con….–La sonrisa mordaz del griego se borró al instante de sentir un fuerte impacto contra su rostro.

Degel había usado nuevamente toda su fuerza para darle un puñetazo a aquel desperfecto humano e intentar huir de nuevo mientras usaba las sabanas para cubrir su desnudez. Esta vez le tomo más tiempo a Kardia para reponerse, dándole más ventaba al menor que se encontraba a pocos metros de la puerta hacia su libertad. El terror volvió al rostro del de tez nívea al escuchar el fuerte retumbar de aquel griego corriendo hacia él. Y como si los dioses le odiaran, Degel termino parándose sobre la sabana que usaba para cubrirse y termino dando de bruces contra el suelo. Kardia entonces aprovecho para tomarlo de los tobillos y llevarlo arrastras hasta la habitación, en el proceso, Degel trataba de golpearlo de alguna forma.

–¡Suéltame maldito hijo de puta! –

Ah… Nunca me imaginé que esa boquita tuya supiera tan horrible vocabulario –Degel tan solo profirió una sarta de insultos contra el hombre de cabellera azul, que seguía arrastrándolo hasta la cama sin importarle que Degel se lastimara en el proceso –

El mayor lo tomo con la poca delicadeza posible y lo lanzo de nuevo a la cama. Y como siempre, Degel intento escapársele pero esta vez Kardia se encargó de tomarle con fuerza del cabello.

¿A dónde crees que vas?–Gruño en su oído, Degel pudo sentir como algo duro se rosaba contra su trasero.

Nuevamente volvió a usar las mismas esposas de anoche para encadenar al más joven al respaldo de la cama y dejarlo de frente. Trago seco. Ahora al estar a plena luz de día podía apreciar mejor aquel cuerpo que había poseído anoche. El peli verde sin duda era hermoso, mejor que cualquier otra mujer u hombre con el que había estado. Su anatomía era perfecta, sus curvas estaban bien delineadas, su olor, su tacto, su voz.

Degel… –El menor dio un respingo al escuchar la voz ronca del otro pronunciar su nombre, ¿Cómo es que aquel cerdo lo sabía?

¿Te sorprenda que sepa tu nombre?– ¡Claro que le sorprendía! Pensó Degel al ver como el peli azul acomodaba una pierna a cada lado de sus caderas.

Los zafiros del mayor volvieron a posarse sobre los violetas, su mano derecha bajo recorriendo el pecho del más joven hasta llegar a su vientre bajo y dar inicio a la estimulación. El mayor debía admitir que desde la posición en la que se encontraba, podía apreciar más de las facciones del peli verde. Degel al sentir aquellas manos morenas recorrerle y la desnudez del peli azul contra la suya, provocaba que leves escalofríos recorriesen su cuerpo entero.

En pocos segundos la habitación empezó a llenarse con los jadeos y suspiros involuntarios del más joven, quien se retorcía de placer sobre la cama ante cara caricia que el otro le prodigaba. Quería más, Kardia quería más. Sus labios entonces atacaron directo los del galo quien se resistió. Pero Kardia al ser quien era no se rindió, su mano derecha dio un leve apretón sobre el miembro semi-erecto del otro, provocando que dejen abriera la boca para soltar una exclamación. La lengua griega entonces aprovecho para profanar la boca del galo. Los ojos del peli azul se encontraban entre abiertos, no quería perderse ninguna expresión de su "amante" Se sorprendió al sentir el sabor dulzón en la boca ajena, la suave textura de los labios que después empezó a mordisquear y a delinear con la boca de su lengua mientras movía lentamente su miembro contra el ajeno.

Nnn~ Aaahh... –El menor gimió fuerte ante aquellas atenciones dadas por parte del griego. Nuevamente volvió a sentirse humillado y traicionado por su cuerpo.

Se estaba sumiendo entre el placer y el deseo, en vez del odio y rencor contra aquel sujeto. Los labios del griego siguieron atacando los del galo, sus manos recorrieron aquella estrecha cadera, sus roncos jadeos se escapaban en medio de los besos y su miembro erecto chocaba contra el vientre plano del menor. La mirada de Kardia se llenó de sorpresa al sentir como el menor empezaba a corresponder con torpeza a sus besos. Poco a poco el cuerpo del peli verde dejo de estar tenso, no podía, no cuando aquel hombre sabia donde tocarle. Jadeaba, gemía todas aquellos sonidos inundaron la habitación de placer y lujuria.

– Mgh... Aahh… -Sus piernas automáticamente se abrieron para dar paso al griego y es que no podía mantenerlas firmes ante tanto placer.

Jeh… así que lo estas disfrutando… - Tal vez fuera muy pronto para admitir lo que sentía, pero estaba seguro de que por fin había encontrado a un verdadero amante con el cual probar sus juegos más morbosos.

Porque él podía verlo, aun en aquella mirada altiva y orgullosa del menor había algo que le recordaba a el mismo. El mayor se fue colocando mejor entre las piernas del más joven para luego volver a retomar los besos.

Degel… -Gruño con fuerza. Sus manos morenas recorrieron el pecho ajeno una y otra vez, sus labios fueron bajando hasta el cuello. Sonrió. Sus dientes se encajaron con algo de fuerza pero sin llegar a lastimar el cuello albino, su mano derecha atrapo aquel miembro el cual masturbo con maestría. Estaba duro, y aunque dolía prefería mil veces torturar al otro antes de darse placer así mismo— Gime más para mi… —Su lengua trazo un camino húmedo por todo el cuello y hombros hasta llegar al plano pecho y recorrer aquellos pequeños botones rosados que ya se encontraban erectos. Primero atrapo el derecho entre sus labios. Lo besaba, su lengua recorría todo el contorno, sus dientes atrapaban aquel pequeño capullo rosado y sus oídos se degustaban con la dulce voz del peli verde.

Lo que paso a continuación solo fue otra sesión de sexo duro, por mucho que Degel se recriminara mentalmente, aun así no podía negar que su cuerpo lo disfrutaba. Kardia solo se felicitó así mismo mientras preparaba al menor, después de todo valía la pena el haber tirado semejante cantidad de dinero por aquel peli verde.

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(***)

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Mientras tanto en la mansión Skorpio, los ojos aguamarina de aquel joven recorrieron nuevamente la estancia en la que se encontraba. Las paredes eran blancas como el marfil y en varias de ellas se encontraba el estampado en negro de lo que parecían ser aves volando. Ni lo cómodo de la cama o lo suave de la alfombra negra de aquel cuarto le importaba. Peor aún los tantos lujos que el de mirada color sangre, le había prometido. Soltó un suspiro a lo que parecía ser el decimotercero o algo así por el estilo.

Hijo de puta… - Un sabor amargo se instaló en su boca al recordar a aquel joven de hebras carmesí; el mismo que le había comprado, el mismo que se hacía llamar "su dueño"

Gran parte de la noche y de la mañana se la había pasado maquinando algún plan que pudiese sacarle de ahí, pero todos terminaban en la mismísima mierda. Primero, se encontraba encerrado en aquella maldita habitación y lo peor de todo es que se encontraba en la tercera planta; así que un escape por la ventana terminaría cobrándole al menos unos huesos rotos y la imposibilidad de escapar corriendo de ahí.

–¡Puto de la recontra mil puta! ¡Agh! –Se levantó furioso de la cama y lanzo un cojín contra el suelo.

–Ese no es el lenguaje para un chico como tú –El menor solo hizo un ademan de enseñarle el dedo medio de ambas manos a lo que Khian solo sonrío y cerró la puerta tras de sí.

Después de aquella noche en la que el pelirrojo se había divertido jugando con el cuerpo de aquel joven hasta dejarlo exhausto, pero sin llegar a poseerlo. El de hebras color miel sentía como la mirada carmín del otro recorría cada parte de su cuerpo, aquella mirada quemaba.

Veo que pudiste dormir bien–El menor solo respondió con una seña de ambos dedos de en medio – Así como sigues siendo un maldito mocoso desagradecido

–¿Quién demonios estaría agradecido de ser subastado como un simple objeto? –El mayor quien aún seguía apoyado contra la puerta con los brazos cruzados, pudo sentir la voz cargada de impotencia en el más joven.

Sus manos se cerraron sobre sus brazos y su quijada se tensó un poco, en cierto modo logro sentirse un poco mal por el menor; pero también el otro debería de entender y sentirse agradecido que se encontraba en un mejor lugar y no con aquel viejo cerdo que quería comprarle. De solo imaginar que su adquisición hubiera ido a parar en las manos de un viejo tan despreciable como aquel, le hacía rabiar.

Al menos deberías estar agradecido que no fuiste comprado por un viejo pederasta

–¿Agradecido? Si, tal vez –Acepto– Pero de todas formas, fui vendido y comprado por un hijo de papi

Nuevamente aquel par de ojos singular se fijaron. El mayor debía admitir que la situación en si le divertía, era la primera vez que una persona no se doblegaba ante él, aquel joven era el primero en hablarle de esa forma tan arisca y debía admitir que le gustaba.

No me dejaras salir de aquí, ¿verdad? –El mayor solo sonrió como el mismísimo gato Cheshire y se encamino a la cama a lo que el menor solo se alejó un poco más de él y cubrió parte de su desnudez con las sabanas.

–¿Cómo te llamas? –Pregunto. El menor solo le vio como si al otro le hubiese salido otra cabeza – ¿Qué?

Primero actúas como el "niño de papi" y haces lo que te venga en gana conmigo –Al decir eso no pudo evitar sonrojarse pues, los recuerdos de la noche anterior donde aquel hombre lo tocaba volvieron a él.

–Me dirás tu nombre, ¿sí o no?

–¿Eres bipolar o algo así?

–Quizás –El menor bufo molesto, ¿Es que aquel tipo no podía ser más raro?

Arizt… -Murmuro –

–¿Disculpa? –Pregunto sin entender mucho, el de hebras color miel solo se removió un poco más en su lugar.

Me… me llamo Arizt… -Pueda que no entendiera lo que pasaba en la cabeza del otro. El pelirrojo en si había resultado ser una enorme caja llena de sorpresas, era muy cambiante y misterioso. Pero por muy amable que se presentase ante él, no pensaba bajar la guardia y no permitiría que el otro volviese a tocarle como lo hizo anoche. Pero asi como el menor pensaba no caer en las redes del oji carmin, Khian no estaria dispuesto a perder a su bella adquisicion. Haria que el menor cayera en el más profundo placer, le ensenaría todo lo que el sabia para que así ambos lo disfrutasen. Porque como él había dicho, él era el dueño de aquel pequeño y no permitiría que nada ni nadie, ni el mismísimo Arizt se fuera de su lado.

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(***)

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Mientras tanto en otro lugar y para ser más exactos en uno de los mejores completos de apartamentos. Milo se había levantado desde muy temprano a tomar una relajante ducha con agua tibia. El apartamento en el que vivía se encontraba sumido en silencio, supuso que su acompañante debía seguir dormido. Se sintió un poco ofuscado, nunca en su vida había hecho semejante locura, si es que se le podía llamar así. Negó con la cabeza; de no haber interferido aquel pelirrojo seguiría en aquel horrible lugar y con ese viejo borracho.

El recuerdo de aquel sucio hombre tocando al pelirrojo le provoco arcadas. Camus era un bello joven y aun le faltaba mucho por vivir y de solo pensar que el menor pasara el resto de su vida en aquel lugar le enfermaba.

Siguió secando sus largos y ondulados cabellos rubios con una toalla blanca mientras caminaba por el pasillo a las habitaciones, deteniéndose enfrente de la habitación del pelirrojo y abriéndola apenas un poco y apreciar al bello durmiente de larga cabellera escarlata. El bello joven tenía un rostro sereno al descansar, tan así, que Milo se sintió mal con interrumpir el sueño del otro.

Lentamente fue cerrando la puerta y alejándose de la habitación, aún tenía que ponerse algo de ropa y hacer el desayuno para él y su invitado. Lo que Milo no supo, fue que Camus se encontraba despierto hacia unos minutos atrás y cuando sintió que alguien abría la puerta decidió hacerse el dormido

Un bostezo se escapó de sus labios al momento de colocar otra hilera de tocino sobre el sartén, a este punto ya se encontraba más rejalado y preparando un delicioso desayuno para él y su compañero. Debía admitir que se sentía extraño por aquella acción sin pensar que había hecho, pero también se sentía feliz de haber ayudado a Camus.

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...Camus...

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El nombre del pelirrojo resonó en su cabeza. Por lo que sabía, el pelirrojo tenia diecisiete años, venia de una villa pequeña al sur de Francia; tenía dos hermanos, él había sido el segundo al nacer y solo vivían con su "madre" y tía, pero en si no había dicho nada más que eso. Aunque bueno también debía entender que el menor había pasado por cosas horribles y eso le había llevado a desconfiar de los demás, él también lo haría si estuviera en la misma situación que el pelirrojo.

Ahm… ¿Milo? –El mencionado apago la cocina y volteo a verle. Camus hacía pocos minutos se había terminado de bañar y cambiar.

El sorprendió al ver que el menor se encontraba usando las ropas que le había dado, aunque estas le quedaban muy grandes pero algo era algo. Por otro lado, Camus llevaba varios minutos de estarse acomodando el cuello de la camisa que siempre se deslizaba y dejaba entrever sus níveos hombros. El mayor no dejaba de ver como aquella camisa negra le quedaba tan grande al galo, llegándole hasta la mitad de los muslos y aquel pequeño short. No supo porque eligió tal conjunto para el joven, quizás porque era la única ropa limpia que tenía o quizás lo hizo de forma inconsciente para ver más de aquella piel blanquecina.

Fuera lo que fuera se sentía agradecido, pues podía admirar la perfecta figura del galo. Camus tenía largas y finas piernas blancas, un rostro fino, y una hermosa cascada escarlata como cabello hasta su pequeña cintura.

Uhmm, gracias… gracias por todo lo que has hecho por mí –La dulce voz del menor le saco de su ensoñación. A la vista del rubio, Camus se miraba completamente adorable con ese pequeño rubor en sus mejillas mientras volvía a batallar con la molesta ropa.

–No tienes nada de que agradecer, tan solo hice lo que cualquier persona con cerebro y corazón haría –Se dio la vuelta para tomar los platos con comida y ponerlos sobre la pequeña mesa, haciendo un ademan al más joven para que le acompaña al desayuno.

En todo ese momento ninguno dijo nada, tan solo se dedicaron a comer en silencio y a mirarse entre ellos. Más que todo Milo, el rubio no podía despegar la mirada del pelirrojo. Cada movimiento que el menor hacía para comer quedaba grabado a fuego vivo en él. Tenía una boca pequeña y con labios algo carnosos pero finos, no tenía ninguna imperfección en su bello rostro además, aquellos ojos eran como los rubíes. Eran muy distintos a los de su hermano menor, Khian. Los de Camus tenían un hermoso brillo y pureza en ellos, haciéndole sentir una enorme necesidad de tenerle junto a él y no dejarle ir.

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(***)

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Mientras tanto en la mansión de los Skorpió, el señor Aeneas se encontraba en su oficina revisando algunos documentos que su más leal hombre, El Cid, le había llevado para que revisase. Últimamente algunas empresas enemigas se habían estado uniendo para darle un contraataque, inclusive habían estado queriendo infiltrar personal y así atacarlo desde adentro, pero al ser quien era, el rubio siempre se encontraba al tanto de todos sus negocios y el mismo se encargaba de revisar cada contrato, aunque eso le costara varias noches en vela.

Señor Aeneas, buen día –El mayor levanto la vista para encontrarse con aquel hombre al que consideraba su mano derecha. El Cid. Aquel hombre de procedencia española era el hermano mayor de Shura. El español se encontraba usando un traje completo de color gris, con una camisa blanca de centro y una corbata negra al igual que sus zapatos bien lustrados.

Buen día para ti también, El Cid –El otro solo asintió con la cabeza mientras dejaba unas cartas sobre el escritorio. El rubio dejo de revisar aquellos documentos para revisar su correo. Bufo molesto al encontrar varias cosas de propaganda entre otras cosas. Pero sus orbes azules se abrieron por completo y se adquirieron un gran brillo que el otro noto –Puedes retirarte

El español hizo una leve reverencia para luego salir de la estancia y cerrar la puerta tras de sí; dejando a un emocionado Aeneas. El rubio parecía de esos niños en época de navidad y a punto de abrir un centenar de regalos. Sus dedos recorrieron aquella bella caligrafía impresa sobre el sobre, sonriendo ameno. Solo había una persona capaz de tener tan bella letra, solo alguien en este mundo era capaz de hacer tan bellos trazos a la hora de escribir su nombre.

Lentamente y con gran cuidado fue abriendo el sobre como si temiera hacer algún daño que le estropeara por completo. Su corazón dio un brinco de alegría al reconocer de nuevo la letra de su amado, siempre empezando con un "Mi amado Aeneas…" Hacia tanto tiempo que no sabía de aquel hombre que le había robado el corazón, apenas y habían tenido algunos encuentros a espaldas de los demás, en especial de la familia de su amado, quienes no aceptaban esa unión entre ellos.

Mientras el rubio se deleitaba con cada una de las palabras de su amante, otro sobre con grandes números descansaba sobre su escritorio. Pero el otro seguía absorto y releía la carta una y otra vez, la sonrisa en sus labios se había borrado por completo, siendo reemplazada por una de miedo y gran preocupación.

No puede ser… -Según la carta, los pequeños retoños que el había dejado sin ser reconocidos pero que amaba y cuidaba entre las sombras, habían sido secuestrado unos meses atrás y él no se había podido contactar antes por el mismo problema, aquel maldito hombre que los había separado muchísimo tiempo atrás, Ryan Wyvern, esposo de su amado Krest Verseau.

Notas finales:

Espero que les haya gustado el capitulo de hoy!

Nos vemos en el siguiente!! uvu/


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