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Popular, nerd; lo mismo. por Baozi173

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Baekhyun respiró profundo y se atrevió a dar otro paso— Tú puedes, tú, puedes. —se repitió y avanzó por la calle. Solo le faltaban dos casas para llegar a la correcta.

Estaba tan nervioso que con las justas y podía ser coherente con sus pensamientos. En su cabeza tres miniBaekhyuns se pelaban por qué decir primero, cómo reaccionar cuando Chanyeol abriera la puerta y decidir cuál sería la actitud que debía tomar frente a él durante las tres horas que su mamá le había permitido salir sin hacer muchas preguntas de a dónde.

—Ya, suficientes huevadas. —dijo sin importarle que tan vulgar sonara, la situación lo ameritaba— Es hora.

Caminó a grandes zancadas, avanzando con ansiedad y sudando sus patillas por el sol que le caía encima. Fue muy pronto cuando con las mangas levantadas y el ceño fuerte estuvo frente a la puerta de la casa Park y con el dedo sobre el timbre.

¡Un ding-dong fue la perfecta condena de Baekhyun!

Fueron diez segundos antes de que le abrieran la puerta y se topara con el rostro de Chanyeol bien lavado y una camiseta tan vieja como ese chiste del pollito que insulta a otro.

Chanyeol tragó saliva, muy rojo—Hola.

—Caldito seas.

—¿Ah?

—Lo siento, estaba pensando en otra cosa. —Baekhyun se apresuró para excusarse.

Qué bueno que Chanyeol había ignorado por completo las peticiones de su padre sobre cambiar el tonito del timbre por uno más original. Claro, si la macarena hubiera sonado por supuesto que la escena no hubiera sido igual de épica e impactante, porque no importó cuanta preparación mental se había dado Chanyeol ni toda la determinación de Baekhyun para no hacer el ridículo, cuando sus ojos se cruzaron el corazón se les movió un poco y el estómago cayó hasta sus pies.

{*}

KyungSoo detuvo su paso, dando vuelta sobre sus talones. Era la primera vez en todo ese tiempo que se había atrevido a dar la vuelta y dar la cara a lo que él estaba casi seguro que pasaba todas las tardes. Jongin lo seguía a casa, cada vez se esforzaba menos en disimularlo o esconderse, como si quiera que KyungSoo volteara a verlo; como en esa ocasión.

—¿Me has seguido de nuevo? —soltó sin expresión alguna, aunque sintiéndose un poco alagado con el gesto.

Jongin amplió su sonrisa, guardando su celular en el bolsillo. Había estado mirando la hora y calculando que tan tarde estaba llegando a su casa para cuando el mayor hubo volteado a verle.

—¿De nuevo? —preguntó arqueando las cejas, sorprendido— ¿Me has notado antes?

En realidad KyungSoo sentía que alucinaba, todas las tardes escuchaba esos pasos detrás de su cuerpo, esos pies que lo seguían después de un par de esquinas tras abandonar el instituto. No había calculado exactamente dónde era que los pasos empezaban ni dónde terminaban. Soo salía de clases y llegaba a casa con la mirada hundida en sus pies moviéndose, sintiéndose un poco más seguro al considerar que quien lo seguía era la misma persona que le dejaba cositas bajo el pupitre.

—Solo quería ver que llegaras bien a casa. —completó el castaño al notar que KyungSoo se había quedado en el aire durante varios segundos, mirando un punto exacto sobre él.

—Oh. —soltó Soo, un sonido casi inaudible— Lo agradezco mucho.

KyungSoo siguió caminando los pocos pasos que le quedaban antes de llegar a su casa, entrando por el camino que lo guiaba a la puerta, seguro de que Jongin seguía mirándolo. Tenía los ojos clavados en la perilla, pero no buscó las llaves dentro de sus bolsillos, solo se quedó estático.

—Hasta mañana, Hyung. —le escuchó decir.

Reaccionó, dando vuelta sobre su eje, de golpe. Estaba muy nervioso; y es que había imaginado ese momento tan épico toda la semana.

—Jongin. —lo detuvo el mayor al llamarlo— Yo quisiera...

Sus piernas se movieron de forma mecánica, como si le costara caminar. Estaba rígido, buscando ayuda en algún lado. Tal vez a Yixing se le pudo haber caído un poco de valentía por la entrada de su casa que él podría usar en ese momento.

Dio algunos pasos, saliendo del pórtico y colocándose en la acera, junto a su menor.

—¿Sí?

No supo qué decir, estaba congelado, pero KyungSoo ya se sentía abrumado, su cabeza daba vueltas pensando en si Jongin le había dejado un regalo esa mañana y se desvivía imaginando que estaba caminando silenciosamente detrás de él. Soo estaba mal, había leído tantos libros que había asimilado el amor como un sentimiento ficticio que se plasmaba en textos bien estructurados.

No sabía cómo era el amor real, se había pasado la mitad de la noche escribiendo su romance escolar de las últimas semanas en una libreta para poder interpretar mejor lo que su corazón le pedía a gritos.

No, KyungSoo aún no sabía si eso era amor de verdad ni si estaba en lo correcto.

—¿Podríamos tener esa cita que ofreciste antes? —le preguntó muy sonrojado.

Jongin abrió los ojos, mucho, su sonrisa se marcó inevitablemente sobre su rostro y aunque hubiera querido hacer el esfuerzo de borrarla no lo hubiera logrado.

—Sí, sí, sí. —respondió emocionado ante la pequeña y tímida sonrisa de KyungSoo— De acuerdo, me calmaré. Creo que te puse nervioso. —se rio.

El mayor asintió con la cabeza, sentía que estaba sudando, no solo en las manos, sentía el rostro húmedo, o al menos algo acalorado.

—Vendré por ti el viernes a la tarde, ¿está bien?

—Debería... ¿debería vestirme para algo en especial?

Jongin notó como las palabras le salían masticadas, con incomodidad y frustración con que todo en su cuerpo temblara. Él sonrió ante la imagen de KyungSoo nervioso, estaba orgulloso de saber que era por su causa.

El menor acercó su cuerpo al ajeno, inclinando el cuerpo en el acto. Nariz con nariz— Como quieras, te verás bien.

Jongin levantó la cabeza junto con sus ojos, tomando a KyungSoo por las mejillas y levantándole en el proceso. El pequeño estaba más rojo que hacía unos segundos, con las manos pegadas al pantalón para limpiar su sudor tan rápido y disimulado tanto como le fuera posible.

Jongin se acercó, cerrando ambos los ojos. Aunque Soo no sintió los labios de su menor contra los suyos, la presión era sobre su mejilla derecha, era larga la presencia del perfume, pero era tan acogedora.

Para cuando Jongin decidió soltarlo KyungSoo ya se estaba convenciendo de que eso podría ser, o llegar a llamarse amor.

—Eres muy lindo, Jongin-ssi.

KyungSoo dio un salto de costado, con el rostro más rojo que nunca y corrió a su puerta con las llaves en la diestra, encajándola en la cerradura y abriéndose camino. Cerró la puerta detrás de él, ansioso y lanzándose al suelo en cuanto se sintió un poco a salvo.

—¿Kyunggie? ¿Está todo bien?

El golpe de su cuerpo contra el suelo había alertado a su madre de que alguien había llegado a casa y al salir al recibidor no había encontrado nada menos que su hijo de cara al suelo, como si el suelo necesitara cariño tenía los brazos extendidos contra las baldosas.

—Es suelo estaba solo, quería darle un poco de cariño.

—Claro… Ehm, bueno, ¿tienes hambre? —preguntó a señora aún un poco extrañada por la actitud de su hijo.

—No, gracias, no tengo mucho apetito. —respondió el pequeño de inmediato a levantarse y sacudirse un poco los pantalones llenos de pelusillas, obviamente su madre no había barrido el suelo todavía— Estaré en mi cuarto, tengo tarea y mucho que estudiar, mami.

La señora cruzó sus brazos con una sonrisa, esa forma de llamarla de parte de KyungSoo siempre había sido un reflejo de su subconsciente para anunciarle que tenía la cabeza en otro lado, que su pulso estaba a mil y quizás no saldría de su habitación en un par de largas horas frente a su celular para llamar a Tao o Minseok.

—Ten mucha suerte con eso, bebé. —añadió con un tono muy dulce.

—Gracias, mami.

KyungSoo terminó de acomodar su cabello sobre su frente y caminó los últimos pasos que le quedaban antes de la escalera para saltar sobre el primer peldaño. Apresuró su andar cuando tuvo una cachetada mental sobre lo que había pasado hace menos de quince minutos. Quería gritar y esconderse bajo su almohada.

—Kyung… —le llamó su madre, deteniéndole antes de llegar a la mitad de la escalera.

El aludido dio una vuelta sobre su cuerpo, reteniendo sus pies y volteando a ver a su madre unos segundos, así, como si no quisiera la cosa y con el rostro más relajado que podía ponerle para disimular que por dentro su estómago se estaba comiendo su pulmón solo porque sí, Jongin causaba esa impresión en la gente.

—Jongin-ssi se venía muy guapurro hoy, en vez de abrazar al piso deberías salir con él más seguido a ver si así sales un poco de tu cuarto, niño.

{*}

YiFan le pegó un golpe a la pared de la cocina dejando al tiempo una marca de su zapatilla sobre el blanco de esta. Estaba hambriento y el departamento sucio. Había aceptado hace ya mucho tiempo que para atenderse solo era malo, podía envenenarse tan solo con intentar hervir agua. Ya había hecho explotar el fusible de la refrigeradora, vaya que le había salido caro explicarles a sus padres que ese mes se había presentado algo demasiado urgente como para ser retrasado y necesitaba una pequeña extensión en su presupuesto.

—Dime cómo te enciendo. —le preguntó Kris a la hornilla de la cocina con el ceño totalmente fruncido y decidiendo si girar o no las perillas que lo miraban como si fuera la cosa más inútil del mundo. Y aunque lo fuera, cosa que era cierta, nadie tenía derecho a mirar por debajo del hombro a YiFan, mucho menos una sucia hornilla que no había limpiado en días, ¿qué se creía la desgraciada?

—Grandioso, estoy peleando con una cocina. —lloriqueó echando la cabeza para atrás y saliendo de la cocina tan rápido como su dignidad y cordura se lo permitieron. Se lanzó al sofá, estrellando su cara contra los cojines, haciendo doler un poco su nariz con eso.

Habían pasado solo unos días, pero Kris ya sentía que eran meses, años, ¡vidas enteras sin probar una comida decente! Había estado sobreviviendo de pedidos a domicilio y las cosas que Junmyeon se había encargado de invitarle en su proceso de recuperar su confianza. Con él las cosas habían estado rígidas en el grupo, parecía que evitaran hablarle después de su repentino anuncio. Nadie opinó en lo absoluto luego de que el mayor les soltara un digan una sola palabra en contra y me verán enojado, enojado en serio.

Gracias a Junmyeon y sus secretos revelados era que YiFan tenía qué comer a mediodía.

Y la verdad que no es que lo dijera en voz alta, se negaba siquiera a pensarlo, pero extrañaba mucho las atenciones de Tao. Esas que se dedicaba a hacer sin obligación, como darle el desayuno todas las mañanas o calentar su almuerzo para que no muriera al ingerir comida congelada. Ayudarlo a sanar cuando se la daba de muy macho y volvía con resaca al departamento. La verdad, dicho de una forma muy simple, Kris era como una perfecta representación del peor esposo del mundo.

—Dios, nunca me voy a casar por inútil. —se atrevió a reprocharse al tiempo que pasaba sus manos por la cabeza, desordenando su cabello.

Había ordenado en una cajita todas las cosas que Tao había olvidado cuando se fue. Sus calcetines navideños, algunos lapiceros, un par de recetarios y una taza que su madre le había mandado con un grabado qué rezaba Los chinos tus patrones; un presente especial de la mujer para demostrar que aún era una mujer a la moda.

YiFan estaba muy mareado, dio vueltas a la situación, pensando un poco en el cómo había llegado a vivir con Tao en un departamento y haberlo hartado lo suficiente como para que tomara sus cosas y se fuera.

Fue apenas un instante en el que Kris apreció que sus padres los mandaran juntos a estudiar a Corea. Recordaba perfectamente cuando sus padres, recompuestos en una empresa exitosa, los sentaron a hablar sobre qué harían con su vida luego del colegio. La verdad YiFan no dijo mucho esa tarde. Mientras su padre hablaba de todo lo que eran capaces de hacer él solo desviaba su mirada al borde de la mesa de caoba que su madre había mandado a hacer para la sala con un tallado que ella misma diseñó.

«Irán a Corea, estudiarán la preparatoria con la beca que les dará el instituto después del examen que rendirán mañana. Pueden hacer su primer año de universidad allá, pasarían a un intercambio estudiantil a Japón y volverían finalmente a China, simple»

Sí, muy simple para su padre. Pero no, al día siguiente Tao había dado un examen que solo rendía para media beca y YiFan un cuarto de esta. De todos modos viajaron, salieron de su casa con un nuevo horizonte.

Sus madres lloraron mucho cuando los despidieron en el aeropuerto, los abrazaron fuertemente y prometieron visitarlos seguido, cosa que no ocurrió, solo una visita por la primera  navidad y de ahí todo recayó en llamada y mensajes. Tao era la única familia que YiFan tenía en Corea y la había jodido en grande.

—Me pregunto si la señora de los tacos tendrá entregas a domicilio. —finalizó el rubio levantándose, retomando la postura y yendo a buscar su celular a su habitación, engañándose a sí mismo sobre si era eso lo que quería encontrar. No sé, tal vez en el camino podría abrir muy accidentalmente esa caja sellada y forrada que su madre envió con sus fotos de infancia. Esa que había permanecido en el fondo de su armario durante tanto tiempo.

{*}

Intentó escribir con su puño y letra una de las cartas más torpes del mundo entero, Minseok se equivocó tres veces al colocar su propio nombre. En dos ocasiones no colocó las letras en el orden correcto y para la tercera lo ralló todo de la frustración al creer que estaba combinando su nombre con el de Jongdae; claro, eso antes de darse cuenta de que su apellido estaba bien puesto, que de hecho él y Jongdae se apellidaban igual.

Minseok rodó sobre su cama, pasando toda la introducción de Star Wars por su cabeza, por si la estrella de la muerte y la princesa Leia tenían algo que aportar a su imaginación. Y no, no tenía nada. Minseok se había propuesto ser valiente y, aunque no había preparado algo tan osado como Seul Gi, había dedicado toda la tarde a escribir sus temblorosos y poco legibles sentimientos.

No iba a entregarle esa carta tan vergonzosa frente a todos sus compañeros, tampoco frente a todo su grupo de amigos. Minseok estaba renovándose para ser adecuado ante Jongdae, pero obviamente si quería dejar de pensar tanto las cosas y tenerle pavor al qué dirán los demás, tenía que volver a nacer. Y vaya que eso sería doloroso; tanto para su madre que lo había dado a luz y para él que escucharía desde el principio quejas como niño enano, mira estas estrías tan feas que me has dejado.

Minseok no durmió muy bien esa noche. El sobre estaba sellado en su mochila, los nervios lo invadían, tanto que cuando lograba dormir solo atinaba a ver a Jongdae. Su subconsciente lo traicionaba y despertaba agitado con las imágenes que su mente le ocultaba en tan solo segundos.

—¡Minseok, llegarás tarde! —lo levantó su madre de un grito.

El ruido lo hizo despertar asustado, hizo rebotar sus ojos de un lado a otro en busca de peligro evidente, sin encontrar nada.

—¡Minseok, no eres sordo, levántate de una buena vez, se hace tarde! —volvieron a gritar, esta vez la voz de su padre.

Minseok tomó su celular de la cómoda con pereza, enfocando su vista para lograr notar que en la pantalla las notificaciones de alarmas perdidas estaban acumuladas. Minseok abrió los ojos de golpe, saltó de la cama —o eso dice él, porque en realidad cayó de cara al suelo junto con sus sábanas— y corrió hasta le baño.

Se lavó la cara, los dientes, peinó su cabello y colocó los lentes de contacto tan rápido como pudo.

Corrió fuera de su casa como si su vida dependiera de eso. Se sintió como de película, el aire y el sudor contra su cara mientras aceleraba el paso e intentaba que esos escasos minutos que le quedaban antes de que el horario de entrada terminara.

Lástima que llegó doce minutos después.

Pasó apurado, subió las escaleras y asomó con vergüenza su cabeza por el umbral de la puerta— ¿Hola?

—¡Minseok, pasa! —el aludido pasó sus ojos por encima de sus compañeros, encontrando a Baekhyun saltando sobre su lugar— El profesor se ha ausentado.

Minseok acató lo que dijo de inmediato. Ya que no había maestro ese día estaban en hora de estudio, por lo que cuando llegó a su asiento sacó dos libros de su mochila, sin ver cuáles eran, abriéndolos de inmediato y clavando sus ojos sobre estos. Se veía concentrado aunque no lo estuviera. Sus pensamientos divagaban en cómo iba a meter la carta en la mochila de Jongdae sin ser visto. Su invisibilidad era inmensa, podía pasar desapercibido cuando desayunaba en clases o se quedaba dormido cuando eran las lecciones de ciencias, pero su poder no era tan potente como para atravesar el salón completo y no ser visto al abrir una mochila ajena y dejar un sobre relleno con sus sentimientos. Qué dura era la vida para Kim Minseok.

Claro, ese era el menor de los problemas considerando lo que se les venía encima. Y no, no hablamos de ese encima, niñas con mente sucia y malgastada.

—Luhan Hyung. —Sehun se levantó de golpe llamando la atención de su mayor y todos en el salón, tenía los brazos muy pegados al cuerpo y miraba a su compañero, quien permanecía sentado en su asiento del otro lado del aula, hacia abajo— ¡Tú me gustas mucho!

Sí, hablamos de este encima.


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