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Popular, nerd; lo mismo. por Baozi173

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Tao es verde, como Hulk.

Eso le dijo KyungSoo cuando empezaron a ver por millonésima vez la segunda película de Los Vengadores. Tao llegó muy temprano; diez de la mañana y ya estaba en la puerta. Normalmente ese chiste lo hacía reír e insistir en que su piel tenía un color completamente normal.

Pero hoy no. Por lo general ese humor soso era su último recurso cuando Tao estaba triste o angustiado. Pero hoy no había ni una sola razón para que desde que llegara a la puerta de su casa su ánimo se viera decaído. KyungSoo lo notaba, sabía que algo iba mal con él, pero no le decía nada.

En contra de su naturaleza, el mayor intentó ser divertido, tanto como Baekhyun o Luhan. Pero la respuesta al intento de payaso no fueron las esperadas. Sí, se reía, pero no con las ganas que le hubieran salido si estuviera feliz, como cualquier día. ¿Acaso hubiera solo soltado una risa por el borde de los labios si estuviera bien? No, nadie. Mucho menos si lo que tuvieras en frente fuera a KyungSoo y al gato en una pobre imitación de la pelea de Ojo de Halcón y La viuda Negra. Y sí, KyungSoo era la Viuda Negra.

—Bueno, ya me cansé. —anunció sentándose junto a Tao— ¿Qué es lo que te pasa?

—¿Ah?

—Has estado con cara de estreñido.

—Kyung, esa boca.

—Aja, aja. Ahora dime qué te pasa.

Tao ya no podía seguir ocultando nada de nada. Con KyungSoo nunca hubo secretos. Pero si le decía que tenía la oportunidad de escapar, no sabría decirle el por qué. ¿Decirle sobre YiFan sería bueno?

—Podría irme.

—No, tú no te mueves de ahí sin decirme que te pasa.

—No es eso, KyungSoo. Me refiero a que posiblemente, si acepto, puedo volver a China.

Fue automático el movimiento de la mano del mayor al ponerle pausa a la película que seguía rodando. Sus ojos eran más grandes de lo usual. Acomodó sus piernas, sentándose erguido. Ambos colocados en el suelo se miraban fijamente. ¿Qué se dice cuando tu mejor amigo podría irse para no volver?

—¿Cuándo?

—Si decido hacerlo, a finales de año, en cuanto acaben las clases. Postularía a la universidad en Beijing. Pero aun no tomo una decisión, no es algo en lo que quiera pensar mucho.

Algo en el estómago de KyungSoo se hizo nudo, del cual alaban de lados opuestos. Sentía ese punzón en el pecho mientras el contrario le explicaba que había hablado con sus padres y le habían ofrecido volver a casa. No dijo nada cuando mencionó que allá se haría cargo algún día de la empresa de la familia, que adelantar los planes no era algo que hubiera previsto, pero al presentarse el chance las cosas se hubieron torcido por completo.

—¡No puedes irte! —interrumpió.

—¿Qué?

—Sí, sí, es una oportunidad de estar con tu familia, regresar a tu país, pero no, no te vas a ir. —inició KyungSoo poniéndose de rodillas— Y me vas a perdonar que sea egoísta y me saltee todo el proceso de sufrimiento en silencio, pero no te puedes ir. No vas a aceptar, tienes una vida aquí, amigos y conocidos, no te puedes olvidar de todo eso, ¿no? No puedes dejarme aquí con Baekhyun. —hablaba entrecortado y tembloroso, con los ojos aguándose— ¿Acaso no te has puesto a pensar en nosotros? Luhan se pondría insoportable, y no habría quien lo calle...

Y para este punto, KyungSoo ya había echado a llorar, lento y tranquilo, siendo abrazado por Tao. Podría ser un poco más débil de lo que aparentaba a veces. Soltaba su personalidad por completo con su menor.

—Hey, tranquilo.

—Ya déjame en paz, egoísta.

—¿Entonces te suelto?

—No. —respondió abrazando aún más fuerte al más alto.

El llanto fue cesando unos minutos más tarde. La película siguió rodando. Soo apoyó su cabeza sobre el hombro del otro. Vieron a IronMan, el Capitán América. Pronto ya se sentían renovados. La tarde llegó junto con los créditos. La señora Do se asomó por la puerta para avisar que el almuerzo estaría listo pronto.

Bajaron juntos. Ahí KyungSoo vio a su madre poner la mesa, los platos y cubiertos. Los tres se sentaron. La conversación impartida fue ligera, la mujer no mencionó en absoluto el sollozo que escuchó en el cuarto de su hijo cuando pasaba con la ropa limpia. Confiaba en Tao para que Soo no se sintiera triste.

El menor no se quedó mucho tiempo más después de la comida. Explicó a KyungSoo que tenía visita, debía salir pronto antes de perderse la salida con esta persona. Con un poco de recelo lo dejó ir bajo la condición de que le mandaría un mensaje por la noche. Quería saber cómo estaba.

Tao salió de la casa ahora revisando y analizando mejor la idea de mudarse.

—Kyung, ve a comprar. —le digirió su madre cuando terminó de despedir a Tao.

—¿Qué? Pero no quiero salir, mamá.

—Ve a comprar agua. No pones a hervir nada y no hay qué beber.

Discutió unos minutos con su madre, dando excusas, hablando del sol que no había y del calentamiento global que en realidad a él no le afectaba. Pero no, la mujer insistió en que a menos que quisiera beber jarabe para la tos durante la cena, puesto que era lo único que había para beber; tenía que ir de inmediato a por un bidón de agua.

—De esos de diez litros.

—¡¿Cómo pretendes que traiga eso desde la tienda?! ¡Son cuatro cuadras! —exclamó.

—No sé, te las arreglas por no poner agua a hervir.

Maldijo varias veces el por qué no tenían un filtro de agua. En cuanto su padre llegara a casa del trabajo le diría que necesitaban y exigían un filtro. Eso sería más fácil, suplicarle a su padre, sería mejor que la próxima vez que se le olvidara poner una tetera a hervir —porque era un hecho que se le olvidaría— a volver a arrastrar esa enorme botella de agua como un completo debilucho frente a sus vecinos.

El camino de ida arrugó el entrecejo por la luz del día que le pegaba directo en los ojos. La bodega más cercana le pertenecí a un viejo hombre que había vivido ahí toda su vida, había visto a sus hijos partir y crecer a su primera nieta. Tenía esa tendencia a mencionarlos en cada conversación, y cada que KyungSoo iba era invitado a jugar con la niña de cinco años.

Compró rápido, asintió a todo lo que el señor Lee le dijo, entregándole el dinero correspondiente al producto. El hombre dejó el botellón frente a él para luego ir a buscar el cambio.

—Aquí está, ve con cuidado, eh. —apareció nuevamente el señor con unas monedas que le entregó al menor.

—Muchas gracias. —dijo antes de comenzar su propia Odisea.

KyungSoo miró asustado el envase. Podría ser lo mismo que cargar la mitad de él mismo de vuelta a su casa. No podía tomarlo en sus brazos, eso era un hecho. Era puro hueso y piel, por lo que la solución más fácil es arrastrarlo.

Pasó las primeras seis casas intentando que su rostro no se notara, volteando la cara a cualquier persona que se atravesara, corriendo el riesgo de verse grosero.

—¿Te ayudo?

Escuchó a alguien hablar, no asumió de inmediato que se dirigían a él. Siquiera procesó por completo la voz que se coló en su ambiente de vergüenza y frustración.

—Hey.

Ya sabemos quién era de adelantado desde que KyungSoo salió de su casa, pero igual lo vamos a decir. Jongin se puso frente a KyungSoo, sonriente y tranquilo. Aunque el más pequeño no lo tomara así. Se sintió enclenque e indefenso. ¿Dónde estaa Baekhyun o Yixing cuando se les necesita?

—¡Tranquilo, no corras! —exclamó el menor alzando los brazos cuando notó que los pies del contrario se posicionaban para salir huyendo y dejar el agua a mitad de camino, abandonada.
—Pero;

—No te haré nada. —exclamó.

Una confianza ciega hizo que Soo no avanzara. Jongin tomó el bidón en sus manos, levantándolo del suelo y caminando en dirección a la casa del mayor. No hubo tiempo de preguntar el cómo conocía donde vivía. KyungSoo solo caminó, mirando nervioso de reojo.

—Quédate aquí. —indicó el más alto cuando faltaron dos casas para llegar a la suya. Hizo caso de inmediato. Sus pies se detuvieron rígidos en un cuadro de la acera. Observó estático como Jongin dejaba la botella en su puerta, volviendo luego hacia él.

Todos se habían vuelto locos hoy. KyungSoo mantenía la esperanza de que solo estuviera soñando eso, que se hubiera quedado dormido en la sala. Eso sería menos complicado de deducir que Jongin frente a él jugara con sus manos.

—Lo diré rápido, pero no te vayas.

—Tú...

—Sé que te gusta Chanyeol. Lo oí y no tienes por qué negarlo, no es algo que me incumba, pero...

Respiró hondo, sacando un papel doblado de su bolsillo, extendiéndolo con un casi imperceptible temblor en las muñecas.

—«He luchado en vano, pero ya no quiero hacerlo. No quiero reprimir mis sentimientos. Debe permitirme confesarle lo ardientemente que lo admiro y que lo amo

Las cosas se detuvieron. Podrían haber estado en Inglaterra, allá por la casa de los Collins, admirando los jardines y adorando los vestidos; terminando de cenar en la casa de Lady Catherine. Observaba la escena en su cabeza, el pequeño salón de un primo recién casado con una vieja amiga.

KyungSoo lo sabía, porque amaba con su vida ese libro. Orgullo y Prejuicio, de su colección; uno de esos que le rogó a su madre comprarle en pasta gruesa. Actualmente más que páginas tiene señalizaciones por todas partes, con pegatinas marcando cada frase que él quería recordar.

Y aquellas, las palabras más bellas. El señor Darcy confesándole su amor a Elisabeth. O en esta ocasión, Jongin revelando sus sentimientos hacia KyungSoo.

Sintió la electricidad. Eran demasiadas emociones en un día. Todo estaba dando vueltas, y Jongin acercándose a su rostro no lo ayudaba a equilibrarse. Sus músculos estaban rígidos y no podía correr, solo miraba los labios del más alto a pocos centímetros de su rostro.

Pero no lo besó, no en los labios. Jongin se moría por hacerlo, pero decidió que los pasos debían ser pequeños y detuvo su beso sobre la mejilla de su mayor.

Se enderezó. Está satisfecho con el sonrojo en el rostro de KyungSoo. Ha cumplido con su misión, ahora puede seguir caminando. Y lo hace, da una pequeña reverencia y continúa su camino, en dirección opuesta a la casa del contrario.

{*}

Minseok estaba un poco abrumado por todas las preguntas que le hacía su madre. Estaba casi seguro de haber recorrido de arriba abajo todos los estantes de supermercado y su madre aún no se decidía si pasta o arroz. Casi ridícula la forma en la que metía y sacaba cosas del carrito.

—¿Vas a ser de ayuda, Minseok? ¿O te he traído por las puras? —regañó la mujer cuando vio a su hijo sentarse en el piso.

—La verdad, yo no quería venir. Me obligaste, mujer.

—No te me pongas grosero que aquí mismo te hago pasar vergüenza. —amenazó.

Minseok se puso de pie nuevamente y caminó al lado de su madre. Dieron varias vueltas en círculos, inútil.

Más que la molestia de que lo hayan sacado de su cuarto era la incomodidad de pensar en que su ex jefe, el chico al que sus padres invitaron contra su voluntad o siquiera preguntarle antes, y además una persona que no le inspiraba interés alguno estaba a un par de horas de llegar a su casa para la cena. Aun discutía en su cabeza la mejor estrategia para sentarse lo más lejos posible de Chang Min. Se sentía invadido y si él se acercaba mucho no sabría qué hacer.

Desvió la mirada y atención de lo que su madre le estuviera preguntando esta vez. Mientras la mujer debatía entre cual pollo se veía más grande, Minseok dejó ir la mirada. Siguió el paso del carrito que volvía a moverse. Andando por el pasillo de los lácteos tanteaba entre leche y yogurt.

—Minseok, cuida un rato el carro, voy a ver el pescado.

Él asintió a las órdenes. Apoyó los codos sobre el mango, dejando descansar el cuerpo, sin dejarse caer demasiado para no irse de cara. Tarareó las tonadas de las canciones que en el auto, durante todo el camino, su madre había venido cantando. Podía sentirse orgulloso de sacar el buen timbre de voz de su progenitora, pero no estaba feliz con que ella lo presumiera frente a toda la gente de la autopista.

Estaba él solo, entre varias personas que caminaban y circulaban naturalmente. Pero ahí, como si el destino lo odiara, el karma tuviera cuentas por saldar, y de paso el universo estuviera de mal humor con todos los Kim Minseoks existentes en la tierra, o por lo menos en Corea; Jongdae estaba entrando al pasillo. Desde el otro extremo con una canasta colgada del brazo derecho y un poco disimulado interés de verse en el reflejo entre los estantes y vidrios caminaba sin siquiera notar la presencia del mayor.

«Hora de huir» Pensó cuando él avanzaba sin darse cuenta de lo que había a su alrededor.

—Minseok, el pescado está horrible, terminaré haciendo algo salteado, verduras, ¿qué piensas?

El mencionado le dirigió la mirada a su madre que llegaba cansada de los estantes, sin terminar de procesar por completo lo que tuviera que decir. Solo escuchó su voz y volteó de inmediato disimulando sus nervios. Claro, que no fue el único que escuchó algo. Jongdae que cada vez estaba más cerca, percibió el nombre de alguien conocido. Vaya que sí recordaba ese nombre, todas las cosas que habían pasado luego de aprendérselo por completo.

«Minseok» Se repitió en su cabeza al tiempo en el que levantaba la mirada. Ambos se encontraron en medio de dos parpadeos silenciosos e incómodos.

—Minseok, ¿quién es? ¿Otro amigo?

Sí, la mujer estaba alegre, pero nadie podría culparla. Su hijo por primera vez desde que tenía siete años le mostraba a un amigo que no tuviera aspecto de ser igual de extraños que él. Era un gran avance, llevaba demasiados años recibiendo únicamente a Luhan y Yixing para comer, a Baekhyun en pijamadas y Tao con KyungSoo para las tareas los viernes a la tarde.

—S-sí, madre. Nos conocemos del instituto.

—¡Entonces hay que ir a saludar!

La señora Kim arrastró el carrito junto con su hijo hacia Jongdae, quien los seguía mirando, y se vio aún más extrañado cuando ambas personas estaban caminando hacia él. Fuera de su idiotez usual sabía que sería súper extraño, demasiado inusual en tantos sentidos, que él en especial saludara a algún familiar del chico a quien trató mal durante casi todo el segundo año de preparatoria e ignoró por competo el primero.

—Hola, Jongdae. —saludó el mayor tragando saliva.

—Buenas tardes; Minseok, señora. —respondió con una reverencia.

—Esto es tan extraño, —habló la madre de Minseok— encontrarnos mientras compramos, ¡tan emocionante!

El aire se cortó, como la leche en el refrigerador de Jongdae. Miraba como la mujer frente a él hablaba y hablaba. Por lo menos sabía que Minseok tampoco se sentía bien con la situación. Su expresión blanca y con los ojos que suplicaban piedad le decían todo. Encubriendo una complicada relación detrás de un cordial hola, intentaban esconder el maltrato con una careta.

—Y fue así como tendremos visita esta noche. ¡Oh! ¿No querrás venir también tú a cenar?

Minseok se atragantó con el aire que respiraba, despreciando al mundo entero en la explosión de neuronas que su cerebro estaba sufriendo.

—Lo siento, pero, no es que no quiera, pero, yo, pero...

Habló rápido buscando una excusa perfecta para negarse. Agitó la canasta que tenía en mano frente a ambos, mostrando su pobre compra, intentando decir que su cena ya estaba asegurada. La masa pre hecha para pizza y un champiñón no eran una comida con exactitud, pero pronto, antes de terminar de conjugar verbos y armar una oración coherente, la señora Kim lo tomó del brazo.

—Vamos, hijo, te prometo que cocino bien.

Y no, la señora Kim desde que tuvo su primer y único hijo, nadie ha podido decir que cocinaba bien. El arroz se levantaba del plato, las menestras conversaban contigo y cada animal pedía auxilio desde los caldos en los que cruelmente se sumergía. Su esposo siempre dijo que ella fue quien le enseñó a dejar de ser inútil en la cocina, pero actualmente las manos de su mujer había perdido toda sazón y gusto.

Pero eso no importaba por ahora, el sufrimiento al tragar esa extraña mezcla de dizque alimentos era para la hora de la cena. El verdadero lío en esos instantes era el hecho de que Jongdae estaba sentado en los asientos traseros del auto que conducía la misma mujer que más tarde le provocaría indigestión, junto a Minseok.

Discutieron con palabras mudas, renegaron de la vida y se hicieron muecas con frases ahogadas en reclamos inaudibles. La madre de Minseok los miraba rara vez desde el espejo retrovisor. Se mantenía hablando sin parar, sobre lo emocionada que estaba para la cena, solo cada que soltaba una pregunta era que los dos pasajeros les respondían y salían de su enojo.

«¡Sácame de aquí!» Le exigió Jongdae modulando con sus labios.

«¡No puedo! ¡Debiste negarte cuando pudiste! Dios, ya no sé qué hacer» Le respondía mudo el mayor dejándose caer sobre los asientos forrados con cuero.

«Pues ahora lo arreglas, porque no pienso pasar la noche del sábado con tu familia» Le insistió hincándole el hombro, esperando que nuevamente la atención se dirigiera hacia él.

«Tampoco es como si yo lo deseara mucho» Le reprochó de forma casi infantil.

—Jongdae-ah, ¿ibas a cenar solo? —la conductora interrumpió el debate de miradas.

—Sí, señora, nada especial.

—Oh, entonces qué bueno que nos hayamos encontrado. Seguro Minseok se sentiría más cómodo en la cena si tiene un amigo al lado. 

—¿Con quién van a cenar? —preguntó intentando hablar natural, aunque seguía matando a su mayor con la mirada— ¿Baekhyun, KyungSoo o Luhan?

—Ninguno de ellos, por suerte. Un amigo nuevo, Chang Min. ¿Lo conoces?

Oh, Dios. Sí que lo conocía.


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