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Popular, nerd; lo mismo. por Baozi173

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Yixing rodaba sobre su cama. Su abdomen aun dolía y punzaba, pero eran sus pensamientos los que no lo dejaban concebir el sueño. Era tan inquietante el simple hecho de recordar la noche anterior. No se lo explicaba, nunca debió haber llegado tan lejos. Y lo más inquietante era que la apuesta había acabado hace ya tanto, su repisa vacía lo comprobaba. No tenía razones para querer de nuevo enfrentarse con ellos.

Sus hormonas estaban fuera de lugar. ¿Su adolescencia de secundaria se estaba alargando hasta los diecinueve años? Tan estúpidos sus impulsos y eso no era bueno. Solo tenía grabada una cosa, figurativa y literalmente, la cual no lo podía dejar olvidar; los besos de Junmyeon.

«Tan él, simplemente él.»

Yixing cuestionaba el momento en el que su subconsciente empezó a emitir opiniones propias, o más bien cuando había empezado a decirse la verdad de una manera tan directa y ridícula. Él no era nada para Junmyeon, y Junmyeon no era nada para él. No era lógico, solo eso, no podía con todo. Necesitaba asesoría y rápido, pero no era como si los ángeles o psicólogos cayeran del cielo en busca de un alma en desgracia.

Lay, cariño, Luhan ha llegado.

La puerta de la habitación había sido abierta sin aviso por su madre. Esa mujer de veras que no sabía tocar antes de entrar. Abrió como si nada para dejar entrar a su amigo que estaba justo detrás de ella y desaparecer luego.

—¿Qué tal, mentiroso? —dijo el mayor a modo de saludo.

Yixing no comprendió el insulto, no hasta unos segundos después, cuando hubo procesado bien el por qué su mejor amigo estaría en su casa aun habiéndose visto en la mañana, durante la cual soltó una de las más grandes falsedades que le pudo haber dicho a Luhan.

—¿Creíste que no me daría cuenta? Por favor, te conozco incluso antes de llegar a Corea, no puedes conmigo, amigo.

—Luhan, yo te explico... —Yixing se levantó de su cama, sentándose correctamente mientras tomaba aire para poder iniciar con un relato sin sentido que su mente le dictaba decir.

—No es necesario, es obvio, lo percibo.

—¿Lo percibes? —preguntó con un ligero temblor al final de su voz.

—Exacto.

Luhan guiñó un ojo mientras que su amigo solo lo observaba con la boca ligeramente abierta, esperando una explicación a lo que estaba diciendo. No comprendía y le daba miedo hacerlo. El mayor soltó un profundo suspiro, la inexperiencia de su amigo era tanta que hasta causaba ternura.

—Yixing, el valiente, osado, liberal y destrozador de líneas sociales Yixing gusta de alguien. Ese alguien lo tomó de sorpresa, y tú, mi amigo, estabas dispuesto a entregarte. Simple, sencillo, sin complicaciones. Te gusta Junmyeon.

Lo que estaba diciendo Luhan era ilógico, más de lo normal. Yixing lo miraba con una mueca impresa en el rostro. La conclusión a la que había llegado era totalmente ridícula. Él y Junmyeon, ¿a quién se le pudo ocurrir semejante barbaridad? No combinaban en nada, eran como agua y aceite.

Junmyeon era fiel a la ropa costosa, comidas refinadas y su lugar en la gran pirámide social que él y su grupo habían construido para luego ponerse en la cima. Todo eso mientras que Yixing era un inadaptado, obsesionado con los comics y ciencia ficción, importándole poco o nada lo que los demás le dijeran. Según él, la popularidad e impopularidad eran tonterías que un grupo de necesitados de atención habían creado para poder ser vistos todo el tiempo.

Eran polos opuestos.

—No, Luhan, estás mal en eso. —corrigió— Solo fue una equivocación, la verdad es todo muy complicado. O tal vez no, pero el punto es que...

¿Cuál era el punto? No había, no existía. Una sola explicación había para el casi acostarse con Junmyeon bajo esas circunstancias, y era que existía una pequeña posibilidad de que el menor tuviera ciertos sentimientos o al menos interés, sobre el contrario ocultos bajo tierra.

Solo necesitaban salir a flote.

—Tu expresión en estos mismos instantes vale oro. —rió Luhan— Solo créeme, he estado en ese oscuro pozo del enamoramiento demasiado tiempo como para no reconocerlo en ti. Sería un mal amigo si no te avisara desde ahora. Imagínate, a ti maltratándote mentalmente por algo tan simple como son los gustos.

—¿Desde cuándo enamorarse es simple?

—¡Lo admitiste, te enamoraste!

El mayor había chillado, cayendo sobre la cama y abrazando una almohada. Si Yixing aceptaba su teoría sería fantástico, ya era mucho el tiempo en el que era el único en el grupo bajo esas condiciones sentimentales, objeto de burla a veces, y que al menos uno de ellos entendiera que era estar del otro lado de la broma ya era bastante.

—No admití nada en lo absoluto, solo cuestiono lo que dices. No es simple, tu eterna soltería lo comprueba.

—Qué bueno que lo mencionas, mi amigo.

—¿Cuántas veces más piensas llamarme mi amigo?

—Hasta que se me dé la gana, no mates mi momento, ¿sí?

—Ya, ya, solo ve al grano.

Yixing ya estaba desganado. Su humor había decaído y estaba ligeramente fastidiado con el universo. Pasar de estar preocupado a enfadado era algo que solo Luhan podía lograr imponiendo sus ideas.

«No me gusta Junmyeon.» Se decía a sí mismo, repitiéndoselo una y otra vez en su mente. En su interior las ideas rodaban. ¿A quién trataba de convencer? ¿A Luhan o a sí mismo?

Según tantos, Yixing podría calificarse como uno de los maduros, o al menos más cuerdos, dentro de su corto círculo social, pero en ese momento solo era un niñito hormonal y ensimismado en pensar, hacer y sentir lo que le convenía.

—¡Tierra llamando a Yixing! ¡Dumbledore necesita tú presencia en el Ministerio de Magia! —gritaba su amigo intentado atraer su mente de vuelta a su cuerpo.

—Luhan.

—¿Sí?

—Dumbledore ya murió.

—¡Malvado! ¡No tienes por qué recordármelo! —Luhan se lanzó sobre el colchón, hundiendo su cara y alma en depresión. Era malvado de parte de Yixing hacerlo recordar como en una de las sagas uno de sus personajes favoritos había sido asesinado.

—¿Ya terminaste de llorar?

—¿Ya terminaste de lastimar mi sensible kokoro?

—Sí, un poco...

—¡Bien!

El que antes sollozaba se reincorporó y aclarando la garganta retomó la conversación que había pausado por daños emocionales y mentales dirigidos directos a su alma por su propio mejor amigo.

—¿Dónde nos quedamos?

—En tu eterna soltería.

—¡Ah! Bueno, solo quería proponer algo.

—No. No, no, no y no. No más apuestas ni nada de esas estupideces, ya me metí en problemas una vez, no soy tan imbécil como para tener una segunda.

—Tranquilízate, yo no soy así de sádico. No es una apuesta, más bien... No, espera, responde esto antes. ¿Te gusta Junmyeon? Dímelo. Sin rodeos y quitando todo tú orgullo, pedantería, o lo que sea que se te haya pegado después de juntarte más de lo usual con Baekhyun.

—¿Si me gusta Junmyeon...? Luhan, no quiero que me guste, es eso. No estoy seguro si solo estoy fijado en él por un capricho o realmente me siento así por su culpa.

Y al fin hablaba con la verdad. Tenía miedo, algo que pocas personas le han podido hacer sentir a Zhang Yixing. El temor no era algo que se le contagiara con tanta facilidad, siempre tan metido en su mundo e intentado mejorar el verdadero que no se permitía dar pasos en falso, y si lo hacía continuaba orgulloso. Pero Kim Junmyeon, eso era algo diferente. Era meterse en la boca del lobo y hacer expedición en sus colmillos. Arriesgado y con grandes probabilidades de salir herido.

Yixing antes había gustado de algunas personas, incluso algunas de él, pero antes no había riesgo. En esos momentos extrañaba donde en China a Luhan y él les hacía burla solo por llevar la mayoría de días escolares sus figuras de acción a la escuela. Al menos ahí si podía estar seguro de no enamorarse ni ser enamorado por el chico que le quería meter la cabeza al inodoro a Luhan. Ese simio era feo tanto en personalidad como en apariencia.

—¡Yixing, deja de perderte en el espacio!

El aludido reaccionó. ¿Cuándo se había vuelto tan distraído?

—Ah, lo siento... Continua. —pidió.

—¿A qué quieres llegar con Junmyeon?

—No me preguntes eso, ni si quiera sé si me gusta en verdad. —replicó.

—Créeme, te gusta. Ahora, con eso en mente, dime qué quieres lograr.

El menor suspiró. Con eso en mente su imaginación volaba y causaba un revoloteo por todas partes. Las mariposas en el estómago existen, solo hay que agitarlas para que emprendan vuelo y dejen de descansar perezosas.

—Quiero que deje de odiarme por lo que Baekhyun y yo hicimos.

—¿Estás seguro de que te odia?

—Sí, sin lugar a duda.

Eso lo hacía todo más complicado.

—Te lo diré directo. Yo quiero que Sehun vuelva a hablarme, es una necesidad para mi existencia. Quiero de verdad llegar a gustarle... Y creo que tú quieres lo mismo con Junmyeon.

—¿Qué propones?

—No es proponer, no quiero que te vuelvas meter en problemas. Solo es... Una promesa. — Luhan sonrió amplio— Como dejar una constancia.

¿Qué pretendía? ¿Hacer que firme un contrato para vender su alma al diablo? Si era así había llegado a la casa equivocada y con el amigo erróneo.

—Dilo de una vez.

—Ya lo dije. Quiero que Sehun guste de mí, y tú que Junmyeon de ti.

—Quieres... ¿Gustarles?

—Ay, creí que tú entenderías más rápido. Estás un poco ido, mi amigo.

—Y venimos de vuelta con lo de mi amigo.

Luhan soltó una pequeña risilla mientras rascaba su mejilla.— ¿Quieres enamorar? ¿Eso es lo que me estás diciendo?

—Sí, hasta que al fin comprendes.

—Me niego a hacer el ridículo. De nuevo.

—No, relájate, no quiero hacer nada apresurado, primero tienes que trabajar en eso de que Junmyeon no te quiere ver ni en pintura.

Esa verdad dolía.

—Si quieres ganártelo tienes que empezar ahora, de a pocos, pasos ligeros y cortos.

—¿Lo contrario a Baekhyun?

—¡Exacto! Ya nos estamos entendiendo.

—¿Cuánto tardaría todo eso?

—Con suerte, para cuando volvamos a la preparatoria ya le caerás bien.

—Eso es mucho, ¿no crees?

—Hey, es el precio que se tiene que pagar cuando heriste el inflado y creciente ego de un proclamado adonis. ¿No es así? No creo necesario recordarte como acabaron las cosas gracias a Baekhyun.

Yixing sonrió en su interior. Todavía con toda la escenita que se montaron por culpa del trato con Baekhyun, era un poco lindo recordar las cosas que se atrevieron a hacer.

Baek había superado un poco ese complejo de impopularidad, y él... Bueno, Yixing había podido llegar a besar a Suho primero. Se sentía orgulloso, cargaría con ese pedacito de superioridad con la frente en alto si eso terminaba mal. Y bueno, si acababa bien... Igual. Tendría algo que presumir si algún día lograba a Junmyeon fuera su algo.

—¿Entonces qué me dices?

—De acuerdo, pero intenta no hacer un escándalo si llegamos a decirle al resto.

—Considéralo hecho.

Estrecharon sus manos felices.

Ambos se recostaron sobre la cama, con las miradas puestas en el techo. La tensión en el aire se había descompuesto. Se quitaron un peso de encima para ponerse otro, pero ya qué importaba, Luhan y Yixing siempre habían sido los dos contra el mundo desde su educación inicial, gracias sus madres, y ahora que tenían más amigos todo sería más fácil. Ya saben lo que dicen de la amistad. Si cae uno, caen todos. Sí, eso de juntarlos desde que eran muy niños había salido relativamente bien.

—¡Ah! Y de paso tal vez podamos hacer algo con... esto. —señaló el rostro del menor— No hay que desaprovechar esta oportunidad, mi amigo.

—Luhan. —llamó.

—¿Sí?

—Dobby también murió, mi amigo.

Y a eso se le llamaba justicia a lo Zhang Yixing.

{*}

Jongdae, pobre e imbécil, Jongdae.

Llegó a su casa como alma en pena, no se quedó a almorzar a la casa de Sehun como había dicho que haría. La jaqueca lo mataba y quería descansar en su propia cama, en su suave colchón. Ahí terminaría de procesar la información que había recibido.

O bueno, no procesar, sino olvidar.

Jongdae estaba decidido a borrar todo. Reiniciar y volver a su comienzo. No apuestas, no fiestas, no alcohol, no Minseok, no nada. Se estaba saliendo de su control lo que pasaba. No estaba dentro de su zona de confort. Ese no era él. El Jongdae autentico era orgulloso, engreído e incluso un poco altanero, pero nunca, jamás de los jamases el auténtico Jongdae se enredaría con alguien tan poca cosa como Minseok y eso lo tenía muy claro. Su tipo eran personas más hermosas, de mejor calidad.

Jongdae se lanzó al sofá, tomando aire y acomodando su cabeza en uno de los cojines. La casa estaba vacía, como siempre. Sus padres estaban atendiendo negocios y de viaje, como siempre. Nada más que su propia bulla se escuchaba dentro de esas cuatro paredes. Y no le molestaba en lo absoluto. Se había criado así y le encantaba.

Su estómago dio un gruñido. Tenía hambre.

—Esos momentos en los que se necesita a un Chanyeol de esclavo.

Se levantó de su cómoda posición y avanzó a la cocina. No era bueno preparando nada que necesitaba demasiado esfuerzo. Sobrevivía con arroz y una pieza de pollo, o claro, días que quisiera cuidar su figura, una ligera y fresca ensalada.

¿Quién era el inútil ahora? Si su antigua niñera lo viera se tendría que disculpar y aceptar que no hubiera quemado la casa con solo acercarse a la estufa. Jongdae como odiaba a esa mujer. Tan cargosa y molesta con su insistencia en mantener todo limpio.

Había arroz sobrante del día anterior, o en realidad quién sabe de qué día, el cual mezcló con un par de tomates rebanados que encontró al fondo de su refrigerador. Lo engulló todo en escasos minutos.

—Ay. —chilló trasladando una mano a su frente, arrugando el entrecejo.

Su cabeza ya empezaba a doler de nuevo y no tenía otra opción.

Subió las escaleras hasta su habitación, abriendo el primer cajón de su mesa de noche y sacando de ahí una pequeña cajita plástica. Con sus dedos se sacó las lentillas, una después de otra, para luego colocarse los anteojos que esperaban en el cajón siguiente. Ahora el dolor en su sien había bajado. No era tan insoportable como cuando llegó a su casa.

Odiaba esa montura, pero en situaciones así estaba obligado a usarla.

Mirarse al espejo así no era su pasatiempo favorito, en lo absoluto prefería los lentes de contacto a andar por ahí revelando que heredó la mala vista de su padre.

{*}

Jongin miraba la acera al caminar, las líneas pasaban y pasaban, y aunque su vista se mantuviera en el suelo no estaba prestando atención realmente. ¿Quién encuentra interesante las marcas de a vereda? Nadie, menos Jongin. Solo andaba por donde sus pies lo guiaban. Era un poco tarde y el sol se estaba poniendo. El cielo era como uno de los cuadros que tenía en casa. Digno del otoño en Corea.

Aún recuerda cuando su padre colgó ese retrato en su casa. La escena permanece en su memoria, lo que pasó antes o después lo tiene algo mezclado, pero da por seguro que fue después de que sus padres se separaran. Luego de que su madre abandonara la casa y su familia su padre compró ese cuadro. Lo colgó en las paredes de la escalera. Eso fue un poco después de que a la familia de Chanyeol le pasara lo mismo.

Ella no era una mala mujer, todo lo contrario. Era fantástica, pero dentro de su alusión a la mujer perfecta estaba su lado dañado. No la culpaba por enamorarse de otra persona. La felicitaba por rehacer su vida, por dejarlo con su padre, la persona que tal vez lo quería más en todo el mundo. A veces la extrañaba. Solo a veces. Cuando pasa por la biblioteca de su padre y revisa uno que otros libros que ella olvidó empacar. Eran tan viejos que le traía un sentimiento de nostalgia, aunque de niño nunca los hubiera tocado ni su madre tuviera interés en enseñárselos. Pero era como tener un poco de ella, ahora Jongin leía las páginas de esos libros con paciencia.

Tal vez esa era una de las razones por las que subconscientemente no se permitió alejar a KyungSoo de él. Porque ahí estaba de nuevo, frente a la casa del pequeño, mirando como las luces eran encendidas a medida de que la oscuridad cubría rápidamente la calle.

¿Cuántas veces había estado ahí? Alrededor de tres o cuatro. Se había asegurado de que KyungSoo nunca lo hubiera notado. No quería que se enterara del sentimiento que ni el mismo Jongin sabía describir. Solo una vez se atrevió a tocar aquella puerta, reunió tanto valor y preparó una gran explicación para justificar su presencia, pero casualmente justo ese día KyungSoo dormía. Al menos sabía que había llegado a su casa entero después de que Chanyeol lo arrojara contra aquella banca de cemento.

Ese fue un día diferente, hoy solo miraba la casa y escuchaba algunos gritos desde adentro, ordenes de al parecer su madre.

«La cena está servida.» Se escuchaba.

Sí, Jongin debía volver ya, iba a ser hora de cenar. Su padre seguro ya habría llegado hace horas. Estaría en ese instante haciendo un intento de cena. Gracioso, tantos años solos y hasta ahora lo más decente que habían comido había venido en una caja de comida para llevar.

«Los amaneceres anuncian un nuevo día.» Debieron ser unas hermosas palabras, pero que pena que fueron desperdiciadas cuando Jongin todavía era muy niño, no entendió del todo en ese entonces.

 

Notas finales:

Nota: Si lees esto después del 30/11/15 el cupo para los personajes ya están cerrados.


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