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Un caballero sin armadura. por ChocoPyo

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Notas del capitulo:

Bueno, gracias a las personitas que leen este fic y tambien a las que comentan. La amo mucho por eso *favor de ignorar su momento gei* 

Gracias a Melissa y a JazzchibiNeko por sus beshos rwvs del capi pasado.

 En unos momentos más responderé sus rwvs ^^, pero sigue la misma amenaza de siempre.

 

 

Cuando escuchó el nombre del castaño sonrió de la manera más sincera posible que su cara le permitió. Se sentía feliz en cierto modo de saber el nombre de la persona que lo había salvado. El otro hizo lo mismo, pero al darse cuenta de lo que le había hecho a HoSeok se sonrojó pensando en la vergüenza que debía pasar al estar debajo de él. Intentó bajarse del mayor de la manera más rápida posible mientras ignoraba olímpicamente al que estaba acostado. Una vez que estuvo bien parado en el suelo, se giró para no ver al chico por unos segundos mientras se aseguraba de que su sonrojo desapareciera. Apretó los puños, cerró los ojos y suspiró dos veces para luego girarse en la dirección del mayor y afrontar lo que sea que fuera a decirle. El pelinegro, por otro lado, sólo atinó a sonreír al ver al pequeñín darse la vuelta con un sonrojo que lo hacía lucir bastante tierno ante sus ojos. El castaño, al darse la vuelta de nuevo, él ya tenía la mirada baja y movía sus manos en un intento por aflojar la corbata, pero se paró en seco al sentir un par de manos suaves y pequeñas abrazar cariñosamente sus muñecas. Se estremeció, mas no dijo nada, simplemente se dejó hacer.
Después de desatarlo, El mayor se sentó en la cama y junto a él JiMin también tomó asiento. Ninguno tenía idea de qué decir o qué hacer, así que sólo se mantuvieron en silencio mientras esperaban a que pasara el rato.

Quizás fueron diez o quince minutos los que estuvieron de esa forma, hasta que a HoSeok se le ocurrió ver la hora, puesto que le estaba entrando un poco de sueño. Su cara cambió radicalmente al notar todo el tiempo que había transcurrido desde lo que pasó en la calle; el castaño se dió cuenta, por lo que preguntó qué pasaba, obteniendo por respuesta un "es tarde y mañana debo ir a la Universidad... Lo siento, ya tenemos que dormirnos". Asintió sin saber a qué se refería con tarde, pues él creía que apenas eran las once y pico, pero también se sorprendió al enterarse que pasaba de la una de la madrugada. Sintió pena por el más alto y a la vez envidia. Envidia porque él sí podía ir a la escuela y tener una vida normal, y él no.

Escondió su cara girándola hacia el lado izquierdo para que no lo viera con lágrimas en los ojos, tratando de mostrarse fuerte e impenetrable, no quería parecer una niña delicada y frágil que necesitara ayuda para todo, cuando fue él el que salvó a una persona de ser violada. No le gustaba aparentar ser alguien que no era, pero que otro remedio había para ocultar la triste y decepción que le causó el rechazo de sus padres y sus amigos. Nunca se imaginó que fuesen a despreciarlo de tal manera que quedaría marcado de por vida. No planeó ser como era, ni tampoco planeó ser un muchacho de familia adinerada, porque sí, venía de una familia bastante bien acomodada. El estómago se le revolvió por acordarse de su amado y a la vez odiado hogar. Se preguntaba cómo estaban sus hermanitos, cómo estaba su gatita "dal" (que sería lo mismo que luna), cómo estaba su madre. Su madre... recordaba cómo lo despertaba a diario y cómo le besaba la frente antes de irse a la escuela. Dios, la extrañaba más que a nadie de la casa.

Al verse lleno de viejos pensamientos meneó la cabeza de un lado a otro buscando despejarse mientras caminaba al lado del pelinegro hasta la puerta continua a su habitación. Le dijo algo sobre que sería su cuarto, cómo debería arreglarlo, que el baño estaba a dos puertas, la cocina al final del pasillo hacia la entrada y antes de la sala, pero que él sabría dónde era. Asintió repetidas veces mintiendo cuando respondió que sí había entendido. Se dió cuenta que el más alto se había marchado, a lo que parecía, su recamara, cuando levantó su vista encontrándose con las protuberancias perfectamente redondas de su casero se sonrojó y frunció el ceño. Negó varias veces para decirse a sí mismo en voz baja que no le veía las nalgas, sino que fue un accidente, pero sus ojos y su boca decían cosas muy distintas, puesto que no dejaba de verle hondear las caderas.
Al notar que ya no había nadie en el pasillo, se metió de no tan buena gana a su nueva habitación.

Una vez dentro, fue directo a aventarse a la cama sin quitarse los zapatos o lo que le quedaba de ropa, que todavía estaba húmeda, donde se quedó pensando en su antigua vida y en cómo le diría al chico amable cuando le preguntara sobre su pasado. Tenía que pensar en algo bueno, o en decirle la verdad. Suspiró cubriéndose con el antebrazo la cara, intentando vanamente cerrar los ojos. No tenía ni una pizca de sueño, pero su cuerpo le exigía descansar.

— Después de todo... gracias a él ya no se le agrega una noche más a dormir en la calle.

Hablaba con él mismo como si fuera otra persona para darse ánimos pensando en que quizás, de esa forma, ya se pensaría tanto en su deprimente pasado, presente y, posiblemente, también futuro. De alguna manera no conocida para él, los parpados le pesaban bastante, no por cansancio, más bien por las ganas terribles que tenía de llorar. Apretó los labios y sus ojos se achicaron de manera extraña, apretó los puños y se sentó en un intento de matar las ganas por empezar a llorar como bebe. Lanzaba suspiros y jadeos al mismo tiempo que los ojos se le llenaban de lágrimas. Dios, no se perdonaría si hacía eso cuando al fin estaba logrando sacárselo de la cabeza. Negó rotundamente meneando la cabeza de un lado a otro desesperadamente aún con los parpados juntos, susurró un no muy amargo y seco al verse a sí mismo llorando.

— No… JiMin, no —lloriqueó echándose a la cama para enroscarse en las sábanas—. No hoy que ya tienes un lugar —sorbió los mocos que amenazaban con salirse de sus fosas nasales parpadeando fuerte— limpio y decente para descansar.

Gimió y se abrazó para protegerse, como su madre solía hacerlo cuando estaba triste o su padre lo castigaba.

No supo en que momento acabó durmiendo en la misma posición recordando todos y cada uno de los peores momentos de su vida. Porque sí, nunca vivió feliz a pesar de venir de una familia acomodada económicamente. Así que sólo cerró los ojos soñando con su familia y con los que alguna vez se hicieron llamar amigos.

Notas finales:

De verdad gracias a todas, ¡las amo!


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