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Sin rumbo - RAG2 por CrystalPM

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Karen se había despertado de mal humor. Era uno de esos días en los que uno se levanta con la extraña sensación de que algo malo va a ocurrir. Había pedido desayunar en su habitación solo, con nada más que la compañía de un libro, y se había pasado toda la mañana encerrado ahí, firmando papeles y repasando estrategias.


James no fue a visitarle, lo cual le extrañó, desde que no se hablaba con Jenna su amigo le buscaba por toda la mansión cada día, ya fuese para escapar de su prometida agobiante o solo por hacerle un poco de compañía, pero hoy no había aparecido. Aún así Karen no se preocupó, estaría ocupado con algún tema de la boda, por las quejas del castaño sabía que hoy era el día de las pruebas de vestuario (James le había rogado que buscase algún trabajo para él que le sirviese de excusa para atrasarlo e ir otro día él solo sin Milena) así que debía estar demasiado ocupado para hacerle compañía. 


También ordenó que le sirviesen la comida en su habitación, no quería tener que soportar una comida tensa y llena de palabras de reproche por parte de Jenna, aunque en el fondo sintió algo de arrepentimiento por no haber visto a Daniel todavía. Gracias a Milena sabía que el muchacho había tenido una charla intensa con su hermano el día anterior y que había decidido quedarse en la ciudad un par de días. Al igual que James era un mejor amigo y como un hermano para él a Dan también le consideraba como su hermano pequeño, un hermano al que disfrutas tomando el pelo de vez en cuando, pero al que se le tiene mucho cariño y por el que harías cualquier cosa.


Alrededor de las 3 de la tarde fue cuando todo empezó a torcerse. Cuando escuchó como la puerta de su sala de trabajo se abría bruscamente supuso que vería entrar a James farfullando blasfemias contra todos los modistas del mundo, pero se quedó mudo al ver que quién entraba era Jenna. La chica tenía un rostro serio, pero no hostil como era habitual en ella. Por un momento pensó que venía a hacer las paces, pero desechó la idea tan rápido como había aparecido en su mente. Jenna nunca se disculpaba ante nadie. 


La mujer anduvo hasta él con rapidez, algo decía a Karen que estaba nerviosa. Se paró justo cuando llegó a su altura y se mordió el labio dudando, un gesto que asombró al rey, nunca había visto a Jenna dudar. Por fin la chica habló.


—Necesito tu ayuda —La expresión de Karen se endureció y por un momento volvió la vista a los papeles que sostenía con gesto indiferente.


—¿A sí?— Habló con tono monotono, aunque interiormente se estaba llamando imbécil por pensar que la muchacha se acercaría a él por alguna otra razón que no fuese pedirle ayuda—. Que novedad. 


El tono insensible pareció cabrearla, porque frunció el entrecejo en una expresión mucho más acorde a ella. Aun así pareció morderse la lengua para decir alguna grosería y continuó. No tenía tiempo de peleas.


— Tienes que buscar una coartada a James— Aquello pareció llamar la atención a Karen, que volvió a mirarla.


—¿Eh?


—Ahora, cuando te vengan a preguntar dónde se ha metido. Tienes que inventarte algo —Ahora a quién le tocaba fruncir el ceño era a Karen.


—¿Qué demonios habéis hecho? 


—Es una historia larga, y no te va a gustar. Tú limítate a inventarte algo —Dijo con brusquedad. Desde luego que la chica no sabía como pedir favores. Karen la miró con rabia.


—No te tengo porque ayudar si no sé toda la historia —Aquello pareció enfurecer más a la chica


—¿En serio? ¡No te comportes como un crío! —Karen no contestó y se limitó a ignorarla. Esta se mantuvo firme en su sitio observando, aunque parecía ponerse más nerviosa por minutos. Al final acabó por estallar— ¡Vale! ¡Lo siento! ¿Eso es lo que querías escuchar? ¡Siento lo que dije hace cuatro días! 


Aquellas palabras hicieron sentirse mal a Karen y no pudo contestar. " Ella no tiene la culpa. No está obligada a corresponderte" Claro que no, pero eso no quitaba que siguiese sintiéndose mal al verla ... aunque podría haberlo dicho de otra manera... 


Antes de que Karen pudiese decir algo la puerta volvió a abrirse de un portazo. Tanto Kenna como Karen alzaron la vista para ver a Daniel entrar corriendo. Cuando entró paró y se apoyó en sus rodillas para poder respirar mejor, parecía haber hecho una maratón. Karen se levantó de su asiento para acercarse a él preocupado.


—Acaban de llegar a casa — dijo con voz entrecortada. Karen le miró confundido ¿Qué demonios se había perdido? 


—¿Llegar? ¿Quién? —Ninguno de los dos le hizo caso, pero Daniel habló


— Karen, se que resulta raro para ti sin saber nada, pero te prometo que mi hermano no está haciendo nada malo ¡Así que ayúdale! —Karen paseó la mirada entre Jenna y Dan sin comprender absolutamente nada. ¿Acaso todos se habían vuelto locos? En aquel momento la puerta se abrió por tercera vez para dejar paso a el general Aldrich rojo de furia el rey casi retrocede alarmado al ver como aquel hombre imponente clavaba la mirada en él.


-¡¿DÓNDE ESTÁ ?! — Karen alzó los manos en gesto apaciguador mientras hacía una mueca. De reojo miró a Jenna y a Daniel, preguntándose internamente qué demonios habían hecho y por qué hoy todo el mundo decidía entrar en su habitación dando portazos. 


—Cálmese Aldrich, todo tiene una explicación — Una explicación de la que él no tenía ni idea por cierto. 


—¡¿Qué me calme?! —Detrás de Aldrich apareció su mujer, con un gesto igual de indignado que el de su marido y le tomó la palabra 


—¡Llevamos horas esperando a Hook para el modista! Mi pobre niña plantada antes de su boda ¡Qué humillación! — Karen se habría acercado a la mujer para consolarla, pero temía que su marido le pegase un puñetazo debido a su estado de exaltación. Intentó adoptar un tono apaciguador y cortes.


—¡No señora Aldrich! No se preocupe, nadie va a plantar a nadie — Al otro lado, a la espaldas del general podía ver como Jenna y Daniel le hacían señas, intentando decirle algo que él no alcanzaba a comprender —. James... se ha tenido que marchar urgentemente por orden mía.


Aquello pareció llamar atención al matrimonio. La mujer dejó de abanicarse compasivamente y el general adoptó una posición defensiva, pero al menos ya no parecía dispuesto a darle un puñetazo. Aún podía ver a Jenna y a Dan, esta vez haciéndole instándole a que continuara.


—Explíquese majestad — El tono de Aldrich no dejaba lugar a negaciones así que Karen empezó a improvisar.


— Aldrich. Sabe usted cual era mi intención en un principio para detener la guerra — El soldado asintió con gesto severo.


—Enviar una carta al príncipe de Kraig.


—¡Exacto! En aquel momento se negó rotundamente a enviar a mi compañero James en aquella misión, debido a ... ciertas discordancias y yo respeté su opinión por supuesto — Por fin la voz de Karen había dejado de temblar —. Ahora bien, como después del anuncio del compromiso toda sospecha sobre mi amigo fueron desechadas consideré que no había problema alguno en mandarle para realizar la misión que en un principio estaba planeada para él —Al ver como la mujer parecía querer añadir algo el muchacho se adelantó, adivinando sus dudas—. No se preocupe señora Aldrich, estará de vuelta para la boda sin lugar a dudas. 


El silencio se hizo en la sala, la mujer del general suspiró aliviada y salió de la habitación murmurando cosas sobre el buen yerno que iba a tener, en cambio el general no pareció del todo convencido.


—¿Me está diciendo que ha enviado a James Hook a una misión y de que no lo ha compartido con el consejo? — El rostro de Karen no dudó y siguió mostrando todas seguridad en sus palabras.


— Sí, consideramos que sería mejor mantener la misión en absoluto secreto. Cruzar las fronteras con el país enemigo no es asunto que se pueda tomar a la ligera. Quise asegurarme de que no llegaba a oídos hostiles. Lamento no haberlo compartido con usted Aldrich, pero estoy seguro de que estará de acuerdo en que he elegido la opción más correcta.


El general pareció darse cuenta de la situación en la que se encontraba. Recompuso la figura, carraspeó e inclinó la cabeza con gesto solemne.


—Por supuesto majestad. Disculpe las molestias — Dicho eso desapareció por la puerta por la que había venido, dejando a un Karen completamente agotado y a Daniel y a Jenna haciendo signos de victoria silenciosamente. El rey se llevó una mano a la cabeza ¿Cómo era posible que siempre acabase sucumbiendo ante los ruegos de esos dos? Inconscientemente había terminado ayudándoles sin siquiera saber en qué les estas ayudando. Con tono autoritario habló.


—Dan — Hizo señas al chico para que se acercase con él a la mesa y de uno de los cajones del escritorio sacó un pequeño sobre discreto. Se lo pasó al chico —Ya que se supone que tu hermano está en una misión ficticia de llevar una carta tendrás que ser tú el que ocupe su lugar.


El joven le miró asombrado.


—Me mandas a una misión secreta...¿a mi? —Karen comprendía su sorpresa. El chico ni siquiera había sido nombrado soldado aún debido a su corta edad, pero eso no quitaba que confiase en él tanto como en James... o al menos tanto como había confiado en James.


—No hay nadie más a quién se lo pueda pedir ¿No? —Añadió con tono irónico —. Partirás mañana al alba, nos quedaremos esta noche repasando lo que debes hacer, mientras tanto...— Volvió la cabeza hacia Jenna sintiéndose extraño por hablar con ella de nuevo—, me vais a contar que demonios está pasando aquí.


James se cerró con más fuerza el abrigo y forzó a sus labios a dejar de temblar debido al frío de la noche. Llevaban al menos media hora en aquella carreta, probablemente estuviesen dando un rodeo innecesario para evitar llamar la atención y por ello les llevaba tanto tiempo llegar al lugar. Agradeció internamente que la carreta tuviese unas tablas de madera lo suficientemente altas como para permitirle sentarse erguido a pesar de estar ocultos bajos unas lonas, no habría podido soportar un viaje entero tumbado incómodamente entre tantos niños. Gray en cambio parecía estar a sus anchas en aquella extraña situación. Tan pronto como habían iniciado el camino había sacado de uno de sus bolsillos roídos una vieja baraja de cartas y pronto había formado un corro de jóvenes dispuestos a pasar el rato echando un par de partidas. 


El castaño paseó la vista entre todos los que se encontraban en el carromato, eran rostros jóvenes, algunos asustados, otros emocionados o intrigados y otros que solo podían expresar indiferencia por lo que fuese que les esperase cuando bajasen del vehículo. Justo enfrente suyo un niño, de apenas nueve años, ni siquiera había alzado la mirada del suelo de la carreta en todo el viaje, pero James podía distinguir los temblores de su cuerpo al tiritar. A su lado una niña de puede que 12 o 13 años le abrazaba intentando darle en vano algo de calor corporal. Sintiendo un nudo en la garganta James se quitó su abrigo y se estiró para hacerle llegar la prenda al pequeño. Los dos niños le miraron desconfiados y por primera vez pudo ver los ojos verdes del pequeño. Forzando una sonrisa que pretendía dar confianza agitó ligeramente el abrigo entre sus manos.


—Tú lo necesitas más que yo — El niño volteó la cabeza hacia la chica, que mantuvo la mirada fija en James unos segundos y al final acabó por asentir. Entonces y solo entonces fue cuando el niño se decidió a coger el abrigo y con un movimiento rápido se cubrió con él. Puesto en el pequeño parecía más una manta que un abrigo y James no pudo evitar sonreír con tristeza mientras pensaba en las penurias que debían haber sufrido aquellos dos. En aquel momento Gray, que parecía haberse aburrido de ganar tantas veces seguidas al poker se volvió para quedar sentado junto al soldado con una sonrisa burlona.


— Vaya. ¿Solo llevamos media hora y ya estás perdiendo la ropa? No sabía que Christian te tuviese tan necesitado —James le miró sorprendido unos instantes, luego frunció el ceño y se dispuso a contestar alguna grosería, pero la niña se le adelantó.


—¿Sois hermanos? — Ambos chicos la miraron al unísono. James encarnó una ceja. ¿Por qué le emparejaban como hermano de ese idiota? La sonrisa de Gray en cambio se ensanchó.


—¡Claro! Soy su querido hermano mayor — La niña les miró fijamente, como si buscase algún tipo de pista que les delatase en su mentira y James no pudo más que sonreír inocentemente. ¿Desde cuando habían decidido hacerse pasar por hermanos? 


—¿Cómo os llamáis? — Gray no parecía inmutarse por aquel repentino interrogatorio.


— Damian y Eric — James no podía más que observar alucinado la facilidad con la que aquel rubio decía las mentiras —. ¿Y vosotros?


— Yo soy Nayra — respondió la chica y a continuación miró al niño que seguía abrazado a ella—, y este es mi hermano Oscar. Nos quedamos huérfanos hace unos meses — Se hizo un silencio momentáneo entre los cuatro, pero la niña no mostró expresión alguna. Gray asintió pensativamente.


—Ya veo ...


—¿Vosotros por qué estáis aquí? — Aquella pregunta le pareció hacer gracia al rubio, que exclamó casi alegremente.


—¡Oh! Por deudas ¿Verdad Eric? — Ni siquiera se molestó en esperar algún tipo de contestación del muy confundido James—, pero no eran nuestras deudas claro, eran de nuestro padre.


La niña asintió como si estuviese acostumbrada a escuchar de ese tipo de casos.


—¿El juego? —Gray se carcajeó mientras negaba con la cabeza.


—Que va, lo contrario. El juego le pagaba las deudas. Me obligaba a jugar para ganarle dinero y a mi hermano le usaba como el bote de apuestas para "motivarme" a ganar, lo que le endeudó fue la bebida... — La mirada del rubio parecía un poco perdida y por un momento James pensó en llamarle la atención para que se dejase de tantas fantasías, pero sin ayuda de nadie pareció volver en sí con un ligero respingo y sonrió distraídamente —. Suerte que se murió.


Aquella frase junto a la sonrisa que la acompañaba causó un pequeño escalofrío en la espalda del soldado y por lo visto algo parecido le sucedió a Nayra, porque no volvió a preguntar. Después de unos minutos el carro paró por fin y apareció el conductor instándoles a bajarse. Los niños salieron a tropel, contentos de dejar por fin aquellas incómodas posturas y poder estirar las piernas. James dejó que todos saliesen antes que y cuando solo estaban Gray y él le llamó la atención mientras bajaban. En un susurro le habló para que nadie lo notase.


— Te has excedido un poco con tu historia ¿no crees? — El chico se encogió de hombros despreocupado y James refunfuñó ante su actitud —. De todas maneras ¿Cómo eres capaz de inventarte tantas cosas tan rápido? 


Gray le miró extrañado.


—Fácil, no me las invento — Aquella frase dejó helado al castaño, que no volvió a añadir nada más "¿Entonces, de quién era esa historia?" En ese momento el grito de alguien pidiendo atención hizo que tuviesen que dejar su conversación. Fue entonces cuando James se percató de que estaban en una especie de cobertizo inmenso. Encima de uno de los carromatos el hombre que había llamado la atención les miraba a todos con los brazos cruzados. Debía rondar entre los 25 años, tenía el cabello largo y negro le ocultaba parte del rostro anguloso. Una vez hubo captado la atención de todos se bajó del carromato.


— Las niñas que se vayan con Mía al otro almacén —dijo con voz severa mientras señalaba a una mujer de cabellos rojizos con excesivas pecas por toda la cara—. Los chicos os quedareis aquí y os quitaréis la camiseta para la inspección. 


Todos empezaron a movilizarse. James pudo distinguir a Nayra rehusándose a dejar solo a su hermano y como la señora la amenazaba con darle una buena golpiza si no hacía lo que le ordenaban. Se acercó a Oscar y posó una mano en su hombro mientras con la mirada le instaba a su hermana a hacer lo que le pedían.


—No te preocupes, yo cuidaré de él — La chica se lo agradeció en silencio y se marchó junto al resto de niñas. Oscar no decía nada, gracias al abrigo había dejado de tiritar y ahora se limitada a observar todo con una mezcla de miedo y curiosidad. James le miró con ternura —. Vas a tener que quitarte el abrigo un momento campeón. 


El niño le miró unos segundos y asintió, luego obedeció de inmediato . Cuando todos parecieron haber cumplido la orden el hombre volvió a hablar.


—Mi nombre es Jorge. A partir de ahora estáis a mi cargo y haréis todo lo que yo os diga. Ahora os clasificaremos en grupos dependiendo de vuestra edad y condición física. Cada grupo irá destinado a hacer una labor acorde con sus capacidades así que no os conviene mentir.


Dicho eso les ordenó formar una fila. Los niños tiritaban debido al frío que les producía estar sin camiseta en pleno invierno, pero a ninguno de los que mandaban ahí parecía importarle. Jorge fue caminaba alrededor de la fila, observaba a los chicos y les iba asignando diferentes grupos. Por los que James pudo intuir había un grupo para los más jóvenes o débiles, otro para los edad media y uno último para los que estuviesen en buenas condiciones físicas o fuesen de edades más adultas. Al ver a Oscar le mandaron directo al grupo de débiles, no era de extrañar teniendo en cuenta lo delgado que se encontraba, pero aquello no pareció importarle al pequeño, que simplemente estaba contento con volver a ponerse el abrigo encima. Gray fue directo al de mayores y James no se sorprendió mucho de que a él también le enviasen ahí. Aunque mintiese diciendo que tenía 15 años seguía siendo un soldado entrenado y en buena forma. 


Después de la inspección y la asignación de grupos les hicieron salir del almacén por una puerta trasera que daba a un patio trasero de una gran casa. Ocultos tras los altos muros que rodeaban la mansión les era imposible localizar donde se encontraban. Durante el camino James pudo escuchar como Jorge se quejaba en voz demasiado alta con uno de sus compañeros.


—Que mierda de día. Si Nico no se hubiese ido a negociar con ese maldito traficante no tendría porque hacerme cargo yo de un puñado de criajos inservibles — Nadie dijo nada, aunque todos empezaban a comprender que no sería muy agradable trabajar con ese hombre como su superior. "Tal vez hubiese sido mejor que ese tal Nico se hubiese ocupado de nosotros" pensó James internamente mientras se adentraban en la mansión. 


Al ser todavía de noche los pasillos estaban desiertos. Jorge les condujo por ellos de manera casi laberíntica y acabó por llegar a un pequeño vestíbulo lleno de puertas.


—Esas dos serán vuestras habitaciones. Los menores de 13 a una y los mayores a la otra. Si no hay camas suficientes os peleáis por ellas o dormid en el suelo, me da igual, pero no quiero escuchar ni una queja ¿Entendido? — Todos asintieron enérgicamente y empezaron a distribuirse por las habitaciones. James se sintió mal al dejar solo a Oscar y no poder cuidar de él, pero Gray le sonrió para tranquilizarle y le dijo que no se preocupase. Después de todo estaban en habitaciones continuas. Afortunadamente no hubo problemas de espacio ni alguna pelea innecesaria. 


Todos estaban agotados así que fueron cayendo rendidos uno a uno en su respectiva cama. Solo James permaneció despierto más de lo necesario. Se sentía extraño, como si estuviese viviendo un sueño. "Christian está aquí" Sí, Christian debía estar ahora mismo bajo el mismo techo y aquello le hacía sentirse estúpidamente nervioso. "Pronto podrás verle" Algo en su interior se removió desagradablemente y casi pudo escuchar el rincón de su voz que le hablaba con duda "Porque quieres verle...¿Verdad?" Sacudió la cabeza intentando alejar todos esos pensamientos y dudas de su mente. No estaba ahí para correr tras de alguien que no tenía intereses por él. Había venido a ayudar a su amigo Karen, sí, a encontrar una forma de poder atrapar a esa banda que amenazaba con la seguridad de todo el reino.


—Exacto— Murmuró mientras daba vueltas en la dura cama, buscando una posición buena para dormir—. No tiene nada que ver con Christian.


 

Notas finales:

 Mejor no hablemos de lo que he tardado con la continuación ¿Sí? Mejor

¿Qué tal les va la vida? Espero que os haya gustado el trozo de hoy o que al menos o os haya aburrido (?)  Pronto empezarán las amenazas de muerte hacia mi persona y blah blah blah, así que disfrutemos de lo poco de paz que queda en esta preciosa comunidad!! (Ok no, pero preparaos XD)

 


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