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Un caballero sin armadura. por ChocoPyo

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Notas del capitulo:

Bueno, muchas muchas gracias a las chicas que comentaron *3* me hacen sentir especial C:

En un momento más contesto los rvws, pero para ser repetitiva, sigue la amenaza.

Ojalá publique pronto ^^

 

dedicado para JazzchibiNeko

JiMin estaba acostado boca arriba observando el techo, admirando las manchas de pintura caída por la humedad. Quizás pasaban de las once, pero no iba a levantarse; no quería, no podía, no lo haría. Se mordió el interior de la mejilla meditando lo que había hecho la noche anterior. Se aburrió de estar así, por lo que intentó mantenerse apoyado en los brazos, pero no pudo por un dolor en el abdomen bastante constante cada que forzaba esa zona; se quejó y se dejó caer. De su boca escapó un gemido de dolor junto con un quejido ronco. Pasó la mano izquierda por su cara y luego, con la derecha abrazó su estómago, en un intento por matar su malestar. Cerró los ojos fuertemente y, haciendo uso de una fuerza sobrehumana, se sentó en la cama.

El frío era poco, pero aun así lo sintió sobre su cuerpo de una manera nada bonita. Respiró hondo y caminó directo al baño. Pensó que tal vez, si se veía en el espejo, se daría cuenta de en dónde estaban sus moretones, y no se equivocaba, sí vio que en su abdomen existían golpes bastante bulbosos y feos. No se sorprendió, ya estaba acostumbrado a verlos seguido y de peores maneras en su cuerpo.
El baño no era amplio, pero sí espacioso debido a que sólo había una regadera dividida por un par de puertas corredizas con un plástico opaco, y una taza de baño; claro que también contaba con un lavamanos. Sus ojos no pudieron ocultar su asombro cuando se dió cuenta de que el chico vivía solo, y que su casa estaba bastante limpia como para demostrar lo contrario.

Frunció el ceño al recordar el infierno que vivió en su casa. Se le dificultó un poco el respirar por la opresión momentánea en su pecho. Soltó un jadeo y se sostuvo del lavamanos con la cabeza gacha, luchando por recuperar el aire que le fue arrebatado. Treinta segundos después de haberlo logrado, levantó el rostro topándose con una cara demacrada y con un hematoma casi azul en su ojo semi cerrado. Apretó el lugar donde estaban sus manos, y observó detalladamente su rostro. El labio inferior se hallaba hinchado y con marcas rojizas en los costados; cerca de su ojo sano también había un golpecito algo verde por el tiempo que llevaba ahí. Él juraría que lo tenía desde hacía más de dos semanas, o quizás de su penúltima pelea callejera al salvar a una mujer mayor de ser asaltada, que, de no ser por ella, hubiera terminado tirado y malherido en la calle, puesto que uno de los pandilleros llevaba con él una navaja sumamente filosa. En cierta forma, HoSeok le recordaba a la ancianita; fuera por su humanidad o por el instinto maternal que se le notaba a simple vista. Le daba igual en qué forma fuese.

Al verse lleno de esos momentos en los que había tenido que usar la fuerza bruta para salvar a otros, inevitablemente también recordó cuando un tipo regordete lo intentó engañar y atrapar para lo que posiblemente sería venderlo en alguna subasta de hombres locos y depravados. Para su suerte en aquel entonces ya había empezado a ejercitarse, por lo que pudo defenderse y salir corriendo hasta un autoservicio de los muchos que existían por esa zona.

Odiaba cuando su mente divagaba por esos recuerdos tan dolorosos.

Suspiró y se despojó de su ropa; se daría una ducha. Una buena manera para alejarse de su pasado. Al estar a punto de retirase los bóxers, una punzada en su abdomen lo detuvo. Mordió su labio inferior y después inhaló profundamente y se apresuró a quitarse esa última prenda, ignorando el dolor constante proveniente de su estómago. Ya desnudo, abrió la regadera y estiró un brazo para saber cuál era la temperatura del agua; cerró los ojos y soltó un suspiro al notar lo caliente que estaba. Se colocó bajo la regadera y dejó que el chorro de agua lo empapara; se relajó casi al instante en el que las millones de gotas golpearon su cabeza, haciendo que recobrara un poco de calor. Sus manos actuaron de manera automática al recorrer su pecho y sus brazos enjabonándolos en una suave y delicada caricia. Sus piernas estaban frías pero no le dió mucha importancia. Trató de no caerse de bruces al suelo por la sensación de alivio y satisfacción que le embarga, ya que ese era su primer baño en unos días; puede que cuatro o seis, quizás siete. No recordaba, a excepción de que tenía tiempo sin bañarse.

Quería quedarse allí para siempre, pero no podía.

Sin darse cuenta, veinte minutos pasaron desde que había entrado. Refunfuñó por lo bajo al ver que sus manos ya estaban arrugadas por estar tan humectadas, así que abrió una puerta corrediza y salió; buscó con la mirada una toalla y se la enredó en la cintura, más tarde tomó otra de un color sólido y se secó el pelo. Al salir, se topó con un reloj de pared justamente en frente del baño; le pareció graciosa su forma y los colores tan raros con los que contaba, pero su risa no duró mucho al darse cuenta de que pasaban de las doce treinta del mediodía. Frunció el ceño y caminó hasta el que creyó ser el cuarto del pelinegro. Negó varias veces con la cabeza al entrar, ni siquiera él sabía por qué lo hizo, pero tampoco era como si le importara. Entró sin tocar, pues tenía entendido que el mayor llegaría hasta tarde, desconocía la hora, pero era lo normal al ser universitario.
Abrió un cajón y por suerte, se topó con la ropa interior bastante bien doblada de HoSeok; escogió unos de color negro ajustados, sorprendiéndose al ver que le quedaban a la medida. Rebuscó entre la ropa que había en un closet topándose con un par de pantalones cafés claro que se acomodaban perfecto al contorno de su parte baja pero con el defecto que le quedaban algo largos, no le vio más problemas por lo que se los dejó. Como aún no encontraba una playera normal para usar, decidió tomar una de color blanca que se había encontrado encima de la cama; al darse cuenta que no tenía zapatos o tenis que usar, optó por unos negros al estilo van's que mágicamente eran de su número. Sentía que abusaba de la confianza del otro, pero no planeaba sentirse culpable tan sólo por un par de rosas usadas, lo sentía innecesario y estúpido al saber que él se lo había ofrecido.

 

 

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Las luces parpadeantes del local en frente de la avenida encandilaban a todos los que llegaban o se paseaban por aquel lugar. Tenía un aire un poco tétrico debido a que la calle por donde se encontraba era sumamente oscura. Era un área peligrosa a altas horas de la noche, pero eso era algo que él desconocía siendo su primera vez ahí. Le costaba creer que haría algo indebido, puesto que nunca antes había hecho cosas semejantes. A sus 17 años seguía siendo un chico bueno y responsable; un nerd por así decirlo. Todo el tiempo recibía burlas por nunca haber probado el alcohol, o por no haber probado un cigarro; llegó el día que lo hartaron y decidió visitar un bar de mala muerte para ver si conocía personas nuevas y, por qué no, para descubrir nuevas sensaciones.

Y ahí estaba, sintiéndose un estúpido por estar parado frente al dichoso lugar recomendado por sus "amigos".

Estaba inquieto; sus pies le picaban igual que sus manos. No paraba de libarse los labios y tratar de mantener en una sola posición sus sudorosas palmas. Tragó nerviosamente la saliva que tenía acumulada sin darse cuenta en qué momento había pasado; soltó un suspiro y caminó hasta la entrada del fastuoso bar. Casi estornuda al oler el interior; hedía a alcohol, humo de cigarros baratos y sexo. Frunció la cara en una mueca de disgusto. Dos pasos después de entrar, aprobó la idea de que, como no había nadie cerca para cobrar o pedir alguna credencial (que parecía no ser necesaria), se apuró a ir directo a la barra para aprovechar al máximo su estadía en ese asqueroso lugar y, mientras lo hacía, fijó su mirada en un chico de cabello platinado y medio largo en la parte izquierda de a donde se dirigía. Se sorprendió a sí mismo al notar que lo estaba viendo más de la cuenta, por lo que, sonrojado y apenado, agachó la mirada hasta estar cerca de una silla vacía en la parte delantera del barman.

No estaba ahí para tomar en exceso, además de que nunca había probado cualquier tipo de bebidas como para ser experto del qué beber primero. Con mucha dificultad para pedir algo, prefirió escuchar lo mejor que tenían, ganándose un par de copas en una tonalidad extraña. Al principio creyó que sus ojos le mentían por ver ese tipo de colores tan psicodélicos, pero un rato después de dar el primer sorbo, al notar que el sabor era mejor de lo que se imaginó, su mente ya no funcionó igual e ignoró completamente las para nada disimuladas miradas de cierto chico sobre él.

Ocho copas más tarde se encontraba recostado en la barra sin soltar la copa a medias que llevaba en la mano derecha. Levantó la cabeza al escuchar una risita al lado suyo, notando, a pesar de su embriaguez, que el de la risa había sido el chico de cabello llamativo. Parpadeó varias veces confundido por la cercanía de ambos, mas no se despegó de su lugar, provocando otra risa en el muchacho. Frunció la boca y el entrecejo y habló sin importarle su vocabulario.

¿Qué? Entiendo que soy guapo y sexy, pero resiste verme.

Sus palabras fueron tan atropelladas y mal pronunciadas, que el otro soltó una pequeña carcajada.

Esta tiene que ser tu primera vez bebiendo, eh nerd habló en un tono de burla, pero sin rastro de ella en su cara, ahí sólo se veía diversión por la actitud un tanto idiota del pelinegro Supongo que sí —se respondió al notar que el HoSeok se había quedado dormido en la barra con la copa aún en la mano.

Le pareció tierna la forma en que dormía sobre su brazo izquierdo, así que pagó por él y se lo llevó hasta su casa, que no quedaba tan lejos de donde estaban. Pensó que le haría un favor al sacarlo en una sola pieza y sin ningún tipo de maltrato, y tal vez no se equivocaba. Él no se hallaba tan tomado, pero si le punzaba la cabeza por haberse bebido media botella de tequila; aunque no era mucho para su vasta experiencia bebiendo, sí se le hacía algo brusco lo rápido que llegó a la mitad, por lo que prefirió dejarlo antes de terminar como el muchacho que tenía enfrente.

Unas cinco cuadras y media fueron las que atravesaron para llegar al departamento del moreno. Lo dicho, no vivía tan lejos, pero aun así se cansó de cargar al pelinegro. Entró y antes de hacer cualquier otra cosa, lo acomodó en el sillón beige más grande de la sala porque su espalda ya le reclamaba por el peso que llevaba cargando. Sonrió de forma tonta por recordar que había pensado, en el bar, que ese nerd era tierno dormido; y vaya que sí. Pasó una mano por su cabello, despeinándolo un poco en el proceso.
Una punzada repentina le puso atento de nuevo al dolor de cabeza; cansado y con un sabor del asco en la boca, fue a la cocina integral por un vaso con agua, una pastilla para calamar la horrorosa futura jaqueca y un dulce de menta de los muchos que había en un tazoncito al centro de la mesa cuadrada color caoba.

No se tardó tanto en ir y venir, o por lo menos así lo sintió él, porque al regresar se encontró a un, todavía ebrio, HoSeok tambaleándose de un lado a otro con una mueca de "no estoy borracho, es sólo que estoy tan cansado que el suelo se me mueve" en la cara. Largó una pequeña carcajada típica de él para después tomarse la pastilla con el agua y meterse el dulce a la boca.

Tranquilo, nerd. Estás a salvo en mi casa —le dijo.

¿Quién eres, y por qué estoy aquí? preguntó con el mismo vocabulario atropellado y con la frente ceñuda.

El peliplateado se le acercó y lo sentó en el sillón.

Soy Kim NamJoon, primo del hijo del dueño del bar al que fuiste a emborracharte por primera vez, y un hombre joven que estudia en tu prepa, va a tu clase y a quien tal vez nunca habías notado porque se acaba de teñir el cabello este fin de semana.

El pelinegro frunció más el ceño y pensó. Sí, era cierto que nunca lo había visto antes, pero, eso no lo descartaba de ser un pervertido o acosador. Bufó y lanzó su cabeza al respaldo del gran mueble. No tenía idea de cómo llegó, pero estaba casi seguro que no fue por los poderes mágicos de algún mago o de un unicornio morado. Rayos, al estar ebrias, las personas piensan demasiadas cosas sin sentido alguno.
Al verse sin respuestas se encogió en su lugar, soltó un suspiro por la repentina luz molesta que emitía el foco arriba de él. NamJoon se dió cuenta y rió.

No pensaba negar que el nerd era divertido de alguna forma, o por  lo menos lo era en ese estado.

 

Abrió los ojos despacio y con el ceño fruncido a más no poder. Le dolía la cabeza, y podía jurar que tenía migraña. Una queja salió de sus labios al sentir lo incómodo que era donde estaba acostado, segundos después descubrió que era un sofá, y no el de su casa. Parpadeó un par de veces antes de sentarse y frotar su cara junto con el cabello, alborotándolo más de como a lo tenía. Intentó recordar lo que había pasado por la noche, pero lo único que logró fue que el dolor de cabeza aumentara. Prácticamente su mente borró todo lo acontecido luego de la tercer copa de esa cosa dulce y sabrosa.

Es bueno saber que estás bien, nerd la voz ronca al otro lado del pasillo lo sobresaltó.Te juro que creí que ibas a vomitar hasta las tripas la tercera vez que te arrastraste al baño bromeó acercándose con un plato lleno de comida y un jugo de naranja en la otra. ¿Tienes hambre?

Lo siento, yo... cerró los ojos y suspiró no sé quién eres y... Bueno... No tengo idea de qué hago aquí.

NamJoon sonrió y se sentó al lado del pelinegro; le pensaba contar todo tan sólo para ver su reacción. Él, a diferencia del mayor, ya lo había visto en su preparatoria y conocía a la perfección la situación de que nunca había probado alcohol, así que por eso, al verlo dormido en la barra, fue a salvarlo antes de que algún pervertido fuera a meterle mano.
Muy a pesar de saber que era el "matado" de su generación, según varios de sus amigos, le parecía alguien agradable. No es que hubieran convivido en alguna ocasión, pero "parecía buena persona".

Bueno, eso se puede arreglar, Jeong el nombrado se sorprendió al escuchar su apellido de la boca del otro, mas sólo abrió los ojos un poco sin interrumpir. Tal vez si esperaba le diría que había pasado. Resulta que, ayer, como cualquier otro viernes en mi apretada agenda dramatizó, fui al bar de mi primo Tae. O bueno, el bar de mi tío Bae: Tae es sólo el hijo aclaró y corrigió lo dicho antes. Después siguió: Ahí fue donde te encontré. Sí, sé que suena todo raro y loco que fuera casualidad nada más, pero te juro que así fue.

HoSeok frunció los labios y arrugó la frente.

Y  supongo que me trajiste a tu casa por...

No dejarte dormido donde alguien pudiera cogerte.

La frente del mayor se contrajo más, si eso era posible, ante la forma de hablar tan normal y confianzuda del chico. No era con si le molestase, era sólo que no estaba acostumbrado a dialogar con ese estilo de vocabulario.

Gracias... supongo contestó.

No hay de qué.

 

Notas finales:

Bye, bye~~

Gracias otra vez.


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