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Un caballero sin armadura. por ChocoPyo

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Notas del capitulo:

Bieen, ya volví con (creo .-.) un capítulo más largo que va dedicado a PaolaRochy y JazzchibiNeko

Por cierto, el NeGio está en este link:

http://www.4shared.com/photo/r39JFnmdce/Sp_Libreta_sp_NG_4.html

Bye bye (sigue la amenaza *se va lentamente*

El reloj tres asientos adelante de su silla marcaba las 10 en punto. Hizo una mueca de aburrimiento y frustración por tercera vez en esa clase agachando la cabeza hasta esconderla en su pupitre. Era temprano, pero él no lo sentía así, al contrario, el cuerpo le picaba por la ansiedad de saber que el maldito minutero no avanzaba más rápido; y es que la urgencia de salir de clases y salir corriendo directo a su caza hacía que las horas se le pasasen mucho más lentas de lo que normalmente son. Agitó la cabeza de un lado a otro en esa misma posición negando y lamentándose internamente. Hubiera seguido así, de no ser porque el profesor le llamó la atención de una manera poco disimulada.

— ¡Kim SeokJin! —gritó acercándose a donde el castaño estaba.

— Profesor Jeon GoBeun —respondió ganándose una mirada severa por parte de éste y la risa de uno que otro compañero.

— Esta es la sexta vez en la semana que no está prestando atención en mi clase —le reprendió. El aludido acomodándose en la butaca— ¿Acaso desea salir y pensar afuera sobre el porqué de eso? —preguntó.

— Siéndole sincero, profesor GoBeun, el por qué estoy así es por un asunto muy, MUY —recalcó la palabra para hacerle saber que no era de su incumbencia, por lo que, hiciera lo que hiciera, no le diría nada— íntimo.

El hombre que rondaba los cuarenta y cinco rechinó los dientes y colocó las manos atrás de su espalda alzando la cabeza en un signo de altanería y prepotencia que al mayor de estatura le daba asco. Ese tipo era un viejo verde que sólo andaba por ahí viéndole el culo a las universitarias, era por eso que los muchachos le tenían repulsión y nadie se llevaba bien con él. La clase entera estaba atenta a lo que esos dos decían, y es que, ¿cómo no hacerlo, cuando cada vez que ellos dialogaban en clase, el profesor terminaba por sacar al alumno y hacer que lo mandaran a su casa? Otra de las varias razones por las que nadie quería al hombre.

— Le pido, por favor, que se retire, o de lo contrario me veré obligado a llamar a un prefecto —anunció.

Jin revoloteó los ojos, se movió en su asiento para luego agarrar la mochila y abrirse paso delante del maestro en una mueca de desprecio; caminó  hasta la puerta y, girándose para encararlo, le señaló el dedo medio de la mano derecha, sacándole carcajadas al grupo, y la rabia contenida durante el día al "vejete", según el alumnado.
Realmente ya no les sorprendía la actitud del chico a nadie (exceptuando a los profesores), puesto que siempre era de esa forma con todos. Cerró la puerta y caminó de manera despreocupada por el pasillo, recordando el compromiso con el más chico y que lo pasado dentro del aula era culpa suya en cierta forma. Cuando llegaran a su casa le reclamaría y jugaría un rato con él.

Fue directo al ala este, que era donde estaban los salones de segundo, a pasar el rato hablando con NamJoon sobre cosas importantes que, según él, le harían muy feliz. Soltó una mini carcajada por su pensamiento morboso y descarado; era un maldito pervertido enfermo, y aun así, le gustaba al rubio sexy. Se mordió el labio inferior acordándose de su última vez con su dongsaeng; todo había sido tan jodidamente bueno y excitante para ambos.

Salió del edificio de tercero y, como los alumnos de primero no tenían clases entre la quinta y sexta hora, los que estaban por ahí pusieron la mirada en sus caderas hondeadas de manera coqueta. Obviamente él lo hacía con esa intención; no por nada era uno de los más deseados sexualmente en todo el instituto.
Muy a pesar de las habladurías, a lo más que había llegado a hacer eran "mamadas", aunque sólo se las hacía al moreno.

No era tan fácil como los demás creían después de todo.

Cuando llegó a donde se suponía estaba su novio, tocó la puerta pidiendo permiso para hablar con él, pero le dijeron que estaban ocupados, y que como se peleó con un tal GeoSuk, lo castigaron en detención durante las tres clases restantes. Le agradeció al profesor de literatura, maldiciéndolo en su mente por haber mandado a detención a Joon, y caminó al aula correspondiente con la esperanza de que no hubiera nadie además del pelirrubio. Si, sabía que siempre había un maestro vigilando, incluso, cuando no había, dejaban a alguien encargado de vigilar a los muchachos, y que era un golpe de surte si no había nadie; también sabía que no debía siquiera pensar en pisar ese salón, pero le era prácticamente imposible no recrear todas las cosas sucias que podría hacer con su amigo ahí dentro.

Al llegar, tragó saliva y revisó si estaba solo, luego entró, chocando con la puerta al hacerlo; se apuró a entrar y cerrar la puerta ya más callado. No se había dado cuenta que tenía los ojos cerrados y contenía la reparación. Sí era un chico malo y descarado, pero eso no le quitaba que le tuviese miedo a los profesores de por ahí; se decía que eran de los más insensibles y gruñones que tenía la zona metropolitana.
Un escalofrío le recorrió la columna al notar pasos cerca de él; intentó ponerse en pie sin abrir los ojos, cosa que logró a la perfección, de no ser por el cuerpo que le tapaba el paso hubiese seguido. Se mentalizó a él siendo encerrado en detención por haberse metido así nada más, pero en cuanto sintió unos labios gruesos iguales a los de él, se relajó e igualó la acción colando sus brazos por el cuello ajeno, recibiendo un apretón en la cintura por parte de las manos del menor.

Gimió en el beso por acto reflejo mientras peinaba el cabello rubio entre sus manos, jugueteando un rato a su gusto.

 

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Sus pies se movían al compás de la música reproducida por la televisión. Ah, la televisión. No recordaba la última vez que la había visto; realmente no lo hacía, sólo sabía que su último programa visto fue "one dance 4 one dream", uno donde las personas bailaban con el corazón por algo que querían. Eso para algunos era una bobería, incluso sus padres lo había dicho; "una estupidez nada más".
Cerró los ojos y suspiró recordando cuando le había dicho su gran sueño a su padre. Bufó molesto.

                Dios JiMin, eso es una estupidez. ¿Qué acaso no quieres ser como yo? soltó con enojo sin dejar de leer el papel de tonos grisáceos entre sus manos ¿Un triunfador?

                El menor sólo agachó la mirada y murmuró un "sí, padre" sin ganas de volver a tocar el tema.

Su ceño se frunció, pero al instante se reacomodó, puesto que en el canal de música estaban reproduciendo una canción de sus favoritas que hacía tiempo no oía: "un deut"  (o 운 듯). Amaba esa canción, y ni siquiera él sabía por qué, sólo que era hermosa y adictiva. Sus pies se dejaron de mover y sus ojos continuaron igual; ambos brazos se relajaron y empezaron a flotar a sus costados al ritmo de SoRa. Un momento bastó para que sonriera al acordarse de los ratos buenos que había pasado antes de salir voluntariamente  de su casa. Sonrisas, carisias de su madre, abrazos de sus hermanos, las risas contagiosas de su padre, su primera mascota, sus fiestas de cumpleaños. Y sin darse cuenta, las lágrimas y los sollozos afloraron de una manera cruel.

Abrió los ojos para encontrarse con un silencio horrible; la televisión estaba apagada y a él se hallaba pegado HoSeok, envolviéndolo protectoramente y susurrándole palabras reconfortantes que no lograba escuchar. Su mente lo regañó por mostrarse de esa manera. No debía mostrarse frágil frente a él, pero lo estaba haciendo. No quería ser un carga, pero tampoco podía hacer mucho, y menos llorando de esa forma tan ridícula. Separó los labios e igualó el acto del mayor, sorbió su nariz y se dió cuenta de que temblaba.
Tal vez diez o quince minutos fueron los que había seguido llorando, no lo sabía, pero prefería no hacerlo. Cuando al fin pudo escuchar lo que decía el otro, sonrió débilmente y asintió separándose. Secó sus mejillas y se acomodó en el sillón. Notó que luego de varios segundos, el pelinegro le acariciaba la cabeza mientras se mantenía con un brazo alrededor de sus hombros atrayéndolo a sí mismo intentando reconfortarlo.

— Tranquilo JiMinie —lo apretujó sin dejar de acariciarle el cabello—. Ya pasó. Ya, ya. Está bien ¿sí?

El menor no dijo nada por el shock, pero asintió lentamente girándose para encararlo. Tenía los ojos rojos y ojerudos por las lágrimas, pero por alguna razón, HoSeok lo seguía viendo lindo y sin ninguna imperfección. "Tan tierno", pensó, mas se arrepintió casi al instante. Avergonzado por eso, abrió la boca y la volvió a cerrar parpadeando repetidas veces sin saber qué hacer o decir. Volteó su cuerpo al contrario del menor y, al estar a punto de levantarse, una mano pequeña le sostuvo el brazo; regresó su cabeza a donde el niño, sorprendiéndose al recibir de lleno los labios gruesos y carnosos de éste.
No hizo nada para separarlo, pero tampoco se movió en algún signo de rechazo; sólo cerró los párpados, disfrutando de la sensación dulce y suave que le brindaba esa boquita. Elevó sus manos hasta la cintura del castaño, apretándola un poco de forma posesiva, reclamando lo que sin saber era suyo. La mente se le bloqueó cerrando sus pensamientos y suspendiendo por segundos su cordura, ignorando completamente lo ajeno a ellos y al por qué le había correspondido el beso.

Mientras movían sus bocas a un compás lento, por la cabeza del menor aparecieron recuerdos en forma de imágenes borrosas de la noche anterior. Reaccionó al acordarse que ese era su primer beso con un chico, porque en realidad, su primer beso se lo había robada una chica loca en su segundo año de primaria que a él ni siquiera le gustaba. Se enojó por eso, por lo que, sin cuidado alguno, apretó el labio inferior del pelinegro, sacándole un gemido de dolor; siguió besándolo pero el ritmo lento que habían tenido se convirtió en una danza fogosa que difícilmente el más alto pudo igualar.

HoSeok se sonrojó al sentir la lengua del más chico separarsus labios y adentrarse a explorar el interior de su tímida boca. Le pareció descarada la manera en la que lo había hecho, tanto así que se encogió en su lugar, despegándose un poco del cuerpo contrario, aunque sin llegar a separarse. Tampoco se negó esa vez, pero al darse cuenta de que definitivamente no podía seguirle el ritmo, y que el oxígeno con el cual se vive se le estaba terminando, alejó su rostro destruyendo el beso.
Los dos tenían las respiraciones agitadas, las miradas en el suelo y las mentes en blanco. Un silencio incómodo inundó la habitación; ninguno quería arriesgarse y romperla, aunque también no era como si tuvieran algo que decir.

— Siento lo de la mordida —habló JiMin en un tono bajo, como un murmullo después de un rato—. Me enojé y me pasé. Perdón.

El mayor negó con la cabeza y murmuró un suave no;  le sorprendió escuchar que se disculpara por l mordida y no por el beso.

— Descuida... Te entiendo.

Nuevamente apareció el tan odiado silencio, hasta que, otra vez, fue el castaño quien habló atrayendo la atención de su casero.

— ¿Sabes? Nunca se lo he dicho a nadie, pero supongo que para todo hay una primera vez, ¿no?

El pelinegro asintió y se giró para verlo. El pequeño se acomodó en su lugar para estar más cómodos mientras hablaba. Sentía su estómago lleno de mariposas, gatos, perros, ratas, ¡de todo!, prácticamente su vientre temblaba y se encontraba igual que un zoológico. Suspiró antes de empezar a hablar y se aclaró la garganta para borrar los gallos que pudiesen interrumpirlo. Cerró los ojos y al fin se dignó a hablar.

— Te contaré una pequeña anécdota —dijo—. Hace mucho tiempo, existía un niño dulce, castaño y con una gran sonrisa —se removió en su lugar y continuó—. Esa persona, desde que recuerda, siempre le han atraído las niñas y los niños. Cuando pequeño, a todos los veía de la misma forma; le gustaban las niñas, eso lo sabía a la perfección, pero al ver igual a los niños, también ellos le atraían —una sonrisa desganada adornó su rostro—. Nunca le pareció extraño, y es que siendo un niño no entiendes muchas cosas, ¿no?

El otro asintió atontado por lo que le estaban diciendo.

— Jamás se lo comentó a sus padres porque no lo creyó necesario —siguió hablando—. La etapa adolescente es la más difícil en la vida, y como muchos en ésta, a él le llegaron dudas sobre su sexualidad —vio directo a los ojos al pelinegro y este se estremeció sintiendo pena por el menor—. Al final, en secundaria, estando en último año, se dió cuenta de todo. Cuando las hormonas lo empezaron a atacar —hizo una breve pausa sopesando sus palabras—, el interés por ver a las chicas desnudas apareció —se relamió los labios y suspiró cerrando los ojos—. Lo peor no fue eso, sino, que el ver chicos sin ropa también lo excitaban. Se le hacía extraño, pero tampoco les mencionó nada a sus padres.

Se levantó y caminó despacio por la sala bajo la atenta mirada del más grande.

— Una noche, su padre entró a su cuarto y se llevó su celular. Ningún ruido se abrió paso en la casa hasta la mañana siguiente —tomó asiento nuevamente, pero esa vez al extremo del sillón—. Su padre se alteró al ver todas la imágenes que llevaba en la galería, le gritó que era un maldito marica y luego lo corrió de su casa diciendo que él no aceptaba tener a ese tipo de escoria bajo el mismo techo —el menor apretó los párpados sintiendo sus ojos quemarle mientras que el chico a su lado luchaba internamente por descifrar el significado oculto tras las palabras del pasado del castaño—. Después de eso, sus pocos amigos lo abandonaron dándole la misma excusa que su padre había usado. Al recurrir a su mejor amigo, o al menos él lo consideraba así, le dijo que estaba bien, que a él no le importaba, pero con el tiempo vió que no era verdad —HoSeok se mordió el labio y se acercó lentamente al menor hasta quedar a su lado—. Lo cambió por una chica linda y con pechos atrayentes. No era como si le molestase que conociera nuevas personas, pero sí que le mintiera —giró su rostro dejando al descubierto sus ojos rojos y ojerudos—. Y por culpa de ese bastardo perdió casi toda su confianza en el mundo, al igual que su poco aguante ante tal situación.

No sabía que decir ante todo eso, sin duda, sus padres habían sido más crueles que los suyos. Parpadeó y acurrucó el cuerpo tembloroso de JiMin entre sus brazos protectoramente. Besó su frente arrullándolo y dándole el cariño que estaba seguro le faltaba y necesitaba. Al instante recordó que había mencionado sobre que un tiempo vivió en la calle, y con su historia aclarada, entendía a la perfección el por qué. Suspiró y siguió meciéndose con el niño envuelto con su calidez. Se debatió mentalmente en si contarle o no su historia, después de todo ya no tenía nada que perder.

Suspiró y habló decidido a contar todo.

— Lo lamento mucho, JiMinie... Lo tuyo fue más duro que lo mío —entonces el menor levantó la mirada confundida y llorosa para posarla en una café profunda. El mayor sonrió con ternura y continuó su relato—. Yo... Mis padres no lo tomaron muy bien que digamos... Cuando él se enteró, dijo que era decepcionante tener un hijo así. Mi madre no dijo mucho, sólo lloró y no me habló por un tiempo, lamentándose que su hijo mayor nunca sería padre, y que tampoco se casaría —se calló unos segundos, pensando en algo para hacer reír al pequeño—. Ahora que lo pienso —dijo—, veo que me eh salvado de una cosa horrorosa —rió ligeramente, aminorando la tensión y sacándole una mini carcajada al menor.

Afianzó el agarre y besó su cabello.

— En serio, nunca te cases JiMinie.

Notas finales:

Espero que lo disfuten bye bye~~


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