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Popular, nerd; lo mismo. por Baozi173

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KyungSoo no fue un niño raro toda su vida, no al menos antes de entrar a la secundaria. La verdad era que a sus tres años seguía teniendo una personalidad muy insulsa, incluso para los niños de su edad. Hablaba a media lengua y miraba el noticiero por las mañanas en vez de los programas infantiles. Su madre estaba preocupada, caminaba con la mirada en el suelo y reía poco, su Kyunggie parecía tener un problema con el mundo entero. Solo sonreía cuando veía al gato del vecino lanzarse de la ventana y en los momentos que presenciaba a su vecina caer de cara con esos tacones tan altos que se había conseguido por capricho adolescente.

Cuando ingresó al colegio, para comenzar con su educación inicial, su madre se mostró muy contenta. Le emocionó mucho que su hijo por fin pudiera interactuar con niños de su edad.

Su insignia iba del lado derecho, su madre se la había cosido a un lado de su polo favorito puesto que quería que su hijo se sintiera cómodo, así que para sobrellevar el día. Decidió tomar la playera de un gran dibujo de Hulk en la espalda y le colocó una insignia del colegio que se había encargado de conseguir con su amiga, la costurera del mercadillo.

Esa mañana, muy puntual, dejó a su hijo frente al gran portón de colegio y le dio un sonoro beso en la frente, prometiéndole que vendría pronto por él— Adiós, mami.

El pequeño mantuvo una sonrisa para su madre y con el valor que sus con tres añitos le proporcionaban, tomó la mano de su maestra y se dejó guiar al salón con las ganas de llorar a mil. El corazón le iba rápido, pero siendo un niño no podía interpretar sus emociones como nervios, pánico o siquiera un poco de ansiedad.

No, con su razonamiento lo primero que vino a su cabeza fue un— Quiero a mi mamá —que siseó limpiando las lágrimas de sus ojitos con el puño cerrado, mas no dijo nada más, ocupó la silla color verde que su maestra le indicó decía su nombre y abrazó su mochila con fuerza. Hubiera querido aferrarse a su profesora, los niños de su salón eran raros, muy escandalosos y las niñas muy engreídas. Todos gritaban por todo. Lamentablemente la maestra tenía niños más inestables en sus manos que el pobre KyungSoo.

El primer año pasó volando, de vez en cuando él jugaba con las niñas, algunas veces podía sentirse muy feliz y sacar su pan con pollo al patio para sentarse a comer. Cuando terminó su primer año, su madre ya se había peleado tres veces con la maestra para sacar cara por su hijo que lloraba en silencio todas la mañanas que tenía que ir al colegio.

—Repite después de mi... —le pidió la mujer al pequeño mientras empezaba con el vocabulario que ese día le habían dejado de tarea.

—Mami, —le interrumpió— ¿y si vamos al parque mañana?

—Mañana debes ir al colegio, bebé. —le respondió con voz baja, pasando su mano por la cabeza de su hijo y sonriéndole de lado, esperando regalarle un poco de su persistencia— Todo saldrá bien, lo prometo. Sé... sé que las cosas no van como esperabas, pero verás que pronto amarás ir a la escuela.

Su madre tenía razón, un tiempo después su efecto mariposa empezó.

Algunos años más tarde, Luhan le explicó de qué se trataba ese concepto que se desprendía de la teoría del caos, uno que implica que si en un sistema se producía una pequeña perturbación, mediante un proceso de amplificación, podría generar un efecto considerablemente grande a corto o medio plazo. Sobre la influencia de las pequeñas cosas en todos los acontecimientos.

Claro, Luhan se lo explicó de una forma más dinámica, pero KyungSoo prefirió siempre la versión de Wikipedia.

Ese día fue extraño, el primer día en el aula de los niños de cinco años. Él había llegado a su salón tranquilamente, estaba abrazando su mochila con fuerza como todos los días y mirando de reojo a las persona a su alrededor con mucha curiosidad. KyungSoo era un niño pequeño, su peinado le cubría parte de la frente y su cabello era tan lacio que su madre se negaba a cortarlo seguido pues le parecía hermoso. Él era tan invisible como para pasar desapercibido. Y justo en ese momento tan pacífico, ¡se armó el bardo! Escuchó un par de golpes, un chillido y varios quejidos, pero de un segundo a otro las niñas se amontonaban en la esquina del salón, esperando quedar fuera de peligro cuando a un par de niños se les ocurrió armar problema mientras la maestra se hallaba ausente. 

Escuchó chillidos, pero no vio mucho, apenas y si percibió unos quejidos cuando una de sus compañeras dio una vuelta bruza y lo empujó con todo su peso contra los estantes. Algo entre las loncheras lo había raspado, colocando una línea roja y que recorría en diagonal desde su muñeca hasta la mitad del antebrazo. Chilló por el dolor punzante, pero se mantuvo en pie hasta ya no poder y arrodillarse para llorar un poquito.

—¡Niños! —la profesora entró gritando, agitada y desesperada.

KyungSoo se limpió las lágrimas y cubrió su brazo, siendo fuerte ante el resto. Aguantó el dolor con esmero. Pidió permiso para ir al baño y se lavó el brazo, sacando a duras penas la sangre que le formaba una línea recta.

Regresó al salón con cautela, tomando su casaca y cubriendo su herida sonrió decidido a aguantar el ardor. Las mangas largas de su playera no ocultaban la línea roja que se formaba bajo su hombro, por lo que cuando llegó la hora de salida con una paciencia extraordinaria, se lanzó a su madre de inmediato.

Empezó a llorar de golpe— ¡Mamá!

—¿KyungSoo? ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? —preguntó rápido y asustada. La señora Do no tardó el entrar al colegio enojada, con el ceño más fruncido que nunca, halando a Soo del brazo y dirigiéndose a buscar a la profesora con ganas de quemar el colegio por hacer llorar a su hijo.

El enterarse de que su hijo tenía lastimado el brazo no fue buen augurio para nadie, pues después de gritarle a todo el que se le atravesara, abrazó a su hijo y presentó una ficha para retirar su hijo de esa institución ¡a como dé lugar! Por lo que, después del incidente, pasó más o menos una semana sin que Soo fuera al colegio. Estaba feliz, sonreía más a menudo y ordenaba sus juguetes luego de usarlos todo el día. Su madre lo miraba enternecida y con un toque de melancolía al borde de su sonrisa. No había perdido el tiempo y se hubo encargado de encontrar un nuevo colegio para su hijo.

La mañana tomó de sorpresa a KyungSoo, arrugó su rostro y se le hicieron agua los ojos cuando su madre le despertó con la premisa «es lunes, hay que ver a clases». Hizo su primer berrinche, se tiró al piso y pataleó mientras su madre lo arrastraba por toda la casa para que se cambiara y desayunara.

Sus ojos llegaron rojos, pero con curiosidad alzó la mirada cuando notó que ese colegio no era su colegio— Mamá… ¿qué es esto?

—Nuestro nuevo comienzo. —respondió apurándole el paso a su hijo, estaban a tan solo tres minutos de llegar tarde.

La maestra miró a Soo sonriente, lo abrazó con devoción y lo llevó de la mano hasta su salón. Él solo no daba crédito a sus ojos, estaba en un lugar colorido, las paredes estaban decoradas con muchas imágenes y varias hojas con dibujos de manitas torpes colgadas alrededor. Cuando llegó a su salón parpadeó muchas veces, apenas quince alumnos entre niños y niñas que lo miraban con los ojitos curiosos.

—Niños, él es KyungSoo, serán amigos desde hoy. —anunció la mujer soltando su mano y dándole un empujón, animándolo a dar sus primeros pasos ante los compañeros, mas no saludó, solo avanzó con su mochila y tomó una silla al final del salón. Jugó con sus manos, nervioso, con las lágrimas a punto de salir nuevamente.

Se limitó a observar, no hacía más que ocupar un espacio al fondo del salón, como si de una rutina de años se tratara. A la hora de comer la lonchera sacó su pan y fruta, sentándose en el piso y colocando su comida frente a sus piernas cruzadas. Estaba a punto de empezar con su merienda cuando una sombra le cubrió la luz que las ventanas le proporcionaban al salón y al pequeño rincón que había bautizado como suyo.

Levantó la mirada y no tardó en descubrir la voz del desconocido— Me llamo Minseok, —le dirigió el niño de mejillas redonditas, ese que estaba un poco gordito pero sus cabello lo hacían ver tan tierno que su pancita no atrajo la mirada de Soo— tienes una manzana verde, a mí también me gustan. ¿Quieres ser mi amigo?

Hasta el sol de hoy, la señora Do cuenta la historia que su hijo le llegó a relatar esa tarde, cómo su bebé saltó de emoción al anunciar que tenía un amigo. KyungSoo no ha dejado de burlarse de Minseok por decirle algo tan tonto al acercarse, aunque claro que en el fondo le agradece universos enteros por haberlo hecho.

KyungSoo no sabía tener amigos, debo acotar, Minseok le enseñó a correr por el patio al jugar y a meterse en problemas. Él era tierno, bastante débil, siempre parecía querer llorar, pero sonreía sinceramente ante KyungSoo y eso era todo lo que necesitaban. Tenía cierto don para ordenar sus lápices y le encantaba la hora de ver caricaturas. Sudaba mucho de niño, a menudo detestaba salir a la clase de deporte, pero por KyungSoo se animaba a averiguar cómo se saltaba la soga. Minseok le sus figuras de acción, así como fue la primera persona que le tomó la mano cuando lloró al no lograr avisarle a tiempo a la maestra que quería ir al baño y sus pantaloncitos estuvieron mojados y calientes frente a todo el salón.

La primaria llegó con un toque extraño. El par de amigos llegaron sonrojados al colegio, se tomaron de la mano y atravesaron el portón.

Tomaron asiento al fondo. No hablaron con nadie, atendían la clase por obligación y anotaban las tareas para hacerlas esa misma tarde, aún con la semana entera para completarlas. Los días no eran aburridos, pero tampoco se trataban de un salto de emoción al recordar que los lunes llegaban pesados después de largos y descansados fines de semana.

Había más una persona interesante en el aula, Minseok lo nota. Se dedicaba a mirarlos a todos en silencio. Los calificaba y no indagaba si sus suposiciones eran correctas, estaba casi seguro de que lo que juzgaba era acertado.

Por ejemplo, con el muchachito sentado frente a él, no se equivocó.

Byun Baekhyun era un niño raro, no coincidía con las niñas del aula, menos con los niños. Caminaba solo en el recreo, a veces hablaba solo y comía mucha fruta durante clases sin que los maestros lo vieran. Era un desastre, irresponsable y disperso. Quería hablar de Dragon Ball y Sailor Moon, aunque muchas veces sus temas de conversación se desviaban a que los colores del uniforme no combinaban y que odiaba atender a la clase. Seguro había pasado ese primer mes completamente solo, buscando a alguien que lo acogiera.

Fue un miércoles por la mañana que Baekhyun llegó agitado al colegio. Había escondido con eficiencia el cuaderno de inglés para que su madre no viera que no había hecho su tarea por estar viendo dibujos animados toda la semana. Llegó a su lugar y apurado abrió el cuaderno yendo a la última página para empezar a dibujar muy raros trazos que supuestamente eran animales, como su tarea le pedía ilustrar.

Estaba asustado, la hora le ganaba, por lo que su acto de valentía que solo se podía atribuir a la desesperación del momento. Volteó todo su cuerpo a los asientos que le seguían, encontrando a dos de sus compañeros con los que nunca había intercambiado diálogo, lanzando su cuaderno sobre su mesa, haciéndolos saltar de la impresión.

—¡Sin preguntas! ¡A pintar! —ordenó colocando su cartuchera llena de colores y plumones frente al par. Minseok y KyungSoo apenas y si recordaban que el muchacho se apellidaba Byun, pero encogiendo los hombros rieron y empezaron a pintar a ese perro que más parecía una caja de leche que otra cosa.

A la maestra no le simpatizó mucho los dibujos sin cuadros y la falta de orden en los enunciados. Baekhyun a las justas se salvó de tener una anotación dirigida a su madre en el cuaderno. Regresó a su lugar, soltando un suspiro y relajando el cuerpo.

Volteó con intensión de agradecer la ayuda, pero en los segundos que su espalda le cedía flexibilidad para mirar a sus dos compañeros del fondo miró los resultados del apuro sobre su cuaderno, riendo de la nada, dirigiendo su mirada a los dos niños que tenían la punta de los dedos coloreados con plumones multicolores. Les habló sonriente, divertido, sin desviar su atención del par—Arruinamos mi tarea, quedó horrible —pero valió la pena.

Baekhyun tenía un tornillo zafado, pero sin duda siempre había estado a la espera de alguien que lo acompañara en sus locuras de tuercas sueltas.

Digamos que fueron un triángulo inseparable, nadie entendía como fueron a parar así. Ni siquiera KyungSoo y Minseok parecían terminar de combinar ante los ojos de los demás, mucho menos el complicado de Baekhyun. Constantemente le preguntaban a Minseok quien era su mejor amigo, cuestionaban si quería más a Baekhyun o a KyungSoo.

Hyeri se acercaba a ellos para plantearle a cada uno qué pasaría si en un barco que se hundiera y solo tuvieran oportunidad de salvar a uno. Chaerin insistía en que respondieron con quien se casarían entre ellos si tuvieran que elegir. Y por supuesto, no podía faltar Hoseok curioseando si alguno lo consideraría para incluirlo y formar un grupo imparable.

Nadie cedía, nadie respondía— Eso es muy estúpido. —ah, claro, nadie excepto Baekhyun que escupía sus respuestas con fastidio, logrando que muchos de sus compañeros se sintieran ofendidos e insultados.

La primaria pasó rápido. KyungSoo y Minseok de primeros puestos y Baekhyun apenas aprobando. No estaban preparados para la secundaria. Eran niños raros; o se habían vuelto niños raros. Encajaban por completo en el concepto de antisociales e introvertidos. Cuando les tocó pasar a secundaria —o sea, al segundo piso del colegio— se armaron de valor y en una cadena de brazos cruzados subieron las escaleras con sus mochilas de rueditas.

—Esto va a estar muy jodido.

—¡Baekhyun, esa boca!

No reconocían la mitad de los rostros en al salón, había mucha gente nueva. Minseok suspiró mientras Soo fruncía los labios ante el tumulto.

Ocuparon la esquina del salón, marcando un perímetro que los alejaba del resto de personas, esas que no tenían necesidad de incluir en sus vidas. Aunque claro, como ya lo sabemos, aquí venían las últimas partes del grupo que necesitaban formar. Los tres estaban seguros de sentirse completos, conformes pero a veces uno no sabe lo que le falta hasta que lo tiene en frente y le escucha modular las palabras con una pronunciación un tanto graciosa.

—¡Un borrador, un borrador! —chillón Baekhyun apurado y corriendo por todos lados— ¡Me equivoqué en la tarea!

KyungSoo no pudo evitar sonreír, a su amigo nunca se le iban a quitar las malas costumbres. Apenas la segunda semana en su primer año como alumno de secundaria y ya estaba confundiendo el cuaderno de álgebra con geometría.

—Hey… —sintió que alguien le tocó el hombro— ¿Tu amigo necesita?

Hasta ese momento solo era un par de niños al azar que sus maestras habían sentado frente a ellos, pero para KyungSoo, en ese momento, sus nombres se registraron en automático. Luhan y Yixing, los estudiantes que habían llegado directamente importados de China.

Luhan le extendió un borrador rojo, pequeño y regordete que había sacado de su cartuchera de hipopótamo mientras que Yixing se escondía tras su espalda. KyungSoo no pudo evitar que la risa y una mueca de desconcierto escaparan al recibir el borrador, uniendo a Minseok y Baekhyun a sentarse junto a los dos chicos nuevos. No lo sabían, no lo percibieron de inmediato, pero en ese par se escondían las personas más especiales del mundo tras sonrisas de dientes perlados y un coreano pronunciado a medias.

—Ustedes tienen algo raro. — les dijo Baekhyun sin modales algunos— ¿Nacieron pegados o algo raro? —KyungSoo le enterró el codo en la costilla a su menor, lanzándole una mirada de desaprobación tras escuchar tan desatinado comentario.

—Tal vez… —inició Minseok— tienen más entre ellos de lo que sabemos aún.

Luhan y Yixing sonrieron, intercambiando una mirada cómplice y juguetona— Sí, debe ser eso. —dijeron al unísono.

Yixing había ayudado a Luhan como nadie lo había hecho. Como era de esperase, nacieron el uno para el otro, eran sus almas gemelas. Se cuidaban la espalda, Luhan solo esperaba que Yixing se sintiera igual de cuidado que él. Solo entre los dos llegaba la seriedad al tema, un par de veces no habían temido echarse a llorar frente al otro, como cuando la señora Xiao le pegó la cachetada de su vida a Yixing cuando reprobó ciencias, o quizás cuando Luhan fue golpeado por un niño mayor por tan solo verse más frágil que el resto. Entre ellos se comprendían mejor que nadie lo que sentían.

Cuando se les partió la voz, cuando sentimientos que no sabían que estaban ahí dolían; se abrazaban hasta que sentían que la fuerza de los brazos ajenos quebraba poco a poco sus miedos. Tal se les habían escapado algunos, debo decir, pero habría tiempo para ellos.

«Locos ayudando a locos, ¿lo recuerdas?» le hizo recordar Luhan a Yixing en una ocasión que el último había perdido la cabeza y peleado con su padre a tal punto de recibir un jalón de cabello, le recordó aquella frase que había inventado para el menor cuando eran pequeños. Su lema.

—Luhan Hyung... Debes saberlo, me gustas, lo he llegado a entender por completo, quiero corresponder a los sentimientos que tienes hacia mí, quisiera salir contigo.

Luhan sintió el rostro rojo, mas no sonreía. Sus ojos eran totalmente redondos, ¡y él era chino! Tomó la mano de Yixing por debajo de la carpeta y con fuerza le dio una mirada rápida. El otro captó rápidamente la idea y se levantó de su silla, atrayendo un poco la atención de sus compañeros. Al parecer esa modalidad al confesar situaciones sentimentales impactantes se estaba haciendo popular.

Tenía sostenido con firmeza a su amigo. El resto del grupo no dijo nada en contra, es más, Minseok tomó los libros que Luhan había dejado fuera de su maleta y los colocó de vuelta en su lugar. Fue como un sentimiento en común, los ojos de Luhan pedía a gritos salir de ahí. Tao le entregó su mochila y en apenas unos segundos Yixing y Luhan estaban caminando en dirección a la salida.

—Hey, espera. —Sehun le llamó, confundido— ¿Luhan?

El mencionado se detuvo en seco, no sabía cómo sentirse, ¿era llanto de frustración, vergüenza o una combinación de todo su desayuno lo que se le acumulaba? Estaba un poco mareado.

—Me estás haciendo pasar vergüenza, basta. —le dijo con la mirada clavada en el suelo y la voz temblorosa para luego seguir caminando.

Luhan tenía sentimientos que no sabía explicar, a veces estaba enamorado, a veces lloraba, en ocasiones sonreía al ver como su hermana se quedaba dormida en el sillón. Esta vez su corazón dio un brinco, pero estaba seguro de que no era amor, era una fuerza extraña que le subía por el estómago.

Ni Yixing podría explicar luego lo que Sehun provocaba, no esta vez.


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