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Entre dulce y salado por sue

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Notas del capitulo:

 

Hola!!!! :D Notengo mucho que decir más que.... a leer!!!! xD

 

 

 



Raoul estaba cansado de llamar al celular de Katze pero éste no le contestaba, por lo que, no dudaba a la hora de atiborrarle el buzón de mensajes de voz. Incluso había tomado un taxi e ido hasta la casa del pelirrojo para hablar directamente con él, pero nadie le había respondido a su llamado.


- ¿Adonde te metiste? – En la profundidad de la noche, un mal presentimiento le acudió al corazón.


Luego de haberle confesado a su padre toda la verdad, el Am esperaba hablar esa misma noche con el pelirrojo para decidir lo que harían.


Por su lado, Katze se encontraba bebiendo en un bar.


Quería olvidarse de sus desgracias, ya no quería saber quién había matado a su padre o a la madre de Raoul, ya no quería pensar en venganza; no quería pensar en nada, sólo quería entregarse a la botella y nada más.


Cuando llegó a su casa ya era muy tarde; se tambaleaba y veía con dificultad; el efecto de la borrachera estaba en pleno apogeo. Como pudo se tiró en la cama y no supo más de sí hasta el día siguiente.


Al abrir los ojos sintió las consecuencias de su abuso con la bebida, un dolor agudo le martillaba la cabeza y el mal sabor inundaba su boca. Fue al baño y se dio un duchazo con agua fría, se preparó un café negro bien cargado y comió un poco de pan que encontró arriba de la nevera, estaba algo duro y con la ratonera que cargaba le costó para tragarlo. Buscó la caja de cigarros pero no la encontró; se puso a revisar – ya que tenía cajas guardadas en varias partes de la casa, a modo de respaldo -, y halló una pero vacía; refunfuñó, molestándose consigo mismo por haberse fumado esa caja y no haberla repuesto.


Continuó con su ardua búsqueda, hasta que de pronto, cuál gato al acecho y cómo por producto de un acto reflejo, se lanzó al piso.


Unos solos segundos pasaron luego de su acto instintivo, para que la casa se llenara por completo de un estruendoso y consecutivo sonido, acompañado de una lluvia de trozos de todo tipo que le cayó encima.


Un expectante silencio sobrevino tras la ráfaga de disparos; después un sonido de pasos sobre vidrios y cosas rotas, acompañados por el ritmo de dos corazones latiendo agitadamente; cazador y presa esperando el siguiente movimiento…


Katze halló el momento propicio y se abalanzó sobre el sujeto, logrando tumbarle de las manos, un arma de considerable tamaño. El hombre no se rindió y arremetió con los puños; el pelirrojo se defendió de cada golpe, cómo si conociera la mente del que lo atacaba.


- Veo que no has perdido tu toque – Le expresó, con cierta alegría; añoranza del que se ha encontrado un viejo conocido.


- Hay cosas que uno nunca olvida – Fue su respuesta. Para él, su pasado estaba atiborrado de personas que prefería nunca haber tratado.


- Lastima que hasta hoy llegas – Aunque en cierto modo le respetara, el trabajo era trabajo.


El atacante era un luchador experto, de eso no había duda, pero Katze lo era mucho más.


Antes de que se diera cuenta, el tipo ya estaba tirado en el piso y antes de que pudiera hacerse de nuevo con su arma, el pelirrojo había sacado la suya de la gaveta y le apuntaba.


- ¿Quién te mandó?


- Sabes quién lo hizo, Katze – Tuvo el descaro de mencionarlo junto a una sonrisa.


- Cierto, pregunta estúpida.


Acto seguido, Katze llevó el revolver hasta la cabeza del hombre y apretó el gatillo.



Plam!!


De nuevo el cuerpo cayó pesado al piso, ésta vez para no levantarse.


Ni por un momento el pelirrojo se preocupó por los daños materiales, ni por el hecho de haberle disparado a un hombre en la mitad de la sala.


Lo que tenía mayor prioridad era el hecho evidente: Lo querían muerto.


Limpió un poco la sangre del suelo con un paño y luego cubrió la cabeza del cadáver con el mismo, para que el resto que saliera de la herida fuese absorbido. En un pequeño bolso metió lo que necesitaba: unos documentos y una caja de cigarros – la que halló mientras buscaba con qué envolver la cabeza del perpetrador -; luego de asegurar su arma se la metió en el pantalón y de nueva cuenta se acercó al cuerpo tumbado en el piso de la sala, comenzó a revisarlo y sacó unas llaves de entre uno de sus bolsillos.


El siguiente punto le acudió a la mente: El cuerpo y la metralleta. Tenía que apresurarse en deshacerse de ellos y buscar cuanto antes un refugio. No tenía tiempo que perder.


Cuando cerró con fuerza la cajuela del auto, una exclamación lo hizo girarse de golpe y bloquearse por completo…. ¿Había sido descubierto? Seguramente era algún vecino atraído por los disparos ¡Pero si aquella zona era poco habitada! Por eso se mudó a ese lugar en particular.


- ¡¿Qué es lo que ha pasado?! – Exclamaba ante el insólito escenario que se presentaba ante sus ojos: Las ventanas de la casa estaban todas rotas y las paredes, llenas de agujeros. Y eso que no había mirado el desastre que había en el interior del recinto…


- Raoul… ¿Cómo llegaste hasta aquí? – Por primera vez en todo el día, dudaba en qué decir y hacer.


- En taxi – Expresó de lo más natural.


El pelirrojo sonrió internamente.


- ¿Dónde estabas? Te he estado llamando y me caía al buzón de voz. Pensé que estabas en tu casa, pero cuando vine anoche, nada que contestabas.


- ¿Viniste anoche? – Le impresionaba saber que se había arriesgado a tal punto de usar un taxi, sólo para verlo.


- Eso no tiene relevancia – Volvió a preguntar: - ¿A dónde fuiste?      


- No tienes porqué saberlo – Espetó con suma indiferencia.


- Si, tengo.


- Te dije que me tomaría un par de días libres.


- No, dijiste que te tomarías la noche libre – Rectificó al recordar a la perfección cada una de sus palabras.


- Bien, pues ahora mismo me tomó esos días libres – Se subió al vehículo.


- ¿Qué? ¿Adónde vas? ¿No me explicarás que le pasó a tu casa ni porqué estás actuando de ese modo conmigo?


El pelirrojo le ignoraba; sabía que no eran momentos para meterse en peleas de enamorados; había cuestiones más importantes que esperaban ser resueltas. Encendió el motor.


- ¡Katze! – Insistió el ojiverde.


- Escucha: Lo mejor es que nos separemos. Necesito irme por un tiempo. Me pondré en contacto contigo después.


- ¿Cómo dices? – Estaba perplejo. Pero no tanto como para aguantarse las incógnitas – Katze, dime la verdad ¿Tienes a otra persona? ¿Es eso? ¿Por eso me dices todo esto? Dímelo, que te vas con esa otra persona.


El pelirrojo suspiró con fuerza. A lo mejor si le decía aquello, podría dejarle más fácil.


- Si Raoul, me he enamorado de otra persona y me voy a fugar con ella.


- … - Se permitió mirarle en silencio.


- Lo siento – Agregó seguidamente: - Adiós.


Estaba a punto de pisar el acelerador para alejarse lo más pronto posible y así evitar cualquier arrepentimiento… pero no pudo lograr su cometido.


En un acto inesperado y podría decirse que hasta desesperado, el Am se subió sobre el capó del auto.


- ¿Qué haces Raoul? ¿Estás loco? – Tocó la corneta - ¡Bájate!


- Para irte tendrás que arrollarme primero – Anunció, muy seguro.


- ¡Por favor, no seas irracional! – Fue cuando se dio cuenta; el rubio estaba actuando fuera de su naturaleza y todo por su causa. Quedó conmovido ante semejante muestra de su amor – Ven acá Raoul – Llamó, con un tono de voz dúctil.


El ojiverde obedeció y se subió al automóvil. Tra iniciada la marcha inmediatamente el Am retomó la conversación.


- ¿Es hombre o mujer?


- ¿Tiene eso alguna importancia?


- ¿Desde cuándo y dónde le conoces? – Prosiguió sin esperar la respuesta a la anterior pregunta - ¿Le quieres?   


- … - Un aire frío comenzó a recorrerle la frente. A lo largo de su vida había sido sometido a innumerables interrogatorios, pero únicamente bajo la presión que le ejercía Raoul, era capaz de quebrarse en un instante – Si… le quiero.


- Mírame a los ojos y dímelo de nuevo.


Katze trató de mantenerle la mirada, pero los ojos del hombre estaban más verdes que lo acostumbrado, emitiendo un brillo que le era difícil de soportar…


- Le quiero – Soltó, como si se lo hubiesen arrancado de la garganta.


- Mentiroso.


- ¿Eh…?


- Que no te creo. No tienes a otra persona. Te conozco y sé que estás mintiendo. Al único que amas es a mí.


Katze no pudo evitar soltar una carcajada.


- Eres difícil de convencer… aparte de un presumido. Lo que dices tiene parte de verdad: Sólo me gustas tú.   


- ¿Qué es lo que te sucede Katze? Si era una broma, fue una de muy mal gusto.


- Discúlpame – Sabía que le había herido – La verdad es que también me gusta el humor negro.


El rubio estuvo a punto de calmarse, de no ser por otro descubrimiento que le puso los nervios de punta…


- ¿Y esa arma Katze? – En el asiento trasero, la metralleta descansaba como un simple objeto decorativo.


- Voy a ir de cacería. Para animales grandes se necesita de armas grandes.  


- A todas estas ¿De dónde sacaste éste auto? – Ahora que lo pensaba, Katze nunca le había dicho sobre la existencia de aquel vehículo.

 
- Lo robé – Contestó de manera natural.


- ¿Qué…? No lo entiendo… ¿Por qué de pronto te comportas tan raro?


- Dime más bien la razón por la que viniste hasta aquí ¿De qué querías que habláramos anoche? – Preguntó, dado que lo demás le parecía carente de importancia.  


- Ya mi padre sabe lo nuestro.


- Claro que lo sabe – Reafirmó; eso explicaba lo del atentado fallido que acababa de recibir en su casa – “Y quién sabe si ya no lo sospechaba…”


- ¿Te molesta que lo haya hecho? – Le preguntó, puesto que el pelirrojo había adoptado una expresión más seria.


Katze entornó la mirada.


- ¿Qué es lo que quieres Raoul?


-¿Eh?


- Dime… ¿Me amas? ¿Serías capaz de hacer cualquier cosa por mí? – Expresaba, con un tono y rostro, carentes de expresiones.


- ¿Por qué me preguntas eso?


- Contesta Raoul – Insistió.


- Pues claro, te amo y si, haría cualquier cosa por ti.


- Bien… - Luego de una pausa, añadió – Aunque te has equivocado en una cosa:… No me conoces del todo.


Llevado por la determinación de sus palabras, el pelirrojo se detuvo en una zona solitaria y boscosa. El Am estaba completamente desconcertado. El pelirrojo se bajó del auto y el rubio tras él.


- ¿En dónde estamos? ¿Qué hacemos aquí? – Preguntó Raoul ante el silencio del otro.


- Dijiste que me amas y que harías cualquier cosa por mí.


- Lo dije y así es – Ratificó.   


- Perdona que quiera certificarlo querido.


Katze abrió la cajuela del auto y ante los ojos verdes, se mostró el cuerpo con la cabeza envuelta.


- ¿Quién es él? ¿Está…?


- Muerto – Completó su frase – Era el sicario que tu padre envió para asesinarme ésta mañana. Sólo que no soy una presa fácil.


- No puede ser… – No lo podía creer, esperaba que aquello se tratase de algún muñeco – Katze… ¿Es ésta otra broma? Si es así, tu humor es realmente macabro.


- Yo te diré cuando esté bromeando. Ahora ayúdame – Pidió con urgencia, aseverando la seriedad del asunto.  


Raoul, llevado por su idea de hacer cualquier cosa por el pelirrojo, ayudó al otro a sacar el cadáver y arrojarlo por el barranco.


- Muy bien… - Recobró el aliento - Tardarán un tiempo en encontrarlo.  


- Katze… ¿En verdad ese hombre fue enviado por mí padre?


- Estoy más que seguro – Continuó – Ahora que sabes que tu padre se opone a lo nuestro, a tal punto de desearme muerte ¿Seguirás amándome? ¿Aún en contra de sus deseos?


- …Lo haré.


- ¿Aún después de saber que hoy maté a un hombre?


- …Aún así.


- ¿Aunque yo sea un espía contratado por tu padre?


- … - Raoul quedó como de piedra - ¿De qué hablas? ¿Cómo así? Explícate.


No había duda, aquel era el momento indicado para confesarle lo que por tanto tiempo tenía oprimido en el pecho.


- Desde el principio; todo éste tiempo estuve espiándote Raoul Am. Le contaba a tu padre lo que averiguaba de ti: La hora a la que te ibas y regresabas de la oficina; las salidas a los bares con tus amigos; las idas al club de golf y demás reuniones; con quién charlabas y de qué… - Agregó – No sé si te diste cuenta, pero luego de llevarte me colaba entre la muchedumbre o me sentaba en la mesa de al lado, para oír tus conversaciones; incluso he intervenido tu celular… Por eso tu padre está enterado hasta con qué mujer te acostaste y si volviste a tener contacto con ella… Todo eso yo lo investigaba y se lo contaba, porque para eso me pagaba – Mencionaba con frialdad – Para eso me contrató.


- Pero… tú eras sólo mi chofer… - Se aferraba con fuerza a esa idea, pensando que todo lo que le contaba no era real - …Yo te contraté. Fui yo… Yo – Ansiaba que por lo menos, ese mérito fuese suyo.   


- Por designio de William, eso hiciste. Él acomodó todo para que acabaras dándome el puesto.


- No es verdad, yo lo hice por voluntad propia. Fue mi deseo…


- Deja de ser tan creído Raoul. Nunca en la vida has actuado solo. Incluso estando juntos no dejas de preguntarme qué hacer ¿Esa no es prueba acaso de que has cambiado el depender de tu padre, para ahora depender de mí?


Raoul sentía que todo lo que tenía y que conocía por cierto, se le había arrebatado de las manos. Y lo peor de todo, era que el causante de su miseria, era su propio padre.


- ¿Todavía sigues diciendo que me amas? – Preguntó el pelirrojo, como si no le importara su dolor.


- … - El rubio titubeó – Te amo.


- ¿Y si te digo que mi padre fue quién mató a tu madre?


- … ¿Qué…? – Si su corazón ya palpitaba a un ritmo apresurado; con aquella confesión, cada latido parecía ser uno solo extendido dentro de su adolorido pecho.


- Soy el hijo del asesino de tu madre – Reiteró sin inmutarse – Ya no me amas ahora ¿Verdad? – Una sonrisa se dibujó en sus labios.


Plass!!


La bofetada que recibió fue tan fuerte, que la mejilla en dónde tenía la cicatriz, se tornó roja.


- ¡¿Qué quieres que diga?! ¿Qué te odio? – Exclamó con todo lo que le daban los pulmones – Pues… ¡Te odio! ¡¡Te odio y te desprecio!!


- …


- Diré lo que quieras... – Se quebró - Pero no te vayas… No quiero alejarme de ti…


Para mayor asombro del pelirrojo, las gruesas lágrimas se desprendían de los ojos del rubio, como si le hubiesen destrozado el alma.


- No me importa quién seas ni lo que hayas sido o hecho… de verdad no me importa… Digas lo que digas, yo te elegí. No porque mi padre lo dictaminara, fue mi corazón el que decidió que te amara del modo en que te amo… Esa fue mi decisión.


Katze no pudo más. Se apresuró a tomarlo entre sus brazos.


- Oh Raoul… Perdóname por tratarte como lo he hecho y haberte ocultado la verdad… No merezco tu amor - Lo estrechaba con fuerza, sintiéndose culpable por haberlo puesto a prueba de esa manera – He sufrido tanto… tanto, que mi único deseo es evitar que sufras conmigo.


- Katze… No digas eso. A pesar de los lujos y comodidades, mi vida estaba vacía, hasta que llegaste tú… amarte me ha hecho comprender lo que es vivir, más allá de las palabras…


- Raoul… - Su nombre le sabía tan dulce en aquel instante en que se abrazaban - Huyamos; ahora mismo.


- ¿A dónde?


- Adonde sea, al cielo o al mismo infierno. Pero vámonos muy lejos… lejos de la opresión de tu padre – Sus ojos claros brillaban, llenos con la esperanza de aquel lugar en dónde por fin, podrían ser felices y amarse sin temor – Te prometo que haré lo que sea por tu felicidad.


- Katze… - Extrañamente, su corazón saltaba de gozo, avivado por la aventura propuesta.



***


De nuevo el rostro de Riki inundaba los medios de comunicación, pero el joven chef no aparecía solo, sino junto a su inigualable – atractivo – y recién conocido amante. La vida de ambos salía relatada con todos los lujos y detalles, como si los escritores de las columnas hubiesen estado en cada una de sus vivencias.


Después de todo, no había revista de chismes ni programa de farándula que no dedicara un segmento para hablar – así fuera un símil del tipo “como aquel chef que salió del closet” – de la pareja más comentada del momento.


Las amas de casa, los chicos en la secundaria, incluso los compañeros de trabajo mientras tomaban un break de su larga jornada laboral, dedicaban algunos de sus valiosos y escasos minutos a la proliferación de tan escandaloso pero a la vez “jugoso” notición.


Riki por su parte recibía la visita de los reporteros a diario y los paparazzis ansiosos por tomarle una foto, merodeaban el departamento del Mink como moscas. El pelinegro estaba feliz de estar de nuevo viviendo con su querido rubio, pero lo cierto era que la privacidad de la que disponían ahora, era bastante escasa.


A pesar de que Iason le había ofrecido obsequiarle otro auto, Riki insistía en seguir utilizando su motocicleta. Desde que hubo sentido el viento chocar contra su rostro, se había vuelto un amante de la velocidad. El Mink no le insistió, siendo que de aquel modo, era como mantener una relación con una especie de “pandillero” y eso – recordando alguna película romántica de antaño – le fascinaba y le llenaba de cierta emoción; más aún cuando en la oficina sus compañeros se escandalizaron luego de enterarse de los suyo con Riki; después de todo, a Iason le encantaba ser la comidilla en la oficina. Esto para nada le hacía correr el riesgo de perder su trabajo, dado que era un elemento primordial y un amigo íntimo de la dueña de la empresa de la que estaba a cargo.


- Me encanta cómo te ves así. Hace resaltar tu belleza natural.


En aquella oportunidad Iason y Riki se encontraban cocinan juntos – una de sus tantas nuevas costumbres – y vistiendo únicamente unos delantales. El asunto no tardó en ponerse picante.


- Lo mismo digo. No estaría nada mal recibirte cuando llegues a casa de éste modo ¿Tú que opinas?


- Oh, adelante. Aunque también adoro cuando vistes únicamente alguna de mis camisas.


- Me gustan como huelen – Confesó Riki - Tienes un olor que me encanta.


- Me pregunto qué pasará cuando se me acabe la botella de perfume.


- Ja ja muy gracioso – Le acercó la cuchara - Prueba, le coloqué un toque de canela.


- Mmm... Una buena combinación de sabores. Si sigues cocinando así de delicioso, harás que engorde.


- Por mí no hay problema. Estoy dispuesto a complacerte en lo que sea – Confió - ¿Quieres que preparemos algún postre en particular?


- Se me antojó un pie de manzana – Siendo que era la fruta favorita del rubio.


- De acuerdo, hagámoslo.


Luego de mostrarle el modo adecuado al ojiazul en qué debía picarlas, Riki se concentró en la labor de realizar la masa de hojaldre... o trató de concentrarse en ello, dado que desde su posición, podía apreciar la piel desnuda de uno de los costados del otro. Por el rabillo del ojo, el pelinegro se fijó  en la parte del delantal en dónde sabía, se hallaba cubierto delicadamente el sexo del Mink. A priori tuvo ansias, comenzándole a despertar su propio miembro e inclusive, a palpitarle el área peri anal. Trató de enfocarse de nuevo en la masa para amortiguar su deseo, pero Iason se aproximó desde su espalda, buscando de pasarle un trozo de manzana usando sus labios.


- Gracias amor – Mencionó para luego aceptar el trozo de fruta.  


Pero el inocente beso se prolongó cuando el rubio se dio cuenta de que no era el único excitado con aquel juego de la cocina.


- Iason... - Emitió suplicante; el rubio le había metido las manos por debajo del delantal y le apretaba el miembro en alza.


- Apóyate en la mesa y abre las piernas – Murmuro con dulzura mientras le mordía suavemente el lóbulo de la oreja.


El moreno obedeció llevado por el sentir acuciante de su zona baja.


- Olvidamos precalentar el horno… - El placer era el dulce néctar que no se negaban a experimenar - Tardará un poco más de lo esperado.


- No hay problema. Tengo más hambre es de otra cosa…


A pesar de los inconvenientes con los paparazzis, los amantes se las arreglaban para vivir su romance.


Y es que no pasaba un día sin que Riki cumpliera los caprichos culinarios de su querido, así como, en cada oportunidad que se le presentaba, Iason le hacía regalos costosos al muchacho; desde ropa, perfumes y zapatos; los cuales el pelinegro aceptada por cortesía y ante el innegable buen gusto del Mink; de aquella manera, la apariencia de Riki adquirió cierta elegancia.   


Cuando una importante revista que realizaba una encuesta de las parejas más amadas del mundo del espectáculo, le pidió a ambos posar para una sesión de fotos, ellos aceptaron y respondieron con sinceridad a cada una de las preguntas… sobra decir que de aquella encuesta, la pareja conformada por Iason y Riki obtuvieron el primer lugar, demostrando así, la apreciación que le tenían los lectores a tan valientes hombres que no dudaban a la hora de confesar su amor frente a las cámaras.  

Fue cuando Riki se dio cuenta: Si esperaba volverse un chef reconocido, era buena idea la de aprovechar cualquier oportunidad para llamar la atención del mundo del espectáculo.


Y es que, contra todo pronóstico, las propuestas empezaron a llegarle. De aquella manera, el pelinegro apareció en el anuncio de la nueva línea de electrodomésticos de una reconocida marca, bajo el eslogan “Un amor que tú y tu cocina querrán dar a conocer”; modeló los uniformes para chef de una casa de diseños famosa e inclusive había participado junto a Iason en un capitulo de un programa televisivo en el que solían invitar a aquellas estrellas que se jactaban de conocer a la perfección a su pareja, de manera que, las mismas eran puestas a prueba a través de una entrevista por separado y luego sus respuestas eran dadas a conocer conjuntamente, destruyendo a las parejas que se consideraban perfectas y no lo eran o dándoles la razón para seguir jactándose a sus anchas.


Claro que aquella invitación era un arma de doble filo, pues los que consideraban que el amor entre dos hombres era menos “serio” que el conformado por un hombre y una mujer, esperaban que Iason y Riki quedaran en ridículo. Sólo que no se esperaron con la determinación del pelinegro de dar lo mejor de sí, ni con el evidente grado de observación y exigencia del rubio; por lo que, cuando les preguntaron sobre la comida favorita del otro, respondieron no sólo de forma acertada, sino que casi utilizaron las mismas palabras en el modo de preparación; también acertaron el tipo de música, bebida predilecta, perfume, marca de ropa y de zapatos, deporte al que eran asiduos… hasta la habían atinado en la del “hábito a la hora de dormir”.


Tras aquella muestra de conocimiento por parte de ambos, aumentaron no sólo el interés de sus seguidores – la mayoría amantes del Boys Love - , sino que llevados por la efervescencia de en efecto, confirmar que el otro sabía perfectamente sus intereses, al llegar a casa, tuvieron una sesión de sexo bastante intensa, en donde expresiones del tipo “Dime lo que te gusta” o “Yo sé lo que te encanta”, los llevaron a experimentar un clímax por demás fogoso.  


Inclusive, las ventas en el negocio de los padres de Riki – a pesar del pensamiento de los conservadores – habían aumentado de manera considerable, tras su aparición or televisión.


- ¡Deberías verlo muchacho! Nunca había visto la charcutería tan concurrida. Tanto así que tu madre ha tenido que venir a ayudarme y aunque lo esté haciendo, no nos damos abasto con la clientela. Hasta estoy pensando en contratar a una o dos personas más.


- Esas son buenas noticias. Aunque dudo que alguien aparte de mamá aguante tu mal carácter.  


- ¿Qué es lo que dices muchacho abusador? Como sea, tu madre se ha involucrado tanto en el negocio que ha creado ella sola un nuevo salchichón condimentado muy exitoso ¡Se vende como pan caliente! Ahí te ha mandado uno para que le des el visto bueno. Por mi parte te digo: Calidad garantizada.


- Bueno, si lo dices tú debe ser así. Después de todo, eres el experto en embutidos.


De aquella manera, el joven esperó la llegada del paquete de su madre con cierta emoción, pues le alegraba que su progenitora probara las delicias de dejarse guiar por la vena creativa del mundillo culinario.


Recibió el envío convenientemente en el momento en que se disponía a pensar en qué cocinaría para la cena.


- Le prepararé un estofado delicioso a Iason con el salchichón que ha mandado mamá – Se detuvo en sus cavilaciones ante un nuevo pensamiento: - Vaya, el modo en que se están dando las cosas… es como si estuviéramos casados – Se sonrojó al instante; con un deje de pena, mencionó para un público imaginario: - ¡Ejem! Ahora, mis queridas televidentes, les enseñaré una receta que encantará a sus maridos… - De nuevo, un pensamiento y un sonrojo – Iason, mi “marido”… - Cabe destacar que su cara se asimilaba en tono al de una cereza.


Cuando el moreno abrió la caja, se encontró también con una carta de su madre. Pensó que seguramente, la fémina le escribía los típicos cariños maternos por escrito.


La misiva contenía lo siguiente:


“Querido hijo, me alegra mucho que estés haciendo lo que te gusta y que hayas  encontrado tan buen hombre como lo es el señor Iason, tu padre piensa de igual modo, pero nunca lo admitirá, ya sabes cuán cabeza hueca es. Espero que te portes bien con Iason y me digas si le ha gustado el nuevo salchichón que hemos creado, te confieso que me inspiré en él porque ya sabes, dicen que los hombres altos son bien dotados “allá abajo”, aunque claro, tú más que nadie sabe si es verdad.

PD: Tu padre no sabe absolutamente nada sobre lo de mi inspiración, que sea nuestro pequeño secreto
Te quiero, abrazos”


Una vez más, Riki se pintó de colores. Al sacar el mencionado salchichón de considerable tamaño, pudo divisar en el mismo la etiqueta que ponía “Mr M”.


- Mamá… ¿Te has vuelto loca? – Exclamó avergonzado; se alegraba de que por lo menos, el rubio no estuviera en aquel momento para ser testigo del tamaño de su vergüenza – Con razón no dejaba de decir lo maravillada que estaba con su altura…  


Recordar aquello, evidentemente, le daba más pena.


Pero no únicamente el negocio de los padres de Riki se vio un tanto afectado; hasta Jupiter’s Company, la empresa dónde trabajaba Iason, la cual se encargaba del transporte de diversos artículos a lo largo y ancho del globo, había recibido mayor demanda de transporte de aparatos y libros referentes al mundo culinario. Sin contar que cuando los hombres hacían negocios con el Mink, no sólo se maravillaban con su belleza – como en el pasado -, sino que conociendo su orientación, ahora se atrevían a fantasear en sus mentes con mayor libertad mientras hacían el pertinente negocio; porque habían muchos de aquellos sujetos que estaban casados y que ocultaban sus verdaderos intereses sexuales para evitar ser señalados por la sociedad.


Para aquellos desdichados hombres, el exitoso Iason Mink – que de paso tenía un novio joven y encantador – era su héroe; por eso, a la espera de adquirir un poco de tan extraordinario valor, muchos preferían aguardar el tiempo que fuera necesario para entrar en la aglomerada agenda del ojiazul y así, ser atendidos por él personalmente.


Lo único que lamentaba el rubio de los cambios que se había generado en su vida, era la repentina desaparición de su mejor amigo…


Nadie, absolutamente nadie sabía nada sobre su paradero. Simplemente, Raoul Am había desaparecido del mapa.


Iason había intentado comunicarse con el propio William para obtener información, pero no solamente no fue capaz de concertar una cita con el Am, sino que le informaron que Raoul no regresaría a trabajar a Jupiter’s Company.


- Esto me tiene preocupado. Por lo menos Raoul me hubiese dicho que tenía pensado dejar de trabajar para la empresa… Irse sin decir nada, él no es así; es la clase de persona que lo primero que hace tras levantarse es arreglar perfectamente la cama sin que quede ni una sola arruga.


- Espero que no digas eso por experiencia – Espetó el joven ante su comentario y con evidentes celos.


- Es sólo un decir amor – Le brindó una leve sonrisa. Le encantaba generar celos en su moreno.


- Eso espero – Bufó – De cualquier forma, si no te avisó nada es porque no pudo hacerlo ¿No dices que su padre es un controlador? A lo mejor lo convenció por fin de quedarse trabajando para él y le pareció que lo mejor era no despedirse de nadie. A algunas personas les cuesta decir adiós.


- Tienes razón – Le parecía que lo que decía, tenía sentido - A lo mejor se comunicará conmigo más adelante, cuando las cosas se hayan normalizado.


- Me avisas cuando eso ocurra.


- ¿De verdad te molesta saber que hablo con otros hombres? – Se jactaba – Porque en la empresa estoy rodeado de ellos. Muchos no dejan de balbucear y suspirar a mis espaldas.


- Pues a lo mejor vas a tener que conseguirme un trabajo de medio tiempo en esa empresa – Mencionó - Así sea espantando “roba-maridos” debo de servir.


El Mink soltó una risilla.  Realmente le fascinaba la manera en que Riki dejaba al descubierto lo enamorado que estaba.


***


Lo cierto era que William, esperaba mantener el hecho de que ni él mismo sabía el paradero de su hijo, fuera de dominio público.


Más que nada porque esperaba ser él – y no las autoridades -, el verdugo de Katze.


Porque de algo estaba seguro: la desaparición de Raoul tenía que ver con Katze, pues de ambos no quedaba ni el rastro… y más se lo confirmaba su última conversación:


La verdad es que estoy saliendo con Katze…
Es mi pareja… Estoy enamorado de él…
…De ahora en adelante, tomaré las decisiones concernientes a mi vida sin buscar tu aprobación…


William se consumía de la rabia con sólo recordar aquella revelación y más se recriminaba por ser él el único culpable, por haber acogido al pelirrojo en primer lugar… Aquel error, nacido ante su propio ego, que le dictaba que era capaz de mandar sobre cualquiera, por más peligroso que éste fuera, era la razón del incremento de su odio.


- Te he dicho que no sé en dónde está… - El hombre lucía realmente agotado; llevaba extensas horas sometido a rigurosas torturas psicológicas.  


- Tú me lo presentaste en primer lugar ¿Cómo no saber si estabas confabulando en mi contra desde un principio?


- ¡Te lo juro William!... Me conoces desde hace años. Hemos hecho muchos tratos juntos, jamás te he fallado… ¿Cómo me atrevería a engañarte? A ti…


- No lo sé. A veces nos ponemos estúpidos… - Miró a uno de sus hombres, el que llevaba entre sus manos una pequeña caja - … Y hacemos estupideces que nos cuestan caro…


El leve gesto por parte del Am fue comprendido de inmediato. El hombre trató de oponer resistencia, pero otros dos sujetos le inmovilizaron y extendieron ambas manos sobre la amplia mesa.


- Por favor William…


- ¿Qué? Te he pedido amablemente que me digas todo lo que sabes y no me haces caso ¿Es acaso eso mi culpa? – Hizo una breve pausa - Evidentemente, te hace falta un incentivo mayor…


Los alaridos y súplicas en nada contribuían al cese del daño al que estaba siendo sometido; los presentes – incluido el propio William -, se mantenían estoicos, acostumbrados a llevar a los hombres al límite, apáticos ante el dolor ajenos.


Con el uso de unas tenazas, le fueron arrancando al pobre hombre de una en una, las uñas de los dedos, dejándoselos en carne viva. En el interior de un rojo aterciopelado, la caja recibía plácidamente los trozos enrojecidos.


- Ah… ah… - Con las manos temblorosas y con las puntas de los dedos chorreantes, trataba de encontrar el modo de apaciguar al que era su verdugo – Está bien… está bien… hablaré… diré lo que sea… lo que quieras… pero para esto… por favor…. – Las lágrimas surcaban raudas por sus mejillas y de su voz, sólo quedaba un chirrido.      


- Ya sabía yo que el dolor vuelve cercano a los hombres – Emitió, a gusto con su disposición a hablarle – Ahora mi buen amigo, cuéntamelo todo – Se acercó hasta el hombre malherido, como si esperase que le confesase un secreto bien guardado.  


- Aquel Katze… es un asesino…


- Eso ya lo sé estúpido – Le palmeó el rostro – Dime algo que esas mugrosas uñas valgan la pena.


- Él… tiene años buscándote… años preparándose… aguardando el momento para ir tras de ti…


- ¿Qué quieres decir?


- Él te conoce… desde mucho antes de haberse puesto bajo tus órdenes…


- …


El Am no quiso poner al descubierto lo que estaba empezando a temer… No le parecía nada extraño que alguien quisiera asesinarlo, pero, no era a él al que se habían llevado, ¡Tenía a Raoul bajo su poder! ¿Cómo pudo ser tan descuidado y permitir que aquel sujeto despreciable se llevara a su hijo?


Porque evidentemente el cuento de que habían enamorado y se habían fugado “por amor”, no se lo creía…


- ¿Quién lo envió a matarme? ¿Por qué tiene tanto tiempo tras de mí?


- No lo sé… sólo decía que ustedes tenían una deuda pendiente… sólo me dijo eso… te lo juro…


- Y claro, como a ti te convenía verme muerto, lo ayudaste en lo más que pudiste ¡Pero que generoso!


- Eso no…


- Recordaré mencionar esa generosidad tuya durante tu funeral – Exclamó, ignorándole una vez más.


- ¡¿Qué?! ¡Espera William! ¡No es necesario llegar a extremos! ¡Te he dicho todo lo que sé!... Por favor, no me mates… ¡Tengo esposa e hijos!


- Lo sé… Pero así son los negocios: Me traicionaste y te arranqué las uñas; mi hijo está en peligro de muerte y pagarás con tu vida. Es justo – Iba a retirarse de la habitación y dejar a sus hombres encargándose del resto.


- ¡¡Espera!! ¡Todavía no es seguro de que esté muerto! ¿No es así? ¡Podría estar vivo! Seguramente Katze está esperando el momento para comunicarse… ¡Por favor! ¡Espera por lo menos hasta estar seguro de que…!


- Ja… - En el rostro del ojiverde se dibujó una sonrisa torcida - ¿Quién te crees que eres para darle a tu miserable existencia el mismo valor que la de Raoul? Si resulta que está muerto, tu sacrificio no servirá para solventarlo… tu esposa e hijos, no… toda tu familia, primos lejanos, incluso familiares políticos, lo pagarán con su vida, no quedará ni un sólo miembro… - Agregó: - Tú únicamente eres un adelanto de la masacre que has iniciado.


- No…


- No te preocupes. Como muestra de que aprecio los años en los que me serviste. Me aseguraré de que tus bienes no caigan en manos inescrupulosas.  


Todas las torturas a las que tenía pensado someter al pelirrojo en cuanto lo hallase, era lo que le permitía dormir cada noche…


… Pues le había robado lo más importante de toda su fastuosa fortuna… le había robado el amor de su único hijo.





Continuará…





Notas finales:

Sin palabras!!! :O A todos muchísimas gracias por llegar hasta aquí y si es de su agrado dejar un rr n_n Besos y abrazos!! Hasta el próximo capi!! Bye Bye!!


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