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Mis últimos días... por Karenlauren

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CAPÍTULO 9

GAARA

Estaba sentado en la cafetería de la universidad a la que iba Naruto. Estábamos los dos sentados en una mesa de cristal con sofá, Naru estaba a mi lado y su amigo había ido a buscarse algo para almorzar. Estábamos hablando cuando él recibió un mensaje y, al leerlo, se puso tenso. No entendí por qué hasta que lo leí: alguien le estaba amenazando. En ese mensaje ponía que le iban a matar. Solté un gruñido haciendo que él se sobresaltara. Le miré a los ojos y vi que estaba asustado.

Ahora entendía a Itachi, había que ayudarle, alguien le estaba amenazando e iba a cumplir su promesa de muerte si alguien no le paraba los pies. De pronto, la sola imagen que me vino a la cabeza de dejarle marchar en brazos de aquel asesino me hizo sentir furioso, despertó en mi un instinto protector hacia aquél chico cabezota. Decidí que tenía que ponerle a salvo.

- ¿Has recibido más mensajes de esos?-pregunté con falsa curiosidad.

Él asintió con la cabeza. Eso fue lo único que necesitaba saber.Iba a hacerle una muestra de confianza que jamás haría con otra persona en el mundo. Le iba a llevar a mi casa, mi santuario que tan solo los miembros del clan conocían.

- Levanta.- le ordené.

- No soy un miembro de tu clan, no me puedes dar órdenes- dijo él con el ceño fruncido.

Me acerqué y le susurré al oído- No, pero no creo que quieras que te saque de aquí en brazos.-dije serio mientras él me miraba incrédulo.

-No serás capaz.- dijo desafiándome y con expresión incrédula.

- Ponme a prueba- y dicho esto me lo quedé mirando fijamente, desafiándole. De repente, le volvieron a brillar los ojos y tenía los labios apretados.

- ¿Dónde vamos?- dijo enfadado. Sonreí.

- A mi casa.

- Seguramente me está vigilando.- sabía que se refería al asesino.

Le di una sonrisa felina- Entonces tendremos que quitarte la ropa y quemarla, por si acaso te ha puesto un GPS de localización.- Con eso me gané una mirada furiosa.

- Ni se te ocurra.- me siseó.

- Pues entonces vamos- le cogí la mano suavemente y salimos de allí. Le conduje hasta mi coche, un todoterreno negro de cuatro plazas. Nos subimos, yo en el asiento de conductor y Naru a mi lado, en el copiloto.

Conduje hasta mi casa situada en las afueras de San Francisco, California.

Al bajar del coche se quedó mirando la casa embobado.

- ¿Para qué quieres una casa de tres pisos?

- A veces alguien del clan se queda a dormir.- Dije con indiferencia levantando los hombros.

- ¿Cuántas habitaciones tiene?

- La sala de estar, cocina y comedor en la planta baja. En la primera planta hay dos dormitorios más el principalyun baño en cada habitación. En la segunda planta hay tres dormitorios con baño propio, todos. Y el sótano es donde está la lavadora y secadora. – Dije tratando de resumir la inmensa casa. -Vamos, no nos quedaremos fuera todo el día.-resoplé impaciente.

Avanzamos hasta la puerta. « ¿Dónde diablos he puesto las llaves? ».

De pronto me acordé, estaban en el bolsillo derecho del pantalón. Las saqué y abrí la puerta.

 Entramos, el recibidor era la parte más antigua de la casa, tenía la pared recubierta por unas placas de medio metro de madera de cerezo, y la parte superior era de color crema. El suelo estaba recubierto de mármol. Dejé las llaves en una mesita de al lado de la puerta y colgué el abrigo en el colgador metálico que había en una esquina, al lado de un armario de madera de cerezo, a juego con la placa de la pared,dónde guardaba los impermeables y abrigos.

-Bienvenido. El armario tiene abrigos, paraguas, botas de agua y chaquetas. Cuelga tu chaqueta en el colgador de al lado.

-¿Qué te había dicho sobre darme órdenes?- dijo él con cierto sarcasmo.

Le miré divertido y dije- Que susceptible… Además, no llevas chaqueta así que no sé de qué te quejas.

Naru me sacó la lengua de un modo infantil terriblemente encantador. No me resistí a mis impulsos, con un movimiento tan veloz que cualquier humano hubiera podido seguir con los ojos pegué mi cuerpo al suyo y acerqué nuestros rostros. Le lamí y mordí la lengua como si fuera un caramelo.

Él se sobresaltó y trató de apartarme pero yo no le dejé. Cuando terminé le solté, me giré y dije: 

- Bien, te enseñaré tu habitación.

Él me siguió hasta el primer piso. Decidí alojarle en la habitación contigua a la mía, de pared color crema y suelo de moqueta marrón.Era espaciosa, con una cama de matrimonio de sábanas, rosa claro, situada en la pared del fondo con dos mesillas de noche de madera clara a cada lado. Un armario a juego con las mesillas en la pared derecha junto con una cómoda del mismo color del armario. Y, por último, un espejo de cuerpo entero que ocupaba toda la pared izquierda de la habitación. El único inconveniente era que no tenía ventanas, no creí que le fuera a importar.

Cuando llegamos, abrí la puerta y le dije:

-Ésta será tu habitación, espero que te guste.

Él entró asombrado.

- Es preciosa!- exclamó- Oye, ¿cómo es que aquí todo es tan antiguo?

- Porque es una casa familiar, yo la he heredado de mis padres, ellos de sus padres… y así de generación en generación. – me encogí de hombros, sin darle importancia. Parecía que ya se le había pasado el enfado por lo de antes.

- Si me necesitas estaré en la habitación de al lado- dije.

- ¿Cómo?- dijo cauteloso.

- Tranquilo, no te espiaré por un agujero en la pared ni aun que quisiera.- dije en broma.

- Idiota.- dijo molesto. De pronto la expresión de su rostro cambió y pasó a ser de curiosidad de nuevo.- Una última cosa… ¿Por qué me has traído aquí?

La verdad es que la pregunta me cogió por sorpresa, no había pensado en ello. Solo sabía que confiaba en Naruto como en mí mismo y que le protegería de todo, nadie iba a tocarle un pelo si yo podía evitarlo. También recordé la sensación que había tenido cuando me había imaginado siquiera que le dejaría marchar. No le dejaría marchar, por nada en el mundo. Era mío.

- ¿Gaara?- su voz me sacó me mis pensamientos a la vez que provocaba en mí una sensación indescriptible, era como estar eufórico y a la vez correr una maratón.

Me di la vuelta e hice ademán de irme cuando él me cogió por el brazo, me miró a los ojos y dijo:

-Responde.- « Que insistente», pensé distraído sin saber que decirle.

Aún no tenía del todo claro que estaba ocurriendo, pero tenía una teoría. Decidí arriesgarme:

- ¿Tú lo has notado?-empecé.

- ¿El qué?- dijo con curiosidad.

Me eché atrás de golpe, seguramente él no lo había notado.

- Nada.- dije.

Y antes de que me pudiera decir algo más me fui sin decir nada. Necesitaba pensar

 

 

« ¿Podría tratarse de un lazo?»

 


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