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Popular, nerd; lo mismo. por Baozi173

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Notas del capitulo:

 

Beijing, China. Hace más o menos ocho años.

El bochorno era notorio. Las madres de la zona estaban en los pórticos de sus casas abanicándose y compartiendo los chismes de la semana mientras los niños jugaban en la pista. Era una urbanización hermosa, enrejada y costosa. Los niños por ahí paseaban confiados de que los autos no venían.

Sobre todo un par.

Eran los plenos once años de estos dos amigos. En esos momentos estaban sentados ambos en a las orillas de la vereda, jugando con unas canicas que el mayor tenía bien guardadas y solo sacaba cuando iba a jugar con su mejor amigo. YiFan rodaba las esferas, haciendo que se dieran unas con las otras mientras el contrario miraba impresionado por los movimientos que provocaban los dedos del mayor al impactar.

—Tao, prueba tú. No puedes solo mirar toda tu vida.

El pelinegro suspiró. Cogió un par de canicas entre sus dedos, dándole un golpe. Esta salió despedida, sin siquiera darle a la que tenía en frente. Se perdió de vista cuando un grupo de niños pasaron corriendo.

—Por eso no quería jugar. Lo siento, creo que extravié una de las piezas. —El mayor encogió los hombros, restándoles importancia a lo ocurrido, ya luego podría pedirle unas nuevas a su padre. No sería difícil, ya que después de todo, unas canicas no eran nada comparado con lo que costaba la casa.

Empezó a correr una notable ráfaga de viento. El día se estaba despidiendo, la noche iniciaba y el permiso para pasarla juntos entre juegos se les había sido concedido hace unos días atrás. Después ya no podrían hacerlo, dentro de unas semanas más el colegio iniciaba, se iba junto con sus vacaciones.

Primero pasaron por la casa de Tao, recogieron una mochila llena con ropa de su habitación, la había preparado antes de salir a jugar. El cuarto estaba decorado de una manera muy peculiar. Fue por ese tiempo en el que Tao había empezado a admirar ciertas sagas e historietas, su amigo no entendía la afición, pero le escuchaba cada ataque de euforia que tenía el menor cada vez que pasaba quien sabe qué son sus personajes ficticios.

Tao se despidió de su madre, ella era una mujer cariñosa cuando quería, con sus defectos y todo. Le faltaba practicar un poco eso de escuchar a su hijo. Podía decidir millones de cosas sin su consentimiento, pero aun así el pequeño la apreciaba. Sobre todo cuando YiFan lo ayudaba a controlarla, la mujer adoraba al primogénito de su mejor amiga desde que nació.

Llegaron a la casa de YiFan. No era muy lejos, de hecho, estaba a la vuelta de la casa del pelinegro.

Se acomodaron en la sala mientras la señora de la casa preparaba la cena. Lo de siempre, frituras, como lo había pedido YiFan. La mujer tenía un especial afán por consentir a su hijo y su amigo. Ellos estaban mal sentados sobre el sillón, esparcidos como querían, tan digno de su edad. La comida estaba tardando un poco y ellos solo se entretenían con los programas extranjeros que pasaban por la televisión.

Los comerciales iniciaron a los minutos de prender el televisor, cortando el programa en la parte más interesante.

—YiFan, tengo hambre. ¿Va tardar mucho la cena?

—No estoy seguro. —volteó su mirada en dirección a la cocina— Madre, ¿Ya va estar la comida? —preguntó levantando la voz para poder ser oído desde la sala.

La señora asomó su cabeza por una puerta.— Todavía no, me pediste papas. Eso tarda, hijo.

El mayor suspiró ante la respuesta.— Mejor vamos subiendo a mi alcoba.

Con el paso flojo subieron los escalones a la segunda planta. La habitación estaba detrás de la primera puerta que se veía al entrar. De costosa madera tallada. Adentro era otra cosa. La ropa estaba arrinconada en un lado de la habitación, toda la sucia, mientras que la limpia permanecía revuelta dentro del closet. Eso era normal en YiFan. Tao solo tenía la esperanza de que algún día se le quitase esas malas costumbres al mayor. ¿Qué mujer querría casarse con él? Eso no sería matrimonio, sería un contrato firmado por servidumbre.

—Deberías hacer algo por tu pobre cuarto.

—De eso me encargaré luego.

Hicieron espacio, juntando lo que estaba encima de la cama y poniéndolo en el piso para tener espacio para luego poder dormir. O tal vez dormir no, de seguro estarían hablando toda la noche, riendo en un volumen moderado, tampoco era como si quisieran despertar a todos en la casa. El domingo es de ocio y todo el mundo lo sabe.

—No quiero volver a la escuela, que aburrido. —decía YiFan.

—Yo si quiero, la secundaria debe ser interesante, además volveremos a ver a Victoria y Micaela.

El mayor soltó una risilla por entre los dientes.— Aun no sé qué tiene los padres de ahora con los nombres americanos, o de dónde sea que sean.

—Solo lo dices porque no los sabes pronunciar del todo.

Al oír eso YiFan le lanzó una mirada ofendida a su amigo. En cierto modo era cierto lo que decía, y nadie mejor para saberlo que Tao. Soltó un bufido y siguió ocultando el desorden en el closet, mezclando la ropa sucia y limpia.

Más tarde, cuando superficialmente el cuarto se veían ordenado o al menos decente, la madre de YiFan los llamó pidiendo que bajaran al comedor. La cena caliente los esperaba servida en dos platos en un lado de la mesa, mientras que los padres de YiFan sentados en cada esquina les sonreían, invitándolos a acompañarlos.

—Buen provecho. —todos intercambiaron palabras y comenzaron la cena.

La comida avanzó tranquila. Sus padres no hacían más que preguntarles sobre sus vacaciones y qué se sentía que en una semana más tendrían que volver al colegio.

Los padres tienen algo con eso, siempre recordándote que el tiempo de levantarte tarde y jugar hasta tarde en la calle tiene fecha de caducidad.

Ya no querían seguir la interacción con los adultos, por lo que avanzaron a la habitación del mayor. Tao se lanzó a la cama, relajando su cuerpo, tendría que ponerse el pijama pronto, su cuerpo estaba cansado de haber andado todo el día.

—YiFan. —llamó.

—Dime.

—Tengo sed. ¿Me traes un vaso de agua?

—¿No puedes ir tú? —El negó, por lo que su mayor suspiró y se resignó a hacer caso al pedido— En lo que voy ve cambiándote.

Al decir eso sacó su pijama de debajo de la almohada, él se cambiaría en el baño de la casa. Nunca se habían visto sin ropa, eran amigos muy íntimos, pero ese punto era algo que preferían mantener como desconocido, por lo que Tao comenzó a sacarse la ropa en cuanto la puerta se cerró y quedó solo en la habitación. Era tan familiar estar ahí, no quería que eso cambiara en nada.

Al rato YiFan llegó con sus pijamas y un vaso de vidrio lleno de agua casi helada.— Lo dejaré en tu lado de la cama.

YiFan acostumbraba ocupar el lado izquierdo mientras que Tao el lado derecho, cada uno de estos costados tenía una mesita de noche.

—¿Ya tienes sueño?

—La verdad no. Pero supongo que tú sí.

—No mucho, solo tengo las piernas un poco matadas.

—Bueno, de todos modos hay que recostarnos ahora.

Así lo hicieron, conversaron toda la noche, o la mayoría. Su diálogo era extenso, de una idea salían mil palabras, recordando pasajes o solo riendo.

A Tao de dio sed en medio de la noche y al intentar beber un poco del vaso aun recostado el agua se le vino encima, no a él, sino de costado. YiFan sufrió las consecuencias de su flojera por sentarse. Su espalda mojada no fue problema, solo otro tema de conversación para la siguiente pijamada.

Antes de caer rendidos notaron como el cielo se aclaraba a un naranja extraño.

—Buenas noches, Tao.

{*}

YiFan pescó un resfriado. Le tomó toda una semana adquirir por completo la enfermedad y para cuando el lunes llegó no podía levantarse de la cama. Tao se disculpó un millón de veces y prometió traerle los cuadernos del día para que se pusiera al corriente con las clases como pudiera.

Tao fue caminando a la escuela. Al llegar notó mucha gente. Había acordado a través de unas llamadas telefónicas encontrarse con sus amigas en la entrada. Al menos no la pasaría solo, Victoria y Micaela lo acompañarían.

Cuando estaba a punto de terminar de atravesar las veredas que conducían al gran portón un grupo de chicos, más enormes y fornidos pasaron por su costado, tumbando un par de cuadernos que él cargaba bajo el brazo con una mano que fácilmente era tamaño de su cabeza. Ese grupo se fue riendo y chocando palmas al alejarse.

«Genial.» No es bonito que te agarren de punto, mucho menos si es dentro de los primeros cinco minutos. Ni siquiera había tocado la campana.

—Insisto, deberías aprender algún arte marcial. Con ese cuerpo todo esquelético fácil te usamos de bandera.

—Cállate, Micaela. —la chica había aparecido de la nada, extendiéndole la mano. Tao la recibió gustoso— ¿Y Victoria?

—Seguro hablándole a alguna hormiga que se encontró en el camino.

—Eres cruel.

—Y ustedes molestables.

Se encogieron de hombros y esperaron un rato más a que la tercera llegara. La niña traía un caracol en la mano, riendo por las cosquillas que le causaba al recorrer su palma.

«Sin bullying no hay amor.»

—Y después me preguntas porque soy cruel con los dos. —mencionó Micaela cuando la campana sonó.

Tao y Victoria se sentaron juntos en una carpeta doble, mientras que Micaela prefirió guardarle sitio a YiFan para cuándo llegara a la escuela.

La primera semana fue divertida, aun sin YiFan ahí. Tao disfrutaba pasar el tiempo con ambas chicas. Las dos eran chispeantes, sobre todo con Victoria podía impartir conversación, sus gustos eran muy parecidos. Se emocionaban, lloraban e insultaban juntos como si de verdad a algunos de los creadores de esos personajes de leyenda les importara su opinión. Micaela era más callada cuándo se trataba de eso, desde siempre había preferido andar más del brazo de YiFan, eran como hermanos. Él la cuidaba y ella lo maldecía por cada cosa que hacía mal. Lo juzgaba siempre por ser tan engreído e incluso en ocasiones insoportable, pero aun así los cuatro eran de los grupos más fortalecidos cuándo iban en primaria. En secundaria no esperaba ser diferente.

Pero claro, las cosas cambian.

Tao iba la mayoría de las tardes a ver a su amigo. Para el jueves ya se veía recompuesto, pero él insistía en querer llegar el lunes como todo un ganador. Según YiFan el ir a mitad de semana no iba con su estilo, quería abrir el siguiente lunes con su esperada presencia.

El menor no se opuso, intervenir entre YiFan y sus raras invenciones era cosa de nunca acabar.

Para cuando acabó la semana Tao iba comprendiendo que estaba aburrido de la rutina y extrañando inconscientemente la voz de YiFan cuando discutían. Siempre YiFan y Micaela versus Tao y Victoria.

El lunes fue diferente a los que esperaron.

Algo que Tao ignoraba era que ese sábado YiFan había salido de casa. El encierro por su refriado le había provocado unas ganas extrañas de salir a caminar. Por aquellos parques, un poco lejos de su casa se encontró con un grupo de chicos, lo invitaron a unirse a la conversación. YiFan tenía todo el porte que estos jóvenes buscaban. Incluso con su altura que era un poco más para con el resto de personas de su edad.

Muy inusual fue la coincidencia. Fue una sonrisa sorprendida al darse cuenta todos de que iban a la misma secundaria.

—¡Oh, mira! Ahí viene YiFan. —exclamó Micaela al ver a su amigo llegar.

—Y... ¿Alguien conoce al resto? —Victoria, al igual que los demás, no reconocían a los chicos altos y fortachones que rodeaban a YiFan.

O bueno, no en ese instante. Si los hubieran analizado más hubieran notado que era ese el grupo que se la pasó lanzándolos contra los casilleros toda la semana. Al menos a Tao y Victoria. Micaela no se dejaba tocar con esa mirada que mataba.

Tuvieron miedo de acercarse, pero si lo hubieran hecho tal vez las cosas serían diferentes.

YiFan los saludó de lejos, dándoles unas señas con las manos para hablar luego. No hubo tiempo de razonar su actitud. La campana volvió a sonar, solo avanzaron a su salón. Micaela lo llamó con las manos para que ocupara el lugar que había apartado para él durante toda la semana pasada, pero él no hizo caso. Volteó la cara y sonrió a sus recientes amigos.

Tampoco al receso se sentó con ellos en la cafetería. En ocasiones, muy pocas debo agregar, se les acercaba a saludar. No respondía preguntas de por qué no venía con ellos. Solo sonreía y decía que quería extender un poco su lista de amigos. No parecía mala idea.

Pero por supuesto que no era exactamente eso.

YiFan lo quería todo. Había sido embelesado por lo que atraía andar con esos chicos. Gente, mucha gente. Hablaba con chicas en todos lados y algunos muchachos lo miraban con admiración. Todavía extrañaba lo que en realidad significaba tener amigos, pero le llamaba más la atención el hecho de ser el centro de atención. A Tao le hubiera dolido saber que ellos eran poca cosa comparado con la grandeza que era la popularidad.

Al llegar a casa le preguntaban qué tal le había ido y él solo se inventaba alguna historia sobre sus amigos, alguna que se imaginaba seguro hubiera vivido si hubiera estado con ellos. La madre de YiFan ya no veía a Tao, eso le dificultó creer en las palabras de su hijo, pero decidió no meterse en su vida.

Lo peor vino tres semanas después.

Los golpes contra las puertas o la burla que le hacían al grupo no fueron nada cuando ese conjunto de mastodontes se les acercaron. Reían y esta vez un par de chicas también estaban con ellos.

YiFan también estaba presente.

Ambas chicas tomaron a Victoria y Micaela de los brazos. Las agitaron hasta sacarles todo de los bolsillos. Ellos seguían riendo. ¿Era en serio divertido? Ambas estaban asustadas. YiFan aún no hacía nada, ni hablaba.

Contra Tao se fueron dos chicos, lo levantaron del suelo. Sus pies estaban suspendidos en el aire mientras que lo tenían de la camisa. Lo tumbaron varias veces contra los casilleros, su cabeza revotó un par de veces y no se sintió bonito. Esa fue la primera vez de tantas.

Las cosas fueron de mal en peor desde entonces. Los tres decidieron no separarse. Ahora solo eran el punto de burla en el colegio. Tao no era el más alto ni fuerte, Micaela y Victoria tampoco las más habladoras ni sociales. El intento de protección fue convirtiéndose en rutina. Tao ahora mentía en casa, sus padres no sabían nada. No escuchaban cuando el pequeño a veces lloraba en su habitación, no notaron cuando YiFan dejó de frecuentar la casa. Tao solo sonreía cuando lo mencionaban, no quería levantar sospechas, todavía quería a su amigo de vuelta.

Eso fue hasta ese momento. El ya no quererlo más vino después. Un usual viernes en el colegio. Victoria y Micaela no habían llegado a la escuela, tal vez se les pudo haber hecho tarde pero eso era lo de menos. El punto era que Tao estaba solo, muy solo cuando el receso inició. Intentó esconderse entre la gente, huyó al baño.

Oh, muy mala idea.

Lo atraparon. Para Tao era el momento de llorar. Ese grupo lo tenía rodeado en la puerta de un cubículo. Sus piernas temblaban.

Para YiFan era el momento de oro. El broche que lo coronaría en la punta de la pirámide. Haberse cambiado de escuela para comenzar de cero no había terminado en lo que creía. ¿Quería perder a Tao? Su mejor amigo lo miraba suplicante. Si se atrevía sería el fin. Desde ahí solo serían conocidos en el colegio y aparentes amigos en casa.

—¿Vas a hacerlo o no, Kris?

El muchacho alto y fornido habló ansioso. Y Kris, no YiFan, se acercó al cuerpo del menor, empujándolo dentro del baño. Tomándolo de la nuca y empujando dentro de la tasa. El pelinegro cerraba la boca con fuerza y evitaba a toda costa respirar mientras su cabeza era sacudida entre el agua. Fueron unos segundos eternos. Cuando salió pudo notar como la expresión de YiFan temblaba.

—Tao... —susurró.

Él salió corriendo de ahí.

Seúl, Corea. Hoy en día.

El otoño se abría al inicio de la tarde. Todo estaba muy tranquilo. O eso fue la mañana, hasta que los compañeros de departamento se cruzaron. Los insultos se intercambiaron un buen rato. Ya no importa porque estaban peleando, lo interesante esta vez era que Tao estaba a la punta del llanto por la furia y frustración. Kris le sostenía la cabeza con una mano, mientras que con la otra alzaba orgulloso uno de los posters del menor. Ese en especial estaba bien cuidado. Era original y estaba firmado por un par de los ilustradores.

—¡Dámelo!

—Si no quiero, ¿qué harás?

—¡Dámelo! ¡Por favor! ¡Te lo suplico! —gimoteó.

—En otra ocasión lo haría, pero esta vez... —sonrió malévolo— Solo será para que aprendas.

YiFan soltó en un instante a Tao, pero antes de que este pudiera lanzarse a recuperar lo suyo, le mayor ya estaba con sus manos encima, partiendo a la mitad el papel. El hiriente sonido de la impresión al rasgarse fue todo durante varios segundos.

—Vete a la mierda, YiFan.

Tao apretó los puños con el rostro rojo. Se fue directo a su cuarto, a encerrarse.


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